Cuentos completos (538 page)

Read Cuentos completos Online

Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos

BOOK: Cuentos completos
11.65Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Supongo que no le dio las gracias —comentó Drake.

—No, no lo hizo —corroboró Horace—; sin embargo, es posible que lo hubiera hecho si, en mi cara no hubiese aparecido la sonrisa más grande del mundo. En aquel momento, yo antepuse el placer de mi venganza a mi doctorado… Y ésa puede ser la causa de que acabe todo.

Rubin observó:

—Nunca te he considerado la persona más discreta del mundo, Horace.

—No, tío Manny —convino Horace con tristeza. Mi madre dice que me parezco a ti… Pero sólo lo dice cuando está muy enfadada conmigo.

Hasta Avalon se rió de esta salida; y Rubin murmuró alguna cosa por lo bajo.

Gonzalo continuó:

—Bien, ¿y qué es lo que le puede hacer? Si sus notas están bien y su investigación es correcta y usted lo hace como es debido en el examen, tienen que aprobarle.

—No es tan sencillo, señor —objetó Horace—. En primer lugar, es un examen oral y las presiones son intensas. Un tipo como Youngerlea es un maestro consumado en intensificar la presión y puede incluso reducirme a la incoherencia, o hacerme entrar en una furiosa riña vulgar con él. Por la razón que sea, podrá sostener que no tengo la estabilidad emocional necesaria para ser un buen químico. Él es una figura poderosa en el departamento y podría influir decisivamente en el comité. Aunque yo pase y consiga mi graduación, tiene la suficiente influencia en los círculos químicos para boicotearme en algunos lugares muy importantes.

Hubo silencio alrededor de la mesa.

Drake quiso saber:

—¿Qué es lo que va a hacer?

—Bien. Yo he intentado hacer las paces con ese viejo bastardo. Pensé mucho en ello y por fin le pedí una cita para mostrarme un poco humilde. Le dije que sabía que no nos habíamos llevado bien; pero que esperaba que él no pensase que yo sería un mal químico. Le expliqué que la química era mi vida.

Bueno, ya entienden.

Drake hizo un gesto de asentimiento.

—¿Cómo reaccionó?

—El disfrutó. Me tenía donde quería. Hizo todo lo que pudo para conseguir que me comportara servilmente; me dijo que yo era un tipo inteligente con un carácter ingobernable y unas pocas cosas más encaminadas a sacarme de quicio. Sin embargo, me reprimí, y dije: Pero, admitiendo que tengo mis peculiaridades, ¿diría usted que eso me convierte necesariamente en un mal químico? Y él contestó: Bien, veamos si es usted un buen químico. Estoy pensando en el nombre de un elemento químico único. Usted me dice cuál es el elemento y por qué es único y porqué debo pensar en él, y entonces admitiré que es un buen químico. Yo objeté: ¿Pero qué tiene que ver eso con que yo sea un buen químico? Él contestó: El hecho de que usted no ve que esto es un punto contra usted. Usted debería ser capaz de razonar, y el razonamiento es la herramienta principal de un químico, o de cualquier científico. Una persona como usted que habla de ser un científico teórico y que, por tanto desprecia las cosas pequeñas, como la destreza manual, no debería tener ninguna dificultad en estar de acuerdo con esto. Bien, use su razón y dígame en qué elemento estoy pensando. Tiene una semana desde este momento; digamos a las cinco de la tarde del próximo lunes; y usted solamente tiene una oportunidad. Si su elección del elemento es errónea, no le daré otra. Yo le dije: Profesor Youngerlea, existen más de cien elementos. ¿Va usted a darme algunas pistas? Ya lo he hecho, contestó él, le he dicho que es único y esto es todo lo que usted va a conseguir. Y me dirigió la misma sonrisa que yo le dirigí a él en el momento del incidente del Beilstein.

