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Authors: Schätzing Frank

Límite (122 page)

BOOK: Límite
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—Psss. —Tu miró con radiantes ojos navideños al camarero, que se había acercado a sustituir el cuenco vacío por uno lleno a rebosar. Devorándolos, esperó hasta que el hombre estuviera a una distancia donde no pudiera oírlo—. En primer lugar, he rastreado el
router
central. Es un sistema muy sofisticado. Las páginas son redirigidas una y otra vez hasta que aparecen a nombre de remitentes de países distintos. Pero si uno remonta sus trayectorias, va a parar a un único servidor. Y..., ¡oh, milagro! Ese servidor está en Pekín.

—¡Joder! —exclamó Yoyo—. ¿Y quién es el titular?

—Resulta difícil de determinar. Sin embargo, me temo que incluso ese servidor no es el último en la cadena.

—Si queremos conocer todas las páginas redirigidas desde allí...

—No hay registros, si es a eso a lo que te refieres. Sin embargo,
Diana
trabaja con el maravilloso
software
de Tu Technologies, por lo que ha encontrado otros buzones ciegos en la red que reaccionan con esa máscara. —Los rasgos de Tu cobraron cierta expresión solemne. A continuación, entregó a cada uno de ellos una página impresa—. El texto es ahora un poco más largo.

Jan Kees Vogelaar vive en Berlín bajo el nombre de Andre Donner. Lleva allí un de africanas dirección privada y dirección comercial: Oranienburger Straße, 50, 10117 Berlín. ¿Qué debemos invariable un alto riesgo para la operación ninguna duda de que él tiene conocimiento del menos conocimiento de ello, si de, es cuestionable. De un modo u otro un declaración haría expresamente Es cierto que Vogelaar desde su dado ninguna declaración pública sobre el trasfondo del golpe. No cambia de Ndongo que el gobierno chino ha planificado y llevado a cabo el cambio de poder. Esencia de la operación Vogelaar tiene poco desde el momento de la Además nada hace en Orley Enterprises y concluir en un fallo. Nadie allí sospecha todo. Cuento porque sé, No obstante aconsejo urgentemente liquidar a Donner. Es recomendable...

—Orley Enterprises —repitió Yoyo frunciendo el ceño.

—Interesante, ¿verdad? —Tu sonrió con malicia—. El mayor consorcio tecnológico del mundo. ¡Hablamos de ello antes! Creo que esto arroja una luz completamente nueva sobre el asunto. No parece tratarse tanto de un forzado cambio de régimen en Guinea Ecuatorial como de la supremacía...

—...en el espacio —dijo Jericho, tocándose la oreja. Se sentía como alguien que ha estado horas dando tumbos por un camino rural, para, de repente, darse cuenta de que la carretera principal discurría justo al lado.

Según Vogelaar, sus problemas habían comenzado en el año 2022, con la visita de aquella presunta delegación del Ministerio de Aeronáutica chino, cuando Mayé vio perder sus ganancias y estuvo dispuesto a meterse en cualquier negocio, en un acuerdo que no podía ser más absurdo. Sin embargo, Kenny decía representar a Pekín, por lo que Mayé creyó estar tratando con una delegación oficial.

—Bien —dijo Jericho, juntando las yemas de los dedos—. Olvidémonos de Mayé por un segundo. Yoyo, ¿te acuerdas de lo que dijo Vogelaar sobre la rampa, sobre quién la construyó?

—El Grupo Zheng.

—Exacto. Zheng. ¿Y quién es el mayor competidor de Zheng?

—Estados Unidos. —Yoyo frunció el ceño—. No, Orley Enterprises.

—Lo que, en cierto modo, nos lleva a lo mismo, si es que no me engaña lo que hasta ahora sé. Orley ha facilitado a Estados Unidos la supremacía en la Luna, y él está un buen trecho por delante de Zheng en todos los aspectos. Así que Zheng apuesta por el espionaje...

—O por el sabotaje.

—Veo que lo habéis comprendido. —Los dedos de Tu revolvieron las nueces de Brasil y los pistachos—. Aquí se habla de una «operación» y de que Vogelaar es un «invariable alto riesgo», porque «tiene conocimiento» de la misma. Ahora bien, ¿qué tipo de operación es esa en la que, para garantizar su confidencialidad, han de morir tantas personas?

