Read La tierra heredada 1 - Tiempo de cosecha Online
Authors: Andrew Butcher
Tags: #Ciencia ficción, Infantil y juvenil, Intriga
—Mis padres vivían en Sudamérica. Mi padre trabajaba en la embajada en Buenos Aires; me llamaron por teléfono el lunes para pedirme que me quedase en Harrington hasta que pudiesen coger un vuelo hasta aquí. Supongo que nunca sabré si lo consiguieron o no. Nunca vinieron. No he vuelto a tener noticias de ellos y la verdad… no creo que las reciba jamás.
—Lo siento, Antony —dijo Mel, avergonzada.
—Todos lo sentimos —añadió Travis. Y, por una vez, hasta Richie pareció mostrar una brizna de compasión.
—Gracias, valoro mucho la… bueno, gracias. En cuanto a los profesores, un puñado de ellos, entre los que se incluía el propio director Stuart, decidió quedarse. Nos ayudaron a organizarnos, a prepararnos para la vida después de la enfermedad. Incluso mientras morían uno tras otro, solo pensaron en nosotros. La última vez que hable con el director Stuart me dijo: «Harrington no es un colegio, sino un ideal, una aspiración, la promesa de un modo de vida más lustrada y civilizada. »Defiende ese ideal. No dejes que se pierda jamás, se fuel a esos valores que Harrington ha cultivado en ti y extiéndelos a los demás.» Y como delegado, ese es mi objetico. Es lo que he jurado hacer. — Los ojos verdes de Antony se volvieron, hacia la ventana—. Ahora, el director Stuart yace entre sus compañeros, pero siempre será recordado.
—Entonces, Antony, tu nueva comunidad… —dijo Simon—, ¿va a ser una especie de colegio? —No estaba seguro de si le gustaba aquella idea. Para Simon, el colegio no estaba compuesto por profesores y estudiantes, sino por matones y victimas. No quería regresar a aquella situación.
—No exactamente —dijo Antony con apenas una sonrisa—. Aunque, como es obvio, la educación será un factor fundamental: debemos aprender del pasado para afrontar el futuro. Pero no, lo que tengo en mente es establecer una comunidad cimentada sobre los valores tradicionales ingleses, los principios sobre los que se erigió Harrington: la verdad, el honor, la decencia, la integridad, el comedimiento, la generosidad, el juego limpio. Que los fuertes cuiden de los débiles. Valores cristianos.
—¿En serio? —Eta evidente que las reservas de la compasión de Richie hacia el chico y su pérdida se habían agotado—. Todo eso me suena de un remilgado que tira de espaldas, chaval.
—Soy consciente de que en buena parte del país ciertos valores han caído en descredito —apunta Antony con aspereza—. Pero la sociedad que se jactaba de haber superado los valores y la moral tradicional de ha venido abajo. Ahora vivimos en un nuevo mundo. Tenemos la oportunidad de hacer de él un lugar mejor.
—No me opongo a algo así, Antony —dijo Travis—, pero no va a ser fácil. Nos hemos topado con un montón de gente (los moteros que nos perseguían, para empezar) que no está dispuesta a regirse por la decencia y el juego limpio. Que solo se interesa por los débiles para intimidarlos y explotarlos. Esa gente era en Harrington una amenaza. Y ala combatirán.
Antony asintió, con gesto convencido.
—Lo sé. Tienes razón. Pero el lema de la escuela es «Evita el camino fácil». Cuesta conseguir aquello que es realmente valioso. Y, como creo haber explicado con anterioridad, somos más que capaces de ofrecer una solida resistencia.
—Quieres decir que podéis matar gente —dijo Richie, sin rodeos.
—Sí, de ser necesario. Y no me disculpo por ello. El tiro con arco era una de las actividades optativas de Harrington y lo aprendimos bien. Muchos estudiantes de Harrington han cazado con arco con sus padres…
—¿Disparando a faisanes o a campesinos?
