Los robots del amanecer (6 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

BOOK: Los robots del amanecer
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—El castigo de un asesino es el sondeo psíquico, compañero Elijah, seguido por la construcción de una nueva personalidad. Lo que ha cometido el delito es la estructura personal de la mente, no la vida del cuerpo.

—¿Y cuál es el castigo en Aurora por poner un fin violento al funcionamiento de un robot?

—No lo sé, compañero Elijah. Que yo sepa, dicho incidente no ha sucedido jamás en Aurora.

—Sospecho que el castigo no sería un sondeo psíquico —dijo Baley—. ¿Qué te parece «roboticidio»?

—¿Roboticidio?

—Como término usado para describir el asesinato de un robot.

Daneel objetó:

—Pero ¿qué hay del verbo derivado del nombre, compañero Elijah? Nunca se dice «homicidar» y, por lo tanto, no sería correcto decir «roboticidar».

—Tienes razón. Habría que decir «asesinar» en ambos casos.

—Pero asesinar se aplica específicamente a los seres humanos. No se asesina a un animal, por ejemplo. Baley dijo:

—Cierto. Y ni siquiera se asesina a un ser humano por accidente, sino sólo por un propósito deliberado. El término más general es «matar». Se aplica tanto a la muerte accidental como al asesinato deliberado, y se aplica tanto a los animales como a los seres humanos. Lo que es más, una enfermedad puede matar un árbol. Así pues, ¿por qué no se puede matar a un robot, eh, Daneel?

—Los seres humanos y los animales y las plantas, compañero Elijah, son cosas vivas —arguyó Daneel—. Un robot es un artefacto humano, al igual que esta pantalla. Un artefacto se «destruye», «estropea», «rompe», y así sucesivamente. Nunca se «mata».

—De todos modos, Daneel, yo emplearé ese término. A Jander Panell le mataron.

Daneel preguntó:

—¿Por qué una diferencia en las palabras va a suponer una diferencia en la cosa descrita?

—Aunque a la rosa le diéramos otro nombre, olería igualmente bien. ¿Es eso, Daneel?

Daneel hizo una pausa, y luego respondió:

—No estoy seguro de lo que significa el olor de una rosa, pero si la rosa de la Tierra es la flor común que se llama rosa en Aurora, y si por olor te refieres a una propiedad que puede ser detectada, percibida o calibrada por los seres humanos, es indudable que el hecho de designar a una rosa por otra combinación de sonidos, conservando todo lo demás igual, no afectaría al olor ni a ninguna otra de sus propiedades intrínsecas.

—Cierto. Y sin embargo, un cambio de nombre da lugar a un cambio de percepción en lo que a los seres humanos se refiere.

—No entiendo por qué, compañero Elijah.

—Porque los seres humanos somos ilógicos con frecuencia. No es una característica admirable.

Baley se arrellanó en la butaca y jugueteó con la pantalla, sumiéndose por unos minutos en sus propios pensamientos. La discusión con Daneel era útil en sí misma, pues mientras Baley jugaba con las palabras, conseguía olvidar que estaba en el espacio, que la nave seguía avanzando hacia un punto lo bastante alejado de los centros de masa del Sistema Solar para realizar el salto a través del hiperespacio, y que pronto estaría a varios millones de kilómetros de la Tierra y, no mucho después, a varios años luz.

Aún más importante, había conclusiones positivas que extraer. Estaba claro que las afirmaciones de Daneel acerca de que los auroranos no hacían distinción entre robots y seres humanos era engañosa. Los auroranos podían eliminar la inicial «R.», el empleo de la palabra «muchacho» como forma de interpelación, y el uso del género neutro en relación a los robots, pero por la resistencia de Daneel a utilizar la misma palabra para el fin violento de un robot y un ser humano (una resistencia inherente a su programación que, a su vez, era la consecuencia natural de las teorías auroranas sobre cómo debía comportarse Daneel) había que deducir que eran cambios meramente superficiales. En esencia, los auroranos se mostraban tan firmes como los terrícolas en su creencia de que los robots eran máquinas infinitamente inferiores a los seres humanos.

Eso significaba que su formidable tarea de encontrar una solución satisfactoria a la crisis (en el caso de que fuera posible) no se vería entorpecida por aquella particularidad determinada de la sociedad aurorana.

Baley se preguntó si debería interrogar a Giskard, a fin de confirmar las conclusiones que había sacado de su conversación con Daneel y, sin apenas vacilar, decidió no hacerlo. La mente simple y poco sutil de Giskard no le resultaría de nin-guna utilidad. Contestaría «Sí, señor» y «No, señor» a todas sus preguntas. Sería como interrogar a una cinta magnetofónica.

Así pues, decidió continuar con Daneel, que al menos era capaz de responder con algo semejante a la sutileza. Dijo:

—Daneel, consideremos el caso de Jander Panell que, por lo que me has dicho hasta ahora, parece ser el primer caso de roboticidio en la historia de Aurora. Deduzco que se desconoce la identidad del ser humano responsable, el asesino.

