Lamentablemente, la verosimilitud de la dramática historia de Mateo sobre el final de Judas queda mermada por la sospecha de que el evangelista se limitara a introducir otra cita del Antiguo Testamento. Aludiendo a las treinta piezas de plata que Judas arroja. Mateo explica que los sacerdotes pensaban que aquel dinero, precio de la traición, no podía volver a depositarse en las arcas del tesoro. Estaba manchado con la sangre de un hombre.
Mateo 27.7.
Y ... compraron con ellas el campo del Alfarero para sepultura de peregrinos.
[48]
Mateo 27.8. Por
eso aquel campo se llamó Campo de la Sangre hasta el día de hoy.
Mateo 27.9.
Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: «Y tomaron treinta piezas de plata...
Mateo 27.10.
y las dieron por el Campo del Alfarero...»
Posiblemente, el campo del Alfarero era un sitio donde podía obtenerse arcilla de una especie conveniente para la alfarería. Por los versículos que acabamos de citar, la frase «campo del Alfarero» ha llegado a significar cualquier cementerio público para enterrar a criminales, desposeídos y mendigos, a todo aquel que no pueda pagar o que no merezca sepultura mejor.
Sin embargo, en este caso la cita de Mateo del Antiguo Testamento está más injustificada que de costumbre. En primer lugar no es de Jeremías, sino de la enigmática historia de Zacarías acerca de los pastores. (El error pudo originarse por el hecho de que Jeremías habla en cierta ocasión de comprar un campo —véase cap. I, 24— y en otro momento cuenta una parábola sobre unos alfareros, pero no por ello deja de ser un error.)
En el libro de Zacarías, el pastor se niega a aceptar treinta piezas de plata por su salario (v. cap. I, 38):
Zacarías 11.13. ...
Y tomando las treinta monedas de plata, las tiré en la casa de Yahvé al tesoro
.
[49]
Pero el «alfarero en la casa de Yahvé» no es en absoluto el «campo del Alfarero». Efectivamente, la palabra «alfarero» es una traducción errónea y quizá aparezca en el Antiguo Testamento como resultado de la mala utilización del pasaje por parte de Mateo y sus consecuencias sobre la devoción de los que trabajaban en la versión King James. La Revised Standard transcribe así la frase: «al tesoro en la casa de Yahvé.
[50]
Es decir, en Zacarías se deposita el dinero en el tesoro del Templo, que es precisamente lo que los sacerdotes se niegan a hacer con el dinero de Judas. Por consiguiente, los dos pasajes no son paralelos, tal como parece creer Mateo, sino, por el contrario, antitéticos.
En los Hechos de los Apóstoles hay otra tradición sobre la muerte de Judas:
Hechos 1.18.
Éste
(Judas),
pues, adquirió un campo con un salario inicuo; pero, precipitándose de cabeza, reventó y todas sus entrañas se derramaron;
Hechos 1.19.
y fue público a todos los habitantes de Jerusalén, tanto que el campo se llamó en su lengua (arameo) Hacéldama, que quiere decir Campo de Sangre.
Según esta tradición rival, que no entraña profecías del Antiguo Testamento, Judas no sintió remordimiento, ni tampoco se suicidó. Vivió lo suficiente para llevar a cabo una transacción comercial con el fin de convertirse en terrateniente, muriendo después de alguna especie de ataque.
Según parece, Pilato consideró la evasiva respuesta de Jesús al sumo sacerdote («Tú lo has dicho») como una negativa, o al menos no como una afirmación, y por ello dudaba de que fuera reo de muerte. O tal vez pretendiera Pilato desacreditar al sumo sacerdote, que quizá tuviese otros motivos particulares para querer la muerte de Jesús, aparte de su verdadera culpa o inocencia.
Mateo 27.18.
Pues sabía
(Pilato)
que por envidia
(los sacerdotes)
se lo habían entregado
(a Jesús).
En cualquier caso, ignoró al príncipe de los sacerdotes y se dirigió al pueblo, ofreciendo liberar a un prisionero con ocasión de la fiesta de la Pascua.
Mateo 27.16.
Había entonces un preso famoso llamado Barrabás.
Mateo 27.17. ...
les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, el llamado Mesías?
[51]
Mateo no da más descripción de Barrabás. Sin embargo, Marcos dice:
Marcos 15.7.
Había uno llamado Barrabás, encarcelado con sediciosos que en una revuelta habían cometido un homicidio;
Es posible, entonces, que Barrabás fuese uno de los sicarios o terroristas y que dirigiera una partida guerrillera contra los romanos, perpetrando el asesinato de algún funcionario del imperio. Por consiguiente, sería un héroe para los zelotes, los mismos que se decepcionaron por la actitud de Jesús al retroceder en el asunto del tributo.
