—Brayden.
El señor Bloom se volvió y vio al portero con librea quitándose la gorra mientras una solemne figura entraba entre los tablones de noticias de la edición semanal del
Freeman and National Press
y el
Freeman’s Journal and National Press
. Barriles de sordo retumbo de Guinness. Pasó, importante, escaleras arriba pilotado por un paraguas, rostro solemne enmarcado en barba. La espalda de paño peinado subía a cada escalón: espalda. Lleva los sesos todos en la nuca, dice Simon Dedalus. Refuerzos de carne por detrás en él. Gordo pliegue de cuello, gordo, cuello, gordo, cuello.
—¿No cree que esa cara es como la de Nuestro Salvador? —susurró Red Murray.
La puerta del despacho de Ruttledge susurró: ii: criii. Siempre construyen una puerta enfrente de otra para que el viento. Entrada. Salida.
Nuestro Salvador; rostro ovalado enmarcado en barba; hablando en el oscurecer María, Marta. Pilotado por un paraguas espada hacia las candilejas: Mario el tenor.
—O como la de Mario —dijo el señor Bloom.
—Sí —asintió Red Murray—. Pero decían que Mario era la imagen de Nuestro Salvador.
Jesús Mario con mejillas de colorete, jubón y piernas de huso. En
Martha
.
Ve-en tú, perdida, ve-en tú, querida. |
E
L BÁCULO Y LA PLUMA
—Su Eminencia telefoneó dos veces esta mañana —dijo gravemente Red Murray.
Observaron desaparecer las rodillas, piernas, botas. Cuello.
Un repartidor de telegramas entró rápido, lanzó un sobre en el mostrador y se marchó a la carrera con una palabra.
—
¡Freeman!
El señor Bloom dijo lentamente:
—Bueno, éste es también uno de nuestros salvadores.
Una mansa sonrisa le acompañó al levantar la tabla del mostrador, al entrar dentro por la puerta lateral, por las calientes escaleras oscuras y el pasillo, y por las tablas que ahora resonaban. Pero ¿salvará la tirada? Retumbando, retumbando.
Empujó la puerta oscilante de cristal y entró, pasando sobre papel de embalaje esparcido. A través de un callejón de rotativas traqueteantes se dirigió al cuartito de lectura de Nannetti.
Hynes aquí también: información de entierro probablemente. Retumbando. Tumb.
C
ON EL MÁS SINCERO DOLOR ANUNCIAMOS LA DESAPARICIÓN DE UN RESPETADÍSIMO CIUDADANO DUBLINÉS
Esta mañana los restos del difunto señor Patrick Dignam. Máquinas. Deshacen a un hombre en átomos si le pillan. Rigen el mundo hoy. Sus maquinarias también están descuajándose. Como éstas, se fue de la mano: fermentando. Trabajando hasta deshacerse. Y aquella vieja rata gris deshaciendo para entrar.
C
ÓMO SE PRODUCE UN GRAN ÓRGANO DIARIO
El señor Bloom se detuvo detrás del flaco cuerpo del regente, admirando una reluciente coronilla.
Extraño que nunca vio su verdadero país. Irlanda mi país. Diputado por College Green. Hinchó todo lo que pudo aquella campaña del trabajador a jornal. Son los anuncios y las informaciones secundarias lo que hacen venderse un semanario no las noticias rancias de la gaceta oficial. Ha muerto la reina Ana. Publicado con autorización en el año mil y. Finca situada en el término de Rosenallis, baronía de Tinnachinch. A quien pueda interesar estadística con arreglo a las disposiciones legales dando cuenta del número de mulas y jacas exportadas desde Ballina. Cuaderno de la naturaleza. Chistes. El cuento semanal de Pat y Bull por Phil Blake. La página del Tío Toby para los pequeñuelos. Consultorio del rústico ingenuo. Querido Director, ¿qué buen remedio hay para la flatulencia? Me gustaría esa parte. Aprender la mar enseñando a los demás. Los ecos de sociedad. T. F. Especialmente Todo Fotografías. Bien formadas bañistas en dorada playa. El mayor aerostato del mundo. Celebrada doble boda de unas hermanas. Los dos novios riéndose cordialmente uno de otro. Cuprani, también, impresor. Más irlandés que los irlandeses.
