Ella no le creyó, ni siquiera cuando Kevin lo corroboró con la cabeza.
—¡Kevin!
De manera vaga Renner sabía que estaba dormido, y que alguien trataba de despertarlo, y que no le importaba.
—Vamos, Kevin. Vamos, abra el maldito circuito. Su atención, por favor, capitán Renner. Maldita sea, Kevin…
—¿Sí? ¿Buckman? ¿Qué?
—Un mensaje de ninguna parte, Kevin; de ninguna parte que conozcamos, en cualquier caso. Lo acabo de recibir.
—Mensaje de ninguna parte. Importante. ¿Qué pone?
—Era una emisión general, un haz amplio. Debió costar mucha energía enviarlo. ¡Kevin, hay un mensaje de información y una biblioteca completa de astronomía para los últimos cien mil años! ¡Creo que más! Usted dormía, de modo que antes de despertarle realicé algunas comprobaciones. Probé sus observaciones para ver cómo encajaban con la base de datos de Nueva Caledonia durante los últimos cientos de años. Todo se confirma, por lo menos todo lo que yo comprobé. Kevin, creo que tiene que hacer algo al respecto. Oh, y la
Filípides
quiere hablar.
Atropos
quiere hablar.
—Sí —Renner encontró su uniforme y forzó las piernas dentro—. Verificación. ¿Y bien?
—Lugar geométrico para algunas de las comprobaciones más obvias de estrellas. Inicié un programa para verificar las órbitas del Ojo de Murcheson y la Paja. Luego vine a despertarle. Ya habrá terminado.
—Muy bien, vayamos a verlo. —Se abrió paso a través de la cortina—. Hola, Horace. Tienes buen aspecto esta mañana. Cynthia, necesitamos desayuno, copioso, servido en nuestros puestos. —Ocupó su sillón de aceleración—. Jacob, primero muéstreme ese mensaje. Luego puede pasarme con la
Atropos
.
—Se trata de este archivo.
El mensaje apareció impreso en la pantalla de Kevin, aunque daba la impresión de haber sido escrito en un pergamino:
Saludos, oh Califa venido de lejos, de tu más reciente servidor. Puedes considerarnos como la Biblioteca de Alejandría; nuestro lugar geométrico está descrito en este vector. Te entregamos este registro de todas las observaciones de esta región del cielo de nuestra historia. Hemos observado los cielos durante innumerables eras, y te lo ofrecemos todo a ti para que quedes complacido con nosotros y sepas cuán útiles podemos ser. Recuérdanos, oh Califa, cuando entres en nuestro reino.
Renner no supo qué decir. No le sucedió lo mismo a Bury:
—Esto nos revela muchas cosas, una de las cuales, que no es menos importante, es que tienen un Mediador aprendiz de Bury.
—¿Qué más?
—No saben nada de nosotros. Carecen de poder y son pobres. No disponen de medios para entablar un diálogo con nosotros, lo que puede dar a entender que temen a Medina o que se encuentran a horas luz de distancia.
—Yo diría que las dos cosas —intervino Blaine—. Pero sin duda se hallan bastante lejos en dirección de Paja Gamma. Poseen buena detección. Han emitido a lo ancho de más de dos mil millones de kilómetros. Aun así, deben de estar en la indigencia, o habrían enviado algo, aunque no fuera más que un repetidor para proyectar un haz más estrecho.
Bury fantaseó, la cara serena y por completo inmóvil.
—Sí. Si no, miren lo que han hecho. Han divulgado sus secretos por todo el cielo. Han entregado todo lo que poseían porque no había modo de establecer una negociación. Quizá los extraños no sean extraños a la gratitud. Absoluta razón, para aquellos que carecen de poder.
—Gracias…
—Hay más. Creen que somos poderosos, o que es probable que lleguemos a serlo. Ello demuestra que también otros lo creen. La pregunta es: ¿por qué? Es obvio que ahora no lo somos.
—Gracias, Horace. Buckman, ¿qué tiene?
—El programa nuevo está finalizando. Sus órbitas para el Ojo y la Paja verifican las que yo poseo, con un margen menor de error.
—¿Cien mil años de observaciones?
—Eso, o dos o tres.
—De acuerdo, páseme…
—Aguarde un segundo, Kevin. Esto ha terminado. Mmmh…
Renner observó a Buckman ensimismado ante su pantalla y, al rato y mordiendo las palabras, dijo:
—Vea si puede describirlo.
—Sí. Es un programa reiterativo para predecir el colapso de la Protoestrella de Buckman. Kevin, a primera vista da la impresión de que el Comercio de Medina debería haber tenido esto. Les habría proporcionado la fecha… el año exacto. Quiero decir que esto es alta y seriamente valioso.
—De acuerdo. Páseme con la
Atropos
.
—Sí, señor, nosotros también recibimos una copia —indicó Rawlins—. Procedía de un asteroide que sigue a los Troyanos Primarios de Beta.
—¿Eh?
—Los Troyanos Primarios de Beta, señor…
—Sí, eso lo entiendo.
