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Authors: James Joyce

Tags: #Narrativa, #Clásico

Ulises (24 page)

BOOK: Ulises
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Se quedó a un lado observando pasar sus máscaras ciegas por el pasillo abajo, una por una, y buscar sus sitios. Se acercó a un banco y se sentó poniendo en el regazo el sombrero y el periódico. Estos pucheros que tenemos que llevar puestos. Deberíamos hacernos modelar los sombreros en la cabeza. Estaban alrededor de él acá y allá, con las cabezas aún inclinadas en sus escapularios carmesí, esperando a que se les fundiera en el estómago. Algo como esos mazzoth; es esa clase de pan; panes de la presentación sin levadura. Míralas. Ahora apuesto a que las hace sentirse felices. Chupachup. Sí que las hace. Sí, lo llaman el pan de los ángeles. Hay detrás de eso una idea muy grande, una especie de sensación de que el reino de Dios está dentro de uno. Primeras comuniones. Abracadabra a penique el trozo. Luego se sienten todos como una reunión de familia, lo mismo que en el teatro, todos en el mismo embarque. Sí que se sienten. Estoy seguro de que sí. No tan solos. En nuestra confraternidad. Luego salen como emborrachados. Sueltan presión. La cosa es si uno realmente cree en ello. La curación en Lourdes, aguas de olvido, y la aparición de Knock, estatuas sangrando. Un viejo dormido junto a ese confesionario. De ahí esos ronquidos. Fe ciega. A salvo en brazos del reino futuro. Adormece todo dolor. Despiértenme a esta hora el año que viene.

Vio al sacerdote dejar guardada la copa de la comunión, bien metida, y arrodillarse un momento delante de ella, enseñando una gran suela gris de bota por debajo del asunto de encajes que llevaba puesto. Suponte que perdiera el alfiler de la. No sabría qué hacer. Calva por detrás. Letras en la espalda. ¿I.N.R.I? No: I.H.S. Molly me lo dijo una vez que se lo pregunté: Ingratos Hemos Sido. O no: Inocente Ha Sufrido. ¿Y lo otro? Inocente Nos Restituyó Inmortalidad.

Encontrarnos un domingo después del rosario. No te niegues a mi súplica. Aparecer con un velo y un bolso negro. El anochecer y la luz detrás de ella. Podría estar aquí con una cinta al cuello y hacer lo otro sin embargo a escondidas. Sus reputaciones. Aquel tipo que traicionó a los Invencibles solía recibirla, Carey se llamaba, la comunión todas las mañanas. En esta misma iglesia. Peter Carey. No, pensaba en Pedro Claver. Denis Carey. Imagínatelo un poco. La mujer y seis chicos en casa. Y todo el tiempo preparando aquel crimen. Esos meapilas, ese sí que es un buen modo de llamarles, siempre tienen un aire escurridizo. No son tampoco hombres de negocios por las buenas. Ah, no, ella no está aquí; la flor; no, no. Por cierto ¿rompí ese sobre? Sí: debajo del puente.

El sacerdote enjuagaba el cáliz: luego se echó adentro los restos limpiamente. Vino. Hace más aristocrático que por ejemplo si bebiera lo que ellos están acostumbrados, cerveza Guinness o alguna bebida no alcohólica: el bitter Wheatley de Dublín o el ginger ale (aromático) de Cantrell y Cochrane. No les da nada de él; vino de presentación: sólo lo otro. Triste consuelo. Piadoso engaño pero con mucha razón: si no no harían más que venir viejos borrachos a cuál peor, a echar un trago. Es extraño toda esta atmósfera del. Muy bien. Perfectamente bien, eso es.

El señor Bloom volvió los ojos hacia el coro. No va a haber música. Lástima. ¿Quién tocará aquí el órgano? El viejo Glynn sabía hacer hablar al instrumento, el
vibrato
: cincuenta libras al año dicen que ganaba en la calle Gardiner. Molly estaba muy bien de voz aquel día, en el
Stabat Mater
de Rossini. Primero el sermón del Padre Bernard Vaughan. ¿Cristo o Pilatos? Cristo, pero no nos tenga toda la noche con eso. Música es lo que querían. Dejaron de patear. Se oía volar una mosca. Le dije que dirigiera la voz hacia aquel rincón. Sentía la vibración en el aire, el lleno, la gente mirando a lo alto:

Quis est homo.

