Ender el xenocida (51 page)

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Authors: Orson Scott Card

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Ender el xenocida
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Pero estaba claro que Ela no pensaba en Wang-mu. Hablaba, en cambio, de sus preguntas.

—¿Por qué no permite variedad el virus de la descolada? Ésa debería ser una tendencia con valor de supervivencia negativo, y sin embargo la descolada sobrevive. Wang-mu debe de pensar que soy idiota por no haber pensado en esto antes. Pero no soy gaióloga, y crecí en Lusitania, así que nunca me planteé el tema, y sólo supuse que fuera cual fuese la gaiología de Lusitania, funcionaba… y luego seguí estudiando la descolada. ¿Qué piensa Wang-mu?

Wang-mu se sintió alborozada al oír aquellas palabras de una desconocida. ¿Qué le había contado Jane acerca de ella? ¿Cómo podía pensar Ela que Wang-mu podía considerarla idiota, si Ela era una científica y ella sólo una criada?

—¿Cómo puede importar lo que yo piense? —murmuró Wang-mu.

—¿Qué piensas? —insistió Jane—. Aunque no sepas por qué, puede ser importante, Ela quiere saberlo.

Así, Wang-mu contó sus especulaciones.

—Es una tontería, porque se trata tan sólo de un virus microscópico, pero la descolada debe de estar haciéndolo todo. Contiene en su interior todos los genes de todas las especies, ¿no? Así que debe de encargarse de la evolución ella sola. En vez de todo ese cambio genético, la descolada lo realiza ella misma. Podría hacerlo, ¿no? Podría cambiar los genes de toda una especie, aunque la especie esté todavía viva. No tendría que esperar a una evolución.

Hubo otra pausa y Jane volvió a alzar la mano. Debía de estar mostrando a Ela la cara de Wang-mu, dejando que oyera las palabras de sus propios labios.

—Nossa Senhora —susurró Ela—. En este mundo, la descolada es Gaia. Por supuesto. Eso lo explicaría todo, ¿no? Hay tan pocas especies porque la descolada sólo permite las especies que tiene domadas. Convirtió la gaiología de un planeta entero en algo casi tan simple como el Mundo Margarita.

Wang-mu pensó que era divertido oír a una científica con educación como Ela referirse a Mundo Margarita, como si fuera aún una estudiante nueva, una muchacha a medio educar como ella misma.

Otra cara apareció junto a la de Ela, esta vez la de un hombre caucásico mayor, tal vez de unos sesenta años, con el cabello blanco y expresión tranquila y pacífica.

—Pero una parte de la cuestión de Wang-mu sigue sin respuesta —dijo—. ¿Cómo puede evolucionar la descolada? ¿Cómo pudo haber protovirus de la descolada? ¿Por qué una gaiología tan limitada tendría preferencia de supervivencia sobre el lento modelo evolutivo de todos los otros mundos con vida?

—Nunca he hecho esa pregunta —observó Wang-mu—. Qing-jao hizo la primera parte, pero el resto es cosa de él.

—Calla —ordenó Jane—. Qing-jao nunca formuló la pregunta. La usó como una excusa para no estudiar los documentos lusitanos. Sólo tú la hiciste realidad, y el hecho de que Andrew Wiggin entienda tu propia pregunta mejor que tú no significa que no siga siendo tuya.

De modo que éste era Andrew Wiggin, el Portavoz de los Muertos. No parecía viejo y sabio, no de la forma en que lo parecía el Maestro Han. En cambio, este Wiggin parecía sorprendido y estúpido, como lo parecían todas las personas con ojos redondos, y su cara cambiaba con cada estado de ánimo momentáneo, como si

estuviera fuera de control. Sin embargo, sí había una expresión de paz en su contorno. Tal vez tenía algo de Buda en su interior. Buda, después de todo, encontró su camino en el Sendero. Tal vez este Andrew Wiggin lo había encontrado también, aunque no fuera chino.

Wiggin estaba todavía formulando las preguntas que creía eran de Wang-mu.

—Las probabilidades en contra de que un virus como ése suceda de forma natural son… incalculables. Mucho antes de que evolucionara un virus que pudiera enlazar las especies y controlar toda la gaialogía, las protodescoladas habrían destruido toda la vida. No hubo tiempo para la evolución: el virus es demasiado destructivo. Lo habría matado todo en su primera forma, y luego habría muerto al no tener ningún organismo que saquear.

—Tal vez el saqueo vino luego —apuntó Ela—. Tal vez evolucionó en simbiosis con otras especies que se beneficiaron de su habilidad para transformar genéticamente a todos los individuos en su interior, todo en cuestión de días o semanas. Tal vez sólo se extendió más tarde a las otras especies.

—Tal vez.

A Wang-mu se le ocurrió una idea.

—La descolada es como uno de los dioses —dijo—. Viene y cambia a todo el mundo, le guste o no.

—Excepto que los dioses tienen la decencia de marcharse —intervino Wiggin.

Respondió tan rápidamente que Wang-mu advirtió que Jane debía de estar transmitiendo ahora todo lo que se hacía o se decía simultáneamente a través de miles de millones de kilómetros de espacio entre ellos. Por lo que Wang-mu había oído acerca del coste de los ansibles, esto sólo era posible para los militares: un negocio que intentara un enlace ansible en tiempo real pagaría suficiente dinero para proporcionar casas para todos los pobres de un planeta entero. «Y yo lo tengo gratis, gracias a Jane. Veo sus caras y ellos ven la mía, incluso mientras hablan.»

—¿De verdad? —preguntó Ela—. Yo creía que el problema de Sendero era que los dioses no se marchan y los dejan en paz.

Wang-mu respondió con amargura:

—Los dioses son como la descolada en todos los sentidos. Destruyen todo aquello que no les gusta, y transforman a las personas que les gustan en algo que nunca fueron. Qing-jao era una muchacha buena, brillante y divertida, y ahora se muestra resentida, furiosa y cruel, todo por culpa de los dioses.

—Todo por culpa de la alteración genética del Congreso —precisó Wiggin—. Un cambio deliberado introducido por personas que os obligaron a encajar en sus propios planes.

—Sí —convino Ela—. Igual que la descolada.

—¿Qué quieres decir?

—Un cambio deliberado introducido aquí por gente que intentaba obligar a Lusitania para que encajara con su propio plan.

—¿Qué gente? —preguntó Wang-mu—. ¿Quién haría una cosa tan terrible?

—Lo he tenido en la cabeza durante años —dijo Ela—. Me preocupaba que hubiera tan pocas formas de vida en Lusitania… Recuerda, Andrew, que ésa fue parte de la razón por la que descubrimos que la descolada estaba implicada en el emparejamiento de las especies. Sabíamos que aquí hubo un cambio catastrófico que destruyó a todas las especies y reestructuró a los pocos supervivientes. La descolada fue más devastadora para la vida en Lusitania que una colisión con un asteroide. Pero siempre supusimos que, ya que la habíamos encontrado aquí, la descolada evolucionó aquí. Yo sabía que no tenía sentido, justo lo que dijo Qing-jao, pero ya que había sucedido, entonces no importaba que tuviera sentido o no. Pero ¿y si no sucedió? ¿Y si la descolada vino de los dioses? No dioses dioses, desde luego, sino alguna especie inteligente que desarrolló este virus artificialmente.

—Eso sería monstruoso —dijo Wiggin—. Crear un veneno como ése y enviarlo a otros mundos, sin saber o preocuparse por lo que podría matar.

—No un veneno —corrigió Ela—. Si realmente se encarga de la regulación de sistemas planetarios, ¿no podría ser la descolada un instrumento para terraformar otros mundos? Nosotros nunca hemos intentado terraformar nada. Los humanos, y los insectores antes que nosotros, nos hemos asentado solamente en mundos cuyas formas de vida nativas nos llevaron a una situación similar a la de la Tierra. Una atmósfera rica en oxígeno que libera dióxido de carbono lo bastante rápido para mantener la temperatura del planeta mientras el sol se vuelve más caliente. ¿Y si hubiera otra especie que decidió de algún modo que, a fin de desarrollar planetas adecuados para la colonización, debían enviar el virus de la descolada por adelantado…, con miles de años de adelanto, tal vez, y así transformar de manera inteligente los planetas en las condiciones exactas que necesitaran? Cuando llegaran, dispuestos a montar sus casas, tal vez tuvieran antivirus para contrarrestar la descolada y así establecer una gaialogía real.

—O tal vez desarrollaron el virus para que no interfiriera con ellos o los animales que necesiten —sugirió Wiggin—. Tal vez destruyeron toda la vida no esencial de cada mundo.

—En cualquier caso, eso lo explica todo. Los problemas a los que me he enfrentado, el no poder encontrar sentido a las disposiciones imposibles e innaturales de las moléculas de la descolada…, siguen existiendo sólo porque el virus funciona constantemente para mantener todas esas contradicciones internas. Pero nunca logré concebir cómo una molécula tan autocontradictoria pudo desarrollarse en primer lugar. Todo eso encuentra una respuesta si sé que de algún modo fue diseñado y creado. Según Wang-mu, ésa fue la queja de Qing-jao: que la descolada no podía evolucionar y que la gaialogía de Lusitania no podía existir en la naturaleza. Bueno, no existe. Es un virus artificial y una gaialogía artificial.

—¿Queréis decir que mis palabras os han ayudado en algo? —se asombró Wang-mu.

Sus rostros mostraron que, en su nerviosismo, virtualmente se habían olvidado de que ella era todavía parte de la conversación.

—Todavía no lo sé —dijo Ela—. Pero es un nuevo punto de vista. Para empezar, si puedo asumir que todo en el virus tiene un propósito, en vez de ser un amasijo normal de genes de la naturaleza que se conectan y se desconectan…, bueno, eso servirá de ayuda. Y sólo saber que fue diseñada me da esperanzas de poder desbaratarla. O rediseñarla.

—No te adelantes —aconsejó Wiggin—. Es sólo una hipótesis.

—Suena a verdad. Tiene aspecto de serlo. Explica tantas cosas…

—Yo siento lo mismo —admitió Wiggin—. Pero tenemos que intentarlo con quienes están más afectados por el tema.

—¿Dónde está Plantador? —preguntó Ela—. Podemos hablar con él.

—Y con Humano y Raíz. Tenemos que intentarlo con los padres-árbol.

—Esto va a golpearlos como un huracán —dijo Ela. Entonces pareció comprender las implicaciones de sus propias palabras—. No es sólo una forma de hablar, les dolerá. Descubrir que su mundo entero es un proyecto de terraformación…

—Algo más importante que su mundo —añadió Wiggin—. Ellos mismos. La tercera vida. La descolada les dio todo lo que son y los hechos más fundamentales de su vida. Recuerda, creíamos que evolucionaron como criaturas mamíferas que se apareaban directamente, de macho a hembra, y las pequeñas madres sorbían la vida de los órganos sexuales masculinos, una docena cada vez. Eso es lo que eran. Entonces la descolada los transformó, y esterilizó a los machos hasta que después murieron y se convirtieron en árboles.

—Su propia naturaleza…

—A los humanos nos resultó difícil aceptarlo cuando comprendimos por vez primera hasta qué punto nuestra conducta obedece a necesidades evolutivas. Sigue habiendo innumerables humanos que se niegan a creerlo. Aunque resulte absolutamente cierto, ¿crees que los pequeninos abrazarán esta idea tan fácilmente como han aceptado maravillas como el viaje espacial? Una cosa es ver a criaturas de otro mundo; otra es descubrir que ni Dios ni la evolución te han creado, sino algún científico de otra especie.

