Serpientes de niebla de río se deslizan lentamente. De sumideros, grietas, pozos negros, montones de basura, se elevan por todas partes humos perezosos. Un fulgor relampaguea al sur más allá de la desembocadura del río. El peón, avanzando tambaleante, hiende la multitud y va tropezando hacia las agujas de los carriles. En el lado de allá, bajo el puente del ferrocarril, aparece Bloom, sofocado, jadeante, encajándose pan y chocolate en un bolsillo de la chaqueta. Desde el escaparate de la peluquería de Gillen, un retrato compuesto le muestra la imagen del valiente Nelson. Un espejo cóncavo al lado le presenta al perdido de amor largamente extraviado lugubru Booloohoom. El grave Gladstone le mira a los ojos, Bloom como tal Bloom. Este pasa adelante, impresionado por la mirada fija del truculento Wellington, pero en el espejo convexo sonríen relajados las ojos bonachones y las gruesas chuletas de las mejillas de Oléoléopoldo triste rescoldo.
A la puerta de Antonio Rabaiotti, Bloom se detiene, sudado bajo los brillantes arcos voltaicos. Desaparece. Un momento después reaparece y avanza apresurado.)
BLOOM: Pescado frito con patatas. Nada bueno. ¡Ah!
(Desaparece en la charcutería de Olhousen, bajo el cierre metálico que desciende. Un momento después sale por debajo del cierre, soplante Poldy, bufante Bloomhoom. En cada mano lleva un paquete, uno conteniendo un pie de cerdo tibio, el otro una pata de carnero fría, espolvoreados ambos de pimienta en grano. Jadea, quedándose erguido. Luego, inclinándose a un lado, se aprieta un paquete contra una costilla y gime.)
BLOOM: Punzada en el costado. ¿Por qué corrí?
(Recobra aliento con cuidado y avanza lentamente hacia las agujas de los carriles con sus luces. El fulgor vuelve a relampaguear.)
BLOOM: ¿Eso qué es? ¿Un faro de destellos? Un proyector.
(Se queda en la esquina de Cormack, observando.)
BLOOM: ¿Aurora boreal o alto horno? Ah, los bomberos, claro. En el lado sur, de todos modos. Gran fulgor. Podría ser la casa de él. La guarida del lobo. Estamos seguros.
(Canturrea animadamente.)
¡Londres se quema, Londres se quema! ¡Al fuego, al fuego!
(Observa al peón que avanza tropezando por entre la gente al otro lado de la calle Talbott.)
No le voy a encontrar. Corre. Deprisa. Mejor cruzar aquí.
(Cruza disparado la calle. Unos golfillos gritan.)
LOS GOLFILLOS: ¡Cuidado, señor!
(Dos ciclistas, con farolillos de papel encendidos colgando, se deslizan a su lado rozándole, con los timbres repicando.)
LOS TIMBRES: Altoaltoaltoahí.
BLOOM:
(se detiene, erguido, invadido por un espasmo)
Ay.
(Mira alrededor, de repente sale disparado. A través de la niebla que se levanta, un monstruo de tranvía de obras, echando arena, en cauto avance, se desliza pesadamente hacia él, guiñando su enorme faro rojo y con el trole siseando en el cable. El conductor hace resonar su campanilla de pie.)
LA CAMPANILLA: Bam Bam Bla Bac Blad Bog Bloo.
(El freno cruje violentamente. Bloom, levantando una mano de guardia enguantada de blanco, se aparta torpemente de la vía con piernas rígidas. El conductor, tirando adelante, con la nariz arrugada sobre el volante, le aúlla al pasar, sobre cadenas y engranajes.)
EL CONDUCTOR: ¡Eh, calzones de mierda! ¿A qué estás jugando ahí?
(Bloom da un volatín hasta la acera y se vuelve a detener. Se sacude de la mejilla una mota de barro con una mano con paquete.)
BLOOM: Se prohíbe el paso. Me afeitó casi, pero me curó la punzada. Tengo que volver a hacer la gimnasia de Sandow. Abajo, sobre las manos. Y asegurarme contra accidentes en la calle, también. En la Providential.