La cara de Yoyo se ensombreció.

—Una que aún no ha tenido lugar —dijo lentamente.

—Yo también lo creo —asintió Jericho—. De la «esencia» y el «momento» Vogelaar no parece tener ninguna idea, pero él podría hacer que todo se sepa si hiciera alguna «declaración pública sobre el trasfondo del golpe». Aún todo el mundo cree que Ndongo recuperó la presidencia por sus propios medios, sin la ayuda de Pekín.

—Bueno, pero ahora, para variar, no nos metamos de nuevo en la trampa del golpe —dijo Tu—. Porque aquí también se dice: «Además nada hace en Orley Enterprises»...

—¡«Nadie allí sospecha todo»!

—Pero sí sospechan algo —dijo Yoyo, mirándolos a ambos—. ¿O no? Creo que es la manera que escoges para decir que alguien sospecha algo.

—Deberíamos dudar de que esa frase esté completa, no importa que suene como si lo estuviera —dijo Jericho—. Lo decisivo es que mencionan a Orley. Por otro lado está Zheng. El desastre en Guinea Ecuatorial se debe a un programa espacial que Zheng ha contribuido a desarrollar de un modo significativo. Zheng representa a Pekín, pero tal vez esté actuando sólo a título propio. Julian Orley, por su parte, es el salvador del programa espacial estadounidense y un enemigo natural del grupo Zheng, porque representa a Washington.

—Sí, pero sólo de una manera condicional —objetó Tu—. Julian Orley, hasta donde sé, es inglés, y sólo tiene a los norteamericanos como compañeros de juego porque éstos le resultan útiles. Pero él, como Zheng, sólo se representa a sí mismo.

—Entonces, ¿qué es esto? ¿Una guerra subsidiaria?

—Es posible. Sabemos que la situación en la Luna tiene un enorme potencial de crisis, lo sabemos por lo menos desde el año pasado.

—Vogelaar lo ve de un modo diferente —dijo Yoyo—. Según su punto de vista, al gobierno de Pekín sólo lo presentaron como una especie de testaferro, dando a entender que era el iniciador del programa del satélite ecuatoguineano.

—Llámalo Pekín, llámalo Zheng —dijo Tu encogiéndose de hombros—. ¿Acaso vamos a descartar la posibilidad de que una compañía que opera a nivel global esté planeando un golpe contra su principal rival con la anuencia implícita de su gobierno?

—¿Acaso los perros muerden a otros perros?

—Espera —dijo Jericho, llevándose un dedo al labio superior—. ¿Orley Enterprises?... ¿Ese consorcio no vuelve a estar ahora muy presente en los medios de comunicación? Hace algunos días pasaron un reportaje sobre la llamada «crisis lunar», y allí...

—En realidad, Orley está siempre en los medios.

—Sí, pero se trataba de algo nuevo.

—¡Claro! —En los ojos de Yoyo se encendió la chispa de la comprensión—. ¡El Gaia!

—¿Qué?

—El hotel. ¡Un hotel en la Luna! ¡El Gaia!

—Es cierto —dijo Jericho pensativo—. Planean construir un hotel ahí arriba.

—Creo incluso que ya está construido —dijo Tu frunciendo el ceño—. Debería haber quedado terminado el año pasado, pero hubo retrasos por las disputas en torno al tema del helio 3. Nadie sabe qué aspecto tiene. Es el gran secreto de Orley.

—En Internet encuentras toda clase de especulaciones —dijo Yoyo—. Y tienes razón, ya está terminado. En estos días, en algún momento, debían incluso... Hum.

—¿Qué?

—Creo que iban a inaugurarlo. Un grupo de tipos podridos de dinero debían volar allí arriba para la ocasión. Tal vez, incluso, el propio Orley.

Jericho la miró fijamente.

—¿Quieres decir que la operación podría estar asociada con ese hotel?

—Interesante. —Los dedos de Tu acariciaron la zona fronteriza de su cráneo—. En lo que concierne a Orley Enterprises, deberíamos informarnos de inmediato sobre el estado actual de la empresa. ¿Qué está pasando allí en este momento? ¿Qué se planea para un futuro próximo? Luego haremos lo mismo con el Grupo Zheng. Y si, a continuación, conseguimos también el dossier de Vogelaar, habremos dado, probablemente, un paso de gigante. ¿Cuándo os vais a encontrar de nuevo con ese individuo?