—… y nos hemos hecho con varias armas de las granjas cercanas. Puede que los salvajes y los motoristas nos vean como enemigos, cosa que no me importa, pero en ningún caso seremos una presa fácil.
—¿Qué vais a hacer con los moteros que… de los que nos salvasteis? —pregunto Tilo.
—Leo está organizando el funeral —dijo Antony—. Leo Milton, el chivo pelirrojo con pecas, es mi asistente como delegado. Creo que ya lo conocéis.
—Claro —dijo Travis—. Pero es un poco joven para ser tu asistente, ¿no?
—Otro de nuestros lemas es que nadie es demasiado joven como para asumir responsabilidades —dijo Antony—. Pero ya he hablado demasiado. Vosotros ya sabéis bastante acerca de Harrington, mientras que yo apenas se nada de vosotros seis. ¿De dónde sois? ¿Cómo llegasteis hasta aquí?
Travis detallo a Antony todas las vivencias del grupo de Wayvale mientras el chico rubio escuchaba con toda atención. Pareció particularmente interesado en Bufón y en su forma de pensar.
—Por detestable que suene, tiene parte de razón, por supuesto. Puede que la dura experiencia de vivir en las calles proporcione ciertas ventajas en las presentes circunstancias, en las que hay que luchar por sobrevivir, pero dichas ventajas no son exclusivas de los desamparados. Los estudiantes de Harrington, entre los que me incluyo, hemos aprendido a ser independientes y autosuficientes en nuestro día a día. Hemos vivido sin nuestros padres, sin nuestras familias. Es un modo de vida duro. Estamos tan capacitados para ejercer el liderazgo en un mundo tras la enfermedad tomo Bufón y tenemos motivos más elevados por los que asumirlo. Una sociedad que refleje los valores de Harrington será un lugar mejor en el que vivir que el modelo propuesto por Bufón. —Miro a los recién llegados—. ¿No estáis de acuerdo? ¿Travis? ¿Mel? ¿Simon?
—Dicho así, es difícil no estar de acuerdo —reconoció Travis.
—Entonces quedaos con nosotros. Ayudadnos a convertir ese ideal en realidad. Os necesitamos a gente como vosotros… yo… —La voz de Antony estuvo a punto de quebrarse—. Antes habéis advertido que Leo Milton es demasiado joven para ser el asistente del delegado. Puede que no os hayáis dado cuenta, pero yo mismo soy un año más joven de lo requerido para el puesto. Tengo quince a los, cuando el delegado. Puede que no os hayáis dado cuenta, pero yo mismo soy un año más joven de lo requerido para el puesto. Tengo quince años, cuando el delegado suele elegirse entre los alumnos de dieciséis.
—Bla, bla, nadie es demasiado joven, bla, bla, para asumir la responsabilidad… —apuntó Richie.
—Colin Matheson era nuestro verdadero delegado, elegido según el procedimiento —confeso Antony—. Pero sus padres vinieron a recogerlo el fin de semana pasado. Una de las últimas acciones del director Stuart fue nombrarme sustituto de Matheson. Llevo…. Llevo menos de una semana desempeñando el cargo.
—Pues no se nota en absoluto Antony —dijo Mel, intentando darle ánimos.
—Y… bueno, se en lo que creo. Se los principios que Harrington ha de defender. Pero tengo que aceptar que nosotros, los estudiantes de Harrington, hemos llevado unas vidas privilegiadas. Yo no he vivido las mismas experiencias que vosotros, no poseo vuestro conocimiento de lo que está sucediendo en el mundo exterior. Valor y conocimiento. Podéis proporcionar a nuestra comunidad algo de lo que carecemos. Tenéis que ayudarnos. Os lo ruego. Por favor. Os pido que os quedéis.
Travis concluyo que aquel era el momento decisivo.
—¿Podemos… discutirlo entre nosotros, Antony?
—Por supuesto. Por supuesto. Estaré fuera. Cuando hayáis tomado una decisión… hacédmela saber.
—Bueno —dijo Travis cuando la pesada puerta de la estancia se cerró tras Antony Clive—> es así de sencillo: ¿pasamos a formar parir de la comunidad de Harrington o no?
—¿Tú qué crees, Travis? —le preguntó Tilo, precavida.
—¿Y tienes que preguntarlo? —dijo Richie a la vez que soltaba una carcajada—. Naughton ya le tiene el ojo echado a ese puesto de asistente del delegado… ¿o no se nota?
—¿Es eso cierto, Travis? —le preguntó Simon, preocupado.
—A lo único a lo que le tengo echado el ojo es a tomar las decisiones que más nos beneficien —dijo Travis mientras miraba a Richie.
—¿Entonces…? —continuó Tilo.
—Entonces… —Travis era consciente de que, cuando su padre le dijo que a menos que los hombres buenos estuviesen dispuestos a defender lo correcto los hombres malos se saldrían con la suya, se refería a que eran los individuos quienes debían tomar esa decisión. «Nadie es demasiado joven para asumir la responsabilidad.» Pero aquella máxima también se aplicaba a grupos. Las nuevas comunidades deberían ser fuertes para resistir frente a los Bufón y los Rev del mundo. Su padre había sido codo con codo con sus compañeros por un bien superior. Había sido agente de policía, parte de una organización mayor que él que la proporcionaba ayuda y apoyo. En ocasiones, hacía falta algo más que un individuo para marcar la diferencia—. Entonces —dijo Travis—, creo que lo mejor es que nos unamos a Harrington.
—¿Qué os decía? —bufó Richie.
—Yo también —dijo Mel—. Vale, creo que Antony es un poco lelo pero al menos es un lelo con buenas intenciones y no se le puede culpar por ser el resultado de su condición social. Y sí, vale, puede ser un poco «o sea, como superpijo», un poco estirado, pero han montado un sitio muy chulo aquí: tienen un edificio grande, gente y un objetivo. Y además, puede que sea una coincidencia o puede que no, pero desde que estamos aquí, Jessica ha dado señales de mejoría. Así que, en mi opinión, deberíamos quedarnos.
—Estoy de acuerdo —dijo Simon. Le gustaba aquel lugar. No era como el colegio de Wayvale: era un colegio en el que no se aceptarían maneras como las de Richie Coker. Si Simon tenía suerte, cabía la posibilidad de que su Némesis se largase por su propia voluntad, o que Antony Clive le enseñase dónde estaba la puerta. Aquella perspectiva estuvo a punto de arrancarle una sonrisa—. Cuantos más seamos, más seguros estaremos.
—Yo me alegro de ser parte de un grupo —dijo Tilo—. Pero solo puedes sentirte integrado si compartes algo con ese grupo. Y por lo que a mí respecta, no estoy segura de que sea así.
Esta es la clase de lugar que los Hijos de la Naturaleza despreciaban. Lo hubiesen llamado reaccionario, conformista, elitista. Mi madre se hubiese muerto antes de mandarme a… bueno, ya os hacéis a la idea. Aunque tampoco es que encajase muy bien con los Hijos de la Naturaleza. —Miró a Travis—. No sé si confío en Antony, Travis, pero en ti sí que confío. Si quieres unirte a Harrington, yo también lo haré.
—Gracias, Tilo —dijo Travis.
—Oh, qué bonito es todo. Da ganas de devolver. —Richie, que no paraba de caminar sin rumbo por la estancia, fingió vomitar—. Bueno, yo creo que sería una locura de las gordas quedarse aquí. Creo que estos payasos de clase alta no tienen ni idea de qué están haciendo, la verdad. Han crecido entre mantitas y se piensan que la vida no es más que un juego, que la supervivencia consiste en… jugar limpio. Seguir las normas. Menuda gilipollez. Ya no hay normas. Ya no hay nadie capaz de imponerlas. No va a dejar de llegar gente como Bufón y Rev, gente que va a venir aquí por las malas, van a arrasar con todo y van a quemar el precioso colegio Harrington de Clive hasta que no queden más que cenizas, como hicieron Joe Drake y sus colegas con el colegio de Wayvale. Y si no nos andamos con ojo, estaremos dentro cuando arda.
