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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Por unos demonios más (65 page)

BOOK: Por unos demonios más
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—No está a la venta —dije antes de que me interrumpiese nadie más y luego me dirigí a Piscary—. Piscary, tú quieres verme muerta por razones obvias —añadí—, y probablemente ahora Trent también.

—No te olvides de mí, cariño —dijo Al dándole la espalda al espejo—. Yo solo te quiero durante una hora. Una hora y todo esto acabará.

Jenks agitó las alas a modo de advertencia y yo me tranquilicé a mí misma.

—No —dije, aunque me estaba empezando a doler el estómago. Una hora con él sería una eternidad.

El señor Ray se zafó de la mano de la señora Sarong.

—Dámelo a mí o te perseguiré como un animal y lo cogeré yo mismo. —Luego el hombre dio un respingo y la sonrisa de la señora Sarong me hizo especular sobre lo que le había hecho por debajo de la mesa. Del techo cayó polvo dorado de pixie que cubrió temporalmente al lobo con un haz de luz y el señor Ray miró hacia arriba sorprendido, ya que se había olvidado de Jenks.

Me pregunté si tendría picores y sonreí.

—Sí —dije con sequedad—. Por eso estoy hablando con Piscary y no con usted.

Hubo un silencio repentino y el señor Ray se puso de pie de un brinco.

—¡No! —gritó con su cara redonda encendida—. Serás perra. No puedes dárselo a ese no muerto cabr…

—Cierra la boca —dijo Quen—. Escucha antes de llamar a filas a tu ejército, no sea que pierdas a tus aliados.

Oh, aquello sonaba genial
. Pero al menos había silencio. Cambié el peso de mi cuerpo a la otra pierna y miré a Al, que estaba empezando a llegar al nivel de cabreo de la señora Sarong; luego a Trent que, claramente, estaba cabreado y pensando; y, por último, miré a Piscary. El vampiro no muerto sonreía como el dios benevolente que se creía. Puso una de sus manos doradas sobre la piel pura y pálida de Ivy y me imaginé que pensaba que quería cambiar el foco por ella y por Kisten. Quería, pero Keasley tenía razón. Ivy tenía que marcharse por su propio pie o nunca sería del todo libre.

—Se lo daré a Piscary —dije mientras sentía las gotas de sudor bajándome por la espalda—. Pero quiero algo a cambio.

Todas las miradas se posaron en mí y Piscary sonrió más abiertamente. Pasó un brazo por detrás de Ivy y la acercó a él con suavidad. Ella ni siquiera parpadeó.

—Ivy es mía —dijo él.

Me tembló el aliento al expulsarlo.

—Ivy es dueña de sí misma. Quiero que rescindas el regalo de sangre en que has convertido a Kisten, que lo vuelvas a aceptar en tu camarilla y que nos protejas a ambos de esos paletos —dije inclinando la cabeza para señalar al resto de los presentes—. También quiero que me devuelvas mi iglesia y la libertad para seguir con mis negocios sin tu interferencia.

Trent se puso tenso. Quen descruzó los brazos y adoptó una postura más equilibrada. Al se giró por completo dando la espalda al espejo en el que estaba escribiendo los símbolos de líneas luminosas. Y Piscary parpadeó sorprendido.

—¿Kisten? —murmuró con tono interrogativo—. ¿Quieres… a Kisten?

—Sí, quiero que vuelvas a proteger a Kisten —dije con tono beligerante—. ¿Cancelarás el regalo de su sangre o no?

Piscary emitió un ruidito de sorpresa mientras se lo pensaba. Luego, como si estuviese pensando ahora en otra cosa, dijo:

—Tendrías que dejar de perseguirme, por supuesto.

—Eso no es justo —protestó Al indignado—. Yo estoy intentando hacerme con el negocio del juego y de la protección de Cincinnati y eso te daría una ventaja injusta. Yo también quiero tener una bruja en nómina.

Yo apreté los dientes.
No pienso trabajar para Piscary. No lo haré
.

—Puedo intentarlo —le dije a Piscary—. Pero dependerá de lo que me cabrees.