Alguna de esa música sacra antigua es espléndida. Mercadante: las Siete Palabras. La duodécima misa de Mozart: aquel
Gloria
que tiene. Aquellos viejos papas tenían afición a la música, al arte y estatuas y cuadros de todas clases. Palestrina, por ejemplo, también. Lo pasaron estupendamente mientras les duró. Sano también el salmodiar, las horas bien reguladas, luego destilar licores. Benedictine. Chartreuse verde. Sin embargo, lo de tener eunucos en su coro resultaba un poco excesivo. ¿Qué clase de voz es? Debía ser curioso oírla después de sus propios bajos fuertes. Entendidos. Supongo que después no sentirían nada. Especie de plácido. Sin inquietudes. Echan carnes, ¿no? Glotones, altos, piernas largas. ¿Quién sabe? Eunuco. Un modo de salir del asunto.

Vio al sacerdote inclinarse y besar el altar y luego darse vuelta y bendecir a toda la gente. Todos se santiguaron y se pusieron de pie. El señor Bloom lanzó una ojeada alrededor y luego se puso de pie, mirando por encima de los sombreros ascendidos. Ponerse de pie al Evangelio por supuesto. Luego todos se volvieron a arrodillar y él se sentó otra vez tranquilamente en el banco. El sacerdote bajó del altar, sosteniendo la cosa apartada de él, y él y el monaguillo se contestaron uno a otro en latín. Luego el sacerdote se arrodilló y empezó a leer un tarjetón:

—Oh Dios, nuestro refugio y fortaleza…

El señor Bloom adelantó la cara para captar las palabras. En inglés. Echarles el hueso. Recuerdo vagamente. ¿Cuánto hace de tu última misa? Gloria y la Inmaculada Virgen. San José su castísimo esposo. San Pedro y San Pablo. Más interesante si uno entendiera de qué trata todo. Admirable organización, sin duda, funciona como un reloj. Confesión. Todo el mundo quiere. Entonces se lo contaré todo. Penitencia. Castígueme, por favor. Gran arma en manos de ellos. Más que médico ni abogado. Mujer muriéndose por. Y yo chschschschschschs. ¿Y ha chachachachacha? ¿Y por qué lo hizo? Ella baja la mirada a su anillo para encontrar una excusa. Galería de los susurros las paredes tienen oídos. El marido se entera para su sorpresa. La bromita de Dios. Luego sale ella. Arrepentimiento a flor de piel. Deliciosa vergüenza. Rezar ante un altar. Ave María y Santa María. Flores, incienso, velas derritiéndose. Ocultar sus rubores. El Ejército de Salvación barata imitación. Prostituta arrepentida dirigirá la palabra a la reunión. Cómo encontré al Señor. Tipos de cabeza equilibrada deben ser los de Roma: organizan toda la función. ¿Y no arramblan con el dinero también? Legados además: al P. P. a su absoluta discreción de modo vitalicio. Misas por el descanso de mi alma que se han de decir públicamente a puerta abierta. Monasterios y conventos. El sacerdote en el pleito del testamento Fermanagh declarando como testigo. No había modo de bajarle la cresta. Tenía respuesta lista para todo. Libertad y exaltación de nuestra Santa Madre Iglesia. Los doctores de la Iglesia: levantaron los mapas de toda la teología de eso.

El sacerdote rezó:

—Arcángel San Miguel, defiéndenos en la batalla y sé nuestro refugio contra las iras y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, príncipe de la celestial milicia, por el poder divino lanza al infierno a Satanás y los otros espíritus malignos que discurren por el mundo para la perdición de las almas.

El sacerdote y el monaguillo se pusieron de pie y se marcharon. Se acabó todo. Las mujeres se quedaron atrás: dando gracias.

Mejor será ahuecar. Hermano Zumbido. Se da una vuelta con la bandeja quizá. Pagad vuestro precepto pascual.