—Si suponemos que el responsable fue un ser humano —dijo Daneel—, su identidad es desconocida. En eso tienes razón, compañero Elijah.

—¿Qué hay del motivo? ¿Por qué mataron a Jander Panell?

—Eso también se desconoce.

—Pero Jander Panell era un robot humaniforme, un robot como tú, no como R. Gis... como Giskard, por ejemplo.

—Así es. Jander era un robot humaniforme como yo.

—Entonces, ¿no podría ser que no se tratara de un caso de roboticidio?

—No te comprendo, compañero Elijah.

Baley dijo, con algo de impaciencia:

—¿No es posible que el asesino pensara que ese tal Jander era un ser humano, que la intención fuese homicidio, no roboticidio?

Lentamente, Daneel meneó la cabeza.

—Los robots humaniformes tienen el mismo aspecto que los seres humanos, compañero Elijah, hasta el vello y los poros de la piel. Nuestras voces son muy naturales, podemos realizar la función de comer y cosas así. Sin embargo, existen notables diferencias en nuestro comportamiento. Es posible que dichas diferencias vayan reduciéndose con el tiempo y el avance de la técnica, pero por el momento hay muchas. Tú, y otros terrícolas no habituados a los robots humaniformes, podéis no advertir fácilmente esas diferencias, pero los auroranos las advierten. Ningún aurorano tomaría a Jander, o a mí, por un ser humano, ni por un momento.

—¿Podría algún espacial, uno que no fuese aurorano, cometer esa equivocación?

Daneel titubeó.

—No lo creo. No hablo por observación personal o por conocimiento programado directo, pero sí tengo la programación para saber que todos los mundos espaciales están tan familiarizados con los robots como Aurora, algunos, como Solaria, incluso más, y, por lo tanto, deduzco que ningún espacial dejaría de ver la distinción entre un humano y un robot.

—¿Hay robots humaniformes en los demás mundos espaciales?

—No, compañero Elijah, hasta ahora sólo existen en Aurora.

—Entonces, los otros espaciales no están demasiado familiarizados con los robots humaniformes y pueden muy bien pasar por alto las distinciones y tomarlos por seres humanos.

—No soy de esa opinión. Incluso los robots humaniformes se comportan de un modo robótico en ciertos aspectos determinados que cualquier espacial reconocería.

—Pero sin duda hay espaciales que no son tan inteligentes como la mayoría, ni tan experimentados, ni tan maduros. Hay niños espaciales, en el peor de los casos, a los que la distinción les pasaría por alto.

—Es seguro, compañero Elijah, que el... roboticidio... no fue cometido por alguien sin inteligencia, sin experiencia o joven. Completamente seguro.

—Estamos haciendo eliminaciones. Magnífico. Si ningún espacial dejaría de advertir la distinción, ¿qué hay de un terrícola? ¿Es posible que...?

—Compañero Elijah, cuando tú llegues a Aurora, serás el primer terrícola que ponga los pies en el planeta desde el fin del período de colonización original. Todos los auroranos que están vivos en la actualidad nacieron en Aurora o, en muy pocos casos, en otros mundos espaciales.

"—El primer terrícola —musitó Baley—. Me siento muy honrado. ¿Podría un terrícola encontrarse en Aurora sin que los auroranos lo supiesen?

—¡No! —dijo Daneel con sencilla seguridad.

—Tus conocimientos, Daneel, pueden no ser absolutos.

—¡No! —repitió Daneel, en un tono idéntico al primero.

—Así pues, llegamos a la conclusión —dijo Baley encogiéndose de hombros— de que el roboticidio pretendió ser un roboticidio y nada más.

—Esa fue la conclusión desde el principio.

Baley dijo:

—Los auroranos que llegaron a esa conclusión en un principio disponían de toda la información necesaria. Yo la estoy recibiendo ahora por primera vez.

—Mi observación, compañero Elijah, no encerraba ninguna intención peyorativa. Jamás se me ocurriría menospreciar tus habilidades.

—Gracias, Daneel. Sé qué no había ningún desprecio intencionado en tu observación. Hace un momento has dicho que el roboticidio no fue cometido por nadie sin inteligencia, sin experiencia o joven, y que eso es completamente seguro. Consideremos tu observación...

Baley sabía que estaba tomando el camino más largo. Tenía que hacerlo. Considerando su ignorancia sobre las costumbres auroranas y su línea de pensamiento, no podía permitirse el lujo de hacer suposiciones y saltarse pasos. Si estuviera tratando con un ser humano inteligente, esa persona podría impacientarse y proporcionar información... y considerar a Baley como un idiota. Sin embargo Daneel, como robot, seguiría a Baley por el sinuoso camino con absoluta paciencia.