Avalon preguntó:

—Bueno, joven, ¿y qué sucedió el lunes siguiente? ¿Encontró la solución del problema?

—Todavía no estamos en el lunes siguiente, señor. Llegará dentro de tres días y estoy atascado. No hay ninguna manera posible de contestar. Un elemento de entre cien y la única pista es que es único.

Trumbull intervino:

—¿Es honrado ese hombre? Dado que es un perdonavidas y un canalla, ¿cree usted que está realmente pensando en un elemento y que aceptará una respuesta correcta por parte de usted? ¿No dictaminará que se equivoca, diga usted lo que diga, y luego lo usará como arma contra usted?

Horace hizo una mueca.

—Yo puedo leer en su mente; pero, como científico, él es sólido. En realidad es un gran químico y, por lo que sé, es ético en su profesión. Y lo que es más, sus trabajos están maravillosamente escritos… Son concisos, claros. No usa jerga, nunca emplea una palabra compleja cuando es suficiente una sencilla, y jamás una frase enrevesada cuando es suficiente una simple. Hay que admirarle por eso. De modo que, si hace una pregunta científica, creo que será honrado en ello.

—¿Realmente está usted atascado? —preguntó Halsted—. ¿No se le ocurre nada?

—Por el contrario, se me ocurren muchas cosas; pero demasiado es tan malo como nada. Por ejemplo, lo primero que pensé fue que el elemento tenía que ser el hidrógeno. Es el átomo más simple, el átomo más ligero, el átomo número uno.

Es el único átomo que tiene un núcleo hecho de una sola partícula… solamente un protón. Es el único átomo con un núcleo que no contiene neutrones, y
eso,
ciertamente, lo convierte en único.

Drake inquirió:

—¿Está usted hablando del hidrógeno 1?

—Exacto —contestó Horace—. El hidrógeno se encuentra en la naturaleza en tres variedades o isótopos: hidrógeno 1, hidrógeno 2 e hidrógeno 3. El núcleo del hidrógeno 1 es nada más que un protón; pero el hidrógeno 2 tiene un núcleo compuesto de un protón y un neutrón y el hidrógeno 3 tiene uno compuesto de un protón y dos neutrones. Naturalmente, casi todos los átomos de hidrógeno son hidrógeno 1, pero Youngerlea pidió un elemento, no un isótopo y si yo digo que el
elemento
hidrógeno es el único con un núcleo que no contiene neutrones, me equivocaría. Me equivocaría. Simplemente me equivocaría.

—Pero sigue siendo el elemento más ligero y simple —opinó Drake.

—Sin duda, aunque no es tan obvio. Y existen otras posibilidades. El helio, que es el elemento número dos, es el más inerte de todos los elementos. Tiene el punto de ebullición más bajo y no se solidifica al helarse incluso al cero absoluto. A temperaturas muy bajas, se convierte en helio II, que tiene más propiedades que ninguna otra sustancia del universo.

—¿Aparece en distintas variedades? —preguntó Gonzalo.

—Aparecen dos isótopos en la naturaleza, el helio 3 y el helio 4, pero todas esas propiedades únicas pertenecen a ambos.

—No olvide —añadió Drake— que el helio es el único elemento que se descubrió en el espacio antes de ser descubierto en la tierra.

—Lo sé, señor. Fue descubierto en el Sol. El helio puede ser considerado único de muchos modos; pero no es tan obvio, tampoco. Yo no creo que Youngerlea tuviera nada obvio en la mente.

Drake, después de soplar un anillo de humo y mirarlo con cierta satisfacción comentó:

—Supongo que, si es lo bastante ingenioso, usted puede hallar algo único en cualquier elemento.

—Así es —convino Horace—; y creo que acabo de hacerlo.