Se puso de pie. Hola. ¿Estaban abiertos todo el tiempo estos dos botones de mi chaleco? A las mujeres les encanta. Se enfadan si uno no. Por qué no me lo dijiste antes. No te lo dicen nunca. Pero nosotros. Perdone, señorita, tiene una (fffu) nada más que una (fffu) pelusa. O la falda por detrás, la abertura desenganchada. Atisbos de la luna. Sin embargo me gustas más desarreglada. Buena suerte que no era más al sur. Pasó, abotonándose discretamente, por el pasillo y salió por la puerta principal a la luz. Se quedó un momento sin ver junto a la fría pila de mármol negro mientras delante y detrás de él dos devotas mojaban manos furtivas en la bajamar de agua bendita. Tranvías; un carro de la tintorería Prescott; una viuda en sus crespones. Me doy cuenta porque yo también voy de luto. Se cubrió. ¿Qué hora va siendo? Y cuarto. Todavía hay bastante tiempo. Mejor que me hagan esa loción. ¿Dónde está eso? Ah sí, la última vez. Sweny, en Lincoln Place. Los farmacéuticos rara vez se mudan. Aquellos tarros verde y oro son demasiado pesados de mover. Hamilton Long, fundada en el año del diluvio. El cementerio hugonote aquí cerca. Visitarlo algún día.

Se encaminó al sur por Westland Row. Pero la receta está en los otros pantalones. Ah, y también se me olvidó ese llavín. Qué fastidio este asunto del entierro. Bueno, pobre chico, no es culpa suya. ¿Cuándo fue la última vez que lo mandé hacer? Espera. Cambié un soberano, recuerdo. El primero de mes debió ser o el segundo. Ah, él puede mirarlo en el libro de las recetas.

El farmacéutico pasó hoja tras hoja. Un olor arenoso y marchito parece que tiene. Cráneo encogido. Y viejo. Búsqueda de la piedra filosofal. Los alquimistas. Las drogas te envejecen después de la excitación mental. Letargia entonces. ¿Por qué? Reacción. Una vida entera en una noche. Poco a poco te cambia el carácter. Viviendo todo el día entre hierbas, pomadas, desinfectantes. Todos sus morteros de alabastro. Almirez y mano de almirez. Aq.Dist. Fol.Laur. Te Virid. El olor casi le cura a uno como la campanilla de la puerta del dentista. Doctor Probatura. Debería medicarse un poco a sí mismo. Lectuario o emulsión. El primer tipo que cogió una hierba para curarse tuvo bastante valor. Ingredientes. Hace falta tener cuidado. Aquí hay bastante como para cloroformizarle a uno. Prueba: vuelve rojo el papel de tornasol azul. Cloroformo. Dosis excesiva de láudano. Pociones para dormir. Filtros de amor. El jarabe paragórico de amapola malo para la tos. Atasca los poros o las flemas. Los venenos son las únicas curas. Remedio donde menos se espera. Lista la naturaleza.

—¿Hace unos quince días, señor?

—Sí —dijo el señor Bloom.

Esperó ante el mostrador, inhalando el agudo olor de drogas, el polvoriento olor seco de esponjas y
loofahs
. La mar de tiempo ocupado en contar los dolores y molestias de uno.

—Aceite de almendras dulces y tintura de benjuí —dijo el señor Bloom— y también agua de azahar…

La verdad es que a ella le ponía la piel tan delicadamente blanca como cera.

—Y cera blanca también —dijo.

Hace resaltar lo oscuro de sus ojos. Mirándome a mí, con la sábana hasta los ojos, española, oliéndose a sí misma, mientras yo me arreglaba los gemelos de los puños. Esas recetas caseras son muchas veces las mejores: fresas para los dientes: ortigas y agua de lluvia: avena dicen empapada en leche sin descremar. Alimento para la piel. Uno de los hijos de la vieja reina, ¿era el duque de Albany?, tenía sólo una piel. Leopold, sí. Tres tenemos nosotros. Arrugas, juanetes y granos para empeorar la cosa. Pero también tú quieres un perfume. ¿Qué perfume usas tú?
Peau d’Espagne
. Esa flor de azahar. Jabón de pura crema de leche. El agua está tan fresca. Buen olor tienen estos jabones. Es hora de tomar un baño a la vuelta de la esquina. Hammam. Turco. Masaje. La suciedad se le reúne a uno en el ombligo. Más bonito si lo hiciera una chica bonita. También me parece que yo. Sí yo. Hacerlo en el baño. Curioso estas ganas yo. Agua al agua. Combinar la utilidad con el placer. Lástima que no hay tiempo para un masaje. Entonces sentirse fresco todo el día. El entierro será más bien deprimente.