—Mañana a las doce —respondió Jericho—. Junto al Templo de Pérgamo.

—No sé lo que es.

—Sí, claro. Tres mil años de civilización china obstruyen la mirada para el resto, tan insignificante. —Jericho se frotó la barbilla y miró a Yoyo—. No me parece, por cierto, una buena idea que vayamos los dos allí.

—¡Oye, escúchame! —protestó la joven—. Hasta ahora hemos pasado por todo juntos.

—Lo sé, pero aun así...

—Entiendo —dijo ella, arrugando los labios con hostilidad—. Todavía estás molesto por lo de Nyela.

—No, en absoluto. ¡De verdad que no!

—¿Piensas que Vogelaar va a intentar rebanarte de nuevo en la máquina de cortar fiambre?

—Es un hombre impredecible.

—¡Él quiere el dinero, Owen! Y quiere que se lo entregues en un lugar público. ¿Qué puede pasar?

—Owen tiene razón —se inmiscuyó Tu—. ¿Sabemos acaso si de verdad Vogelaar tiene ese dossier?

Yoyo frunció el ceño.

—¿Por qué lo dices?

—Lo digo porque lo digo. Él os ha contado algo acerca de un dossier. Pero ¿acaso os lo ha mostrado?

—Por supuesto que no, primero quiere el...

—¿Y no podría ser un farol? —la interrumpió Tu—. ¿Y todo porque necesita ese dinero? Podría intentar burlar a Owen en el museo y largarse con los cien mil.

—¿Cómo podría burlarlo?

—Así —dijo Jericho, y se llevó el índice extendido a la sien—. Eso también funciona entre las multitudes.

—Estupendo. —Yoyo empezó a manotear a causa del acaloramiento y la indignación—. ¿Y así y todo pretendes ir solo al museo?

—Créeme, es más seguro.

—¡Sería más seguro ir conmigo y llevar mi pata de antílope!

—Solo soy más rápido. No tendría que cuidar de nadie más, sólo de mí mismo.

—¡Sí, eso último lo haces muy bien, orejita de peluche!

—Por lo menos ha servido para sacarte dos veces del atolladero.

—Ah, conque ésas tenemos... —dijo Yoyo, roja de ira—. Tienes miedo de tener que sacarme una tercera. Me tomas por una absoluta idiota.

—Eres cualquier cosa menos idiota.

—¿Qué soy, entonces?

—¿Qué te parece... difícil?

—¡Pues eso espero!

—Yoyo —dijo Tu con grave autoridad—. Creo que se ha tomado una decisión.

La tormenta de rabia en la que empezó a cocinarse Yoyo trajo una fuerte lluvia que comenzó acumulándose en el rabillo de sus ojos y en el borde inferior de los párpados.

—Pero ¡yo no quiero quedarme de brazos cruzados! —dijo ella con la voz desgarrada—. Yo he causado todo este lío. ¿No podéis entender que quiero hacer algo?

—Sí. Harás algo ayudándome en la investigación.

El camarero se acercó y verificó las provisiones. La mano de Tu se hundió rápidamente en el cuenco, como si temiera no haber prestado la debida atención a los frutos secos.

—Teffnemoff que ffaber todo ffobre Orley
—farfulló con la boca llena—.
Ademaff
—dijo, y tragó—, quiero conocer todas las movidas que Zheng ha hecho por su cuenta. Al fin y al cabo, él es el único chino que, sin el conocimiento de las instancias del gobierno, podría construir una rampa de lanzamiento en cualquier parte del mundo. Así que ya ves, querida Yoyo, aunque Owen me pidiera de rodillas llevarte con él, me negaría.

Yoyo lo miró con expresión sombría.

—¿Comes como un cerdo para llegar a esa conclusión?

—¿Me ayudarás o no?

—¿Acaso vosotros dos, machos alfa, habéis considerado la opción de dar parte a Orley Enterprises?

—Lo he hecho —dijo Tu—. Pero no estoy seguro de qué es exactamente lo que debemos decirles.

—Que en un momento que aún desconocemos algo va a ocurrir, y que tampoco sabemos lo que es ni contra quién va dirigido, pero que ellos son el blanco de todo.