Ese era un tipo de conducta que delataba a Daneel como robot, por muy humaniforme que pudiera ser. Un aurorano sería capaz de identificarlo como un robot por una sola respuesta a una sola pregunta. Daneel estaba en lo cierto respec-to a las sutiles distinciones.

Baley dijo:

—Podríamos eliminar a los niños, así como a la mayoría de las mujeres y a muchos hombres, suponiendo que el método del roboticidio implicara una gran fuerza; por ejemplo, si la cabeza de Jander hubiera sido aplastada con un golpe violento o que su pecho hubiera sido hundido. Me imagino que eso no resultaría fácil para un ser humano que no fuese particularmente grande y fuerte. —Por lo que Demachek le había dicho en la Tierra, Baley sabia que la forma de roboticidio no había sido ésta, pero ¿cómo podía estar seguro de que la misma Demachek no había sido mal informada?

Daneel dijo:

—Nada de esto seria posible para ningún ser humano.

—¿Por qué no?

—Indudablemente, compañero Eiijah, sabrás que el esqueleto robótico es de naturaleza metálica y mucho más fuerte que los huesos humanos. Nuestros movimientos son más eficaces, más rápidos y más controlados. La Tercera Ley de la robótica dice: «Un robot debe proteger su propia existencia». La agresión de un ser humano sería repelida fácilmente. Incluso el más fuerte de los seres humanos sería inmovilizado. Por otra parte, no es probable que un robot esté desprevenido hasta ese punto. Siempre estamos pendientes de los seres humanos. De lo contrario no podríamos cumplir nuestras funciones.

Baley replicó:

—Vamos, Daneel. La Tercera Ley dice: «Un robot debe proteger su propia existencia, mientras dicha protección no contravenga la Primera o Segunda Ley». La Segunda Ley declara: «Un robot debe obedecer las órdenes de los seres humanos, excepto cuando esas órdenes contravengan la Primera Ley». Y la Primera Ley dice: «Un robot no debe dañar a un ser humano o, por medio de la inacción, permitir que un ser humano sea dañado». Un ser humano podría ordenar a un robot que se destruyera a sí mismo... y entonces el robot usaría su propia fuerza para aplastarse el cráneo. Y si un ser humano atacara a un robot, el robot no podría repeler el ataque sin dañar al ser humano, con lo cual violaría la Primera Ley. Daneel dijo:

—Supongo que estás pensando en los robots de la Tierra. En Aurora, o en cualquiera de los mundos espaciales, los robots están mejor considerados que en la Tierra y, en general, son más complejos, versátiles y valiosos. En los mundos espaciales la Tercera Ley tiene mucha más fuerza que la Segunda Ley, a diferencia de lo que ocurre en la Tierra. Cualquier orden de autodestrucción sería cuestionada y tendría que haber un motivo realmente válido para que fuese obedecida; un peligro claro e inmediato. Y el hecho de repeler un ataque no violaría la Primera Ley, pues los robots auroranos son lo bastante hábiles para inmovilizar a un ser humano sin dañarle.

—No obstante, supongamos que un ser humano mantuviera que, salvo si un robot se destruyera a sí mismo, él, el ser humano, sería destruido. ¿No se destruiría el robot en ese caso?

—Un robot aurorano cuestionaría una simple aseveración como ésa. Tendría que haber clara evidencia de la posible destrucción del ser humano.

—¿No podría un ser humano enfocar la cuestión de un modo lo bastante sutil como para convencer a un robot de que ese ser humano estaba verdaderamente en peligro? ¿Es el ingenio que se requeriría lo que te hace eliminar a los que carecen de inteligencia, de experiencia y a los jóvenes?

Y Daneel contestó:

—No, compañero Elijah, no es eso.

—¿Hay algún error en mi razonamiento?

—Ninguno.

—Entonces el error debe de estar en mi deducción de que fue dañado físicamente. Por lo tanto, no fue dañado físicamente. ¿Es así?

—Sí, compañero Elijah.

(Eso significaba que la información de Demachek era correcta, pensó Baley.)

—En ese caso, Daneel, Jander fue dañado mentalmente. ¡Un robloqueo! ¡Total e irreversible!

—¿Un robloqueo?

—Es la abreviatura de bloqueo robótico, la interrupción definitiva de los mecanismos positrónicos.

—En Aurora no utilizamos la palabra «robloqueo», compañero Elijah.

—¿Qué decís?

—Decimos «bloqueo mental».

—Bueno, ambos términos describen el mismo fenómeno.

—Sería conveniente, compañero Elijah, que utilizaras nuestra expresión o los auroranos con los que hables no te entenderán; eso podría dificultar la conversación. Hace un rato has manifestado que el empleo de distintas palabras supone una diferencia.

—Muy bien. Diré «bloqueo mental». ¿Podría eso ocurrir espontáneamente?

—Sí, pero, según los roboticistas, las posibilidades son infinitesimalmente pequeñas. Como robot humaniforme, puedo afirmar que yo mismo nunca he experimentado ningún efecto que se aproxime siquiera al bloqueo mental.

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