Por unos demonios más (66 page)

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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

BOOK: Por unos demonios más
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—¡Rache! ¡Date prisa! —chilló Jenks.

Con el corazón a cien por hora, la encontré y la saqué. Se me resbaló y grité de frustración al verla rodar debajo de la mesa. Me lancé hacia ella pero Quen la cogió primero y nuestras manos cayeron juntas sobre la tiza.

—El demonio no está muerto —dijo el elfo, y yo asentí—. Necesito esto —dijo intentando quitarme la tiza de entre los dedos.

—¡Maldita sea, Quen! —grité, y luego pegué un chillido cuando unos dedos me rodearon el tobillo y me sacaron a rastras de debajo de la mesa. Me di la vuelta y, al ponerme boca arriba, vi a Piscary. Me enseñó los colmillos y me dio un vuelco el corazón. Sentí algo en el cuello, pero estaba demasiado asustada como para disfrutar con ello. Piscary tenía los ojos cerrados en un éxtasis retorcido, disfrutando de aquello como quien toma el sol.

Detrás de él se había formado un remolino de siempre jamás que se condensó formando una imagen del dios egipcio del inframundo, con el pecho suave y descubierto y campanillas colgando de su taparrabos color dorado y escarlata.

Nunca pensé que me alegrase tanto de ver a Algaliarept. Una pena que probablemente fuese a matarme después de clavarle una estaca a Piscary.

—Piscary —dije sin aliento cuando los ojos de cabra se pusieron rojos y sacó una larga lengua de perro para alcanzar una gota de saliva que le colgaba—. Creo que deberías darte la vuelta.

—Eres patética —dijo el vampiro no muerto mofándose y yo contuve el aliento cuando me levantó del suelo.

—Solo has matado a Lee, gilipollas —dijo Jenks desde arriba—. No a Al.

El vampiro inspiró profundamente oliendo. Yo solté un grito agudo cuando me lanzó por los aires. Salí volando de espaldas y me di un golpe contra los armarios. Me puse una mano en la espalda mientras me esforzaba por respirar.

—¡Rachel! —chilló Jenks—. ¿Estás bien? ¿Te puedes mover?

—Sí —dije con un tono áspero y casi bizca al mirarlo desde tan cerca. Recorrí la habitación con la vista en busca de Ivy pero no la vi. Alguien gritó. Esta vez no era yo y me puse en pie tambaleándome.

»Oh, Dios mío —susurré mientras Jenks revoloteaba a mi lado. Al había cogido a Piscary. Era una visión de las profundidades de la historia: un dios con cabeza de chacal luchando contra un príncipe egipcio con ropajes reales que ajustaba cuentas con el inframundo. El demonio tenía las manos alrededor del cuello de Piscary y sus dedos presionaban la carne del vampiro como si fuese masa, intentando arrancarle la cabeza. Piscary estaba luchando con él, pero ahora que Al estaba en su forma de demonio y cabreado hasta la médula, el vampiro no muerto no tenía posibilidades.

Piscary no podía morir. Lo arruinaría todo.

—¡Quen! ¡Dame la tiza! —dije resollando y cubriéndome la garganta dolorida con la mano. Tenía que salvar a Piscary. Maldita sea, tenía que salvar a ese ser pervertido, apestoso y que no valía la pena.

Desde su esquina, Quen vaciló.

—¿A por quién crees que irá Al cuando acabe con Piscary? —exclamé frustrada, y el elfo me lanzó la tiza.

Me dio un vuelco el corazón. Mierda, ¿por qué la gente siempre me lanzaba las cosas? No se me daba nada bien cogerlas al vuelo. Pero levanté la mano y sentí el contacto de la tiza con un pequeño golpe de satisfacción. Sin dejar de mirar al dios con cabeza de chacal y al vampiro moribundo, me puse de cuclillas y tropecé con el vestido mientras dibujaba un círculo a su alrededor lo más grande posible pero sin meterme en medio de ambos. Jenks iba delante de mí y yo seguía el rastro de polvo que dejaba para conseguir hacer el círculo.

