El viajero (58 page)

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Authors: Mandelrot

BOOK: El viajero
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—Bienvenidos al edificio Shaix —dijo la mujer, o eso le pareció entender—. Le deseamos que tenga un buen día. Si necesita cualquier cosa no dude en consultar con nuestro personal. Gracias...

El viajero se había tranquilizado al darse cuenta de que aquello no era más que una imagen animada como las que había visto en otras ocasiones; pero aún así una vez se hubo desvanecido se quedó mirando al espejo hasta que el marcador junto a él llegó al 50 y las puertas se abrieron.

Entre los pasillos y las habitaciones llenas de mesas y asientos de distintos tipos no había nada de interés, pero al acercarse a los ventanales y mirar al exterior Kyro se encontró ante la sorprendente vista de una ciudad que no tenía fin. Los edificios, algunos tan altos o incluso más que aquel en el que se encontraba, estaban perfectamente alineados y entre ellos las calles que antes le parecieron muy anchas daban la impresión desde allá arriba de ser finas líneas rectas.

Aquella había debido ser una sociedad organizada hasta un punto de perfección que escapaba a su capacidad de entendimiento. No era solo la forma en que todo estaba construido, las calles y los edificios dibujados con absoluta exactitud; el inmenso tamaño de aquel lugar hablaba de una cantidad de personas inimaginable viviendo allí día tras día. Y sin embargo no daba en absoluto la impresión de que sus habitantes hubieran estado apiñados como animales, como ocurría en muchas grandes poblaciones que había conocido en las que el hacinamiento estaba acompañado de todo tipo de problemas y enfermedades; al contrario, todo parecía haber sido calculado para hacer la vida de la gente muy cómoda y agradable. Como si alguien lo hubiera planeado todo pensando en dar a los ciudadanos la mejor existencia posible.

Pero lo que más le llamaba la atención de este mundo era la ausencia de elementos que implicaran violencia. No había barreras ni murallas, y muchas de las puertas eran de cristal o tan frágiles que podían destrozarse de una patada; y tampoco se veían armas colgadas en las paredes o junto a la entrada de las casas, como era habitual en la mayoría de los sitios que había conocido antes. Más allá de su dominio sobre la ciencia y sus tecnologías inimaginables, la manera en que habían conseguido que tanta gente viviera disfrutando de grandes comodidades y sintiéndose seguros al relacionarse con otros era la mayor evidencia de la civilización tan superior que el hombre había sido capaz de alcanzar.

Y al pensar en todo lo que conocía, en tantos y tantos mundos reducidos al salvajismo y a la barbarie, a las luchas y al miedo, le invadió una sensación de profunda injusticia al ver cuánto les habían arrebatado y en qué habían convertido a los humanos.

Estuvo reflexionando unos momentos más, mientras su mirada se perdía a lo lejos en la ciudad infinita. Seguía sin apreciarse ningún movimiento o señal que diera a entender que allí podía haber algo con vida además de él; quizá un día este había sido el hogar de una cultura floreciente y maravillosa, pero hoy no era más que un mundo muerto.

Pasaron varios días en los que nada cambió: a cada calle le seguía otra, a cada edificio le seguía otro. Todo estaba perfectamente limpio y ordenado como si en cualquier momento pudiera aparecer la gente que instantes antes había estado allí. El viajero no se confiaba, recorría aquel mundo a paso rápido pero teniendo cuidado de no cometer imprudencias o colocarse en lugares o situaciones en las que quedara fácilmente expuesto a un ataque; avanzaba concentrado en su misión.

El aire era frío pero Kyro notaba el calor agradable del sol que estaba alto en el cielo. Llevaba toda la mañana caminando y buscaba un lugar para comer un poco, y podría aprovechar también para descansar mientras tanto. Estaba mirando tras las cristaleras que daban al interior de un edificio bajo y abierto por arriba, que parecía un mercado y que podría ser un buen sitio por la facilidad de defenderse o escapar en caso de problemas; se disponía a entrar cuando de repente se quedó petrificado, con los ojos abiertos, escuchando.

Pasos.

Aún estaban lejos, pero se acercaban directamente hacia allí.

Se acercó hasta la puerta y la empujó: abierta. El viajero entró, se parapetó detrás de algo parecido a un mostrador cubierto desde el que podía ver con claridad la calle, y esperó.

El sacerdote pasó justo por delante de la puerta de cristal. Ni siquiera miró hacia el interior, siguió su patrulla sin volver la vista. Instantes después, cuando el sonido de su caminar se atenuaba, el viajero se irguió tras la barrera que le había ocultado.

Estuvo unos momentos pensando qué hacer, hasta que finalmente apoyó las manos sobre el mostrador endureciendo la expresión; tras esto salió directamente a la calle, se quedó mirando en la dirección que había seguido su enemigo, y fue tras él.

Ahí estaba; su figura era imponente, sus pasos perfectamente rítmicos y poderosos. Kyro le seguía a distancia con decisión. Recorrían una calle muy larga, limpia y cuidada como todas las demás, cuando de repente el viajero se detuvo: miró al agente de Varomm alejarse, volvió la vista a un lado hacia la puerta que había junto a él, y sin pensárselo más se dirigió a la entrada y se perdió en el interior. En la fachada del edificio se leía claramente una palabra: POLICÍA.