—Estoy segura de que si eso ocurre, tú ya estarás muy lejos —dijo Mel, burlona.
—No te creas mejor que yo, Morticia. Vale, yo quiero salvar el pellejo, ¿y vosotros no, por muy feo que sea? Tenéis más posibilidades de sobrevivir si no llamáis la atención, decís que sí al que esté al mando y no os jugáis la vida por algo tan inútil como los principios. ¿Sabéis lo que son los mártires? Porque yo sí. Sí, vale, presté atención a una clase de cultura religiosa. Mártires. Son cadáveres que la gente recuerda emocionada de vez en cuando para luego olvidarse de ellos y seguir con sus vidas. Y francamente, este lugar apesta a mártires.
—¿Estás dando rodeos para decir que te marchas, Richie? — dijo Travis.
«Por favor, por favor, por favor», rezaba Simon.
—¿Y adonde iría? —Richie se detuvo y miró por la ventana. Empezaba a oscurecer—. ¿A Wayvale, quizá?
—Ahí no puedes volver, Richie —dijo Travis, sin dejar de pensar en el sueño de su padre—. Tienes que seguir adelante. O te perderás.
—Naughton —dijo Richie mientras negaba con la cabeza con incredulidad—. Vives en un mundo de fantasía. Pero todavía no te vas a librar de mí. Me quedaré… hasta que reciba una oferta mejor. Además, ¿cómo iba a abandonar a mi viejo amigo Simoncete?
Simon encajó la arrogante sonrisa del matón con un valor que no hubiese podido reunir hace una semana. La palabra clave era «todavía» No se librarían de Coker «todavía». Pero lo harían pronto. Tenía que ser pronto. Simon encontraría el modo.
Travis llamó a Antony para que volviese a la estancia.
—Recuérdame cuántas personas viven aquí dentro.
—Cuarenta y dos —dijo el delegado.
—Ahora son cuarenta y ocho —Je corrigió Travis.
* * *
El día siguiente era domingo, lo que en Harrington significaba la celebración de un servicio matutino en la capilla, una lectura de la Biblia y el canto de un himno extraído del libro del colegio: el padrenuestro. Se esperaba que todo el mundo asistiese, a excepción de quienes se encontraban en el turno de guardia, y todos concurrieron salvo Richie, que declaró con desdén que no había entrado en una iglesia en toda su vida y que no tenía intención de empezar a hacerlo entonces.
Tras un breve servicio, Antony se llevó consigo a Travis a un rincón para hablar. Quería enseñarle algo, algo que habían encontrado mientras buscaban suministros en una granja cercana, algo que los miembros del colegio Harrington no podían explicar. Quizá los recién llegados si pudiesen. Travis aceptó liderar una expedición inmediatamente, aunque Mel declinó la oferta de unirse a los chicos, optando por llevar a Jessica a dar un paseo por el recinto. Sin embargo, Tilo estaba encantada de ir con Travis y aceptó por ese preciso motivo, más que por el interés que pudiesen despertarle la naturaleza o el misterioso objeto que Antony se… negaba a describir de antemano. Simon también se unió al grupo, por motivos que decidió guardarse para sí. No hubo forma de encontrar a Richie.
Después de dejar a Leo Milton al mando, el pequeño grupo se puso en marcha, acompañado por dos arqueros y un tercer chico armado con un fusil. Escogieron dos vehículos de los muchos que tenían aparcados en el patio: Antony, Travis, Tilo y el fusilero eligieron un robusto Nissan, mientras que Simon y los arqueros optaron por un Renault.
Lo más seguro es que no necesitasen hacer uso del armamento, ya que durante su corto viaje hasta su destino no vieron ni vehículos ni personas, ningún signo de vida humana.