—Ivy —dije cuando la encontré, de pie y con el rostro impertérrito delante del espejo, mirando su leve reflejo, ajena a todo—. Ve con Quen. Acércate a Quen. Yo no puedo ayudarte.

No se movió, y cuando Jenks me gritó que me diese prisa, pasé como un rayo junto a ella rezando para que estuviese bien y maldiciéndome a mí misma por no poder ayudarla.

Tuve que gatear por debajo de la mesa para terminar el círculo y, al salir de debajo de ella encontré el extremo inicial del mismo.


Rhombus
—dije tomando aire para invocar una línea. El dorado de mi aura fluyó hacia arriba y el negro de la carbonilla de demonio vino justo después para cubrirla.

—¡No! —gritó Al con los ojos rojos de furia mientras soltaba a Piscary, pero demasiado tarde.

El vampiro cayó al suelo. Todavía consciente, Piscary agarró al demonio por las pantorrillas y lo tiró al suelo. En un abrir y cerrar de ojos, Piscary estaba sobre él arrancándole trozos de carne con sus colmillos. Yo conseguí ponerme de pie, conmocionada, mientras él los engullía para hacer sitio para más, intentando destrozar al demonio hasta que no quedase nada de él. El ruido que hacía era totalmente… aterrador.

—Déjalos que se maten —dijo Trent desde la puerta, pálido y tembloroso.

—¡Demonio! —grité, incapaz de arriesgarme a llamar a Al por su nombre de invocación—. Te he atado. Eres mío. ¡Vete de aquí y márchate directo a siempre jamás!

El dios egipcio gruñó; le caía saliva roja del hocico y tenía el cuello reducido a tiras de carne al aire. Había vuelto a su forma de demonio y era vulnerable.

—¡Márchate ya! —pedí y, con su ira resonando por toda la habitación, Al se desvaneció.

Piscary cayó donde antes estaba Al y apoyó el brazo en el suelo para sostenerse. Con la otra mano sujetó su cuello roto y se puso en pie. La sala estaba en silencio, excepto por la respiración entrecortada de Skimmer, que casi parecía sollozar. Los lobos estaban en una esquina y los elfos en la otra. Edden estiba desmayado en el suelo junto a la puerta. Mejor que mejor. Si no, seguro que le habría intentando disparar a alguien y lo único que habría conseguido con dio es tener más papeleo del que ocuparse.

Miré a Quen con la tiza todavía en la mano.

—Gracias —le susurré, y el asintió con la cabeza.

Piscary se fue tranquilizando poco a poco, pasando de ser un monstruo salvaje a un simple hombre de negocios despiadado, aunque uno cubierto de sangre. Tenía los ojos completamente negros y me sobrevino un escalofrío por todo el cuerpo. Dio un paso hacia delante y se detuvo al borde de mi burbuja. Se estiró las mangas de su elegante vestimenta tradicional y se limpió el último trozo de carne de demonio de la boca. Estaba claro que estaba esperando. Se me relajó el pulso y, rezando por estar segura, adelanté un pie y rompí el círculo.

Joder, había salvado su vida de no muerto. Seguro que eso significaría algo para él.

—Podrías haber dejado que me matase —dijo Piscary recorriendo la habitación con la mirada hasta que encontró a Ivy, que estaba de espaldas a él y tocaba su propio reflejo en el espejo.

—Ajá —dije jadeando mientras cogía el bolso y metía dentro la tiza—. Pero eres mi billete de vuelta a la normalidad, ¿verdad? Y la única forma de conseguir invertir el regalo de sangre de Kisten.

Piscary levantó una ceja.

—No puedo anular mi regalo de la última sangre de Kisten. Y no lo haría aunque pudiese. Kisten necesitaba que le recordasen la razón de su existencia. Y además, habría sido de mala educación.

¿
Habría sido
?, pensé, quedándome helada. ¿
Lo había dicho en pasado
?

