Ser Cristiano (54 page)

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Authors: Hans Küng

Tags: #Ensayo, Religión

BOOK: Ser Cristiano
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Tanto las jóvenes comunidades cristianas, con su liturgia y su predicación, con su disciplina y su misión, como los mismos redactores de los evangelios pueden haber influido no sólo en las palabras del Resucitado y Glorificado, sino también en las del Jesús histórico, sobre todo en las que contienen afirmaciones cristológicas sobre su propia persona. Lo cual, a la hora de la interpretación, significa: que el teólogo más creyente no es aquel que tiene por auténticos el
mayor número
posible de los dichos de Jesús contenidos en la tradición evangélica, y viceversa, que el teólogo más crítico tampoco es el que tiene por auténticos el
menor número
posible de los dichos evangélicos de Jesús. En esta importante cuestión ni la fe acrítica ni la crítica incrédula llegan siquiera a tocar «1 verdadero problema. Ya lo hemos oído: la verdadera crítica no derrumba la fe, la verdadera fe no impide la crítica
[50]
.

¿No habrá, pues, que contar con que algunas
narraciones mesiánicas
estén en particular impregnadas por la profesión de fe y la teología de las comunidades? Así, por ejemplo, las dos
genealogías
ya mencionadas, las cuales se proponen presentar a Jesús como Hijo de David e hijo de la promesa, pero, y esto es significativo, faltan en el más antiguo de los evangelios e incluso donde aparecen (Mateo y Lucas) no concuerdan, si se exceptúa la convergencia en David; los
relatos de la infancia
, que con tonos legendarios describen el misterio de este origen, pero que, igualmente, sólo aparecen en Mateo y Lucas y ofrecen bien pocos datos históricos verificables; los
relatos del bautismo y de la tentación
, que tratan de dar relieve a la misión de Jesús con fines didácticos, pero que acusan, nuevamente, un carácter literario especial; el
relato de la transfiguración
, que quiere evidenciar el papel y la dignidad mesiánico-escatológica de Jesús, pero que, ya en el mismo Marcos, integra distintos estratos de tradición y recoge diversos motivos epifánicos.

Evidentemente, esto no quiere decir que haya que afirmar que todas estas narraciones sean
simples
leyendas o mitos. En muchos puntos conectan —sirva de ejemplo el bautismo de Jesús— con acontecimientos históricos. Pero el elemento histórico, con harta frecuencia, es muy difícil de determinar, por lo cual bueno será no dar en ningún caso por supuestas, sin más, las afirmaciones mesiánicas que les acompañan. Estos relatos mesiánicos tienen su propio sentido, pero justamente se falsea este sentido y se cae en múltiples contradicciones cuando uno se obstina en analizarlos frase por frase como si fueran un reportaje histórico.

Todos los exégetas serios reconocen hoy que la fe y la teología de la cristiandad primitiva dejaron su impronta particularmente en los
títulos mesiánicos
. Un minucioso estudio del tema, del que aquí sólo vamos a recoger los resultados
[51]
, podría resumirse en los puntos siguientes:

  • En una de las dos fuentes sinópticas principales, la llamada fuente de los «logia» (Q), el título de Mesías no aparece en absoluto.
  • En la tradición de los relatos, Jesús tolera a lo sumo que otros le atribuyan predicados mesiánicos, pero nunca toma ante ellos una actitud personal de afirmación o negación explícita.
  • Tanto la confesión de Pedro («Tú eres el Mesías» como la pregunta del sumo sacerdote en el interrogatorio de Jesús («¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?»
    [52]
    ), deben ser consideradas como reflejo de la profesión de fe en Cristo propia de la comunidad posterior, y algo parecido ha de decirse de los dos únicos pasajes sinópticos que hablan «del Hijo»
    [53]
    , cuyo lenguaje recuerda más al Evangelio de Juan que al Jesús histórico.
  • Según los evangelios sinópticos —no según el Evangelio de Juan, donde ya se habla en términos de reflexión teológica del «Hijo» y del «Hijo de Dios»
    [54]
    —, Jesús nunca se aplica a sí mismo el nombre de Mesías o cualquier otro título mesiánico.
  • El evangelista más antiguo, incluso, trata la mesianidad de Jesús como un misterio oculto al gran público; a las criaturas supraterrenas e infraterrenas (demonios) que la reconocen, como a las personas a quienes cura y, en fin, al mismo Pedro que la confiesa y a los discípulos que presencian su «transfiguración», se les impone silencio, un silencio que de hecho era de todo punto imposible mantener. La secreta actividad mesiánica de Jesús, en efecto, sólo se torna comprensible después de la Pascua.
  • La predicación y la praxis de Jesús no respondieron en absoluto a las tradicionales expectativas mesiánicas de los fariseos, de los zelotas y de los esenios.