(Se toca el bolsillo del pantalón.)
La panacea de la pobre mamá. El tacón se encaja fácilmente en la vía o el cordón del zapato en una rueda. El día que la rueda del coche de la policía me desolló el zapato en la esquina de Leonard. A la tercera va la vencida. El truco del zapato. Conductor insolente. Debería denunciarle. La tensión les pone nerviosos. Podría ser el tío que esta mañana me fastidió con aquella mujer caballuna. El mismo estilo de belleza. Rápido ha estado él, de todos modos. El andar rígido. Palabras verdaderas dichas en broma. Aquel terrible espasmo en Lad Lane. Algo venenoso que comí. Señal de buena suerte. ¿Por qué? Probablemente ganado perdido. La marca de la Bestia.
(Cierra los ojos un momento.)
Un poco ligero de cabeza. Lo de todos los meses o efecto de lo otro. Cefalonebulalgia. Esta sensación de fatiga. Demasiado para mí ya. ¡Ay!
(Una figura siniestra con las piernas cruzadas se apoya en la pared de O’Beirne, un rostro desconocido, inyectado de oscuro mercurio. Por debajo de un sombrero de ala ancha, la figura le observa lanzándole el mal de ojo.)
BLOOM: Buenas noches, señorita Blanca. ¿Qué calle es esta?
LA FIGURA:
(impasible, levanta un brazo como señal)
Santo y seña.
Sraid Mabbot
.
BLOOM: Ah, vaya.
Merci
. Esperanto.
Slan leath (musita)
. Un espía de la liga gaélica, enviado por aquel tragafuego.
(Da un paso adelante. Un trapero, saco al hombro, le cierra el camino. Él se echa a la izquierda; el trapero del saco, a la izquierda.)
(Brinca a la derecha, el trapero a la derecha.)
BLOOM: Permiso.
(Se desvía, se escurre, se esquiva, se escapa por un lado y sigue adelante.)
BLOOM: Llevar la derecha, la derecha, la derecha. Si hay un letrero indicador puesto por el Touring Club en Echateaunlado, ¿quién ha procurado ese beneficio público? Yo, que perdí el camino y colaboré en las columnas de
El Ciclista Irlandés
con la carta titulada
En las tinieblas de Echateaunlado
. Llevar la derecha, llevar, llevar la derecha. Trapos y huesos, a media noche. Un revendedor de cosas robadas, más probablemente. El primer sitio a donde van los asesinos. A lavar sus pecados del mundo.
(Jacky Caffrey, perseguido por Tommy Caffrey, corre a chocar de frente con Bloom.)
BLOOM: ¡Oh!
(Desconcertado, se detiene, con los muslos temblorosos. Tommy y Jacky se desvanecen por acá y por allá. Bloom, con los paquetes en las manas, se palpa reloj, bolsillo del chaleco, bolsillo del libro, bolsillo de la cartera, Dulzuras del Pecado, patatajabón.)
BLOOM: Cuidado con los rateros. El viejo truco de esos señores. Chocar. Entonces quitarte la cartera.
(El sabueso se acerca olfateando, la nariz en el suelo. Una figura echada por el suelo estornuda. Una encorvada figura con barba aparece envuelta en el largo caftán de un anciano de Sión y con un casquete de andar por casa con borlas magenta. Unas gafas de concha le cuelgan hasta las aletas de la nariz. En la tensa cara hay amarillas vetas de veneno.)
RUDOLPH: Segunda media corona dinero desperdiciado hoy. Te dije no ir nunca con
goy
borracho. Así no coges dinero.
BLOOM:
(esconde la pata de cerdo y la de carnero detrás de la espalda y, alicaído, palpa la carne tibia y fría) Ja, ich weiss, papachi
.
RUDOLPH: ¿Qué haces ahí en ese sitio? ¿No tienes alma?
(Con débiles garras de buitre palpa la cara silenciosa de Bloom.)
