Yo salí lentamente y me quedé de pie, encajada entre el coche y la puerta abierta, con los brazos sobre el techo. Jenks se posó sobre mi hombro y no dijimos nada cuando un agente de la SI detuvo a David en el umbral. Hablaron un ratito y entonces se me revolvió el estómago al ver que el hombre lo esposaba.
David parecía abatido, pero no ofreció resistencia, consciente de que resistirse les daría una razón para meterlo en una celda y olvidarse de él dentro de lo permitido por la ley.
Vimos a alguien moverse al otro lado de la ventana del piso de arriba y yo apreté el bolso con más fuerza, contenta de tener el foco, ya que la SI estaba aprovechando la oportunidad para registrar el apartamento de David. Su gato me observaba desde otra ventana, pero se escapó cuando una figura oscura pasó junto a él.
—¿Qué vamos a hacer, Jenks? —susurré. Las alas de Jenks me enfriaron el cuello y yo entrecerré los ojos por la claridad mientras metían a David en un todoterreno—. ¿Jenks? —dije, y el tono de las alas del pixie cambió.
—Te veo en la iglesia —dijo, y se marchó como un rayo para ver si conseguía escuchar algo.
Yo contuve el aliento mientras lo veía volar sobre el aparcamiento y se metía a toda velocidad dentro del coche con David mientras nadie miraba. Le deseé lo mejor mientras veía el coche alejarse, que dudó brevemente antes de unirse al tráfico.
Adiós, David
.
Solté un suspiro lento y prolongado. Me incliné sobre el coche para coger las llaves de David y las metí en el bolso. Encontraría otra forma de volver a casa, pero necesitaría sus llaves para darle de comer a su gato. Maldita sea. Ya había visto esto antes y no acabaría bien.
Cerré la puerta del coche de David de un portazo y mi presión sanguínea se aceleró al ver la esbelta figura de Glenn dirigiéndose hacia mí desde el otro extremo del aparcamiento.
—Bueno, al menos ahora ya sé por qué no apareciste para nuestra cita en la morgue —grité en la distancia.
Traía un paso resuelto pero tenía la cabeza agachada como en señal de culpabilidad.
—Lo siento, Rachel —dijo el exoficial militar mientras se detenía a mi lado.
—¿¡Que lo sientes!? —exclamé yo enfadadísima por la entusiasta mentalidad de
boy scout
de Glenn.
—No sé por qué han arrestado a David, ¡él no lo ha hecho! Estuve con Trent esta mañana y me confesó que él era el que estaba asesinando a los hombres lobo para encontrar esa maldita estatua.
Glenn no parecía más feliz y sus pendientes en forma de bolita quedaban un tanto raros con su semblante eminentemente profesional.
—Me alegro mucho de oírte decir eso —dijo, poniendo las manos detrás de la espalda y casi clavándome contra el coche con su presencia demasiado cercana.
Aquello me tomó por sorpresa y mi cólera se enfrió un poco.
—Entonces… ¿vas a soltarlo?
Él sacudió la cabeza y entrecerró los ojos con aire de preocupación.
—No, pero si el señor Kalamack confirma que estuviste con él esta mañana, puedo evitar que la SI te arreste ahora mismo.
Me sentí palidecer.
—¿A mí? —tartamudeé—. ¿Por qué?
—Como cómplice del asesinato de Brett Markson —dijo mirándome el bolso—. ¿Tienes algo ahí dentro que yo deba saber?
Sentí un subidón de adrenalina, como si alguien me hubiese dado una patada en el estómago.
—Tengo mi pistola de bolas, pero no necesito permiso para llevarla. Y todo esto es una gilipollez, Glenn. Te acabo de decir que Trent fue quien los asesinó. A todos. Las tres mujeres lobo sin identificar fueron accidentes y no tienen nada que ver con los asesinatos.
Glenn se estiró sin separar las manos que tenía entrelazadas tras la espalda.
—Rachel, ¿podrías separarte del coche y venir conmigo, por favor? Y dame tu bolso.
Me quedé con la boca abierta.
—¿Estoy arrestada? —dije en voz bien alta, agarrando el bolso con más fuerza. Mierda, tenía dentro el foco.
—Nadie te va a arrestar… todavía —dijo con una expresión dolorida—. Por favor, Rachel. Si no colaboras, la SI se ocupará de tu interrogatorio. Estoy intentando adelantarme a ellos.
No necesitaba oír más. Sintiéndome muy sola por la ausencia de Jenks, le di el bolso. Se me hacía raro verlo en sus manos y él hizo un gesto con la mano que le quedaba libre para que le acompañase. Temblando por dentro, empecé a caminar junto a él. Avanzábamos lentamente hacia la furgoneta de la AFI, la que tenía una malla metálica en las ventanas.
—Habla conmigo, Glenn.
—Vieron al señor David Hue hablando con el señor Markson anoche —dijo con tristeza—. Hoy encontraron muerta a la víctima en el contenedor del apartamento del señor Hue con tu tarjeta en su cartera. El señor Hue admite haber tenido relaciones con las tres mujeres lobo que están ahora en la morgue y cuando los agentes vinieron a interrogarlo encontraron a una mujer profundamente sedada que mostraba signos de agresión.