Desde estos supuestos críticos (su fundamentación detallada es muy fácil de verificar) hasta los mismos exégetas conservadores concluyen que Jesús nunca se aplicó a sí mismo ni uno solo de los títulos mesiánicos: ni Mesías, ni Hijo de David, ni Hijo, ni Hijo de Dios
[55]
. El hecho es que después de la Pascua toda la tradición de Jesús fue vista, con mirada retrospectiva, bajo una
luz
mesiánica (no sin motivo, como claramente hemos de ver) y, como consecuencia, la confesión del Mesías fue incorporada a la narración de la historia de Jesús. Los mismos redactores de los evangelios miran también hacia atrás y hablan
desde una fe pascual
, para la cual la mesianidad, entendida ya de un modo enteramente diverso, no constituye problema. Antes, sin embargo, sí lo constituía: la mesianidad era, en efecto, un verdadero problema.

Hay, no obstante, un título, uno solo, del que todavía se discute seriamente si fue o no utilizado personalmente por Jesús: es el apocalíptico y misterioso título de
«.Hijo de hombre»
, que decididamente significa algo más que simplemente «hombre» y que por primera vez aparece en el libro de Daniel, en la visión de las cuatro bestias y de un como hijo de hombre que viene en las nubes del cielo, al que se le conceden poder, honor y reino y al que todos los pueblos servirán en un reino eterno que nunca será destruido
[56]
. El Hijo de hombre también juega un importante papel en otros escritos apocalípticos
[57]
, pero en estos ya no viene identificado, como en Daniel, con el pueblo de Israel, sino que se presenta como una figura individual. Mirando al Nuevo Testamento desde esta perspectiva se advierten dos particularidades:

a)
Tanto la Iglesia prepaulina de lengua griega como el mismo Pablo prescinden de semejante título, sin duda alguna para evitar malos entendidos (hace alusión a una procedencia humana), no empleándolo siquiera en las primitivas profesiones de fe cristiana.

b)
Dicho título sólo se halla en los cuatro evangelios, donde aparece 82 veces y, por cierto, nunca en afirmaciones sobre Jesús, sino exclusivamente en boca del propio Jesús. Lo cual sólo se puede entender bajo este supuesto: que el título estuviera desde un principio sólidamente enraizado en la tradición de los dichos de Jesús y que cuando menos algunos de los más antiguos dichos concernientes al Hijo de hombre (otros, como se desprende de la confrontación sinóptica, parecen secundarios) se remiten en su contenido fundamental a Jesús en persona, es decir, que fueron pronunciados por él, presumiblemente en el sentido de la apocalíptica judía
[58]
.

Pero aún hay otro hecho que viene a complicar enormemente estas conclusiones. Y es que Jesús siempre habla del Hijo de hombre con cierta distancia, en tercera persona, refiriéndose unas veces al Hijo de hombre futuro, otras al Hijo de hombre doliente y otras, en fin, al Hijo de hombre terreno y presente, no existiendo apenas conexión alguna entre los tres tipos de referencia. Sobre este problema todavía no está cancelada la discusión
[59]
.

Para algunos exégetas, el título de Hijo de hombre no es más que teología de la comunidad. Pero, con ello, ¿no se sacude uno con demasiada ligereza los innegables datos textuales, en los que el título de Hijo de hombre es siempre una autodenominación de Jesús y nunca un tratamiento, una confesión o una simple afirmación por parte de los demás?

Para otros, por el contrario, es Jesús mismo quien mediante este título misterioso expresa sus pretensiones mesiánicas. Pero, ¿dónde están los textos que documenten el supuesto de que Jesús se sirviese de este nombre enigmático y ambiguo (que de igual forma podía entenderse simplemente como «el hombre», sin implicaciones mesiánicas) para estimular la reflexión?

Para algunos más, Jesús se habría presentado no como presente, pero sí como futuro Hijo de hombre, como futuro juez del mundo. Pero, ¿en qué texto de los sinópticos se habla de semejante determinación o designación, de semejante apoteosis o exaltación del Hijo de hombre a juez futuro?

Para otros, en fin, Jesús habla de otro personaje, al que él espera como Hijo de hombre. De esta manera, Jesús se habría servido de una imagen apocalíptica para evidenciar que del reconocimiento de su persona en el presente dependía el veredicto del inminente juicio final que pronunciaría el Hijo de hombre venido del cielo
[60]
. Pero, según los textos, ¿cuándo se considera Jesús como un simple precursor y por qué no precisan su relación con este Hijo de hombre que se supone distinto de él?