El hombrecillo vestido con ropa tradicional egipcia unió las manos y levantó los dedos con aire pensativo.

—¿Quieres que anule el regalo de Kisten, que lo acoja de nuevo en mi gracia, que te garantice protección de todos ellos… —dijo con un gesto elegante— y seguir estando sujeto a tu sentido único de la indignación moral?

Al hizo resonar sus zapatos contra el suelo y todo el mundo se puso tenso al verlo acercarse a la mesa. Estaba claro que disfrutaba al ver a la gente incómoda con su presencia, y se sentó con un movimiento provocativo a la cabeza de la mesa.

—Lo volveré a repetir, Rachel Mariana Morgan. No te cortas a la hora de pedir cosas.

Deseé que dejase de utilizar todos mis nombres a la vez.

—Mira —dije al ver a Edden más relajado ahora que el demonio estaba sentado—, sé lo que es el foco, lo que hace y que funciona. Lo tengo y no lo voy a dar sin obtener nada a cambio. —Entonces miré a Trent—. Y el dinero no me mantendrá con vida.

—Yo puedo mantenerte viva —dijo él con su voz gris llena de seguridad, aunque Edden estaba justo detrás de él para meterlo en una celda si no conseguía reunir el dinero de la fianza—. Me infravaloras si crees que no puedo hacerlo.

Yo hice una mueca al recordar como me había ofrecido una isla para sacarme de la ciudad y de su yugo. Todavía no sabía por qué. Quizá porque sabía que mi sangre podía avivar la magia demoníaca. Pero a él le daba miedo la magia negra. Aquello no tenía sentido.

—Gracias, pero no —dije con un tono cortante—. Prefiero negociar con los no muertos. —La señora Sarong estaba mirando mi bolso como si quisiese cogerlo y yo lo acerqué más a mí—. El foco provocará más confusión que la Revelación. No puedo destruirlo sin invocar la magia demoníaca y, a pesar de lo que todos creéis, la evito siempre que puedo. —Respiré hondo y me dirigí a Piscary—. Supongo que lo mantendrás oculto y a este lado de las líneas para que los hombres lobo no destronen la superioridad de los vampiros —dije, y él asintió. La luz se reflejaba en su cuero cabelludo afeitado.

—¡No son superiores a nosotros! —gritó el señor Ray, y la señora Sarong apartó su silla en una muestra de distanciamiento de él, claramente cansada de su falta de educación.

—¿Y por eso lo deseas tanto? —dije con acritud—. Sin el foco sois los segundos, quizá los terceros de la cadena alimenticia. Asúmelo como todo el mundo.

La tensión había endurecido todos mis músculos. Estaba perdiendo el control. Edden tenía un arma, pero allí dentro había dos depredadores y un guerrero álfico, todos mortíferos por sí mismos.

Solo Piscary parecía seguro de sí mismo.

—Tienes miedo —susurró. Estaba empezando a desaparecer el borde marrón en sus ojos—. Hueles tan… bien.

Sentí la adrenalina por todo mi cuerpo, seguida del recuerdo de él sujetándome contra el suelo de su apartamento, lamiendo la sangre de mi codo y llegando hasta el cuello.

—Y tú apestas como la carroña de tres días debajo de esas feromonas y de esos hechizos de brujo. ¿Tenemos un trato o no?

—Quizá —dijo él brevemente—. Pero pides demasiado. Voy a estar muy ocupado intentando mantener bajo control a esa bola peluda de perdición —dijo mirando a Al, sonriendo cada vez más hasta mostrar los colmillos—. Por eso me dejaron salir. Tengo que cumplir mis servicios a la comunidad.

Detrás de él, Skimmer se revolvió incómoda y él la miró con nerviosismo.

—¿Te refieres a Al? —pregunté yo cuando el demonio se inclinó hacia atrás y puso sus brillantes zapatos de vestir sobre la mesa con aire de satisfacción—. Sin problema. Lo devolveré a siempre jamás en cuanto haga una llamada telefónica interdimensional.

