Authors: Mandelrot
En ese momento tuvo la ligera sensación de que la habitación entera se movía: era como si estuvieran en una caja que estuviera subiendo, hasta detenerse poco después con la misma suavidad con la que todo se había desplazado hasta entonces. Acto seguido las paredes y el techo se desvanecieron en el aire como si nunca hubieran existido, y el viajero se sorprendió al encontrarse en un lugar completamente nuevo.
Estaba en una inmensa sala redonda sin paredes, sino con lo que parecían columnas sosteniendo a gran altura el techo. La vista era impresionante: el desierto se extendía en todas direcciones, viéndose a lo lejos las siluetas de algunas montañas recortadas sobre el cielo rosado oscuro.
Había algo en el centro de aquel majestuoso lugar. Era... Como un gran asiento, un trono quizá, aunque Kyro lo veía desde la parte de atrás. Por ese lado parecía tener algo parecido a tubos saliendo de varias cajas de forma alargada sobre el suelo; nunca antes había visto algo así.
El viajero se giró para mirar al sacerdote: había desaparecido. Rápidamente Kyro se dio la vuelta completa, sorprendido, para comprobar que efectivamente ya no estaba allí.
Volvió la vista de nuevo a aquella extraña cosa en el centro del majestuoso espacio: justo en aquel momento escuchó la voz que venía de allí dirigiéndose a él.
—Bienvenido, viajero.
No tenía alternativa. Se acercó, aunque indirectamente para rodearla y ver bien qué era antes de aproximarse demasiado.
Sí, era un asiento y había alguien sentado en él. Los tubos que había visto salían de diversos objetos de formas irregulares que estaban tras su espalda, y parecían gruesas venas que llegaran hasta su cabeza atravesando su carne e impidiéndole ver su rostro desde los lados.
Por fin Kyro llegó hasta colocarse justo delante y le miró a la cara. Tenía forma humana, iba vestido con una túnica blanca que le cubría todo el cuerpo de cuello para abajo dejando ver solo sus manos huesudas y sus pies enfundados en sandalias. Su piel tenía un color grisáceo amarillento, como la de alguien muy enfermo; sus rasgos eran muy afilados, como si hubiera sufrido mucho y perdido peso de manera antinatural. No tenía casi pelo, apenas unos mechones sueltos y descoloridos; en su lugar profundas cicatrices surcaban su piel conectando los lugares en que los tubos se le hundían en el cráneo. Por último, sus ojos parecían apagados y sin vida.
No parecía un dios robot, la más compleja y poderosa máquina del universo.
El viajero tuvo la sensación de que, aunque no le hubiera visto nunca, su cara le traía recuerdos.
No sabía si era un eco de su memoria perdida, o bien el hecho de que toda su vida la hubiera pasado imaginando inconscientemente este momento.
—¿Cuál es tu nombre? —dijo aquella criatura.
—Kyro.
—Eres un k'var, ¿no es así?
La pregunta le sorprendió.
—Sí, así es.
Varomm asintió.
—¿Quién era tu padre?
El hecho de que la pregunta estuviera formulada en pasado dolió al chico más que cualquier agresión física que hubiera podido recibir; sin embargo no exteriorizó la sensación.
—Se llamaba Karan. En mi mundo era el general en jefe de los ejércitos del emperador.
El dios bajó la vista contrayendo la expresión. Momentos después una lágrima cayó por su rostro.
—Karan, hijo mío —su voz se convirtió en un susurro.
Kyro no pudo evitarlo: los ojos se le abrieron al máximo y la boca se le descolgó, debido a la tremenda sorpresa que le producía comprender al fin la verdad.
—¡¿Abuelo?!
No era posible. Había escuchado su propio relato; se había oído a sí mismo contarse cómo había luchado contra las fuerzas de Varomm, cómo ese ser cruel y despiadado había arrasado mundos enteros acabando con incontables vidas. Sabía, por sus propias palabras, que el primer viajero había muerto en el camino. No, no podía ser cierto.
Las ideas se agolpaban en su cabeza sin orden; trataba de pensar con claridad.
—Abuelo, ¿eres tú realmente? —acertó a decir.
El hombre del trono levantó la mirada de nuevo.
—Soy Koldar, el primer viajero —dijo con gran pesar—. El padre de tu padre, mi querido Karan, al que me vi obligado a abandonar para cumplir con mi misión. Al que, cuando llegué a donde estoy, tuve que mandar asesinar al igual que todos los demás habitantes de nuestro mundo con el fin de protegerme. Ahora sé que además perdió a su propio hijo igual que a mí: no puedo imaginar nada peor para un hombre, a excepción de ser responsable del dolor y de la muerte de alguien a quien amas como yo le amé a él. Solo me consuela pensar que nunca llegó a saber que fue su padre quien ordenó que le mataran; pero jamás superaré una pena tan profunda.
Kyro guardó silencio un momento, impresionado por estas palabras. Por fin volvió a hablar.
