El tercer brazo (38 page)

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Authors: Jerry Pournelle Larry Niven

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: El tercer brazo
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—Gracias.

—Señor. Observamos a las naves pajeñas durante la batalla. Eso nos brinda otra perspectiva.

—¿Alguna conclusión?

—Son bastante buenas. Alto rendimiento. Sólo vimos cañones de acción, ningún torpedo. Sus naves tienden a ser pequeñas. Ciertamente seríamos capaces de derrotar a cuatro de cualquier modelo de las que hemos visto hasta ahora, descontando grandes sorpresas.

—Yo no descartaría las sorpresas.

—No, señor, desde luego que no. Capitán, ¿puede explicar qué está pasando?

—¿Detecto una nota de inquietud? De acuerdo. Es hora de una junta de guerra mientras aún disponemos de comunicaciones seguras —Renner apretó el intercom—. Por favor, haga que suba el teniente Blaine, y si Su Excelencia se muestra conforme con una conversación, debería escuchar.

»Rawlins, no vamos a Paja Uno. Allí ya no cuentan. Todos los jugadores importantes son civilizaciones extraplanetarias, y hay muchas. La que estaba mejor preparada para el nuevo punto-I es el Comercio de Medina, gobernada por el Califa Almohad, y su principal negociadora es Eudoxo, la Mediadora a la que seguimos ahora… la totalidad de los nombres elegidos por Eudoxo. ¿Bien hasta ahora?

—Sí, señor. ¿Contra quién luchamos?

—Hay montones de facciones. —Los dedos de Renner danzaron sobre las teclas—. He tomado notas. Se las transmito.

—Recibidas —los ojos de Rawlins se centraron en algo fuera del campo de visión—. ¡Muchacho!

—Y ésas son sólo las importantes.

—El Kanato tiene el cometa…, a nadie le importa… los Tártaros mantienen en su poder el nuevo punto de Salto, y una nave… oh, Dios mío.

—Sí.
Hécate
es un yate civil pilotado por el honorable Frederick Townsend, con la hermana de Chris Blaine, Glenda Ruth Fowler Blaine, a bordo como pasajera.

—Oh, Dios mío. ¡Capitán, a Lord Blaine no le va a alegrar eso! ¿Vamos a rescatarlos?

—¿Podríamos?

Rawlins guardó silencio durante un momento.

—No lo sé, pero por todos los infiernos que no me gustaría que regresáramos sin intentarlo.

—Le entiendo; sin embargo, Eudoxo no cree que dispongamos de suficientes naves, ni siquiera con la suya. Ahora mismo la mejor prueba es que se encuentran a salvo, y nuestros aliados pajeños están tratando de negociar con los Tártaros. Mientras tanto, nos dirigimos a la base de los Comerciantes de Medina. Hasta hace poco era una base conjunta con la Compañía de la India, pero en apariencia se ha producido un reajuste de esa alianza.

—¿Reajuste?

—Es la palabra que empleó Eudoxo.

—¿Alguien más con quien deberemos luchar?

—Quizá.

Chris Blaine llegó al puente y se sentó cerca de Renner.

—¿Por lo general son así de complicadas las cosas con los pajeños? —Preguntó el capitán Rawlins—. Capitán, ¿cuál demonios es nuestro objetivo?

—Buena pregunta —repuso Renner—. El primero es el de sobrevivir. Segundo, recuperar a Glenda Ruth Blaine. Tiene un cargamento que puede llegar a cambiar las cosas… afectar a nuestro tercer objetivo, que es sacar orden del caos.

—¿Cargamento? ¿Teniente Blaine? —indicó Renner.

—Sí, señor. Como ha dicho el capitán Renner, hay otro objetivo a tener en cuenta. Los pajeños andan sueltos, y eso hay que solucionarlo, ya sea nosotros o una flota de batalla.

—Con la salvedad de que no hay ninguna flota de batalla —suspiró Renner—. Muy bien, Chris. El cargamento —Renner atrajo la atención de Cynthia; con gestos le pidió que trajera café.

Blaine asintió.