—Kisten… —tartamudeé, sintiéndome atrapada de repente. Me agarré el brazo dolorido y se me revolvió el estómago. Jenks movió las alas con fuerza hasta emitir un pitido que me hizo doler los ojos.
Kisten
—. ¿Qué has hecho? —Tomé aire con nerviosismo—. ¿¡Qué le has hecho!?

El vampiro se tocó la sangre negra que rezumaba. Olía a incienso, fuerte y embriagador.

—Kisten está muerto —dijo sin más, y yo me agarré a la mesa, mareada—. No solo muerto, sino realmente muerto. Dos veces. No tuvo fuerzas para continuar hasta el final. —Piscary apretó los labios e inclinó la cabeza con una mueca de interés—. No me sorprende.

—Estás mintiendo —dije, oyendo temblar mi propia voz. Se me hizo un nudo en el pecho y no conseguía respirar lo suficiente. Kisten no podía estar muerto. Yo lo sabría. Lo habría sentido. Habría cambiado algo, todo, y todo estaba igual. Jenks había dicho que había llamado. ¡
No podía estar muerto
!

—¡Se ha escondido! —exclamé mirando frenéticamente a todo el mundo… deseando que alguien, cualquiera, me dijese que tenía razón. Pero nadie me miraba a los ojos.

Piscary sonrió y mostró un trozo de un colmillo. Estaba disfrutando demasiado de mi desesperación para no ser cierto.

—¿Crees que no sé cuándo uno de los míos pasa a una existencia de no muerto? —dijo—. Le sentí morir y luego le sentí morir de nuevo. —Su rostro mostraba un placer retorcido; se inclinó hacia mí y me susurró en voz alta—. Para él fue un gran golpe. No se lo esperaba. Y yo me bebí a lengüetadas su desesperación y su fracaso con gran regocijo. Toda su vida valió la pena solo por ese momento… ese momento único y exquisito de perfección defectuosa. Una pena que su linaje de vivo terminase con él, pero siempre tuvo mucho cuidado con eso. Era como si no quisiese que lo siguiese nadie…

Me invadió el vértigo y me aferré al borde de la mesa.
Esto no puede estar ocurriendo
.

—¿Quién ha sido? —dije en tono áspero, y Piscary sonrió como un dios salvaje y benevolente—. ¿Quién lo ha matado?

—Qué patético —dijo él, y luego ladeó la cabeza—. ¿O de verdad no te acuerdas? —dijo con especulación, dejando caer su pañuelo ensangrentado y mirándome intencionadamente.

Yo intenté hablar pero no me salían las palabras. Me había quedado aletargada y horrorizada porque pudiese estar diciendo la verdad. No era capaz de pensar. Sentía palpitar el brazo bajo mis dedos y, cuando se acercó más a mí, no hice nada, estaba demasiado temblorosa como para responder.

—Tú estabas allí —dijo distante, estirando el brazo para agarrarme la mandíbula e inclinar la cabeza para que me diese la luz en los ojos—. Tú lo viste. Puedo oler la muerte final de Kisten por todo tu cuerpo. Despides ese olor. Sale de tu piel como si fuese perfume.

Yo estaba durmiendo en la iglesia
, pensé negándome a aceptarlo, y luego sentí que mi mundo cambiaba dando un giro nauseabundo a medida que iba recordando cosas. Me había despertado dolorida y con heridas. Tenía un corte en el labio. La cocina olía a velas y a lilas… los materiales para una poción de olvido. Tenía el maldito pie tan hinchado que ni siquiera me podía poner las botas.

¿
Que había visto
? ¿
Qué había hecho
?

Caminé hacia atrás a trompicones y Piscary dio un paso más hacia mí. ¡ No me creía todo aquello! ¿Para qué le había dado el foco? Kisten estaba muerto. Me cayeron las lágrimas.
Oh, Dios mío. Kisten está muerto. Y yo estoy aquí
.

Piscary intentó agarrarme y yo levanté la mano para bloquearle, pero él me agarró por la muñeca. Sentí un miedo intenso y me quedé helada. La sala parecía fluctuar a medida que sus ocupantes contenían el aliento y Piscary respiró profundamente, oliéndome. Deleitándose con mi miedo.