Me flojearon las rodillas. Eso tenía una pinta horrible y me alegraba haberle hablado a Glenn antes sobre el foco.
—Serena era humana, Glenn. El foco la convirtió. David estaba ayudándola a controlarlo antes de que llegase la luna llena para que supiese qué vendría a continuación y ser capaz de controlarlo. La sedó para poder ir a buscarme, para que la ayudase a aplacar el dolor. ¡Eso es todo!
Glenn me miró con una expresión de advertencia.
—Baja la voz.
Bajé la mirada y fruncí el ceño mientras escuchaba las voces por las radios.
—Lo siento —dije, y luego me paré en seco antes de acercarnos demasiado a la furgoneta abierta—. David no mató a Brett —dije con firmeza—. Lo que les ocurrió a esas tres mujeres que están en la morgue fueron trágicos accidentes. Serena está intentando sobrellevar lo que ha ocurrido y David está haciendo todo lo que puede. Deberías estar arrestando a Trent, no a David.
—Rachel, para.
—¡Me dijo que lo había hecho él! —exclamé—. ¿Por qué nadie me cree?
Glenn se acercó más a mí y yo me puse rígida, utilizando lo que me quedaba de voluntad para no intentar soltarme cuando me agarró por el hombro.
—Cállate —me dijo desde muy cerca, tanto que pude oler el sudor debajo del gel para después del afeitado—. Todo el mundo que tiene placa sabe que odias a Kalamack. No puedo pedir una orden de arresto porque tú digas que te confesó haberlo hecho.
Yo resoplé y luego di un respingo cuando me acercó más a él de un tirón.
—Yo te creo, Rachel —dijo Glenn casi susurrándome al oído—. Ese hombre es basura. Y voy a investigarlo.
—Investigarlo —dije con un tono de recriminación y luego me sobresalté cuando Glenn me apretó el hombro.
—He dicho que voy a investigarlo y si averiguo algo te lo haré saber. —Luego me soltó—. Tú estate quietecita. No me sirves de nada si estás en la cárcel.
Me retiré un paso hacia atrás y vi que el personal de la ambulancia sacaba a Serena. Habían utilizado un hechizo de bruja para hacerla volver a su forma humana. Por lo que pude ver, se parecía a una de aquellas mujeres de la morgue: una silueta esbelta bajo una sábana de camilla con su pelo largo y marrón despeinado. Estaba claro que a David le gustaban las mujeres así. Aunque estaba inconsciente, el dolor se le reflejaba en las arrugas del rostro.
—David no le ha hecho daño —susurré mientras el personal de la ambulancia la metía en la parte de atrás.
—Entonces lo soltarán cuando ella recupere la consciencia y nos lo confirme —dijo Glenn.
Yo me giré hacia él con los ojos llenos de lágrimas.
—Si viviésemos en un mundo perfecto.
Sentí un cosquilleo en la nariz por el olor a incienso y me di la vuelta. Denon estaba detrás de mí y era evidente que se alegraba de haberme asustado. Tenía mejor aspecto, casi como solía ser antes. Llevaba puesto su habitual polo y aquellos pantalones que le resaltaban su estrecha cintura y sus piernas musculosas. Estaba claro que había estado con alguna vampiresa muerta y aquello le había levantado un poco la moral. Se le notaba. Se me aceleró el pulso al recordar a los oficiales de la SI esposando a David, y me acerqué a Glenn.
—Denon —dije con sequedad, diciéndome a mí misma que no le tenía miedo, a excepción de lo que pudiese hacerme enarbolando la bandera de la SI.
—Morgan —dijo el gran hombre con una voz que sonaba a chocolate con leche. Luego miró a Glenn, que estaba detrás de mí.
—Agente Glenn.
Tuve un escalofrío al sentir su voz subiéndome por la columna con la sutileza del terciopelo. Maldita sea, alguien había estado jugando con él, genial. Glenn parecía haberse dado cuenta también, ya que lo único que hizo fue un gesto con la cabeza.
Denon sonrió y mostró sus dientes planos.
—Morgan, es para mí un gran placer pedirte que me acompañes para interrogarte en relación con el asesinato de Brett Markson.
Contuve el aliento cuando quiso agarrarme y al retirarme choqué contra el peso sólido de Glenn. Nerviosa, me puse recta.
—Tengo una coartada, Denon. Atrás.
La gente nos observaba y Denon arqueó las cejas.
—Han decretado la hora de la muerte de Markson a las siete. Tú estabas durmiendo y sé que no había nadie contigo, ya que tanto tu novio como tu compañera de piso estaban con Piscary en ese momento —dijo mirándome de soslayo.
No quería pensar en aquello. No podía pensar en aquello.
—Tuve una reunión matutina con el señor Kalamack —dije, manteniendo bajo el tono de voz para que no lo oyese temblar.
Denon abrió los ojos de par en par y abandonó su actitud arrogante, cosa que me ayudó a recuperar un poco de fuerza.