Las máquinas chascaban en compás de tres por cuatro. Dale, dale, dale. Y si se quedara paralizado allí y nadie supiera pararlas seguirían chascando y chascando todo el tiempo lo mismo, imprimiéndolo una vez y otra y arriba y abajo. Una estupidez todo. Hace falta una cabeza serena.
—Bueno, métalo en la edición de la noche, concejal —dijo Hynes.
Pronto le llamará alcalde. Dicen que le apoya Long John.
El regente, sin contestar, garrapateó tírese en una esquina de la hoja e hizo una señal a un tipógrafo. Le entregó la hoja en silencio por encima de la sucia mampara de cristal.
—Eso es: gracias —dijo Hynes, poniéndose en marcha.
El señor Bloom le cerró el paso.
—Si quiere cobrar el cajero se va a ir a almorzar —dijo, señalando atrás con el pulgar.
—¿Y usted cobró?
—Hm —dijo el señor Bloom—. Dese prisa y le pescará.
—Gracias, viejo —dijo Hynes—. También yo le pincharé.
Se apresuró ansiosamente hacia el
Freeman’s Journal
.
Tres chelines le presté en Meagher. Tres semanas. Tercera alusión.
V
EMOS AL CORREDOR DE PUBLICIDAD EN SU TRABAJO
El señor Bloom puso el recorte en la mesa del señor Nannetti.
—Perdone, concejal —dijo—. Este anuncio, ¿comprende? Llavees, ¿recuerda?
El señor Nannetti consideró el recorte un rato y asintió.
—Lo quiere para julio —dijo el señor Bloom.
El regente acercó el lápiz al recorte.
—Pero espere —dijo el señor Bloom—. Lo quiere cambiar. Llaves, ya comprende. Quiere dos llaves encima.
Demonio de estrépito que hacen. No lo oye. Nan-nan. Nervios de hierro. Quizá no entiende lo que yo.
El regente se volvió para escuchar pacientemente y, levantando el codo, empezó a rascarse lentamente el sobaco de su chaqueta de alpaca.
—Así —dijo el señor Bloom, cruzando los índices encima.
Que se entere primero de esto.
El señor Bloom, lanzando una ojeada de lado, desde la cruz que había hecho, vio la cara amarillenta del regente, me parece que tiene un poco de ictericia, y más allá las obedientes bobinas dando en alimento vastas telas de papel. Chasca. Chasca. Millas de eso desembobinado. ¿Qué se hace de eso después? Ah, envolver carne, paquetes: usos diversos, mil y una cosas.
Deslizando sus palabras hábilmente en las pausas del chascar dibujó rápidamente sobre el tablero lleno de cicatrices.
L
A CASA DE LAS LLAVES
—Así, mire. Dos llaves cruzadas aquí. Un círculo. Luego aquí el nombre Alexander Llavees, comercio de té, vino y bebidas. Etcétera.
Mejor no enseñarle su propio oficio.
—Ya sabe usted mismo, concejal, lo que él quiere exactamente. Luego en una orla arriba en tipos grandes: La Casa de las Llaves. ¿Comprende? ¿No le parece una buena idea?
El regente trasladó hacia las costillas inferiores la mano que rascaba y siguió rascando allí en silencio.
—La idea —dijo el señor Bloom— es la casa de las llaves. Ya sabe, concejal: el parlamento de la Isla de Man. Insinuación sobre la autonomía. Ya sabe usted, los turistas de la Isla de Man. Llama la atención, ya comprende. ¿Puede hacerlo?
Quizá podría preguntarle cómo se pronuncia ese
voglio
. Pero entonces si no lo supiera sólo le dejaría mal. Mejor que no.
—Podemos hacerlo —dijo el regente—. ¿Tiene el dibujo?