—Eres más fuerte de lo que Ivy insinuó —dijo suavemente, de un modo casi introspectivo—. Ahora entiendo por qué está obsesionada contigo. Quizá me podrías servir para algo si eres capaz de salir ilesa de una sala en la que un vampiro no muerto encuentra su fin y otro escapa por los pelos para ver otra noche.

Yo intenté apartarme de él y dirigí mi mirada frenética a Edden. Sentí que me subía la tensión por la espalda al retroceder. ¿Había habido otro? No lo recordaba, pero tenía que creerle. ¿
Qué me he hecho a mí misma
? ¿
Por qué
?

—O quizá… seas demasiado peligrosa para permitirte que andes suelta por ahí. Quizá haya llegado la hora de acabar contigo.

Desorientada, no hice nada cuando Piscary me puso una de sus manos doradas alrededor del cuello.

—¡No! —grité, pero era demasiado tarde. Mi palabra escapó con un gorgoteo. Me invadió la adrenalina y luché mientras Piscary le daba un manotazo a Jenks con indiferencia. El pixie salió volando por la habitación, chocó contra la pared y cayó al suelo.

Dios mío. Jenks…

—¡Tengo el foco! —chillé rozando el suelo con los dedos de los pies cuando me levantó—. ¡Dijiste que me dejarías en paz!

Piscary me acercó más a él.

—Me metiste entre rejas —dijo él. El aliento le olía a sangre y a ámbar quemado—. Dije que te mantendría con vida, pero te debo mucho dolor. Vas a desear estar muerta. —Levantó una mano de advertencia cuando Quen hizo ademán de moverse, y el elfo se detuvo. Sentí pavor. ¡
Esto no es posible
!

—¡Te he salvado la vida! —grité cuando aflojó un poco los dedos para oírme suplicar—. Podría haber dejado que Al te matase.

—Un error por tu parte. —Me sonrió con sus ojos negros rebosantes de pecado—. Di adiós, Rachel. Es hora de que empieces tu nueva vida.

—¡No! —chillé, y entonces invoqué una línea. Tiré de ella deseando que la energía fluyese, pero era demasiado tarde. Piscary me apretó contra su pecho y me clavó los colmillos como si fuera un animal.

Mi grito de terror llenó mis propios oídos. Me latía el corazón como si estuviese intentando encontrar un lugar por donde salir del pecho, pero no tenía fuerza en los músculos. Sentía dolor, pero no me podía mover. Era una agonía. Oía mi aliento sofocado que impulsaba la sangre al interior de la boca de Piscary aún más rápido.

Una sombra oscura se aproximó como una corriente rápida, y Piscary le dio un puñetazo a Quen sin soltarme ni apartarse de mí. Oí un golpe seco y un gruñido de dolor.

Mátanos de una vez
, pensé, deseando que Quen nos hiciese explotar a ambos y nos mandase al infierno con una bola de siempre jamás. ¿Cómo podía acabar aquello así? Se suponía que sería de otra manera. ¡No podía acabar así!

—¡Piscary! —suplicó Ivy, y mi corazón dio un vuelco al sentir la emoción que contenía su voz—. ¡Suéltala! —gritó, y vi su esbelta mano agarrarle el hombro con feroz intensidad—. Lo prometiste. Prometiste que si volvía a ti la dejarías en paz.

Gemí cuando se apartó de mí arrancándome las lágrimas. No podía… ¡no podía moverme!

—Ya es demasiado tarde —dijo Piscary sin soltarme, y yo no me resistía—. Era necesario.

—Dijiste que no le harías daño. —La voz de Ivy era rotunda y tan gris como la niebla matutina.

Piscary me mantenía erguida, apretándome a él con una mano.

—Has sido descuidada —dijo llanamente—. Esta es la última vez que voy a buscarte. Deberías haberla unido a ti cuando te lo dije. Tengo que matarla en justicia. Hay que sacrificar a los animales impredecibles.

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