Yo no practicaba magia demoníaca.
No lo hago
.

—¡Serás zorra! —juró Al golpeando el suelo con los pies al levantarse. Se le cayeron las gafas y las buscó a tientas—. ¡No puedes hacerlo! ¡No conoces ningún nombre de invocación, excepto el mío!

Edden se movió y sacó su arma. Desbloqueó el pestillo de seguridad y Al se detuvo y dio un traspié al recordar que no se podía convertir en neblina. Quen estaba tenso y Trent estaba rígido en la silla. Yo era quien estaba más cerca de él, pero sabía que
no protegería
su anticuado culo de elfo. Además, me estaba mirando como si me hubiesen salido de repente alas negras con una cola y unos cuernos a juego.

Piscary, sin embargo, estaba más tranquilo y sereno que nunca. Detrás de él estaba Skimmer, que por fin parecía asustada, e Ivy, que parpadeaba mostrando unas leves arrugas de preocupación en la frente. Frente a Piscary, ahora Al era débil, atrapado en el cuerpo de un brujo y capaz de hacer solo lo que podía hacer Lee.

—No puedes desterrarlo —dijo serenamente el vampiro no muerto—. No mientras esté poseyendo a otra persona.

Yo levanté un hombro con un movimiento nervioso.

—Hay alguien en siempre jamás que me debe un favor. Al ha venido aquí huyendo de un problema. Si doy un silbido vendrá alguien para recogerlo.

—¡Pedazo de puta! —gruñó Al, que se detuvo cuando Edden lo apuntó con el arma—. Solo conoces a Newt y Newt no tiene nombre de invocación. ¿Quién te dio su nombre?

—¿Ha vuelto a siempre jamás? —dijo Piscary, sonriendo otra vez y mostrando sus colmillos.

—Y está fuera de tu territorio. —Me temblaban los dedos y miré a Trent, molesta por su mirada de terror—. Territorios —añadí para hacerlo plural, ya que no me gustaba que Trent pensase que hacía tratos con demonios—. Trent, haré eso por ti gratis.

Trent sacudió la cabeza y su hermoso pelo flotó con la brisa del aire acondicionado.

—Tratas con demonios —susurró y luego miró a Quen, como si se sintiese traicionado. Todo el mundo que él pensaba que era intachable no lo era. Parecía que Trent tenía sus propios problemas.

—No es así —dije abriendo la boca y dejando de apretar los dientes antes de provocarme dolor de cabeza—. Alguien de siempre jamás me debe un favor. ¿Tienes algún problema con que pida que me devuelvan un favor para librarme de Al?

Su confianza se tambaleaba y Trent preguntó:

—¿Qué le diste a un demonio para que te deba un favor?

Con el estómago contraído, me giré hacia Piscary.

—¿Tenemos un trato o no?

El vampiro sonrió y sentí un escalofrío.

—Por supuesto que sí.

Al gruñó y, mientras Edden lo retenía a punta de pistola, yo empujé el paquete sobre la mesa hasta que llegó al otro extremo.


Mazel Tov
—dije, triste, nerviosa e impaciente.

—¿Era el regalo? —dijo Trent tartamudeando—. ¿Lo trajiste a la boda?

—Sí —dije yo con una falsa alegría. Tenía ganas de vomitar. Comprar la seguridad de Kisten y la mía a Piscary estaba fatal. Pero era eso o negociar con un demonio, y yo prefería mantener limpia mi alma y que mi ética se ensuciase un poco. Supongo. Me sentía sucia. Eso no era lo que yo quería ser.

—Hijo de puta… —dijo Al mientras Piscary extendía sus largas manos para cogerlo.

—¡Rachel! —gritó Jenks desde el techo—. ¡Agáchate!

Contuve el aliento con un siseo y me tiré al suelo sin mirar. Golpeé las baldosas con los antebrazos y vi los pies de Al corriendo hacia mí. Rodé por debajo de la mesa hacia Quen, pero había desaparecido.

—¡Al suelo! —gritó la voz de Edden con fuerza e insistencia. Yo estaba debajo de la mesa apoyada en las manos y en las rodillas y me puse tensa esperando un disparo. Pero nunca tuvo lugar.

