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Authors: Bernard Werber

Tags: #Ciencia, Fantasía, Intriga

El día de las hormigas (57 page)

BOOK: El día de las hormigas
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Émile Cahuzacq les ofreció miel para tranquilizarlas.

Los policías empezaron a cansarse de utilizar las palas. Al final tenían ya la impresión de estar cavando sus propias tumbas, pero el jefe parecía decidido a ir hasta el fin, y ellos no podían elegir.

Cada vez eran más las belokanianas que les observaban.

Son Dedos, emitió una obrera que había rechazado aquella miel, tal vez envenenada.

¡Unos Dedos que han venido a vengarse de nosotras por la cruzada!

Juliette Ramírez comprendió qué era lo que alteraba a las pequeñas criaturas.

—¡Pronto! Cojámoslas a todas antes de que tengan tiempo de dar la alerta.

Junto con Laetitia y Méliés, las metió, revueltas con puñados de tierra y de hierbas, en unas cajas-prisión sobre las que pulverizó un feromona. «Calmaos, todo va bien».

En apariencia, la maniobra dio resultado. No volvió a percibirse ningún barullo en las cajas.

—Tenemos que darnos prisa, porque, si no, pronto tendremos a todos los ejércitos de la Federación aquí —dijo la campeona de «Trampa para pensar». Y todos los vaporizadores del mundo no bastarían para contenerlas eternamente.

—Deje de preocuparse usted también —dijo uno de los policías—. Ya está. Aquí suena a hueco. Debemos estar encima de la gruta.

Y gritó.

—¡Eh! ¿Hay alguien ahí abajo?

No hubo respuesta. Iluminaron el lugar con una linterna.

—Parece una iglesia —constató Cahuzacq—. Y no veo a nadie.

Un policía cogió una cuerda, la ató al tronco de un árbol y descendió con la linterna. Cahuzacq le siguió. Recorrió una por una las salas antes de gritar hacia los que estaban arriba.

—Ya está. Los he encontrado. Parece que están vivos, pero duermen.

—Con todo el follón que armamos es imposible. Si no les hemos despertado es que están muertos.

Jacques Méliés quería verlo con sus propios ojos. Alumbró la sala y, sorprendido, descubrió una fuente, material informático y máquinas eléctricas susurrantes. Avanzó hacia el dormitorio, quiso sacudir a uno de los hombres allí tumbados y retrocedió con la impresión de haber rozado un esqueleto, de lo descarnado que estaba el brazo que había cogido.

—Están muertos —repitió.

—No…

Méliés se sobresaltó.

—¿Quién ha hablado?

—Yo —murmuró una voz débil.

Se volvió. Detrás de él, de pie, apoyándose contra un muro, había un ser demacrado.

—No, no estamos muertos —articuló Jonathan Wells, apoyándose en un brazo—. No les esperábamos, señores.

Se observaron mutuamente. Jonathan Wells no pestañeaba.

—¿No nos han oído cavar? —preguntó Jacques Méliés.

—Sí, pero preferíamos dormir hasta el último momento —emitió el profesor Daniel Rosenfeld.

Todos se levantaron. Estaban delgados y tranquilos.

Los policías estaban muy impresionados. Aquellas gentes ya no parecían seres humanos.

—¡Deben tener un hambre terrible!

—No, no nos alimenten ahora, podría matarnos. Hemos ido acostumbrándonos a vivir así, con poca cosa.

Émile Cahuzacq no daba crédito a sus sentidos.

—¡Madre mía!

Los hombres del subsuelo se vistieron tranquilamente y avanzaron. Retrocedieron cuando vieron la luz del día. Era demasiado violenta para ellos.

Jonathan Wells reunió a varios de sus compañeros de vida subterránea. Formaron un círculo y Jasón Bragel hizo la pregunta que ya todos se hacían.

—¿Nos vamos o nos quedamos?

212. Enciclopedia

VITRIOLO
: «Vitriolo» es una denominación del ácido sulfúrico. Durante mucho tiempo se creyó que «vitriolo» significaba «lo que vuelve vidrioso». Su sentido, sin embargo, es más hermético. La palabra «vitriolo» se formó a partir de las primeras letras de una fórmula de base que data de la Antigüedad: V.I.T.R.I.O.L.: Visita Interiora Terrae (visita el interior de la Tierra) Rectificando Ocultem Lapidem (y rectificándote encontrarás la piedra escondida).

Edmond Wells

Enciclopedia del saber relativo y absoluto,
tomo II

213. Preparativos

El cadáver de Chli-pu-ni preside la sala de muertos, donde las deístas lo han instalado.

Sin reina ponedora, Bel-o-kan está amenazada de desaparición. Las hormigas rojas necesitan imperativamente una reina. Una sola reina, pero una reina.

Todas lo saben, ser deísta o no deísta no salvará ahora a la Ciudad. Lo primero que hay que hacer es organizar, aunque ya haya pasado la estación, una Fiesta del Renacimiento.