¿No eres tú mi hijo Leopold, el nieto de Leopold? ¿No eres mi querido hijo Leopold que dejó la casa de su padre y dejó al Dios de sus padres Abraham y Jacob?
BLOOM:
(con precaución)
Creo que sí, padre. Mosenthal. Esto es todo lo que queda de él.
RUDOLPH:
(severamente)
Una noche te traen a casa borracho como perro después gastar tu buen dinero. ¿Cómo se llama esos que corren?
BLOOM:
(en el elegante traje azul Oxford de sus años jóvenes, con trencillas blancas en el chaleco, hombreras estrechas, sombrero tirolés marrón, llevando un reloj Waterbury de caballero, plata de ley, sin llave y con doble cadena Albert con sello colgante, un lado de su persona cubierto de fango endurecido)
Corredores de cross, padre. Sólo esa vez.
RUDOLPH: ¡Sólo esa vez! Fango de pies a cabeza. Cortada la mano abierta. Tétanos. Te dejan
kaput
, Leopoldleben. Cuidado con esos.
BLOOM:
(débilmente)
Me desafiaron a una carrera. Estaba fangoso. Resbalé.
RUDOLPH:
(con desprecio) Goim nachez!
¡Bonito espectáculo para tu pobre madre!
BLOOM: ¡Mamá!
ELLEN BLOOM:
(con la cofia de cintitas de una dama de pantomima, miriñaque y polisón, blusa a lo viuda Twankey, con mangas de jamón abotonadas por atrás, mitones grises y broche de camafeo, el pelo trenzado en una redecilla, se asoma sobre la baranda de la escalera, una vela torcida en la mano, y grita agudamente con alarma)
¡Oh Redentor bendito, qué le han hecho! ¡Mis sales de olor!
(Se levanta el borde de la falda y hurga con ansia en el bolsillito de su enagua cruda a rayas. Caen un frasquito, un Agnus Dei, una patata arrugada y una muñeca de celuloide.)
Sagrado Corazón de María, pero ¿dónde es posible que hayas estado?
(Bloom, musitando, con los ojos bajos, empieza a distribuir sus paquetes en los bolsillos ya llenos, pero desiste, murmurando.)
UNA VOZ:
(agudamente)
¡Poldy!
BLOOM: ¿Quién?
(Se agacha y esquiva torpemente un golpe.)
A sus órdenes.
(Levanta los ojos. Al lado de un espejismo de palmeras datileras, está delante de él una bella mujer en traje turco. Opulentas curvas llenan sus pantalones escarlata y su chaquetilla, acuchillados de oro. Una ancha faja amarilla la ciñe. Un yashmak blanco, violeta en la noche, le cubre el rostro, dejando al descubierto sólo sus grandes ojos oscuros y su pelo corvino.)
BLOOM: ¡Molly!
MARION: ¿Qué hay? A partir de ahora, buen hombre, seré Mrs. Marion cuando me hables.
(Satíricamente.)
¿Tiene los pies fríos el pobre maridito de esperar tanto tiempo?
BLOOM:
(cambiándose de un pie a otro)
No, no. Ni pizca.
(Respira con profunda agitación, tragando sorbos de aire, preguntas, esperanzas, pies de cerdo para la cena de ella, cosas que contarle, excusas, deseo, hechizo. En la frente de ella resplandece una moneda. Lleva ajorcas enjoyadas en los pies. Sus tobillos están unidos par una leve cadenilla. A su lado, un camello, encapuchado con un turbante en torre, aguarda. Una escala de seda de innumerables peldaños trepa hasta su balanceante baldaquino. Patalea en torno con irritadas ancas. Ella, furiosamente, le golpea en un anca, con sus brazaletes de freno de oro tintirriñendo, regañándole en morisco.)
MARION: ¡Nebrakada! ¡Feminimum!
(El camello, levantando una pata delantera, arranca de un árbol un gran mango, se lo ofrece a su dueña guiñando el ojo, con su pezuña hendida, luego deja caer la cabeza y, gruñendo, con el cuello erguido, se arrodilla a tientas. Bloom agacha la espalda como jugando a pídola.)