Ante la elección entre un bandido destacado, que no predicaba sino que luchaba contra los romanos, y un hombre que predicaba y se llamaba Mesías, pero que no actuaba y se sometía dócilmente a la captura, encarcelamiento y juicio, la plebe (o al menos los portavoces zelotes que había entre ellos), se decidió por Barrabás, que fue liberado.
Barrabás no es un nombre auténtico, sino el equivalente arameo de un apodo que significa «hijo del padre». La palabra «Cristo», o «Mesías», también puede transcribirse como «hijo del Padre» (aunque con mayúscula). Y cosa bastante curiosa, la tradición afirma que el verdadero nombre de Barrabás era Josué o, en griego, Jesús. En consecuencia, lo que Pilato preguntaba a la muchedumbre era si quería a Jesús, hijo del padre, o a Jesús, hijo del Padre. Efectivamente, se ha sugerido que Barrabás y Jesús son la misma persona, que se han fundido las leyendas de un bandido y de un Mesías bondadoso y pacífico, que Jesús fue juzgado ante Pilato, pero fue soltado como Barrabás, y que la historia de la crucifixión y resurrección son adornos de una leyenda posterior. Sin embargo, no es probable que esta teoría adquiera alguna vez muchos partidarios.
Mateo subraya la desgana de Pilato para dar la orden de ejecución. En parte lo explica mediante la utilización de su procedimiento favorito: un sueño.
Mateo 27.19.
Mientras estaba sentado
(Pilato)
en el tribunal envió su mujer a decirle:No te metas con ese justo, pues he padecido mucho hoy en sueños por causa de él.
Ésta es la única aparición de la mujer de Pilato en el Nuevo Testamento, pero la tradición da abundante noticia de ella. Se dice que se llamaba Claudia Prócula y que era cristiana en secreto, aunque también se afirma que se convirtió después. Está canonizada por la Iglesia Ortodoxa griega.
Tras ofrecer la liberación de Jesús y tener que soltar en cambio a Barrabás, Pilato se enfrenta con un grito unánime que pide la ejecución de Jesús. Pilato protesta:
Mateo 27.23.
Dijo el procurador: ¿Y qué mal ha hecho?...
Mateo 27.24.
Viendo, pues, Pilato que nada conseguía, sino que el tumulto crecía cada vez más, tomó agua y se lavó las manos delante de la muchedumbre, diciendo: Yo soy inocente de esta sangre...
[52]
Los cuatro evangelios coinciden en que Pilato se mostraba reacio a ordenar la ejecución de Jesús, pero sólo Mateo incluye el lavado de manos, escena dramática que da origen a la frase «en esto me lavo las manos» con el sentido de «rechazar toda responsabilidad».
Posiblemente se tratara de una ceremonia de la liturgia judía que el romano Pilato no habría realizado, pero Mateo, que sabía mucho del ritual judío y muy poco de las costumbres romanas, lo incluyó con toda la naturalidad del mundo.
En el libro del Deuteronomio se manifiesta que si se encuentra el cadáver de un asesinado y no se sabe quién es el asesino, los habitantes de la ciudad más próxima deben llevar a cabo cierto ritual con una vaquilla para eximirse de toda culpa:
Deuteronomio 21.6.
Y ... todos los ancianos de la ciudad ... lavarán sus manos sobre la becerra...
Deuteronomio 21.7.
y responderán diciendo: No han derramado nuestras manos esta sangre...
Como Pilato declara así su inocencia. Mateo dice que la impaciente muchedumbre acepta la responsabilidad, utilizando a propósito el dramático lenguaje del Antiguo Testamento:
Mateo 27.25.
Y todo el pueblo contestó diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
Esta declaración, que no se encuentra en los demás evangelios y que quizá surgiera simplemente por la tendencia de Mateo a interpretar y describir todas las cosas de acuerdo con las profecías, liturgia y lenguaje del Antiguo Testamento, ha costado a los judíos un precio tremendo en los dos mil años transcurridos desde la muerte de Jesús.
En cuanto a Pilato, sus últimos años son oscuros. Siguió siendo procurador de Judea hasta el 36 dC, cuando finalmente fue depuesto porque su falta de tacto continuó provocando revueltas entre judíos y samaritanos.
Se desconoce la forma en que murió. Una tradición hostil afirma que fue ejecutado por el emperador romano o que se suicidó para evitar la ejecución. Por otro lado, también hay leyendas referentes a su posterior conversión al cristianismo, tal vez basadas en los relatos de su aversión a condenar a Jesús. Asimismo, hay escritos apócrifos ya desaparecidos que algunos atribuyen a algunos autores del cristianismo primitivo; se supone que recogían las impresiones de Pilato sobre el juicio y la resurrección de Jesús.