—Pero si fuera cierto…

—¿Quién sabe si es cierto? Sólo sabremos si la idea es útil. Y para los pequeninos puede resultar tan devastador que acaso se nieguen a creerla para siempre.

—Algunos os odiarán por decírselo —intervino Wang-mu—. Pero otros se alegrarán.

Volvieron a mirarla, o al menos la simulación de Jane los mostró mirándola.

—Tú lo sabes mejor que nadie —asintió Wiggin—. Han Fei-tzu y tú acabáis de descubrir que vuestro pueblo fue mejorado genéticamente.

—Y lisiado a la vez —respondió Wang-mu—. Para el Maestro Han y para mí fue la libertad. Para Qing-jao…

—Habrá muchos como Qing-jao entre los pequeninos —se lamentó Ela—. Pero Plantador, Humano y Raíz no estarán entre ellos, ¿verdad? Son muy sabios.

—¡También lo es Qing-jao! —exclamó Wang-mu.

Habló con más pasión de lo que pretendía. Pero la lealtad de una doncella secreta muere lentamente.

—No pretendíamos decir que no lo fuera —contemporizó Wiggin—. Pero desde luego, no está siendo sabia en este tema, ¿no?

—En este tema no —reconoció Wang-mu.

—A eso nos referimos. A nadie le gusta descubrir que la historia de su propia identidad en la que siempre ha creído es falsa. Los pequeninos, muchos de ellos, piensan que Dios los hizo especiales de algún modo, igual que vuestros agraciados.

—¡Y no somos especiales, ninguno! —gimió Wang-mu—. ¡Somos todos tan corrientes como el barro! No hay ningún agraciado. No hay dioses. No se preocupan por nosotros.

—Si no hay dioses —dijo Ela, corrigiéndola suavemente—, entonces apenas pueden preocuparse de un modo u otro.

—¡Nada nos creó excepto para sus propios propósitos egoístas! —gritó Wang-mu—. Para quienquiera que crease la descolada, los pequeninos son sólo parte de su plan. Y los agraciados forman parte del plan del Congreso.

—Como alguien cuyo nacimiento fue solicitado por el gobierno —dijo Wiggin—, comprendo tu punto de vista. Pero tu reacción es demasiado apresurada. Después de todo, mis padres también me desearon. Y desde el momento en que nací, como todas las demás criaturas vivas, tuve mi propio propósito en la vida. Sólo porque la gente de tu mundo se equivocara al creer que su conducta DOC eran mensajes de los dioses no significa que no existan dioses. Sólo porque tu antigua comprensión del sentido de tu vida se haya visto contradicha no significa que tengas que decidir que no hay ningún sentido.

—Oh, sé que hay un sentido —masculló Wang-mu—. ¡El Congreso quería esclavos! Por eso crearon a Qing-jao, para que fuera su esclava. ¡Y ella quiere continuar bajo su dominio!

—Ése fue el propósito del gobierno —contestó Wiggin—. Pero Qing-jao también tuvo una madre y un padre que la amaron. Igual que yo. Hay muchos propósitos diferentes en este mundo, muchas causas distintas para todo. Sólo porque una causa en la que creías resultara ser falsa no significa que no existan otras causas en las que pueda confiarse.

—Oh, supongo que sí —dijo Wang-mu.

Ahora se avergonzó de sus arrebatos.

—No inclines la cabeza ante mí —pidió Wiggin—. ¿O lo estás haciendo tú, Jane?

Jane debió de contestarle, una respuesta que Wang-mu no llegó a oír.

—No me importa cuáles sean tus costumbres —declaró Wiggin—. El único motivo para inclinarse así es humillar a una persona ante otra, y no consentiré que se incline ante mí de esa forma. No ha hecho nada de lo que avergonzarse. Ha abierto una nueva forma de contemplar la descolada que podría llevar a la salvación de un par de especies.

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