—Bueno, hay un asteroide que sigue a ese grupo. Éste se halla a sesenta grados frente a Paja Beta.
—Naturalmente.
—Y el otro se encuentra quizá a cincuenta grados de Beta.
—Inestable. Tuvo que ser empujado, ¿verdad, Jacob? ¿Algo más, Rawlins?
—Sí, mi Jefe de Navegación es un entusiasta de la ciencia, y no ha dejado de jugar con eso desde que lo recibió.
La expresión despectiva de Eudoxo era clara y evidente, aunque difícil de describir.
—¡Vaya, «Biblioteca de Alejandría»! Su afirmación habría sido válida en el pasado. Ahora se encuentran casi en la bancarrota. Hace diez años aún les quedaba parte de su riqueza.
—Eso sería cuando compraron un Mediador Bury —conjeturó Kevin.
La pajeña no reaccionó de manera visible.
—Sí, compraron su Fyunch(click) Bury de Persia. Estaban manteniendo su antigua tradición de reunir y codificar conocimiento. Tal vez aún lo hacen.
»Son la familia más antigua que conocemos. Han negociado con información a lo largo de la historia. Tuvieron que mudarse incontables veces. Se encontraban en los Troyanos Primarios de Beta hace ocho mil años, durante la matanza de los Médicos.
—Hemos oído hablar de eso —comentó Renner. Algo le hizo añadir—: No, creo que no.
—¿Hubo una Matanza de Médicos en Paja Uno? No me sorprende —dijo Eudoxo—. Debe parecer obvio. Los Médicos empeoran los problemas de población, ¿verdad?
—Es obvio, correcto.
—Aquí tuvo mucho éxito. Alejandría se negó a participar y lo mismo otras civilizaciones olvidadas; todas debieron ser destruidas por los vencedores. Sólo Alejandría mantuvo a los Médicos. Después, criaron un linaje básico y vendieron cruces y mutaciones a medida. Pero otras culturas han secuestrado su propio linaje de reproducción, Médicos y otras castas escasas, y Alejandría ha caído en tiempos duros.
—¿Deberíamos tratar con ellos? —preguntó Renner. Notó la atención de Bury centrada por completo en la pantalla.
—No causa ningún daño —repuso Eudoxo—. Se los considera… un poco extraños. Pero no representan una amenaza, y pueden resultar de utilidad.
Horace asentía para sí mismo. Cuando Renner cortó la comunicación con Eudoxo, Bury dijo:
—Interesante. Extraños. Ninguna amenaza. Bibliotecarios. Kevin, ese grupo es pobre, pero se le permite mantener sus recursos. —Sonrió con suavidad—. Sean cuales fueren nuestras decisiones finales, deberían incluir a Alejandría.
—De acuerdo, la estamos rodeando —dijo Buckman. Aumentó la imagen en la pantalla: un objeto oscuro circundado por un resplandor—. Ah. Y ahora Eudoxo transmite un cuadro mejor.
La nave pajeña se había adelantado y se hallaba casi al lado de la base pajeña. Las pantallas mostraban un anillo de fuego de fusión uniendo llamas negras de velas: motores de cohetes de fusión, cuarenta o más, lo suficientemente brillantes como para suspender los sensores.
La luz eliminaba algo del detalle, pero… los motores rodeaban un lado de una bola de hielo muy regular. Casi toda estaba unida en líneas de colores y tachonada aquí y allá con cúpulas conectadas en la superficie por bandas resplandecientes. Algunas de las cúpulas eran transparentes. Había naves también, montones de ellas sobre el hielo y en el espacio a su alrededor.
Los instrumentos a bordo de la
Atropos
eran superiores a los que llevaba el
Simbad
. Un tripulante de la
Atropos
les transmitía datos. «Masa: sesenta y cinco mil toneladas. Un klick por medio klick por medio klick. Albedo: noventa y seis por ciento.»
—Dios mío, es enorme —dijo Renner—. No tan malditamente grande para un cometa, pero ya ha dejado de serlo. ¡Es un transporte espacial! Joyce, ¿construyó alguna vez el Imperio…?
La imagen se volvió una bola negra en la que sólo sobresalía el fulgor de los motores. Los propietarios habían cerrado el Campo.
Apareció Eudoxo.
—Ésa es la Base Interior Seis —explicó—. Maniobren hacia la fuerza de atracción en este plano.
Desde la
Atropos
:
—La superficie es hielo de hidrógeno hecho esponjoso. Creemos que el interior es hielo de hidrógeno; la masa es más o menos la correcta. Los motores son de fusión de hidrógeno con algunas mejoras.
—La Sonda de Eddie el Loco parecía más grande que eso —comentó Renner—. Bastante mayor, pero resultó ser sólo una vela de luz. Recuerdo que antes de que lo averiguáramos el capitán Blaine se preguntaba si tendríamos que aterrizar en ella con marines.
—En esta ocasión creo que sí aterrizamos —dijo Horace Bury.
Media hora después,
Simbad
se encontró lo bastante cerca para sentir la minúscula gravedad de la bola de hielo.
—Aquí vamos —indicó Renner.
—Sí, señor —dijo el capitán Rawlins—. Señor, coincido en que es mejor situar al
Simbad
bajo un potente Campo Langston, pero no me disgustaría mantener la
Atropos
aquí fuera donde pueda maniobrar. Capitán, disponen de un montón de naves y de cañones ahí. No hay forma de que pudiera obligarlos a que les dejaran salir.
—Correcto —afirmó Renner.
—Podemos dar por hecho que la tripulación del
Hécate
se halla en circunstancias similares —comentó Blaine.
—Los pajeños de Paja Uno fueron anfitriones amables —dijo Bury—. Creemos que estos pajeños son aún más parecidos a los árabes.
—Sí. Bueno, es un modo de averiguar si los pajeños tienen las mismas ideas que los árabes sobre la hospitalidad —dijo Renner.
—Como Alá lo decida. Estoy listo, Kevin.
El escudo negro desapareció.
Simbad
descendió hacia Base Seis.
Filípides
avanzó delante, virando hacia su propio amarradero.
—Creo que ése debe ser el nuestro —señaló Chris.
Renner rió.
—Sí. Dios mío, es una mezquita.
Era magnífica. Era humana, la única forma ahí abajo que no resultaba utilitaria y alienígena. Luminosa y delicada, una burbuja de albañilería pintada y que flotaba en el campo de hielo. La estructura no podía ser mármol; quizá fuera hielo tallado. Se parecía mucho más a una mezquita que el castillo que el pueblo del Rey Pedro les había construido en Paja Uno, y bastante más pequeña. Una mezquita con una cavidad: un canal vertical o receptáculo, del que aun en ese momento salían cables serpenteando hacia el Simbad.
El campo negro se cerró sobre el cielo negro: las
estrellas
desaparecieron.
Atropos
, en su puesto lejos de Base Seis, quedó incomunicada de ellos. Renner sintió la vulnerabilidad del yate.
Simbad
fue izado hacia el receptáculo de la mezquita. Encajaría a la perfección.
—Se ciñe de forma exacta —dijo Buckman—. Después de lo que vimos en Paja Uno, no hay mucho que puedan hacer los Ingenieros que me sorprenda… Parece que tienen compartimentos de transbordo a juego con las antecámaras de compresión.
Simbad fue arrastrado de forma inexorable hacia el compartimento de acoplamiento. Las cámaras de transbordo estaban inconclusas, eran simples agujeros. Los Ingenieros pajeños aguardaban en los compartimentos, preparados para acabarlas allí mismo.
El combustible comenzó a entrar en el
Simbad
. Bien, habían cumplido esa promesa.
Pasó casi una hora hasta que los pajeños terminaran de conectar al
Simbad
con una antena desplegada a través del Campo restaurado. Por entonces Renner ardía de impaciencia. Se controló —pues si no, ¡Rawlins tampoco lo haría!— y dijo:
—
Atropos
, aquí
Simbad
. Probando.
—Aquí
Atropos
, señor. Enlazados. Aguarde a…
—Estoy aquí —dijo Rawlins.
—Bien. Capitán, podemos suponer que todo lo que digamos será escuchado por los pajeños. Quiero que siga probando este circuito. Cerciórese de que dispongamos de comunicación.
—Sí, señor. ¿Y si no la tenemos?
—Trate de restablecerla, pero en el instante en que pierda el contacto con el
Simbad
, usted queda al mando. Haga lo que considere mejor. Recordará las últimas órdenes que recibió de Balasingham. Desde luego, permanecerá en estado de alerta máxima a menos que yo le indique lo contrario.
—Sí, señor. Entendido. ¿Espera problemas de verdad, capitán Renner?
—No aquí. Creo que estos pajeños serán anfitriones perfectos. Por supuesto, nos contaron que realizaron un reajuste importante de su relación con la Compañía de la India. Eso sonó algo escabroso.
—Sí, señor.
—Yo trataré de averiguar qué hubo involucrado en ello. Dejaré los circuitos abiertos en reserva —Renner tocó unos interruptores—. Ya está. Horace, creo que es hora. Joyce, ¿en serio quiere llevar…?
—Sólo pesa ocho kilos.
Joyce levantó la cámara giroestabilizada. Serpenteó en su manga como una cosa viva.
Renner tocó unos indicadores: antecámara interior, anulación, antecámara exterior. Las puertas de la antecámara de compresión del
Simbad
se abrieron hacia dentro y hacia fuera… a un corredor decorado con motivos abstractos moriscos y que contenía un buen aire con vestigios de elementos químicos en él.
Chris Blaine esperó con impaciencia mientras Eudoxo le explicaba a Horace Bury:
—Realmente no tenemos espacio para que sus Guerreros nos acompañen. Por Supuesto, usted no espera ser escoltado por Guerreros, como me sucedería a mí, pero un Amo de su importancia, sí. Mi Amo tendrá presente a sus Guerreros cuando se conozcan.
—No importa —Bury agitó la mano para indicar a Blaine, Cynthia, Nabil y Joyce—. Mis amigos los sustituirán. En años futuros descubriremos nuevas costumbres para los encuentros entre humanos y pajeños.