BLOOM: Le puedo dar… quiero decir como empresario suyo… Mrs. Marion… si usted…
MARION: ¿Así que notas algún cambio?
(Se pasa las manos suavemente sobre su vientre enjoyado, con una lenta burla amistosa en los ojos.)
Ah Poldy, Poldy, eres una vieja calamidad. Vete a ver la vida. Mira el ancho mundo.
BLOOM: Precisamente iba a volver por esa loción de cera blanca y agua de azahar. La tienda cierra temprano los jueves. Pero por la mañana, antes que nada.
(Se palpa en diferentes bolsillos.)
Este riñón móvil. ¡Ah!
(Señala al sur, luego al este. Surge una pastilla de jabón al limón, nuevo y limpia, difundiendo luz y perfume.)
EL JABÓN:
Bloom y yo somos una pareja de altos vuelos: él da esplendor al mundo y yo limpio los cielos. |
(Aparece la cara pecosa de Sweny, el farmacéutico, en el disco del soljabón.)
SWENY: Tres y un penique, por favor.
BLOOM: Sí. Para mi mujer. Mrs. Marion. Receta especial.
MARION:
(suavemente)
¡Poldy!
BLOOM: ¿Qué, señora?
MARION:
Ti trema un poco il cuore?
(Con desdén se aleja contoneándose, canturreando el dúo de Don Giovanni, pechugona pichona mimada paloma cebada.)
BLOOM: ¿Estás segura sobre ese
Voglio
? Quiero decir la pronuncia…
(La sigue, seguido por el terrier olfateante. La vieja alcahueta le agarra de la manga, con las cerdas de su verruga en la barbilla reluciendo.)
LA ALCAHUETA: Diez chelines la virginidad. Bien fresca, nadie la ha tocado. Quince años. No hay nadie dentro, sólo su viejo padre que está borracho como una cuba.
(Señala con el dedo. En la apertura de su cueva está, de pie, Bridie Kelly, furtiva, empapada de lluvia.)
BRIDIE: Calle Hatch. ¿Qué quiere de bueno?
(Con un chillido, sacude su chal de murciélago y echa a correr. Un corpulento bruto la persigue dando zancadas con sus botas. Tropieza en los escalones, se incorpora, se sumerge en la sombra. Se oyen débiles chillidos de risa, más débiles.)
LA ALCAHUETA:
(con sus ojos de loba brillando)
Se está dando el gusto. No se encuentra una virgen en las casas autorizadas. Diez chelines. No te entretengas toda la noche no sea que nos vean los de la secreta. El sesenta y siete es un cabrón.
(Con un gesto de seducción, avanza cojeando Gerty MacDowell. Echando miradas tiernas, saca de detrás y enseña tímidamente su braga ensangrentada.)
GERTY: Con todos mis bienes en este mundo yo para ti y tú…
(murmura)
. Lo hiciste tú. Te odio.
BLOOM: ¿Yo? ¿Cuándo? Usted sueña. Yo nunca la he visto.
LA ALCAHUETA: Deja en paz al caballero, enredona. Escribiendo al caballero cartas falsas. Andas por las calles buscando clientes. Más valdría que tu madre te atara a la pata de la cama y te diera con la correa, bribona, que no eres otra cosa.
GERTY:
(a Bloom)
Cuando viste todos los secretos de mi cajoncito del fondo.
(Le acaricia la manga lloriqueando.)
¡Casado asqueroso! Te quiero por lo que me has hecho.
(Se escapa deslizándose de medio lado. La señora Breen, en un grueso gabán de hombre con amplios bolsillos de fuelle, está quieta en medio de la calzada, los ojos pícaros bien abiertos, sonriendo con todos sus herbívoros dientes de cabra.)
SEÑORA BREEN: Señor…
BLOOM:
(tose gravemente)
Señora, la última vez que tuvimos el gusto por la nuestra de fecha de dieciséis de los corrientes…
SEÑORA BREEN: ¡Señor Bloom! ¡Usted por aquí, en los antros de perdición! ¡En buena le he pillado! ¡Sinvergüenza!