[En la Iglesia abisinia, Pilato llegó a ser canonizado como santo.]
Tras rechazar toda responsabilidad por la muerte de Jesús, Pilato dio la orden de ejecución:
Mateo 27.26.
Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho azotar, se lo entregó para que le crucificaran.
La crucifixión no era un método de ejecución judío o griego. Entre los judíos era corriente la lapidación; entre los griegos se obligaba a los reos a ingerir veneno. Los romanos, en cambio, utilizaban la crucifixión como pena para la traición (también otros pueblos, como los persas y cartagineses).
El reo, clavado a una cruz de madera, moría poco a poco por hambre, por sed y por la permanencia a la intemperie. Era una muerte cruel; tanto más, cuanto que se despojaba al agonizante hasta del último vestigio de su dignidad, pues la ejecución era pública y el reo estaba expuesto a las burlas de los despiadados espectadores.
Sin embargo, el hecho es que Jesús no fue condenado a una muerte insólita o desacostumbrada, pues era corriente en el código penal romano. En el 72 aC, unos cien años antes de la ejecución de Jesús, un grupo de gladiadores y esclavos se rebelaron contra Roma bajo la dirección de Espartaco. Fueron finalmente derrotados por el general romano Marco Licinio Craso (general que quince años después fue vencido y muerto por los partos en la batalla de Carres; v. este mismo cap.). Craso capturó a unos seis mil esclavos y, según cuenta la historia, los crucificó a lo largo de la calzada de Roma a Capua para que todo viajero hiciese el camino entre kilómetros y kilómetros de una interminable fila de hombres que morían poco a poco en medio de dolorosos tormentos. (De modo semejante, Darío I de Persia crucificó una vez a miles de rebeldes babilonios al mismo tiempo.)
Como medio de castigo, la crucificación formó parte del código romano hasta su abolición por Constantino I, el emperador romano que legalizó la práctica del cristianismo.
Era costumbre que el reo de crucifixión cargase con la pesada cruz, o con parte de ella, hasta el lugar de la ejecución.
Jesús quizá fuese incapaz de levantarla tras los sucesos de la noche anterior y la tortura a que le habían sometido.
Mateo 27.32.
Al salir
(los soldados de la escolta)
encontraron a un hombre de Cirene, de nombre Simón, al cual requirieron para que llevase la cruz.
Es de suponer que Simón llegara a Jerusalén para asistir a la fiesta de Pascua, encontrándose inesperadamente con que debía cargar con una cruz.
Cirene (v. cap. 4) tenía una numerosa colonia judía en tiempos del Nuevo Testamento. Jasón, el historiador de la rebelión macabea en cuyas palabras se basó el 2 Macabeos, era natural de Cirene. En el 117 aC. Cirene se hizo independiente de Egipto, y en el 67 aC fue absorbida por Roma.
A continuación, Jesús fue conducido al lugar de la ejecución:
Mateo 27.33.
Llegando al sitio llamado Gólgota
(en arameo),
que quiere decir el lugar de la calavera.
Se trata de un nombre verdaderamente espeluznante, quizá derivado del hecho de que en las cercanías hubiese un promontorio en forma de calavera, o de la existencia de calaveras de reos allí ejecutados con anterioridad. (Ambas sugerencias son suposiciones.)
En Lucas se da el equivalente latino de ese nombre:
Lucas 23.33.
Cuando llegaron al lugar llamado Calvario...
El emplazamiento del Gólgota/Calvario no se conoce con exactitud, pero debía estar justo a las afueras de Jerusalén.
Allí fue crucificado Jesús, con el anuncio de su crimen colocado por encima de su cabeza, como era costumbre:
Mateo 27.37.
Sobre su cabeza pusieron escrita su causa: Éste es Jesús, el Rey de los judíos.
Ésta es una versión del significado del nombre «Jesucristo», y en ella se recogen el hecho de que Jesús fue ejecutado por el delito de traición contra Roma; por afirmar que era rey sin el consentimiento de Roma.
Mateo está empeñado en demostrar que todos los aspectos de la crucifixión cumplen profecías del Antiguo Testamento. Así, describe una bebida que los soldados ofrecieron a Jesús:
Mateo
27.34. Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel...
[53]
Eso parece un cruel tormento adicional infligido a un hombre agonizante. En realidad, es lo contrario. En este caso, puede considerarse el vinagre (palabra derivada de un término francés
[54]
que significa «vino agrio») en su sentido literal: vino agrio, bebida habitual de los soldados romanos. La Revised Standard Versión traduce así este pasaje: «diéronle a beber vino mezclado con hiel...».
La hiel es sumamente amarga, pero aquí quizá signifique cierta forma de anestésico. Marcos no menciona la hiel para nada, pero describe el incidente: