Authors: Mandelrot
Mucho después bajó de nuevo; Daniel seguía enfrascado en su trabajo.
—Ya queda poco —dijo—. Hay que asegurarse de que cada pieza funciona correctamente; ahora estoy comprobando la tarjeta del piloto automático. Afortunadamente todos los elementos de control y navegación de las naves eran estándar incluso entre modelos completamente distintos; esto hacía que si algo se estropeaba podías conseguir un repuesto de cualquier otra. Así que si hay algo que no funciona será más fácil que encontremos un recambio en alguna parte.
Manipuló algunos de los objetos del equipo.
—Ya está, he enviado los últimos datos. Dentro de unos momentos sabremos si necesitan más. ¿Algo interesante allá arriba?
—No hay actividad.
—Estupendo. No es que haya muchos agentes por ahí, pero siempre están patrullando y son muy peligrosos.
—Lo sé —asintió el viajero, pensativo.
Daniel pareció dudar si hacerle la siguiente pregunta.
—Supongo que esto será muy distinto a otros lugares que has visto antes.
—Hay cosas que me recuerdan a otros mundos que he conocido. Pero cada uno es único.
—Sí, claro.
Seguía dudando. Kyro sabía que quería llegar a alguna parte, y se imaginaba adónde; la siguiente pregunta se lo confirmó.
—¿Qué tal todo con Sarah? Me ha dicho que está impresionada por tus avances.
—Hay muchas cosas que no sé; ella es paciente.
—Pero no estaréis todo el día estudiando, supongo.
—Creo que ya han respondido.
El viajero señaló una lucecita parpadeante en una de las piezas del equipo; Daniel se giró para mirar.
—Sí, todo correcto.
—Entonces vámonos —sentenció Kyro.
Recogieron lo que habían traído y salieron de allí. Cuando iban camino de la entrada a los túneles Daniel le hizo un gesto para detenerle.
—Espera —susurró—, quiero enseñarte algo.
Pasaron de largo ante la entrada del callejón y continuaron un poco más allá, hasta un edificio que tenía unas escaleras ante la entrada. El viajero miró la placa que había junto a la extraña puerta: la palabra POLICÍA estaba escrita en letras más grandes, y había otras más pequeñas debajo. No sabía lo que era "policía" ni comprendió lo que decía el resto del texto.
Daniel subió los escalones y empujó; las hojas de la puerta no se abrían ni se deslizaban, sino que giraban para permitir la entrada de una manera que Kyro no había visto nunca. Después de un momento para mirar a todas partes, comprobando que no se apreciaba peligro, subió y entró también.
—Bueno, ¿qué me dices? —sonrió Daniel, señalando hacia el frente.
Estaban en el sótano del edificio; habían abierto una puerta con un objeto que habían traído con el equipo, simplemente apuntándolo hacia la hoja para que esta se desplazara silenciosamente.
Allí habían encontrado ropas y equipo completamente distinto a lo que el viajero había visto antes.
—¿Son armas? —Kyro señaló hacia extraños objetos apoyados ordenadamente en soportes de la pared.
—Sí. La Policía era un organismo de seguridad interna para proteger a los ciudadanos y velar por el cumplimiento de la ley; así que la mayoría de sus armas no son letales. Por aquí no hay bases militares, pero siendo tú un soldado supuse que esto te interesaría.
—¿Qué es eso?
Al fondo de la habitación había unos colgadores separados del resto del espacio por una rejilla abierta. Sobre ellos, alineados perfectamente, lo que parecían uniformes que constaban de una única pieza desde la cabeza a los pies, incluyendo los brazos que acababan en guantes y las piernas en botas. En la cabeza quedaba solo una abertura para la cara, el resto estaba completamente cubierto por el tejido. Las prendas podían abrirse por la espalda para meterse en ellas, eran completamente azules con un óvalo en el pectoral de fondo blanco y letras azules con la palabra POLICÍA.
—No soy un experto en este tema —respondió Daniel mientras Kyro se acercaba a examinarlas—, pero si no me equivoco eso son trajes de operaciones especiales. Creo que tienen un micromotor de pulsos en alguna parte, y se utilizaban para situaciones de alto riesgo. El traje neutraliza los impactos energéticos de alta concentración, como los que producen las armas que hemos traído; además si no recuerdo mal amplificaban la intensidad de los ataques físicos de los agentes que los usaban, así que con esto se puede derribar una pared a puñetazos.
—¿Por qué no los usáis ahora?
—Verás, es que para ser policía de operaciones especiales había que someterse a cirugía cerebral para limitar los... —Se interrumpió al ver, por su expresión, que Kyro no le comprendía—. En fin, este traje resiste casi cualquier golpe, por el método de transformar la energía cinética del impacto y repartir la carga por toda su superficie; pero eso hace que la sensación de dolor se extienda y amplifique. Los agentes que usaban este equipo pasaban antes por un tratamiento que les impedía sentir dolor de ninguna clase, por eso podían utilizarlo.
—Y sin esa preparación sería demasiado intenso para poder resistirlo.
—Exacto. Si alguien se pone este traje puede sobrevivir a un cañonazo, pero el dolor en todo el cuerpo será tan brutal que le matará instantáneamente. Los agentes de operaciones especiales eran una fuerza de élite, nadie más podía hacer su trabajo.
Un poco más allá había unas pequeñas cajitas apiladas.
—Materia orgánica para consumo humano —leyó el viajero cogiendo una de ellas.
—Sí... Supongo que eso son las raciones de combate. Es alimento fabricado a nivel molecular; durante la guerra muchos civiles lo tenían también en sus casas, porque dentro de cada caja es como si no existiera el tiempo: la comida no se estropea y la puedes tener ahí indefinidamente. Además tiene la proporción de agua adecuada para el cuerpo humano, con eso ni siquiera necesitas beber. Pero sabe fatal; lo digo por experiencia.
Las explicaciones sobre todas las armas y los equipos se alargaron mucho porque Kyro no dejaba de hacer preguntas para tratar de entender su funcionamiento y aplicación. Se le veía totalmente interesado, no solo en cómo se utilizaban sino en sus objetivos: armas que no servían para matar, solo inmovilizaban o causaban problemas mínimos y temporales para poner fuera de combate al sujeto haciéndole el menor daño posible. Era la agresión controlada al máximo para conseguir el objetivo sin destruir nada más, lo mismo que hacía Varomm con sus enemigos.
Daniel respondía a sus preguntas como podía, pero había muchas cuestiones que quedaban fuera de sus conocimientos.
—Escucha, la verdad es que yo no soy un gran entendido en esto. La guerra es tu especialidad, no la mía —sonrió.
—Comprendo. Está bien, te agradezco tus explicaciones.
—Se hace tarde; debemos volver.
Dejaron el sótano y se dirigían a la salida del edificio cuando de repente el viajero le puso una mano en el hombro a Daniel. Este fue a decir algo, pero Kyro le hizo un gesto de silencio. Los dos se quedaron inmóviles un instante, tras el cual el soldado empujó a su compañero hasta la pared.
Momentos después se escucharon con claridad aquellos pasos regulares acercándose. Venían del exterior, alguien recorría la calle en dirección hacia donde estaban. Daniel y Kyro estaban agachados junto a la puerta; vieron pasar fugazmente una sombra proyectada por la luz de fuera desde una ventana al suelo cerca de ellos, y oyeron cómo los pasos venían por la acera al otro lado de la pared para entonces empezar a alejarse. Daniel, que había contenido la respiración, echó un resoplido de alivio; Kyro siguió escuchando atentamente sin inmutarse hasta que el sonido hubo desaparecido.
Por fin salieron con mucha cautela, y se dirigieron sin detenerse hacia el callejón y a la entrada a los túneles.
Ahora había que esperar; los ingenieros debían hacer su trabajo, aún quedaba mucho. El viajero empleaba la mayor parte de su tiempo en seguir las lecciones de Sarah sobre Historia, que disfrutaba hablando de su gran pasión. En especial le dio muchos detalles sobre el período de ascensión de Varomm desde su creación hasta lograr el poder, el desarrollo global de la Gran Guerra Universal, y cómo el robot había llegado a ganarla y barrido sin piedad todos aquellos mundos que ofrecieron la más mínima resistencia a sus condiciones de aislamiento y prohibición de la ciencia. El relato de aquellos acontecimientos, unido al de la aventura de los hombres que iniciaron el viaje de la Resistencia creando las esferas, habría dado para una vida entera.
—Y gracias a ti ahora sabemos que, después de su triunfo y de lograr el dominio absoluto de todo el universo conocido, devolvió a los distintos mundos a un estado primitivo en que no supusieran un peligro para él; y donde lo consideró necesario introdujo además elementos religiosos para consolidar su poder y mantener el control de sus posesiones. La estrategia es brillante, hay que reconocerlo.
Estaban en casa, Sarah dándole una de sus explicaciones y Kyro escuchando con gran atención mientras miraba las imágenes de la pared.
—Ahora lo veo todo de manera distinta —dijo el viajero—. Mi vida, todas las cosas que creía ciertas. Incluso la historia de mi propia raza. Te agradezco todo lo que me has enseñado.
—No, Kyro. Soy yo, somos todos nosotros, los que debemos estarte agradecidos. Tú eres... Eres nuestra última esperanza, el que nos traerá la libertad. Además, por mucho que yo pueda mostrarte los hechos del pasado, tú me has dado a mí algunas lecciones sobre el presente que también han cambiado mi manera de ver las cosas.
—¿Qué quieres decir?
La mujer respiró hondo antes de responder.
—Tenías razón. Somos un pueblo egoísta, hemos cometido muchos errores y debemos reflexionar sobre nuestros actos. Hemos utilizado a seres humanos como si fueran máquinas, nosotros mismos en nuestra sociedad solo somos piezas de un engranaje que hace que todo funcione. Pero ¿para qué? Cuanto más lo pienso más me doy cuenta de que no somos felices; no es por la situación, ni es por estar escondidos aquí abajo. Es por nuestra forma de entender el mundo, en la que la persona desaparece para convertirse en un simple pedazo de la máquina global.
Los dos se quedaron unos momentos reflexionando sobre esas palabras: Kyro fue quien habló.
—Tú no eres como ellos —dijo.
—Yo llevo haciendo lo mismo que todos desde siempre, Kyro.
—No. Cuando llegué aquí fuiste la única que me preguntó si necesitaba algo. Me acogiste en tu casa, a pesar de que aquí no hay sitio para dos, e incluso trataste de ayudar a ese hombrecillo en la reunión del Consejo. No eres como los demás que he visto aquí.
Ella sonrió.
—¿Sabes? Me han contado que Alexis está trabajando como nunca y dicen que está muy cambiado: antes era un déspota con sus subordinados, pero parece que se le han bajado mucho los humos. Se ve que aquel día le diste la medicina que nadie le había dado y que le hacía falta...
Soltó una risita. Kyro sonrió también.
—No está mal para un cavernícola, ¿eh?
Sarah rió más alto. Él relajó la expresión y su sonrisa se hizo más amplia; la mujer se le quedó mirando unos instantes.
—Es la primera vez que te veo sonreír —le dijo.
—En mi vida no he tenido muchas ocasiones para ello —respondió él.
Sin que el viajero lo esperara la mujer se acercó a él y le besó: primero un suave roce de sus labios, luego con más intensidad.
Kyro intentó decir algo, pero ella le puso un dedo sobre la boca.
—No. Sé cómo son las cosas y no soy estúpida; quiero que disfrutemos el momento, nada más.
Se miraron un instante más, se besaron de nuevo. No hubo más palabras aquel día entre los dos.
Los dos jóvenes miraban el recuadro brillante que tenían delante con absoluta concentración.
—Alucinante —murmuró uno, de pelo rojo y largo muy llamativo.
—Chico, hemos nacido tres mil años tarde —añadió el otro, de pelo algo más anaranjado y corto.
Sarah se había colocado tras ellos y miró también, por encima de sus hombros.
—No entiendo nada —dijo—. ¿Qué son todas esas cifras y signos?
Los chicos se giraron para mirarla.
—Esto es la expresión matemática del biochip de tu amigo —dijo el primero—. Desde luego hay buenas razones para llamarlo "la piedra mágica".
El viajero estaba sentado frente a la mesa donde estaban estudiando aquella información.
Llevaban todo el día en aquel lugar, Sarah le había dicho que estos dos chicos eran auténticos genios. No lo parecían.
Wei, así se llamaba el de pelo más largo, se acercó a Kyro como si pudiera traspasarle con la vista y solo se fijara en la piedra que llevaba engarzada en su nuca.
—Necesitaríamos un neurólogo para saber cómo hace las conexiones con el cerebro, pero sabemos que este biochip tiene dos funciones principales: controlar el almacenamiento de memoria y localizar radiación de pulsos con una codificación especial. Además el propio motor que lleva dentro es un prodigio de la miniaturización.
—Si nuestros abuelos eran capaces de hacer algo así —añadió Pepe, su compañero— no sé qué hacemos nosotros recogiendo migajas.
Se les veía muy asombrados con sus descubrimientos, y según les habían dicho gracias al biochip de Kyro tendrían material para analizar y aprender durante generaciones.
—Oye, Kyro —dijo Wei, que había puesto expresión pensativa—, ¿qué te dijeron exactamente sobre la piedra cuando te la dieron?
—Que guardaría mis recuerdos, y que se los llevaría al llegar al final del viaje. Perderé la memoria para que Varomm no pueda averiguar por dónde he pasado y quién me ha ayudado.
—¿Perderás la memoria? —se sorprendió Sarah—. ¿No recordarás nada de tu viaje?
—No. Es la única manera segura de protegeros.
—Vaya... —murmuró Pepe, impresionado.
—Hum, ya veo —Wei seguía perdido en sus pensamientos.
—¿Qué estás pensando? —le dijo Pepe a su compañero.
Este tardó un poco en contestar. No lo hizo directamente, antes volvió a situarse delante del recuadro luminoso y se puso a mirarlo mientras deslizaba las yemas de los dedos por la superficie de la mesa.
—A ver... Hmmm no, no —decía entre dientes para sí mismo—. Ajá, aquí está. ¿Qué te parece?
Pepe no parecía darse cuenta de lo que quería decirle Wei.
—Sí, el bucle de detección de pulsos. ¿Y qué?
—Con una condición de salida podemos evitar la desconexión del programa.