Por ejemplo, el litio, que es el elemento número tres, es el menos denso de todos los metales. El cesio, elemento número cincuenta y cinco es el más activo de todos los metales estables. El flúor, elemento número nueve, es el más activo de los no metales. El carbono, elemento número seis, es la base de todas las moléculas orgánicas, incluyendo aquellas que constituyen el tejido vivo. Es probablemente el único átomo capaz de representar un papel semejante, de modo que es el único elemento de la vida.

—Me parece —intervino Avalon— que un elemento que esté relacionado de modo único con la vida es lo suficientemente único…

—No —se apresuró a decir Horace con vehemencia—. Esa respuesta es la que menos probabilidades tiene de ser la acertada. Youngerlea es un químico de orgánica, lo que significa que trata solamente con compuestos de carbono. Estaría demasiado claro. Luego, existe el mercurio, elemento número ochenta…

Gonzalo preguntó:

—¿Usted conoce todos los elementos por el número?

—No los conocía antes del lunes pasado. Desde entonces, he estado quemándome las cejas sobre la lista de los elementos.

¿Ven? —Sacó una hoja de papel del bolsillo interior de su chaqueta—. Ésta es la tabla periódica de los elementos. Acabo de memorizarla.

Trumbull opinó:

—Pero eso no lleva a nada, supongo.

—Hasta el momento, no. Como estaba diciendo, el mercurio, elemento número ochenta, tiene el punto más bajo de fusión de cualquier metal, de modo que es el único que es líquido a temperaturas ordinarias. Eso es ciertamente único.

Rubin sugirió:

—El oro es el elemento más hermoso, si quiere meterse en estética y el más valioso.

—El oro es el elemento número setenta y nueve —aclaró Horace—. Es posible argumentar, sin embargo, que ni es el más hermoso ni el más valioso. Mucha gente diría que un diamante adecuadamente tallado es más hermoso que el oro y peso por peso, ciertamente valdría más dinero… y un diamante es carbono puro.

»El metal más denso es el osmio, elemento número setenta y seis, y el metal menos activo es el iridio, elemento número setenta y siete. El metal con el punto más alto de fusión es el tungsteno, elemento número setenta y cuatro, y el metal más magnético es el hierro, elemento número veintiséis. El tecnecio, elemento número cuarenta y tres, es el elemento más ligero y no tiene isótopos estables. Es radiactivo en todas sus variedades y es el primer elemento que se ha producido en un laboratorio. El uranio, elemento número noventa y dos, es el átomo más complicado que aparece en cantidades sustanciales en la corteza de la Tierra. El yodo, elemento número cincuenta y tres, es el más complicado de aquellos elementos esenciales para la vida humana, mientras que el bismuto, elemento número ochenta y tres, es el elemento más complicado que tiene al menos un isótopo que es estable y no radiactivo.

»Puede continuar todo lo que quiera. Como dijo el doctor Drake, si es lo bastante ingenioso, usted puede etiquetar todos y cada uno de los elementos poseedores de una característica única. El problema es que no existe nada que diga en cuál está pensando Youngerlea, qué cualidad única es
su
cualidad única y si yo no encuentro algo correcto, va a decir que eso prueba que no tengo capacidad para pensar con claridad.

Drake propuso:

—Si juntamos nuestras mentes ahora mismo…

Trumbull interrumpió:

—¿Sería eso legítimo? Si el joven consigue la respuesta por otros…

—¿Cuáles son las reglas del juego, Horace? —inquirió Avalon—. ¿Le dijo el profesor Youngerlea que no podía consultar a nadie?

Horace hizo un enfático movimiento de cabeza.

—No se dijo nada de eso. Yo he estado utilizando esta tabla periódica. He estado empleando libros de referencia. No veo ninguna razón por la que no pueda preguntar a otras personas.

Los libros son palabras de seres humanos, palabras que han sido congeladas en escritura. Además, sea lo que sea aquello que ustedes sugieran, soy yo quien tendrá que decidir si la sugerencia es buena o mala y asumir el riesgo sobre la base de mi decisión. Pero… ¿podrán ayudarme?