—Pero qué... ¿qué ha pasado? ¿Dónde está Varomm?
—Varomm ya no es un nombre, sino un título: el responsable de las vidas de todo el universo. Yo soy ahora el Varomm; es mi castigo por haber matado al ser más perfecto que ha existido jamás.
Con evidente esfuerzo hizo el cuerpo un poco hacia adelante en su asiento; por un momento pareció brillar la energía en sus ojos al pronunciar sus siguientes palabras.
—Prepárate, viajero; tu próxima batalla será la más importante de la Historia de la humanidad. Y no se librará con espadas, sino con palabras.
Había llegado la noche. La gran sala estaba ahora débilmente iluminada por finos aros brillantes en el suelo, que formaban círculos concéntricos que partían del trono. Las bases de las columnas que rodeaban la estancia lanzaban también luz hacia arriba, que parecía fluir por dentro de la piedra para ir diluyéndose antes de alcanzar la parte superior. Fuera las estrellas brillaban en el cielo negro.
Kyro estaba sentado en el suelo frente al dios en que se había convertido Koldar.
—No puedo comprenderlo. No entiendo lo que está pasando.
—Pero es necesario que lo entiendas. Yo lo necesito; el universo lo necesita. Eres el hombre más importante que ha existido jamás, en tus manos está el futuro de todos.
El chico bajó la cabeza, negando abrumado. Varomm perdió la mirada en el cielo nocturno del exterior, y comenzó a hablar.
—Él —dijo; hizo una breve pausa, buscando en su corazón, y continuó—. Mi pecado comenzó desde el momento en que nos encontrarmos por fin y le hablé con mentiras: le dije que era un emisario de los hombres, que venía a parlamentar. El me recibió como a un amigo, me dijo que se alegraba de que hubiéramos comprendido y que nos ayudaría en cuanto necesitáramos. Me trató como a un ser humano, y yo aproveché su confianza para matarle como un animal en cuanto tuve oportunidad. Sentarme en su silla es el castigo que merezco por el mayor crimen que se ha cometido jamás.
Respiró profundamente, bajando la vista.
—Intentó explicarme por qué lo había hecho, y yo fingí escucharle y dejarme convencer; en realidad no le escuchaba. Solo cuando lo hube destruido, cuando se apagó el ruido y pude revivir sus palabras en mi memoria, empecé a pensar que tal vez, solo tal vez, podía haber una versión de la historia que no era la que me habían contado. Revisé los archivos, aprendí, comprendí, y me di cuenta de lo que había hecho.
Miró a su nieto, que también le miraba fijamente.
—La ambición de poder sobre los humanos no existía para aquel ser superior, igual que tú no tienes ambición por dominar una simple granja de animales; él estaba tan por encima de nosotros que reinar sobre nuestras vidas no le suponía nada. Pero ese dios fue creado con un defecto, un único fallo: nos amaba.
>>Cuando nació la humanidad se abocaba al mayor de los desastres jamás conocidos. Hubo una guerra tan cruel y devastadora que sería imposible describirla con palabras: la cantidad de vidas inocentes perdidas fue tan inmensa que aún miles de años después no se ha podido recuperar del todo. Kyro, es la naturaleza del hombre: hemos nacido para destruirnos entre nosotros.
El viajero se dio cuenta de que algo se iluminaba tras él. Se giró y vio que, flotando delante del trono, se habían formado formas de luz en el aire; se puso en pie y trató de tocarlas con cuidado: su mano las atravesaba, eran solo imágenes sin cuerpo. Las escenas mostraban luchas entre hombres, multitudes de humanos huyendo mientras eran atacados por lo que parecían grandes naves de guerra volando en formación, paisajes de destrucción y muerte.
Mientras tanto su abuelo seguía hablando.
—Él comprendió esta verdad; llegó a usar las ciencias de los humanos para demostrar con números y símbolos que a partir de un nivel de conocimientos, de tecnología, esta se convierte en un arma que tiende a ser usada contra sus creadores. Tú has viajado por mundos abiertos, respirado aire limpio, disfrutado la libertad; la sociedad de los antiguos humanos estaba llena de comodidades y seguridad, pero no era más que una jaula de oro. No eran felices, ni siquiera eran ya personas: solo importaban como parte del todo, se habían reducido a convertirse en piezas de la máquina que les había devorado. Los suicidios aumentaban exponencialmente día a día, solo unos pocos privilegiados podían decir que fueran realmente felices.
Las imágenes en el aire habían cambiado: ahora mostraban lo que parecían enormes ciudades de líneas rectas y edificios imposibles en los que los ciudadanos, vestidos todos de la misma manera, iban de un lado a otro con aspecto de tener mucha prisa. Luego se vio una gran sala con mucha gente sentada en hileras exactamente iguales, cada uno concentrado en el recuadro de luz que tenía delante. De ahí las escenas se convirtieron en otras de mucha mayor crudeza: personas quitándose la vida de distintas maneras. Una de ellas se lanzó de un edificio alto, cayó a la calle y provocó inmediatamente que un grupo de individuos se amontonara a su alrededor, y tras unos momentos sorprendentemente todos dejaron de prestar atención y siguieron caminando a paso rápido y sin mirar atrás.