Se reúne a las princesas retrasadas que no volaron en julio. Se acorrala a los machos débiles que no supieron salir de la Ciudad los días de los vuelos nupciales y se les prepara.

Para salvar la Ciudad resulta imprescindible un acoplamiento.

Sean o no sean dioses los Dedos, si las hormigas no consiguen una reina fecundada de aquí a tres días, todas las belokanianas morirán.

Se atiborra, por tanto, a las princesas de miel azucarada a fin de dinamizarlas con vistas al acto amoroso. Y a los machos deficientes se les explica con paciencia el desarrollo del vuelo nupcial. En el pesado calor de mediodía, la muchedumbre se apiña en el domo de la Ciudad. Desde hace milenios, la Fiesta del Renacimiento provoca el mismo entusiasmo, pero este año es la supervivencia de la comunidad lo que está en juego. ¡Nunca vuelo nupcial alguno fue tan esperado!

Es necesario que una reina viviente vuelva a aterrizar en Bel-o-kan.

Barullo olfativo. Las princesas están ahí, con su vestido de novia que sólo cuenta con dos alas transparentes. Las artilleras están en sus puestos para defender la Ciudad en caso de que los pájaros intenten acercarse.

214. Feromona zoológica

Feromona:
Zoología

Tema:
Los Dedos

Salivadora:
103.683

Fecha año:
100.000.667

COMUNICACIÓN:
Los Dedos se comunican entre sí emitiendo por la boca vibraciones sonoras. Éstas son captadas por una membrana libre, situada al fondo de unos agujeros laterales de la cabeza. Esa membrana recibe los sonidos y los transforma en impulsos eléctricos. El cerebro da luego un sentido a esos sonidos.

REPRODUCCIÓN:
Las hembras de los Dedos son incapaces de elegir el sexo, la casta, o incluso la forma de su cresa. Cada nacimiento es una sorpresa.

OLOR:
Los Dedos huelen a aceite castaño.

ALIMENTO:
A veces los Dedos comen no porque tengan hambre sino porque se aburren.

ASEXUADO:
No existen asexuados entre los Dedos, no hay en ellos más que machos y hembras. Tampoco tienen reina ponedora
.

HUMOR:
Los Dedos tienen una emoción que nos resulta completamente extraña, y a eso lo llaman «humor». Soy incapaz de comprender de qué se trata. Sin embargo, parece interesante.

NÚMERO:
Los Dedos son más numerosos de lo que generalmente se cree. Han construido por el mundo una decena de ciudades de al menos mil Dedos. Según mis estimaciones, debe haber diez mil Dedos en la Tierra.

TEMPERATURA:
Los Dedos están equipados con un sistema de regulación térmica interna que les permite conservar el cuerpo tibio, incluso aunque la temperatura del mundo exterior sea fría. Ese sistema les permite permanecer activos de noche y en invierno
.

OJOS:
Los Dedos tienen ojos móviles en relación al resto del cráneo.

MARCHA:
Los Dedos caminan en equilibrio sobre dos patas. Aún no controlan perfectamente esa posición, relativamente reciente en su evolución fisiológica.

VACAS:
Los Dedos ordeñan a las vacas (grandes animales para su tamaño), de la misma forma que nosotros ordeñamos a nuestros pulgones.

215. Renacimiento

Decidieron salir. Iban muy dignos. No estaban ni moribundos ni enfermos. Sólo estaban debilitados. Muy debilitados.

—Al menos podían darnos las gracias —gruñó Cahuzacq in petto.

Su colega Alain Bilsheim le oyó.

—El año pasado os habríamos besado los pies. Ahora, es demasiado pronto o es demasiado tarde.

—¡Pero, sea como sea, os hemos salvado!

—¿Salvado de qué?

Cahuzcq estalló.

—¡En mi vida he visto tanta ingratitud! Como para ir en vuestra ayuda la próxima…

Escupió en el suelo del templo subterráneo.

Uno tras otro, los diecisiete cautivos salieron por la escalera de cuerda. El sol los cegaba. Pidieron vendas para protegerse los ojos. Se sentaron en el suelo.

—¡Explicadnos! —Exclamó Laetitia Wells—. ¡Háblame, Jonathan! Soy tu prima Laetitia Wells, la hija de Edmond. Dime cómo habéis podido resistir ahí abajo tanto tiempo.

Jonathan Wells se hizo portavoz de su comunidad.

—Simplemente tomamos la decisión de vivir, y de vivir juntos, eso es todo. Preferimos no hablar demasiado, perdónenos.

La vieja Augusta Wells se apoyó en una piedra, haciendo signos negativos a los policías.

—No queremos agua ni alimentos. Dadnos sólo mantas porque fuera tenemos frío y apenas nos queda grasa para protegernos —añadió con una risita.—

Laetitia Wells, Jacques Méliés y Juliette Ramírez habían esperado tener que socorrer a unos agonizantes. Ahora no sabían muy bien cómo comportarse frente a aquellos esqueletos tranquilos que se dirigían a ellos con modales llenos de orgullo.

