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Authors: Andrew Butcher

Tags: #Ciencia ficción, Infantil y juvenil, Intriga

La tierra heredada 1 - Tiempo de cosecha (43 page)

BOOK: La tierra heredada 1 - Tiempo de cosecha
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—Pero podríais haberme dejado —dijo Jessica— ¿no es así, Trav, Mel? Podríais haberos rendido y haberme dejado atrás.

—Me temo que no —dijo Travis—. Te lo dije en tu cumpleaños, Jess: siempre estaré ahí cuando me necesites.

—Y yo —dijo Mel, un poco mosqueada porque Travis se le hubiese adelantado.

Jessica cerró los ojos y asintió.

—Gracias. —Los volvió a abrir—. Y parece que tengo amigos nuevos que conocer. Tilo. Antony. —Sonrió tímidamente a ambos—. Y tengo que ponerme al día. Ha habido cambios, ¿eh, Travis?

—Hay tiempo de sobra, Jess. De momento, tómatelo con calma.

—Pero mamá y papá siguen muertos. —Jessica suspiró profundamente. Le temblaron los hombros—. No volveré a verlos. O a mi casa. Nada puede devolverme mi vida, ¿verdad que no?

—Eso es cierto —dijo Antony—. Por desgracia, es cierto. Pero aquí tenemos la esperanza de una nueva vida. No será la misma que antes de la enfermedad, pero aún puede ser buena y plena. Jessica, durante tu enfermedad, tus amigos hicieron que formases parte de Harrington por mayoría. Espero que ahora que estás bien elijas quedarte con nosotros por tu voluntad, para ayudarnos a llevar a término esta nueva vida.

Y pese a que no podía contener las lágrimas, Jessica Lane sonrió.

—Me encantaría.

* * *

Antony retomó sus responsabilidades más tarde, mientras caminaba con Travis hacia el cementerio a través de los terrenos del colegio. Las nubes se habían despejado y el sol brillaba con intensidad.

—Ahora es el momento —dijo—. Mientras nuestra victoria sobre Rev aún está reciente. Mientras los lazos forjados entre nosotros por la batalla son fuertes. Hemos combatido por aquello en lo que creíamos. Ahora tenemos que traducir nuestros principios en hechos prácticos que mejoren nuestro día a día.

—No debería ser difícil. —Travis asintió en dirección a los patios de juegos: en algún punto durante el asalto de los moteros, los animales se habían asustado y habían atravesado la valla. De todos modos, no se habían alejado mucho y la mayoría estaban siendo reunidos. Ya había chicos reparando sus corrales.

Antony se detuvo y echó la vista atrás hacia Harrington, valorando la situación. Los fuegos ya se habían apagado. La operación de limpieza ya se había puesto en marcha bajo la supervisión de Leo MiIton. Al día siguiente se ocuparían de conseguir nuevos vehículos: con suerte, puede que encontrasen una camioneta o algo similar, capaz de retirar los coches calcinados y el autobús desde el patio interior a un lugar del bosque, que nunca había destacado por su belleza natural.

—Es prioritario que nos hagamos con madera, cristal y piedra —observó el delegado—. Pero reponer vidas es más complicado. Los recursos humanos son lo más valiosos de cualquier organización y en estos momentos estamos con el agua al cuello en ese aspecto.

—Muertes… —dijo Travis mientras retomaban el paso. Ya habían llevado a cabo el recuento final: habían muerto ocho miembros de la comunidad, siete chicos y una chica. Muchos más habían quedado incapacitados por las heridas y Oliver Dalton-Booth dudaba que un chico llegase a sobrevivir, dada la escasez de suministros médicos que padecía Harrington y la falta de práctica y experiencia de aquel aprendiz de médico—. No es que confíe en Rev… De hecho, me gustaría tirarle el mismo autobús que nos arrojó a nosotros… pero no creo que vuelva a atacar. Al menos por una temporada. Y también él tendrá que reagruparse. —Las bajas de los moteros, cuyos cuerpos habían sido abandonados por sus compañeros sobre la tierra de Harrington, duplicaban en número a las de los defensores, mientras que Fresno y su malherido compañero estuvieron encantados, después de recuperar la consciencia, de que les acompañasen hasta la salida del colegio. Fresno no se atrevió a mencionar a Tilo ni una sola vez.