—Puedo buscarlo —dijo el señor Bloom—. Estaba en un periódico de Kilkenny. Tiene también una casa ahí. Haré una escapada a pedírselo. Bueno, puede hacer eso y un pequeño entrefilet para llamar la atención. Ya sabe, lo de costumbre. Establecimiento registrado para bebidas de alta calidad. Necesidad sentida hace mucho tiempo. Etcétera.
El regente lo pensó un momento.
—Lo podemos hacer —dijo—. Pero que nos renueve por tres meses.
Un tipógrafo le trajo una floja galerada. Él empezó a corregirla silenciosamente. El señor Bloom esperó, oyendo los ruidosos latidos de las maquinarias y observando a los silenciosos tipógrafos ante sus cajas.
O
RTOGRAFÍA
Quiere estar seguro de su ortografía. Fiebre de las pruebas. Martin Cunningham se olvidó de darnos su adivinanza de ortografía esta mañana. Es divertido observar el horrible hache o erre doble aburrimiento be u erre doble de un vagabundo absorto en la visión de un bello ejemplo de simetría bajo una valla de cementerio. Estúpido, ¿no es verdad? Cementerio claro está puesto a causa de simetría.
Yo habría podido decir cuando se encajó la chistera. Gracias. Debería haber dicho algo sobre un sombrero viejo o algo así. No. Podría haber dicho. Parece como nuevo ahora. Ver qué cara ponía entonces.
Sllt. El cilindro inferior de la primera máquina empujó adelante su tablero móvil con sllt con la primera hornada de hojas dobladas en resma. Sllt. Casi humano el modo de llamar la atención. Haciendo todo lo que puede por hablar. Esa puerta sllt crujiendo, pidiendo que la cierren. Todo habla a su manera. Sllt.
C
OLABORADOR OCASIONAL UN CONOCIDO ECLESIÁSTICO
El regente devolvió de repente la galerada diciendo:
—Espere. ¿Dónde está la carta del arzobispo? Hay que repetirla en el
Telegraph
. ¿Dónde está como se llame?
Miró a su alrededor por sus ruidosas máquinas sin respuesta.
—¿Monks, dice usted? —preguntó una voz desde la caja de tipos.
—Eso. ¿Dónde está Monks?
—¡Monks!
El señor Bloom recogió su recorte. Hora de marcharse.
—Entonces me buscaré el dibujo, señor Nannetti —dijo—, y usted lo pondrá en buen sitio, ya lo sé.
—¡Monks!
—Sí, señor.
Renovación por tres meses. Voy a tener que gastar mucha saliva primero. Probarlo de todos modos. Insistir en agosto; buena idea; el mes de la feria de caballos. Ballsbridge. Vienen forasteros a la feria.
U
N CRONISTA EN JEFE
Atravesó por la sala de cajas, pasando junto a un viejo, inclinado, con gafas, con mandil. El viejo Monks, el cronista en jefe. Curiosa cantidad de material que ha debido pasar por sus manos en su vida: avisos de fallecimiento, anuncios de tabernas, discursos, pleitos de divorcio, encontrados ahogados. Ahora acercándose al extremo de sus fuerzas. Hombre decente y serio con su poco en la caja de ahorros diría yo. Su mujer buena cocinera y lavandera. La hija cosiendo a máquina en la salita. Una fea Andrea, sin fantasías idiotas.
Y
ERA LA FIESTA DE LA PASCUA HEBREA
Se paró por el camino a observar a un tipógrafo distribuyendo limpiamente los tipos. Lo lee primero hacia atrás. Lo hace muy deprisa. Debe requerir cierta práctica. mangiD. kcirtaP. El pobre papá con su libro de la Hagadah, leyéndome con el dedo marcha atrás. Pessach. El año que viene en Jerusalén. ¡Ay, Dios mío, ay! Todo ese largo asunto que nos trajo de la tierra de Egipto y a la casa de servidumbre
alleluia
.
Shema Israel Adonai Elohenu
. No, eso es lo otro. Luego los doce hermanos, hijos de Jacob. Y luego el cordero y el gato y el perro y el palo y el agua y el carnicero y luego el ángel de la muerte mata al carnicero y éste mata al buey y el perro mata al gato. Suena un poco estúpido hasta que se llega a ver bien lo que es. Justicia es lo que significa pero es que todos se comen a otros. Eso es la vida después de todo. Qué deprisa hace este trabajo. La práctica le hace a uno perfecto. Parece que ve con los dedos.