—Sí, señor —dijo el farmacéutico—. Fueron dos con nueve. ¿Ha traído una botella?

—No —dijo el señor Bloom—. Hágalo, por favor. Yo volveré hoy más tarde y me llevaré uno de estos jabones. ¿Cuánto son?

—Cuatro peniques, señor.

El señor Bloom se llevó una pastilla a la nariz. Dulce cera limonosa.

—Me llevo éste —dijo—. Así serán tres con un penique.

—Sí, señor —dijo el farmacéutico—. Puede pagarlo todo junto cuando vuelva.

—Muy bien —dijo el señor Bloom.

Salió de la tienda paseando, la batuta de periódico bajo el sobaco, el jabón en fresco envoltorio en la mano izquierda.

En su sobaco, la voz y la mano de Bantam Lyons dijeron:

—Hola, Bloom, ¿qué hay de bueno? ¿Es el de hoy? Déjate ver un momento.

Se ha vuelto a afeitar el bigote, ¡por Dios! Largo frío labio superior. Para parecer más joven. Parece fragante. Más joven que yo.

Los amarillos dedos con uñas negras de Bantam Lyons desenrollaron la batuta. También necesita un lavado. Quitarse lo peor de la suciedad. Buenos días, ¿ha usado usted el jabón Pears? Caspa en los hombros. El cuero cabelludo requiere engrasarse.

—Quiero ver lo de ese caballo francés que corre hoy —dijo Bantam Lyons—. ¿Dónde está ese maricón?

Restregó las hojas llenas de pliegues, sacudiendo la barbilla sobre su alto cuello duro. Prurito de barbería. El cuello apretado, perderá el pelo. Mejor dejarle el periódico y quitármelo de encima.

—Puedes quedártelo —dijo el señor Bloom.

—Ascot. Copa de Oro. Espera —masculló Bantam Lyons—. Un momentito. Máximo un segundo.

—Precisamente iba a tirarlo por ahí —dijo el señor Bloom.

Bantam Lyons levantó los ojos de repente, con un débil guiño.

—¿Qué es eso? —dijo su voz aguda.

—Digo que te lo puedes quedar. En este momento iba a tirarlo por ahí.

Bantam Lyons dudó un momento, mirando de medio lado: luego volvió a echar las hojas extendidas en los brazos del señor Bloom.

—Me voy a arriesgar a eso —dijo—. Toma, gracias.

Salió a toda prisa hacia la esquina de Conway. Vete con Dios.

El señor Bloom volvió a doblar las hojas en un cuadrado exacto y metió dentro el jabón, sonriendo. Estúpidos labios los de ese tipo. Apostando. Una verdadera epidemia, últimamente. Chicos de recados que roban para apostar seis peniques. Rifa de un gran pavo tierno. Su fiesta navideña por tres peniques. Jack Fleming desfalcando para jugar, luego escapado de contrabando a América. Ahora lleva un hotel. Nunca vuelven. Las ollas de Egipto.

Caminó alegremente hacia la mezquita de los baños. Le recuerda a uno una mezquita, ladrillos rojos, los minaretes. Mira, hoy deportes en el College. Lanzó una ojeada al cartel en herradura sobre la verja del parque del College: un ciclista encorvado como una pescadilla. Anuncio horriblemente malo. En cambio si lo hubieran hecho redondo como una rueda. Luego los radios; deportes, deportes, deportes; y el cubo del eje, en grande; College. Algo para atraer la mirada.

Ahí está el matasiete parado delante de la caseta del portero. Cultivarle: podría darme una vuelta por ahí dentro de fiado. ¿Qué tal está, señor Matasiete? ¿Qué tal, señor?

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