—Capitán Rawlins, ¿cuánto sabe usted de los pajeños?

—No mucho. Pasé por alto las clases sobre la sociedad pajeña en el escuadrón de bloqueo. Estudié sus tácticas, pero no vi ninguna necesidad de comprenderlos, ya que lo único que se suponía que haríamos sería matarlos.

—Sí, señor. Debe tener algún tripulante que sintiera curiosidad. Búsquele. Mientras tanto, tendré que disertar.

»Para empezar, todos sabemos que los pajeños son una especie muy diferenciada. Los Amos son la única clase pajeña que de verdad cuenta; mientras que los Mediadores llevan a cabo toda la comunicación. Los Mediadores son tan agradables que tendemos a olvidar que no están realmente al mando, que reciben órdenes de los Amos.

—Pero no siempre —intervino Renner.

—De acuerdo, considere a los tres pajeños enviados al Imperio. Dos de los Mediadores del Rey Pedro, con un Amo más viejo emparentado con el Rey Pedro, aunque sin haber estado antes al mando de Jock y Charlie. Eso le dio a Jock y a Charlie cierta ventaja. No tenían que obedecer cada orden que daba Iván, aunque por lo habitual sí lo hacían. Debía de haber reglas, pero yo nunca las averigüé. Iván sólo duró seis años, y entonces se encontraron solos.

»Una vez le pregunté a Jock cuáles habían sido las últimas órdenes de Iván. Jock contestó: “Actúa de tal manera como para reducir a largo plazo el riesgo hacia nuestra especie. Manteneos el uno al otro cuerdos. Hacednos quedar bien”. Creo que omitió considerables detalles. Y los Mediadores nos habrían mentido si Iván se lo hubiera dicho.

»De modo que aquí nos encontramos de vuelta en el sistema de la Paja, y todo lo que sabemos es un poco equivocado. Tratamos con una civilización espacial, no planetaria. Todas las Clases serán un poco distintas, algunas mucho, incluyendo a los Amos. La civilización pajeña es vieja. Los asteroides se establecieron hace más de cien mil años, tiempo suficiente para que se produjeran cambios evolutivos, y sabemos que los pajeños han empleado programas de procreación radicales también en sí mismos.

—Como los de Sauron —dijo Rawlins.

—Bueno, en realidad no —comentó Renner—. Distintos objetivos, distintos motivos.

—Sí, señor —Rawlins no sonó convencido.

—Puede que hayamos tenido un poco de suerte —continuó Blaine—. La Mediadora de Horace Bury parece que abandonó por completo al Rey Pedro y vendió sus servicios al postor más alto. Da la impresión de que los Mediadores entrenados según la Personalidad de Bury cambian de manos por aquí como el dinero.

—Debe hacer feliz a Su Excelencia —dijo Rawlins—. ¿Es ésa la razón para los nombres árabes que se dan a sí mismos?

Chris sacudió con fuerza el dedo índice.

—¡No, no! Capitán, todos esos nombres fueron elegidos por la Mediadora de Medina entrenada según Bury, y es probable que por el impacto emocional que tendrían sobre Horace Bury. Los Tártaros son enemigos de los árabes. Comerciantes de Medina suena bien para un árabe. Eudoxo fue un famoso comerciante levantino que operó fuera del mar Rojo y descubrió la original ruta de comercio árabe hacia la India.

—Ah, ah —dijo Rawlins—. Y, por supuesto, Bury sabía eso.

—Por supuesto. Hay otra cosa. Los Amos pajeños en realidad no forman sociedades como lo hacemos nosotros. Las clases subordinadas por lo general obedecen a los Amos, pero éstos no poseen ningún instinto para obedecerse entre sí, y sea lo que fuere que tengamos los humanos que nos hace formar una sociedad, se encuentra casi ausente en los Amos. Los Amos pajenos cooperaran, y uno establecerá una posición subordinada hacia otro, pero hasta donde yo soy capaz de comprender, las únicas fidelidades son a la línea genética. No existe lealtad a ninguna abstracción como imperio, o ciudad. Se parece más a una civilización árabe que a un Imperio, lo cual quizá explica la popularidad de los Mediadores Bury. Es muy factible que el señor Bury comprenda mejor las cosas aquí que cualquiera de nosotros.