El señor Bloom pasó adelante, saliendo desde los chasquidos estrepitosos por la galería hasta el descansillo. ¿Voy ahora a hacer todo ese camino en tranvía para luego quizá encontrarle fuera? Mejor telefonearle primero. ¿Número? El mismo de la casa Citron. Veintiocho. Veintiocho cuatro cuatro.
S
ÓLO UNA VEZ MÁS ESE JABÓN
Bajó por las escaleras de la casa. ¿Quién demonios ha garrapateado por todas las paredes con cerillas? Parece como si lo hubieran hecha por una apuesta. Pesado olor a grasa hay siempre en estas imprentas. Cola tibia de la puerta de al lado en casa de Thom cuando estuve allí.
Sacó el pañuelo para aplicárselo a la nariz. ¿Citrón-limón? Ah, el jabón que me metí ahí. Lo pierdes en ese bolsillo. Al meter otra vez el pañuelo sacó el jabón y lo puso a buen recaudo, abotonándose el bolsillo de atrás del pantalón.
¿Qué perfume usa tu mujer? Podría ir a casa todavía; en tranvía; algo que olvidé. Sólo para ver; antes; vistiéndose. No. Aquí. No.
Una carcajada repentina salió de la oficina del
Evening Telegraph
. Sé quién es. ¿Qué pasa? Me meteré un momento a telefonear. Es Ned Lambert.
Entró suavemente.
E
RÍN, VERDE GEMA DEL MAR DE PLATA
—El espectro avanza —murmuró el profesor MacHugh, suavemente, rebosando galleta, hacia el polvoriento cristal de la ventana.
El señor Dedalus, mirando con fijeza desde la vacía chimenea a la cara intrigante de Ned Lambert, preguntó agriamente a esa cara:
—Por los clavos de Cristo, ¿no es como para darle a uno ardores de estómago en el culo?
Ned Lambert, sentado a la mesa, siguió leyendo:
—
O bien, poned atención en los meandros de algún rumoroso arroyuelo que avanza charloteando, abanicado por los más gentiles céfiros si bien querellándose con los pedregosos obstáculos, hacia las tumultuosas aguas de los azules dominios de Neptuno, por entre musgosas riberas, bajo el juego de la luz del sol o bajo las sombras proyectadas sobre su pensativo seno por el embovedado follaje de los gigantes de la floresta
. ¿Qué me dices de eso, Simon? —preguntó por encima del margen del periódico—. ¿Qué tal eso como elevación?
—Cambiando de trago —dijo el señor Dedalus.
Ned Lambert, riendo, golpeó el periódico en las rodillas, repitiendo:
—
El pensativo seno y el abobado follaje
. ¡Ah qué gente, qué gente!
—Y Jenofonte miró a Maratón —dijo el señor Dedalus, volviendo a mirar a la chimenea y a la ventana—, y Maratón miró al mar.
—Basta con eso —gritó el profesor MacHugh desde la ventana—. No quiero oír más tales cosas.
Terminó de comerse la media luna de galleta que había estado mordisqueando y, con el apetito abierto, se dispuso a mordisquear la galleta que tenía en la otra mano.
Alta retórica. Globos hinchados. Ya veo que Ned Lambert se está tomando un día de descanso. Un entierro le trastorna a uno bastante el día, ¿no es verdad? Éste tiene influencia, dicen. El viejo Chatterton, el vicecanciller, es tío abuelo suyo o tío bisabuelo. Cerca de los noventa dicen. El artículo de fondo por su muerte quizá escrito hace mucho tiempo. Viviendo para fastidiarles. Podría morirse él mismo primero. Johnny, hazle sitio a tu tío. El muy honorable Hedges Eyre Chatterton. Estoy seguro de que de vez en cuando le extiende temblorosamente algún cheque que otro en momentos de apuro. Qué golpe de suerte cuando estire la pata. Alleluia.