—Podríamos —contestó Drake—. Si Youngerlea es un científico honesto, no le pondrá un problema en el que no exista la solución. Ha de haber una manera de conseguir la posibilidad de llegar a una respuesta por medio del razonamiento. Después de todo, si no puede resolver el problema, usted podría retarle a que le diera la respuesta correcta. Si no puede hacer eso, o si hace uso de un sendero de razonamiento a todas luces ridículo, usted podría quejarse abiertamente ante todas las personas de la escuela. Yo lo haría.

—Estoy deseando empezar. ¿Hay aquí alguien, además del doctor Drake, que sea químico?

Rubin observó:

—No hace falta ser un químico profesional, con doctorado, para saber algo acerca de los elementos.

—Muy bien, tío Manny —aprobó Horace—. ¿Cuál es la respuesta, entonces?

Rubin manifestó:

—Personalmente, yo me quedo con el carbono. Es la química de la vida y, en forma de diamante posee también un tipo de cualidad única. Existe otro elemento que, en su forma pura tiene un aspecto inusual…

—Se llama alótropo, tío.

—No me dispares con tu jerga, sabihondo. ¿Existe algún otro elemento que tenga un alótropo tan inusual como el diamante?

—No. Y aparte de los juicios humanos referentes a su belleza y valor, ocurre que el diamante es la sustancia más dura que existe en condiciones normales.

—Sí, ¿y qué?

—Ya he dicho que es demasiado obvio para un químico de orgánica que ponga el carbono como solución del problema.

—Sin duda —argumentó Rubin—, él ha escogido lo que es obvio, porque cree que tú lo rechazarás por eso mismo.

—Ya está hablando el escritor de misterio —murmuró Trumbull.

—E igual yo rechazo esa solución —dijo Horace—. Ustedes pueden aconsejarme, cualquiera de ustedes; pero soy el único que toma la decisión de aceptar o rechazar. ¿Alguna otra idea?

Hubo un completo silencio alrededor de la mesa.

—En ese caso —propuso Horace—, yo preferiría contarle una de mis ideas. Me estoy desesperando, ya lo ven. Youngerlea comentó: «Estoy pensando en el nombre de un elemento químico único». No dijo que estuviera pensando en el elemento sino en el
nombre
del elemento.

—¿Está seguro de que recuerda eso con exactitud? —preguntó Avalon—. Usted no grabó la conversación y la memoria puede ser engañosa.

—No, no. Lo recuerdo con toda claridad. No tengo la más mínima duda. Ni la más mínima… Así pues, ayer me puse a pensar que lo que cuenta no son las propiedades físicas o químicas del elemento. Es simplemente una trampa. Es el
nombre
lo que está en juego.

—¿Tiene usted un nombre único? —preguntó Halsted.

—Por desgracia —se lamentó Horace—, los nombres le dan a uno el mismo exceso de información que las propiedades de los elementos. Si uno considera una enumeración alfabética de los elementos, el actinio, el elemento número ochenta y nueve, es el primero de la lista; y el zirconio, el elemento número cuarenta, es el último de la lista. El disprosio, que es el elemento sesenta y seis, es el único elemento cuyo nombre comienza por D. El criptón (kripton), elemento número treinta y seis, es el único cuyo nombre comienza por K. El uranio, el vanadio y el xenón, que son los elementos números noventa y dos, veintitrés y cincuenta y cuatro, respectivamente, son los únicos elementos que comienzan con U, V o X. ¿Cómo escojo entre estos cinco? U es la única vocal, pero eso parece una razón débil.

Other books

At That Hour by Janet Eckford
Conned by Jessica Wilde
Wait for Me by Cora Blu
Nancy Herkness by Shower Of Stars
The Hydra Protocol by David Wellington
Mademoiselle At Arms by Bailey, Elizabeth
She Likes It Hard by Shane Tyler