—Puede que haya otros Rev —reflexionó Antony—. Tenemos que asumir que los habrá. Otros retos. Todo aquello que merece la pena defender es susceptible de ser atacado.

—Me encantan esos «pensamientos del día» de Harrington —dijo Travis con una sonrisa.

—La gente solía escribirlos en los pupitres. Podía decirse que eran los grafitis del colegio.

—Estás de broma, ¿no?

—Eres muy sagaz, Travis. —Antony también sonrió, aunque por poco tiempo.

Llegaron a las tumbas. Ya se habían excavado nuevas fosas. Sus ocupantes estaban a la espera de ser trasladados. Antony miró, apesadumbrado, hacia la oscura y húmeda tierra.

—Aquí enterraremos a James Harris. Estaba enamorado de una chica que conoció en Francia el verano pasado. Intentó escribirle cartas en francés porque al parecer no entendía ni una palabra de inglés, pero Ios idiomas extranjeros nunca fueron su fuerte. Solo Dios conoce el contenido de aquellas cartas. Este agujero de aquí al lado está reservado para David Yardley. D. G. J. Yardley, un excelente jugador de criquet. Recuerdo que, en una ocasión, marcó el tanto decisivo con el último lanzamiento del partido. Sus compañeros de equipo lo llevaron a hombros y lo pasearon por el campo como un trofeo. Ahí mismo, donde ahora pastan las vacas. —Antony suspiró—. A sus tumbas, como niños a los que se mete pronto en la cama.

Pero, al volverse hacia su compañero, Antony irradiaba una firme convicción.

—Conozco a la gente que está enterrada aquí, Travis. A nuestras «bajas». Y no puedo traerlos de vuelta, pero no quiero más muertes, no quiero más tumbas. Y el único modo de garantizarlo es crecer, aumentar nuestro número hasta ser tan fuertes que ningún Rev ni ninguna banda de matones se planteen siquiera atacarnos. Necesitamos a más gente. Ahora. No podemos depender solo de las retransmisiones. No podemos depender de que nos encuentren ellos a nosotros: tenemos que encontrarlos a ellos. Tenemos que ser proactivos.

—¿Qué tienes en mente?

—Algo así como un viaje de reclutamiento —dijo Antony—. Empezamos mañana.

* * *

Consultaron los mapas y prepararon el programa. Optaron por eludir las ciudades, independientemente de su tamaño, no solo porque su reducido número limitase sus ambiciones, también para reducir las posibilidades de contraer alguna enfermedad. Su primer viaje en busca de sangre nueva se limitaría a los pueblos circundantes y sería controlada, organizada y sistemática. Harrington se renovaría.

Dado que eran las incorporaciones más recientes y a la vez las más veteranas, Antony propuso que el grupo de Travis liderase aquella «tarea fundamental», como él mismo la definió. Sin embargo, Richie Coker alegó que no quería tener nada que ver con aquella «pérdida de tiempo», como él mismo la definió. Hasta que le hicieron saber que la alternativa era cavar fosas para los aliados fallecidos de Rev: la poco atractiva combinación de cadáveres y extenuante trabajo físico transformaron a Richie, como por arte de magia, en el voluntario más solícito. Jessica podría haberse visto exenta de obligaciones el tiempo que quisiese hasta recuperarse del todo, pero no quiso. Quería unirse a los demás, participar, volver a sentirse viva.

—¿Estás segura? —le preguntó Antony. Y sí, lo estaba. Y le agradeció que se interesase por ella. Antony Clive parecía un chico la mar de majo.

Y así, con una nueva flota de coches y Travis conduciendo, con sumo cuidado, viajaron por los solitarios pueblos en busca de vida. En Otterham, varios niños aparecieron de sus casas guiados por el ruido de los motores como si estos fuesen la melodía del flautista de Hamelín. En la minúscula escuela local de Midvale encontraron a una adolescente que hacía las veces de profesora y madre para tres niños menores de diez años. En Brimely Green convencieron a un par de hermanos para que saliesen de la tienda que estaban preparados para defender con uñas y dientes, pues había pertenecido a sus padres.

No obstante, la búsqueda no fue un éxito absoluto. Algunos jóvenes echaban a correr en cuanto les veían, sin darles la oportunidad de hablar con ellos; en otras ocasiones se les advertía de que se mantuviesen a distancia o hasta recibían amenazas, siempre de pequeños grupos de adolescentes. Pero la mayoría de supervivientes que encontraron, especialmente los niños pequeños, estaban encantados de unirse a ellos, aliviados al recibir la oferta de volver a pertenecer a algún lugar.

La población de Harrington empezó a crecer.

Al tercer día, Tilo le rogó a Travis que se desviasen de la ruta prevista.

—Es por Enebrina, Zorro y la pequeña Sauce, y los demás, los niños que dejé abandonados. Tengo que encontrarlos y arreglar las cosas. Puede que aún sigan en el asentamiento del bosque. Tengo que ir a comprobarlo para asegurarme, Travis.

—Claro que sí. —La cogió de la mano.

—Puedo ir sola si…

—Claro que no. —Y se la estrechó.

—Pero ¿y si no están ahí?

—Lo estarán, Tilo.

Y estaban. Los cinco niños. Más sucios y mocosos que nunca, y más delgados, además, pero gozando de buena salud. No reconocieron ni a Richie ni a Travis como los ocupantes del coche que apedrearon. Recibieron exultantes a Tilo: incluso Enebrina, que ni siquiera mencionó el haberse alejado de ella corriendo en Willowstock el otro día. Tilo también pensó que lo mejor sería dejar correr aquel asunto. Estaba demasiado contenta de volver a abrazar a los niños una vez más y de saber que, en aquella ocasión, tendría la fuerza y el apoyo necesarios para cuidar de ellos.

Guardó parte de aquella gratitud para Travis… la mayor parte, de hecho, expresada en una mirada que jamás arrojó sobre Fresno. Y no solo por haberla llevado al asentamiento.

—Entonces ¿así es como viven los hippies? —Richie arrugó la nariz, asustado—. Bueno, vivían. —Varias de las tiendas de campaña del asentamiento se habían venido abajo desde la marcha de Tilo, aunque no pareció importarles a sus ocupantes—. Por lo que a mí respecta, podéis quedaros con vuestras chorradas ecológicas.

—Trav. —Con una expresión de puro terror, Mel dirigió la atención del chico hacia lo que en el pasado fue una tienda, pero que entonces no era más que un montículo color caqui con la lona rasgada, hecha jirones, como si hubiese sido rasgada por colmillos y garras. La enfermedad no afectaba a los animales del bosque. Y estos tenían que comer.

El rostro de Travis se ensombreció.

—Richie, vuelve al coche y coge las palas. —Junto con las escopetas, era el equipamiento asignado a todo vehículo de Harrington.

—¿Las palas? ¿Para qué?

—Vamos a enterrar a todas las personas que podamos. Por lo menos, vamos a enterrar a la madre de Tilo y a los padres de estos niños. Para que sepan que descansarán en paz. Para que sepan que no los morderán durante la noche.

—Espabila, Naughton. —Richie dudó que Jessica o Simoncete le fuesen a ayudar—. Si quisiese cavar tumbas, me hubiese quedado en el colegio.

—Hazlo. —Travis le lanzó una mirada amenazadora—. O seré yo el que te entierre a ti.

Y entonces, Richie supo que no sería prudente contradecir a Travis Naughton.

—Mira cómo intenta impresionar a la hippie… —murmuró mientras se dirigía a regañadientes a cumplir con el encargo.

Trabajaron por turnos y cavaron una gran fosa, aunque poco profunda, en la que depositaron los cuerpos de Marjal Darroway y los padres de los niños. De vuelta a la tierra. Rodeados por el exuberante bosque. Un lugar de descanso apropiado para los Hijos de la Naturaleza.

—Volveremos más tarde —prometió Travis—, para hacer lo mismo con los demás.

—Travis, no puedo llegar a expresar… —Tilo le sostuvo la mano izquierda entre las suyas—. No puedo llegar a expresar lo mucho que significa para mí. Pero te lo demostraré. Esta mañana me has ayudado y quiero devolverte el favor esta tarde.

—¿Esta tarde?

—Cuando lleguemos a Willowstock.

Después, Travis llevó a cabo el mismo cometido con sus abuelos, tal y como prometió. Cavaron la tumba en el jardín, para que el abuelo y la abuela estuviesen siempre cerca de lo que amaban. Hasta Travis no le encontraría demasiado lejos.

—¿Quieres decir algo, Trav? —le preguntó Mel con tacto en cuanto terminó.

—¿Qué voy a decir? Les quería y ahora han muerto. Todos nosotros hemos perdido mucho. Pero no todo. Aún nos tenemos a nosotros. Aún conservamos nuestras vidas. Supongo que antes tampoco teníamos mucho control sobre ellas: somos jóvenes y eran los adultos los que lo controlaban todo, los que nos decían qué hacer. Los adultos construyeron el pasado, pero el pasado ha concluido. El futuro acaba de empezar y somos nosotros los que lo hemos de construir.

* * *

Antony se encontró con Travis y con Leo Milton en el despacho del director para tratar el primer asunto del viernes por la mañana. A Antony y le gustaba mantener la disciplina cronológica de días y fechas: creía firmemente que el calendario era un símbolo de la ambición de la humanidad por estructurar y organizar el tiempo, cuyo inherente sentido de la progresión era básico a la hora de planificar y llevar a cabo grandes empresas. Si Harrington perdía la cuenta de los días, los meses y finalmente los años, supondría admitir que el futuro no tenía significado y que solo importaba el presente: algo que, como Antony sugirió, significaría que se habían convertido en salvajes. Y aquello era algo que no iba a ocurrir mientras él fuese el delegado. Era viernes, veinticinco de mayo.

—Me temo que tengo malas noticias, Travis —confesó Antony—, pero también buenas.

—¿Cuáles son las malas?

—Vamos a tener que interrumpir nuestros viajes de reclutamiento.

—¿Qué? ¿Por qué? —Travis miró a Antony y a su asistente—. Hasta ahora han tenido éxito, ¿no?

—Demasiado, me temo, como Leo me ha hecho saber.

Leo. ¿Era una sonrisa aquello que apenas se esbozaba en los labios del pecoso? Travis recordó haber percibido cierto tonillo condescendiente por parte del muchacho la primera vez que llegaron a Harrington.

—¿En qué sentido, eso de demasiado?

—En líneas generales, comparto la intención de Clive de animar a todo individuo a unírsenos… y estás haciendo un trabajo espléndido en ese aspecto, Naughton. —¿Por qué insistía Leo en aquella inútil formalidad de llamar a la gente por su apellido—. Sin embargo, cada vez tenemos más bocas que alimentar y, dado nuestro actual suministro de comida, si seguimos aumentando nuestra población, no daremos abasto. No nos sería en absoluto beneficioso que Harrington pasase hambre.

—Eso está claro —admitió Travis a regañadientes. Había algo en la actitud de Leo Milton que le irritaba. Menos mal que Richie no se encontraba allí—. ¿Y no podríamos subir la producción?

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