De repente se escuchó un sonido gutural al fondo de la sala y me quedé sin aliento al ver a Al en el suelo. Piscary estaba encima de él. El vampiro no muerto había saltado al otro extremo de la sala. Me estaba protegiendo. Le había pagado para que me mantuviese con vida y eso estaba haciendo. Conmocionada, me puse en pie como pude.

Quen y yo habíamos intercambiado los sitios. El elfo guerrero tenía a Trent contra una esquina junto a la puerta. Edden estaba de pie delante de ellos apuntando a Al con la pistola. Los lobos estaban junto a la barra del fondo con los ojos como platos. Ivy estaba parpadeando desde su silla, mirando su reflejo en la distante luna de efecto espejo, ignorando los intentos de Skimmer por ponerla de pie y llevarla al fondo de la sala. La vampiresa tenía los ojos negros de miedo y la boca abierta de terror. Olía a ámbar quemado y me toqué la ropa en busca de daños. Pero entonces lo vi. El pomo de la puerta estaba derretido. No íbamos a salir de allí en un buen rato.

Oh, Dios. Quería vivir.

Las luces de la sala que estaba al otro lado del espejo estaban encendidas y alguien intentaba romper el cristal con una silla. Con el corazón a mil, me retiré hacia la pared sin dejar de mirar a Piscary y a Al.

—¡Jenks, apártate! —grité cuando vi la chispa de polvo de pixie. Gruñendo y enseñando los colmillos, Piscary se enfrentaba con Al. El demonio estaba en gran desventaja en aquel cuerpo de brujo y me quedé fría al darme cuenta de que Piscary lo tenía. Me puse de pie aturdida cubriéndome el cuello con la mano mientras el vampiro hundía sus colmillos.

Al bramó y consiguió meter primero un brazo entre ambos y luego una rodilla. Con un grito de dolor, intentó empujar a Piscary, sin conseguirlo. Se me llenaron los ojos de lágrimas al recordar el miedo que se pasaba y al ver el cuerpo del demonio quedarse sin vida con un gemido al empezar a hacer efecto la saliva de vampiro.

Me agarré el antebrazo dolorido y miré hacia otra parte. Entonces vi a Trent detrás de Quen. Él también parecía conmocionado. Creo que hasta ese momento no sabía el terror que habíamos sufrido Quen y yo cuando habíamos sido atacados por un no muerto. A ellos no les importaba. Ellos existían para alimentarse. Hablar y caminar simplemente se lo ponía más fácil.

Edden estaba pálido pero seguía apuntando con la pistola, esperando. Los golpes en el espejo habían pasado a la puerta.

Con un golpe fuerte y repentino, Piscary dejó caer a Al. Se limpió la boca con el reverso de la mano, se quitó los restos con un pañuelo negro y se puso de pie. Tenía los ojos negros. Acababa de comer, pero estábamos atrapados allí dentro con él. Al levantó la mano, pero luego la dejó caer.

Había tensión en la sala y Jenks aterrizó sobre mi hombro. Estaba pálido, tan pasmado como el resto de nosotros.

—Esto no ha terminado, Rache —dijo con voz de miedo—. Métete en un círculo.

Me erguí para invocar una línea y crear un círculo informal, pero un ligero aroma a ámbar quemado me hizo mirar a la parte frontal de la sala.
Mierda
.

Se estaba formando una especie de niebla sobre Al. Al no estaba muerto. Estaba abandonando el cuerpo de Lee ahora que ya no le era útil. Piscary no lo sabía y estaba de pie, mostrándose satisfecho de sí mismo y sonriendo con benevolencia. Cualquier círculo que fuese a crear tenía que tener un comienzo real para resistir a un demonio. Mi bolso y el trozo de tiza magnética estaban en el otro extremo de la mesa. Me subí el vestido y trepé a la mesa para tirar del bolso hacia mí. Mientras retrocedía a una esquina y Piscary avanzaba, busqué a tientas la tiza en el bolso.

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