El robot llegó a la esquina del final de la calle y, sin variar el paso, giró entrando a la siguiente. Solo anduvo unos momentos más, tras los cuales se detuvo bruscamente.

Ante él había un espacio despejado, lo que parecía una amplia plaza rodeada de edificios; esculturas con formas extrañas adornaban el lugar, que tenía también algunos asientos alargados aquí y allá. Justo enfrente de donde estaba se encontraba lo que le había hecho detenerse: enfundado en un traje completamente azul, que le cubría de la cabeza a los pies dejándole libre solo la cara y con la palabra POLICÍA destacando en su pecho, el viajero le miraba fijamente.

El sacerdote avanzó despacio sin que Kyro se moviera en absoluto. Su enemigo sacó su arma y le apuntó con ella: disparó y el viajero notó un empujón mientras lo veía todo amarillo por un breve instante, pero no ocurrió nada más; el traje había absorbido la fuerza del rayo. El sacerdote repitió la acción, pero el resultado no pasó de ahí. Después de esto guardó el arma, y sin más echó a correr hacia adelante.

Era increíblemente rápido, pero Kyro llevaba mucho tiempo preparándose para aquello. Se mantuvo inmóvil hasta el último momento, cuando el robot llegó hasta él y le lanzó el puño contra el rostro: el viajero se agachó con el tiempo justo para que le pasara rozando sobre la cabeza sin llegar a impactarle, y al mismo tiempo golpeó con todas sus fuerzas en el centro del pecho del sacerdote sintiendo la brutal potencia ampliada que salía de su mano para hacer que su oponente se levantara del suelo y saliera despedido por los aires hacia atrás, haciéndole arrastrarse y dar vueltas por el suelo al caer.

—Ahora estamos iguales, monstruo —dijo Kyro comenzando a avanzar.

Jamás había sentido algo así: su fuerza interior, la rabia contenida durante toda su vida, por primera vez estallaba sin control desbordándose desde lo más profundo de su corazón. Quería acabar con su enemigo: no solo vencerle, sino destrozarle completamente. Había una larga espera, mucho sufrimiento, muchos sacrificios, muchas vidas alimentando su poder y luchando con él.

El agente de Varomm se levantó inmediatamente como si no le doliera nada, y volvió a lanzarse con todo su cuerpo contra el viajero. Pero este no le dio oportunidad: saltó hacia un lado esquivándole y se revolvió soltándole un mazazo con el puño en la espalda que lo hundió contra el suelo. Inmediatamente, sin dejarle reaccionar, le dio una tremenda patada en el costado que hizo al sacerdote salir rodando a gran velocidad hasta chocar contra una de las figuras de la plaza, que cayó al suelo destrozándose por el impacto.

Kyro anduvo con paso firme hacia donde yacía su enemigo entre trozos de roca y metal. Tenía la mirada fija, la expresión implacable; no había lugar a la piedad. Empezaba a moverse después del golpe cuando le sujetó por un pie y, tirando de él, le arrastró dos pasos hacia atrás para lanzarle con todas sus fuerzas contra otra estatua cercana, acertándole de lleno y haciendo que se destrozara también. Acto seguido fue de nuevo a por él, sin detenerse ni un momento.

El sacerdote se ponía ya en pie cuando el viajero se le acercó. Estaba a punto de agarrarle de nuevo cuando, de repente, el robot le lanzó con fuerza un gran trozo de piedra que sujetaba en su mano y que había mantenido oculto con el cuerpo. Kyro tuvo los reflejos de bloquearlo con un brazo, pero no pudo evitar lo que sucedió a continuación.

Fue como si se detuviera el tiempo mientras una onda de energía recorría el traje, empezando por el brazo con el que había detenido el proyectil hasta cubrir absolutamente todo su cuerpo.

Sintió el mayor dolor que había sufrido en toda su vida, y por un momento le dio la impresión de que sus huesos se rompían y sus músculos le fallaban. Ni siquiera pudo tomar aire para gritar, no le respondían los pulmones.

Logró enfocar la vista justo para ver el puño del sacerdote acercándose a su rostro. El golpe fue bestial, el dolor le inundó completamente de nuevo mientras era vagamente consciente de que volaba por los aires hasta estrellarse contra algo y hacerlo añicos.

Era como si nada estuviese en su sitio; el viajero hizo todo lo posible por moverse, pero sus miembros no le respondían correctamente. Cuando por fin fue capaz de encontrarlos notó cómo le sujetaban con fuerza de un brazo, levantándole: la imagen de la cara de su enemigo justo ante la suya se fue haciendo más nítida mientras lograba por fin levantar las manos hacia él.

Demasiado tarde.