Los instalaron en sus coches, los llevaron al hospital para hacerles exámenes completos y constataron que su estado de salud era mejor de lo que habían temido. Todos presentaban, desde luego, una multitud de carencias en vitaminas y proteínas, pero no sufrían ni lesiones internas o externas, ni degradación de células.

Como un mensaje telepático, una frase cruzó el cerebro de Juliette Ramírez.

Y ellos surgirán de las entrañas de la tierra nodriza cual extraños bebés, portadores de una nueva Humanidad.

Horas más tarde, Laetitia Wells se entrevistó con el psicoterapeuta que había examinado a los supervivientes.

—No sé lo que ocurre —dijo el médico. Prácticamente no hablan. Me sonríen todos como si me tomaran por imbécil, lo cual no deja de ser irritante, debo admitirlo. Pero lo más sorprendente es ese fenómeno extraño, que me desasosiega. Cuando se toca a uno, todos los demás sienten el gesto, como si pertenecieran a un mismo organismo. ¡Y eso no es todo!

—¿Qué más ocurre?

—Cantan.

—¿Cantan? —Dijo asustado Méliés—. Tal vez haya oído usted mal, tal vez sea porque les cuesta volverse a acostumbrar a la palabra o…

—No. Cantan, es decir, emiten sonidos diferentes para encontrarse todos en la misma nota y mantenerla mucho tiempo. Esa nota única hace vibrar el hospital entero y, en apariencia, parece aliviarles.

—¡Se han vuelto locos! —exclamó el comisario.

—Tal vez esa nota sea un sonido de reunión, como los cantos gregorianos —sugirió Laetitia—. Mi padre sentía mucho interés por ellos.

—Un sonido de reunión para humanos, igual que el olor es signo de reunión para un hormiguero —dijo Juliette Ramírez completando la idea.

El comisario Jacques Méliés pareció preocupado.

—Sobre todo, no hable de esto con nadie y póngame a toda esa gente en cuarentena hasta nueva orden.

216. Tótems establecidos

Cierto día cuando paseaba por el bosque de Fontainebleau, un pescador contempló un espectáculo desconcertante. Sobre un islote situado entre los dos brazos de un riachuelo, vio unas pequeñas estatuillas de arcilla. Habían sido modeladas sin duda con herramientas minúsculas porque tenían marcas de múltiples y microscópicos golpes de espátula. Había centenares de esas estatuillas, todas exactamente iguales. Casi se habría dicho que se trataba de saleros miniatura.

Además de pescar con caña, el paseante tenía otra pasión: la arqueología.

Aquellos tótem dispuestos en todas direcciones le hicieron pensar en seguida en las estatuas de la isla de Pascua.

¿Se encontraba acaso, pensó, en la isla de Pascua de un pueblo de liliputienses que en otro tiempo había vivido en aquel bosque? ¿Acaso tenía frente a sí los últimos vestigios de una antigua civilización cuyos individuos no debían superar el tamaño de un pájaro-mosca? ¿Gnomos? ¿Trasgos?

El pescador-arqueólogo no exploró con suficiente minuciosidad la isla. De haberlo hecho, habría observado también pequeños montones de insectos de todas las especies, afanados en tocarse con las antenas para comunicarse toda clase de historias.

Y habría comprendido quiénes eran los auténticos constructores de aquellas estatuillas de arcilla.

217. Cáncer

103 había cumplido su primera promesa: la gente que vivía bajo su ciudad se había salvado. Juliette Ramírez la conminó a cumplir ahora la segunda: revelar el secreto del cáncer.

La hormiga vuelve a ocupar su sitio en la campana de «Piedra de Roseta» y emite un largo discurso oloroso.

Feromona
biológica para uso de los Dedos

Salivadora:
103

Tema:
«Lo que vosotros llamáis “cáncer”»

Si vosotros, los humanos, no conseguís erradicar el cáncer es porque vuestra ciencia está anticuada. Por lo que se refiere al cáncer, vuestra forma de analizar os ciega. Sólo veis el mundo de una manera: la vuestra. Porque sois prisioneros de vuestro pasado. A fuerza de experimentación, habéis conseguido curar ciertas enfermedades. De ello habéis deducido que sólo la experimentación puede acabar con todas las enfermedades. Lo he visto en vuestros documentales científicos, en la televisión. Para comprender un fenómeno, lo medís, lo colocáis en una casilla, lo catalogáis y lo cortáis en trozos cada vez más pequeños. Tenéis la impresión de que cuanto más lo desmenuzáis, más os acercáis a la verdad.

Sin embargo, cortando una cigarra en trozos no descubriréis por qué canta. Examinando con vuestras lupas las células de un pétalo de orquídea no comprenderéis por qué es tan hermosa esa flor.

Para comprender los elementos que nos rodean hay que ponerse en su lugar, en su globalidad. Y preferentemente mientras todavía están vivos. Si queréis comprender a la cigarra, tratad de sentir durante diez minutos lo que puede ver y vivir una cigarra.

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