Sobre este punto no podemos hacer afirmaciones apodícticas. Probablemente Jesús no se autodeclaró Hijo de David, ni Mesías (Cristo), ni Hijo de Dios (Hijo). Probablemente, tampoco se llamó a sí mismo Hijo de hombre, al menos con un significado mesiánico inequívoco para su tiempo. En el fondo sólo una cosa es segura: para la comunidad pospascual palestinense Jesús se identifica, sin lugar a dudas, con el Hijo de hombre; Jesús es el hombre apocalíptico que ha de venir a juzgar y salvar a los suyos. ¿Un resultado negativo? Puede ser que sí, en lo que respecta a la autoaplicación de títulos por parte de Jesús. Pero no, no en absoluto, en lo que afecta a las aspiraciones de Jesús. Pues evidentemente
sus aspiraciones no coinciden con sus títulos
, ni siquiera con el de Hijo de hombre. Muy al contrario; tras estos resultados no sólo no queda solventado, sino que se plantea con mayor rigor el gran interrogante de qué y quién es Jesús: ¿qué y quién es este hombre que no presenta singulares credenciales de origen, familia, formación, patrimonio y partido, que probablemente no da importancia a particulares títulos y dignidades y que, sin embargo, como ya ha quedado claro más arriba, formula unas pretensiones increíbles?

No hay que olvidar que los títulos en cuestión, cada uno a su manera, arrastraban todo el
lastre
de las distintas tradiciones y expectativas más o menos políticas de sus contemporáneos. Este Jesús no cumplía siquiera mínimamente la imagen del esperado «Mesías», «Hijo de David» o «Hijo de hombre». Parece, incluso, que él mismo la rechazaba positivamente. Así, es evidente que ninguno de los conceptos usuales, ninguna de las imágenes corrientes, ninguno de los cargos tradicionales, ninguno de los títulos conocidos era idóneo para expresar su pretensión, para describir su misión y su persona, para desvelar el misterio de su ser. Más que las expectativas humanas (demasiado humanas) de los sacerdotes y teólogos, de los revolucionarios y ascetas, de las pequeñas gentes piadosas y no piadosas, son los mismos títulos mesiánicos los que lo ponen en evidencia: ¡este Jesús es distinto!

Por este motivo precisamente nadie permaneció ante él indiferente. Convertido en personaje público, provocó el conflicto dentro de su propio ambiente. Confrontados con él, sus coetáneos y, en especial, la jerarquía se hallaron inevitablemente ante algo decisivo. Jesús exigía una
decisión
última, no un sí o un no a un determinado título, a una determinada dignidad, a un determinado cargo o a un determinado dogma, rito o ley. Tanto su mensaje como su vida en comunidad hacían que cada uno se preguntase en qué dirección y bajo qué criterios debía orientar radicalmente su propia vida. Jesús exigía una opción radical en favor de la causa de Dios y del hombre. Esta «causa» le absorbió hasta tal punto que nunca exigió nada para sí mismo ni hizo jamás de su propio «papel» o dignidad tema del mensaje que anunciaba. Con esto, aunque
indirectamente
, estaba planteado el gran
problema
de su
persona
, y la renuncia a toda clase de títulos no hacía más que densificar el misterio.

d) El abogado

Se ha constatado una y otra vez, con gran asombro de unos y de otros, que los relatos evangélicos del proceso a Jesús apenas detallan los motivos
por los que
Jesús de Nazaret fue condenado a muerte. Entretanto, si en la vida de Jesús hay algo históricamente cierto es su muerte violenta. Pero cuando uno lee la historia de la pasión, incluso en el supuesto de no considerar como interpretación pospascual la pregunta que el sumo sacerdote dirige a Jesús sobre su mesianidad, su condena a muerte dista mucho de tener una mínima explicación. Aspirantes a Mesías no faltaban en Palestina, pero ninguno de ellos fue condenado a muerte por sus pretensiones mesiánicas. ¿Se trató entonces, quizá, de un simple error judicial, susceptible de anulación mediante la revisión del proceso, tal como proponen hoy algunos cristianos y judíos bienintencionados? ¿O fue mera consecuencia de la perfidia consciente de un pueblo obstinado, una culpa moral que como castigo habría de costar la vida a un sinnúmero de judíos a lo largo de veinte siglos de cristiandad? ¿O fue simplemente uno de los muchos y bien conocidos actos arbitrarios de la autoridad romana, la única responsable en definitiva, como podría pensarse en descargo de los judíos? ¿O fue más bien el resultado de una acción premeditada por los dirigentes judíos, que instigaron a un pueblo cándido y —como los mismos evangelistas insinúan, disculpando al representante de Roma— manipularon al procurador romano, de suyo convencido de la inocencia de Jesús, como un dócil instrumento? A la pregunta de Pilato: «¿Qué ha hecho de malo?», en el Evangelio de Marcos no se responde más que con un grito «estentóreo»: «¡a la cruz con él!»
[61]
.

También se podría considerar todo ello desde el ángulo opuesto y preguntar: ¿qué tendría que haber hecho de malo para dar motivos suficientes para su condena? La motivación de la condena de Jesús en la historia de la pasión, ¿no se quedará tan corta precisamente porque son los evangelios en su totalidad los que dan amplios y de por sí suficientes motivos para la condena? Bajo este supuesto resulta facilísimo formular una
acusación
.

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