—¿Incluido usted, Blaine? —demandó Rawlins—. El rumor que corría por la flota es que fue educado por pajeños.

—En cierta medida —repuso Chris Blaine—. Nos hallábamos todavía en Nueva Caledonia y mi padre formó parte de la Comisión Alta hasta que yo tuve seis años. Fue al volver a Esparta y que mis padres establecieran el Instituto cuando llegué a ver todos los días a los pajeños. Por ese entonces Iván había muerto, y Glenda Ruth acababa de nacer. Ella vio mucho más a Jock y a Charlie y jamás llegó a conocer a Iván.

—Hmm. ¿Qué sucede con el cargamento del
Hécate
?

—Chris, déjame a mí —intervino Renner—. Tú ni siquiera has visto jamás la Lombriz de Eddie el Loco. Te encontrabas en el bloqueo…

—Un momento, capitán —la voz de Blaine fue cortante—. Capitán Rawlins, la Lombriz es una especie de as en la manga. Señor, ¿está seguro de que quiere saber más?

Aunque tenía la certeza de que los tenientes no le hablaban así a los capitanes, Renner contuvo la lengua.

—¿Por qué no querría saberlo, teniente? —inquirió Rawlins con frialdad.

—Si lo supiera y hablara con los pajeños, ellos lo averiguarían —repuso Blaine—. Capitán, hasta que no se ha tratado con pajeños, es imposible comprender la rapidez con la que aprenden a interpretar todo lo que uno dice o hace.

—Puede que me haga una idea —dijo Rawlins—. Un año a bordo de mi nave y nadie en el salón de oficiales quería jugar al póquer con usted.

—Sí, señor. En cualquier caso, quizá lo averigüen del capitán Renner, aunque no es probable. Él ha tenido mas experiencia en el trato con pajeños. No lo descubrirán de Su Excelencia. Ni de mí.

—¿No descubrirán qué?

Se volvieron para ver a Joyce Mei-Ling entrando en el salón del
Simbad
.

—Muy bien —dijo Rawlins—. Aceptaré su palabra, es algo valioso, y es mejor que yo no sepa nada de esa Lombriz de Eddie el Loco. Capitán Renner, si el objetivo es recuperar a la señorita Blaine y su cargamento, ¿cómo vamos a hacerlo?

—Ahí está la cuestión —señaló Renner.

—Negociaremos —Bury apareció en pantalla—. Discúlpenme, fui invitado a escuchar. Capitán Rawlins, lo que ahora es importante es que existe la impresión de que estamos preparados para luchar, y que los pajeños creen que unas abrumadoras fuerzas Imperiales vendrán a nuestro rescate en el futuro no muy lejano, de modo que para ellos es mejor establecer un acuerdo con nosotros mientras aún son fuertes.

—Sí. Y que no sepan lo lejos que la flota de bloqueo se halla de nosotros. Pero no está lejos, señor. Es entrar en el punto de Eddie el Loco y regresar con el escuadrón.

—Salvo que, sin importar la fuerza que quede allí, disparará antes de escuchar. No hay forma de distinguir a una nave pajeña de una Imperial —indicó Renner.

—Maldición. Por supuesto, tiene usted razón. Y tampoco podemos enviar un mensaje de vuelta al
Agamenón
. Comodoro, de verdad me alegro de que sea usted quien se encuentre al mando y no yo —Rawlins hizo una pausa—. Aunque hay una cosa. El almirante Weigle se halla al mando de la flota de bloqueo. Ha de saber que ha sucedido algo. El punto de Salto de vuelta a Nueva Cal se ha movido, habrá averiguado eso, de modo que solicitará órdenes, y deprisa. También buscará el nuevo punto de Salto a la Paja.

—¿Qué hará si lo encuentra? —preguntó Renner.

Rawlins sacudió la cabeza.