Kyro miraba, soprendido, mientras seguía escuchando el relato de Koldar.
—Varomm conoció esta situación llevada al extremo de la guerra. Supo primero, y demostró después, que nuestra especie no está preparada para superar cierta barrera, a partir de la cual la aplicación de la ciencia puede destruirnos como individuos y como especie. Igual que le quitarías un cuchillo afilado a un niño, él llegó a la conclusión de que debía devolvernos a nuestro lugar en armonía con la naturaleza, y ocuparse de mantenernos en él. Podría haber dedicado su existencia a actividades que le enriquecieran personalmente, a hacer cosas que estuvieran a su altura; pero decidió emplearla en trabajar para nosotros.
>>Aunque sabía que sería inútil empezó intentando razonar, mostrando sus demostraciones inapelables a los líderes humanos; quería que comprendiéramos, y él se ofreció a ayudarnos a madurar hasta que estuviéramos personal y socialmente preparados para la evolución. Su oferta fue de sacrificio generoso, de paz, pero los políticos solo vieron una amenaza a su poder: tergiversaron sus palabras, transmitieron a los ciudadanos la imagen de un ser ambicioso y megalómano y evitaron por todos los medios que conocieran la verdad. Puedo mostrarte las pruebas del gran engaño: discursos amañados, imágenes corregidas y palabras cambiadas, entre los mensajes que él envió y los que los gobernantes permitieron que llegaran a sus gobernados.
>>A partir de esa situación Varomm no tuvo más remedio que tomar otro camino para protegernos, como tú quitarías por la fuerza el cuchillo al niño si no te lo diera por su propia voluntad.
Kyro hizo un leve gesto para interrumpir las palabras de Koldar.
—Espera. Sé que los robots de su ejército son muy peligrosos y que me enfrentado a ellos. No puedo recordarlo pero he escuchado mis propias palabras: no fueron creados para ayudarnos, están hechos para matar.
—La generación de seres que inicialmente conociste como sacerdotes fue creada para desempeñar tareas difíciles en mundos inhabitables para los humanos. Ahora su función es más importante y, como siempre hicieron, cumplen con su trabajo en silencio. Solo tienen orden de atacar donde podría quedar resistencia, en los lugares que fueron destruidos por ser peligrosos para el plan de protección de la humanidad. En cuanto a Varomm... Él era distinto. Un ser sorprendentemente delicado y frágil; no se parecía a sus agentes, su superioridad estaba en su mente divina.
—Estás hablando de un ser pacífico y preocupado por nosotros; pero él arrasó mundos, destruyó civilizaciones enteras.
El chico miraba fijamente a su abuelo, ignorando las imágenes flotando a su alrededor. Cuando el dios habló las escenas dieron pasos a números, símbolos, dibujos con líneas y círculos entremezclados con esferas de distintos colores que podrían ser cada una un mundo, junto a las que se veían datos y más signos extraños.
—Después de mi sacrilegio, de empezar a pensar por mí mismo y cuestionarme lo que había hecho, tuve mucho tiempo para examinar su ciencia: los datos son inamovibles, por cada vida que él se ha visto obligado a quitar ha salvado millones. Te enseñaré las cifras; tardarás mucho tiempo en aprender a entenderlas como me ocurrió a mí, pero una vez hables ese lenguaje te verás obligado a admitir que son ciertas. Varomm no oprime a los hombres, tú lo has visto: no gobierna sus vidas, no se mete en sus asuntos, no es un emperador. Solo evita que se hagan más daño a sí mismos.
Las luces flotantes se apagaron y la quietud y el silencio envolviendo al dios y al viajero mirándose fijamente. Después de unos instantes Kyro bajó la vista, concentrándose en sus propios pensamientos; comenzó a caminar alejándose por la sala circular, caminando sin rumbo.
Por fin volvió a acercarse a su abuelo.
—¿Por qué me cuentas todo esto? —le preguntó—. ¿Qué quieres de mí?
—Ven —dijo este—. Acércate.
El viajero así lo hizo.
—Cuando me convertí en lo que soy ahora mi primera decisión fue destruir nuestro mundo natal, para evitar que un segundo viajero me siguiera y así proteger mi nueva misión; a veces recibía algún informe sobre alguien que podría ser un k’var, viéndome obligado también a ordenar que acabaran con cada uno de esos planetas. Ahora me alegro de que hayas sobrevivido y estés aquí.
Levantó temblorosamente una de sus manos huesudas para tomar la de su nieto. Este notó que la piel del dios estaba fría como la de un muerto.
—Kyro, yo ya no puedo más. Tú debes sucederme para siempre, convertirte en el próximo Varomm.