—Ya sabes cómo son los humanos —añadí deslizándome de lado para no chocar con Glenn si tenía que realizar algún movimiento, pero Glenn se movió conmigo—. Insisten en que todo el mundo se adapte a sus horas. No tienen respeto por otras culturas.
Denon entornó los ojos y sacó un finísimo teléfono móvil de un soporte para cinturón. Sus dedos oscuros pulsaron los botones con cuidado; parecía que estaba buscando en una lista de números.
—Supongo que no te importará si lo compruebo.
Yo me quedé helada, ya que no sabía si Trent le diría la verdad.
—Adelante —dije con osadía.
La gente se estaba reuniendo a nuestro alrededor. Podía sentirlos. Glenn se acercó más a mí.
—Rachel…
Yo lo miré a los ojos y me sentí pequeña entre los dos hombres negros.
—Trent estaba conmigo —insistí.
Pero
¿
lo admitirá
?, pensé, encogiéndome de miedo al recordar cómo se había marchado.
Probablemente no
.
—Señor Kalamack —dijo alegremente—, siento interrumpir su tarde. Sé que está ocupado, pero esto solo me llevará un momento. Necesito que me confirme que estuvo con la señorita Rachel Morgan entre las siete y las siete y media.
Denon me miró.
—No, señor —dijo al minúsculo teléfono—. Sí, señor. Gracias. Que tenga un buen día usted también. —Con la cara impávida, Denon cerró el teléfono.
—¿Y bien? —pregunté. Estaba sudando. Hasta un humano lo podría ver.
—Te comportas como si no conocieses la respuesta —dijo suavemente.
Glenn cambió de postura a mis espaldas.
—Agente Denon, ¿va a arrestar a la señorita Morgan o no?
Yo contuve el aliento. Denon apretó sus enormes manos y luego las estiró.
—Hoy no —dijo, esbozando una sonrisa forzada. Entonces exhalé y me aparté un mechón de pelo que se había escapado de la trenza de Jenks e intenté parecer segura de mí misma—. Tienes suerte, bruja —dijo mientras daba un paso hacia atrás con gracia—. No sé qué estrella te ilumina, pero está a punto de caer. —Y dicho eso, se giró y se marchó.
—Sí, y los ángeles lloran cuando mueren hombres buenos —dije, deseando que se comprase un nuevo libro de clichés y lo memorizase. Aliviada, estiré el brazo para coger mi bolso, todavía en las manos de Glenn—. Dame eso —dije, tirando de él.
El coche en el que se había metido Denon arrancó haciendo rechinar los neumáticos.
Con la cabeza agachada, como si estuviese pensando, Glenn señaló un coche de la AFI sin marcar: era grande, negro y tenía líneas rectas deportivas.
—Te llevaré a casa —me dijo, y yo lo seguí obedientemente.
—Trent dijo la verdad —dije. Nuestros pasos iban al compás—. No lo entiendo. Podría haberme metido en la cárcel y luego buscar el foco en la iglesia a sus anchas.
Glenn me abrió la puerta y yo me metí dentro del coche, disfrutando de su cortés gesto.
—Quizá está preocupado por si lo ha visto alguien —dijo Glenn pensando en alto, y luego cerró mi puerta.
—Quizá nos estaba utilizando a Ceri y a mí como coartada —murmuré mientras Glenn rodeaba la parte delantera del coche y entraba. Hice un gesto de dolor mientras pensaba en lo enfermizo que era aquello: utilizar el acto de conocer a una mujer hermosa como Ceri como coartada mientras uno de sus peones metía a alguien en un contenedor por ti. Glenn miró el coche y esperamos a que se marchase la ambulancia delante de nosotros con las luces apagadas y avanzando despacio.
—David no cargará con la culpa de esto —dije con determinación y aferrándome al bolso que llevaba en el regazo. Quizá Trent había dicho la verdad porque sabía que yo llevaba el foco encima y que si la SI se hacía con él le sería aún más difícil recuperarlo.
—Espero que tengas razón —dijo Glenn con voz distante mientras miraba a ambos lados antes de arrancar—. De verdad que espero que tengas razón. Porque si acusan oficialmente al señor Hue de los asesinatos, la SI te va a acusar de cómplice, aunque tengas esa coartada. El hecho de que David te pida ayuda no pinta nada bien.
Me acomodé en el asiento de cuero y puse un codo sobre la ventana abierta mientras miraba a ningún sitio en concreto.
—Genial —susurré al viento.
Mi vida es una mierda
.
Abrí los ojos cuando Glenn se detuvo en un semáforo en rojo. Parpadeé, me di cuenta de que casi estaba en casa y me incorporé. Ahora haría más calor y, al parecer, me había quedado dormida. Evidentemente, estar inconsciente durante ocho horas no era lo mismo que dormir. Avergonzada, miré a Glenn y enrojecí cuando me sonrió con sus dientes resplandecientes que contrastaban con su piel morena.
—Por favor, dime que no estaba roncando —murmuré. No pensaba que me quedaría dormida. Solo había cerrado los ojos para poner en orden las ideas. O quizá para escapar de todo.