—Demasiado concreto. ¿Les decimos también que Zheng está detrás de todo?

—O Pekín. O el servicio secreto chino. —Yoyo, por lo visto, se había tranquilizado. Parecía que, por el momento, había podido evitarse la ruptura de los diques de contención—. No sabemos cuándo tendrá lugar el ataque, si es que se trata en verdad de un ataque. La caída de Mayé coincidió con la crisis lunar, quizá esa crisis ya fue, en sí, la propia operación, pero nuestro texto dice en realidad otra cosa. Nos dice que esa operación está por realizarse. Pero ¿cuándo? ¿Cuánto tiempo nos queda? Hemos venido volando a Berlín al doble de la velocidad del sonido para alertar a Vogelaar. Y ahora deberíamos enviar a Orley Enterprises un aviso a la velocidad de la luz, aunque lo que tengamos que decir sea todavía poco consistente.

—Un argumento estratégicamente impecable —dijo Jericho.

Yoyo se recostó en su asiento. Sólo parecía a medias satisfecha. Jericho sabía lo que estaba padeciendo: la rabia, la vergüenza y el desamparo de una niña que no consigue poner orden en todo lo que ha provocado, ya que el fantasma de su padre, con su silencio acusador, sigue rondando por su interior ensombrecido. Una niña que, como tantos otros niños, había sufrido la humillación de no dar la talla.

De tales cuestiones sabía bastante aquel jovencito picado de acné llamado Owen.

Al cuerpo del grupo Orley, como a la diosa Kali, le salían tantos brazos que, en algún momento, Tu lamentó verse remitido una y otra vez a un nuevo punto, sobre todo teniendo en cuenta que el consorcio ofrecía numerosos blancos perfectamente adecuados para un ataque. A Orley Space, responsable del programa espacial y de las tecnologías afines, le correspondía el proyecto del hotel, pero al mismo tiempo no del todo, ya que los viajes privados a la estación espacial y a la Luna entraban en la competencia de Orley Travel. Para cuestiones de explotación y transporte de helio 3, uno podía dirigirse a la NASA o a la Secretaría de Economía estadounidense, pero también a Orley Space o a Orley Energy, cuya actividad principal consistía en la construcción de reactores de fusión. Cuanto más avanzaban en la estructura laberíntica del grupo empresarial, tantas más dudas les entraban sobre el verdadero objetivo de la «operación». Orley Entertainment, por ejemplo, producía películas como
Perry Rhodan,
a la que el actor irlandés Finn O'Keefe debía una posición destacadísima entre los mejor pagados, y en ella se trabajaba en una nueva generación del cine en 3D, además de haber enriquecido a muchas ciudades del mundo con la llamada Esfera Orley, una arena gigantesca en forma de bola con capacidad para treinta mil espectadores y destinada a organizar todo tipo de megaeventos. La actuación recientemente planeada de un casi octogenario David Bowie en la OSS era, por supuesto, competencia de Orley Entertainment, y Orley Space y Orley Travel habían compartido las tareas de organización. Había una división de marketing y otra de comunicaciones, estaba también Orley Media, así como un núcleo dedicado a la innovación, en el que jóvenes investigadores trabajaban duramente en aras de conseguir lo que en un futuro sería algo de rutina; a este grupo se lo llamaba Orley Origin. En Internet, finalmente, la presencia del consorcio cobraba proporciones de espiral galáctica. Sólo con la entrada «Noticias»,
Diana
sacó a la luz una auténtica agenda del siglo XXI. Todo era nuevo y, al decir «todo» era realmente todo, ya que no había prácticamente ningún terreno en el que las empresas de Orley no hubieran intentado poner su bandera de pioneras, siempre con fervor y las intenciones más nobles. Casi infinito se volvió el asunto cuando se toparon con One World, una iniciativa creada por Julian Orley, la cual, con la fiabilidad de los géiseres islandeses, era como un surtidor de confianza en lo relacionado con la prevención de un colapso global. Allí no cesaban de probar nuevos materiales, nuevos modos de propulsión, nuevas cosas de un tipo o de otro, incluidos los sistemas de defensa contra meteoritos que se desarrollaban en la OSS, gracias a la colaboración estrecha entre Orley Space y Orley Origin.

BOOK: Límite
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