El rodillazo en el estómago le resonó de nuevo por todo el cuerpo; el dolor le hizo creer que le estaban triturando al mismo tiempo todos y cada uno de los huesos, los músculos, los órganos internos, los pliegues de su piel, los ojos, el vello, las uñas. Todo, absolutamente todo le estalló por dentro. Su mente había dejado de funcionar, pero como un eco lejano le vino el pensamiento de que la muerte debía ser, con mucho, mejor que aquello.

Se sentía caer como un muñeco cuando un nuevo impacto, esta vez en el costado, le lanzó volando de nuevo hasta caer destrozando lo que quiera que hubiera allí. Su cuerpo ya no le pertenecía, sentía como si lo hubiera abandonado saliendo de él y fuera testigo de su propia destrucción desde un lugar lejano. Oyó remotamente los pasos que se acercaban, sintió una mano en su pecho y cómo le levantaban ligeramente, y una nueva explosión de terrible dolor le inundó al sentir un puñetazo en el rostro que hubiera arrancado de cuajo la cabeza a cualquier otro hombre. Otro golpe más, y otro, y otro, y otro, y otro, cada uno ampliando los límites del dolor más allá de lo que habría creído posible con el anterior. Por fin se sintió elevado de nuevo, retorciéndose por el impulso que le había lanzado por los aires una vez más, hasta caer de espaldas contra lo que debía ser una pared que atravesó haciendo un gran agujero y cayendo al suelo al otro lado.

Tiempo.

Necesitaba tiempo para recuperarse, tiempo para volver a pensar: unos instantes al menos.

Cada impacto le destrozaba todo el cuerpo y le quemaba la mente; la única posibilidad de sobrevivir era ganar esos momentos preciosos y a partir de ahí superar como fuera los ecos del dolor. Quizá hubiera sido un error haberse puesto aquel traje que le hacía igualmente vulnerable por todas partes; pero ahora esa era una reflexión inútil. Tenía algo más urgente de lo que ocuparse.

Notó que sus manos recuperaban algo de sensibilidad al mismo tiempo que veía aparecer a su enemigo por el enorme boquete de la pared. Apartó los restos de escombros que le impedían el paso y se acercó a Kyro agachándose para rematarle.

Concentró todo lo que le quedaba de energía, de consciencia, en aquel único movimiento: tan rápido como pudo, tan fuerte como fue capaz, se revolvió golpeando con su puño por sorpresa en la cara del sacerdote. Sintió de nuevo la potencia aumentada del ataque como si saliera de su mano, que hizo que el robot se ladeara completamente y cayera al suelo junto a él.

Tiempo.

Apoyándose con los brazos su oponente se puso de rodillas, mientras el viajero lograba incorporarse a medias también. Sin levantarse del todo se echó encima de Kyro intentando atacarle de nuevo; pero este le bloqueó una mano sujetándosela antes de que le impactara, y lo mismo hizo justo después con la otra. El sacerdote pesaba mucho y se echó hacia adelante para caerle encima, pero el viajero aguantó temblando por el esfuerzo mientras tensaba su mandíbula hasta enseñar los dientes con fiereza.

Comenzó a apretar haciendo palanca sobre las muñecas de su enemigo mientras un grito comenzaba a salirle de dentro; más fuerte, empezaba a doblárselas hacia atrás. El grito crecía, sus brazos temblaban más, el resto de su cuerpo empezaba a hacerlo también. Era ya un alarido de furia, los ojos inyectados en sangre, la cara absolutamente contraída, cuando las dos muñecas del monstruo se quebraron y las manos se doblaron con un crujido en un ángulo imposible hacia atrás.

Tan rápido que fue casi instantáneo Kyro soltó una mano para cerrarla y dar un fuerte puñetazo que estalló en la cara del sacerdote, doblándole la cabeza; repitió lo mismo con la otra girándosela hacia el otro lado, y acto seguido se hizo un poco hacia atrás para recoger las piernas hasta apoyarle los pies en el pecho y empujarle con ellas, levantándolo hasta hacerle caer de espaldas sobre los restos de la pared.

El viajero se puso en pie, mientras el robot también lo intentaba apoyándose sobre sus muñecas. No fue lo suficientemente rápido, y cuando recuperaba la verticalidad Kyro con todas sus fuerzas le lanzó una patada que lo sacó volando de nuevo a la calle. Inmediatamente intentó levantarse de nuevo, pero cuando lo hacía le dio un nuevo golpe en el pecho que volvió a hacerle rodar hacia atrás.

Esta vez le dejó levantarse completamente. Aunque tenía las manos colgando, el sacerdote le lanzó un puñetazo que el viajero esquivó haciéndose a un lado y sujetándole a la vez el brazo. Se lo bajó aprovechando su inercia y le dio un rodillazo en el codo que se lo rompió hacia dentro. Intentó golpearle con la otra muñeca, pero el viajero repitió aún más rápidamente el movimiento partiéndole el otro brazo. El agente de Varomm retrocedió un paso mirándose los miembros rotos, momento en que Kyro dio un salto y le lanzó con toda la fuerza que pudo los dos pies hacia las rodillas del sacerdote. Se escuchó claramente cómo ambas se destrozaban con un ruido metálico antes de caer pesadamente al suelo.

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