—Supongo que protegerlo. Pero, sabe, señor, Weigle es un comandante agresivo. Quizá envíe una nave exploradora. Será mejor que estemos en guardia ante esa posibilidad. De acuerdo, Blaine, ¿qué más desconozco?

—Mucho, pero también nosotros —contestó Chris Blaine—. Por ejemplo, estas civilizaciones espaciales se parecen más a los nómadas que a grupos asentados. Carecen de mapas estables, nada de hogares permanentes. Unas pocas, como las de las grandes lunas planetarias, se encuentran relativamente establecidas, pero en gran parte las cosas se desplazan y cambian. El valor del… aire, la comida, el poder, la maquinaria, todo lo que hay que trasladar, depende de la distancia y de la velocidad delta. Cambia a cada segundo. Debe haber modos de vender velocidad delta.

—Ah —dijo Rawlins—. Es como si las viejas rutas de la seda cambiaran sus distancias. Un día es como cruzar el puente de un río para llegar a Catay; al mes siguiente se encuentra a miles de kilómetros.

—¡Era así! —exclamó Joyce—. Cuando reinaba la estabilidad y había gobiernos fuertes, sólo se tardaban unas pocas semanas en ir desde Persia a China; pero cuando los nómadas eran fuertes y los bandidos bloqueaban los pasos, podían pasar meses o años, o no existir ninguna ruta terrestre. Y había imperios de piratas en Vietnam y Sumatra, de modo que ni siquiera las rutas marinas resultaban estables.

—Una observación interesante —comentó Bury—. Que puede ayudar mucho a proporcionarnos una comprensión nueva de estos pajeños. Gracias, Joyce. Kevin, tal vez deberíamos asumir que estos pajeños se parecen más a los beduinos que a tu Imperio.

—Maravilloso —dijo Renner—. Los únicos árabes a los que conozco son Nabil y tú.

—Prestigio —dijo Joyce—. A los árabes les preocupa mantener el prestigio, aún más que a los chinos. Las apariencias son muy importantes. ¿Quizá también para los pajeños?

—No noté eso en Paja Uno —respondió Renner—. Pero quizá no debía. Sin embargo… ¿Saben?, tienen historias para todo. Las pinturas, las estatuas, se inventaban historias para ocultar su pasado, y ponían el mejor aspecto que podían ante las cosas. Por otro lado, se me ocurre que Chris y Glenda Ruth, yo, todos nosotros, sólo conocimos pajeños de Paja Uno. Lo que significa que ninguno es un verdadero experto.

—Excepto Su Excelencia —apuntó Chris Blaine—. Considere lo valiosos que son los Mediadores Bury. Desde luego están esperando que el Imperio sea mucho más como lo ve el señor Bury que como lo hacemos nosotros.

—Como lo veía hace casi treinta años, teniente —corrigió Bury.

—Maldición —exclamó Rawlins—. Comodoro, esto me sobrepasa. Lo único que sé es que si dejamos que le suceda algo a la hija de Lord Blaine, mi carrera habrá acabado. Bueno, imagino que sé lo que hay que hacer: mantener los cañones y los torpedos listos y esperar órdenes. Comodoro, usted indíqueme a lo que hay que dispararle que yo intentaré abatirlo, ¡pero más que eso ya no sé!

—Bienvenido al club. Corto —Renner apretó el interruptor.

Joyce se volvió hacia Chris Blaine.

—De acuerdo, ¿qué es la Lombriz de Eddie el Loco?

—No te lo puedo contar —repuso Chris.

Ella se volvió hacia Renner.

—El trato fue que estaría al tanto de todo. ¿Ahora se retracta?

—Joyce —intervino Chris Blaine—, ¿quieres que se te prohiba hablar con pajeños?

—No, por supuesto que no. ¡Y no pueden hacerlo!

—Sí que podemos hacerlo. ¡Joyce, es imposible que caigamos desde treinta pisos a menos que alguien nos empuje de una terraza! Hay cosas que no puedes saber. Si las conoces, no podrás hablar con los pajeños, pues entonces también ellos las conocerían.

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