Una monarquía protegida por la censura (37 page)

BOOK: Una monarquía protegida por la censura
2.35Mb size Format: txt, pdf, ePub

A la hora de argumentar la calificación de «soberano irresponsable» con la que describió al rey, precisó que era para denunciar que «el monarca debería tener un comportamiento más ejemplar y someterse a la ley porque es reincidente. Ya mató otro oso en Rumanía».

También reiteró que no pretendía ofender cuando se refirió a los nietos del rey como la cuchipanda. «Es un término de cariño, como si digo cuchifritín o pocholo. A Froilán le tengo cierto aprecio y a su madre también. Creo que han sido injustamente tratados por la Constitución», dijo Lococo, quien sacó de una cartera varios libros hasta que el juez le espetó: «Bueno, vale ya, que parece usted un vendedor».

Injuriar no interesa

En un tono mucho más serio, los otros dos acusados negaron que quisieran llamar borracho al rey con su fotocomposición. Rodríguez afirmó que ni a
Deia
ni a ningún periódico le interesa injuriar a nadie, y que en el acervo popular nunca había oído que se dijera que el rey bebía en exceso.

Explicó que, para utilizar un elemento en un chiste, es fundamental que sea conocido, por lo que no era su objetivo hacer referencia a esa supuesta afición del rey, sino a que como cazador bebe cazalla.

El fiscal Pedro Rubira, que también recurrió a Shakespeare («¿Es que al rey, si le pinchan, no sangra?») como ejemplo de que a cualquier ciudadano le molestaría que le llamaran «borracho», pidió una condena de multa de 10.800 euros para cada acusado por lo ofensivo de las expresiones utilizadas, que consideró «soeces y zafias».

La defensa de los periodistas de
Deia
, ejercida por Txema Montero, aprovechó la cita de Shakespeare utilizada por el fiscal para negar que el monarca deba tener especial protección: «La sangre del rey es tan roja como la mía», aseguró.

Durante el interrogatorio fiscal a Rodríguez y Ripa, Rubira insistió sobre todo en el tamaño del barril sobre el que se recuesta el oso. El primero explicó que se trató de que pareciera un perro San Bernardo, y que en las caricaturas se deformaba todo. Añadió: «La cabeza del rey también es más grande de lo normal. Equivaldría a un peso de 200 kilos».

Por su parte, Lococo, al salir de la Audiencia Nacional recién absuelto, pidió al rey que le dijera al príncipe que abdique «por el bien de España»: "Seguirán teniendo todas las posesiones, que no se marchen de España y que tengan el título de rey como honorífico. Entonces hasta yo sería un monárquico honorífico», agregó.

Una media docena de periodistas siguieron el juicio haciendo caricaturas y tomando notas. Al salir, se les acercó un espontáneo con un oso de peluche rosa que sujetaba en sus brazos un botellín de cerveza. Los recién absueltos acabaron posando con el oso y varias de las pancartas pro republicanas que llevaba. La principal decía: «Los osos rusos por la República».

Vuelta al franquismo

En su alegato, el abogado de los humoristas de
Deia
, Txema Montero, explicó que «estamos viendo un retroceso de la libertad de expresión que afecta en los últimos tiempos a la prensa satírica cuando se refiere a las altas instituciones del Estado, y que en algún sitio hay que poner la línea roja para que los periodistas satíricos sepan a qué atenerse». Una tarea que encomendó al juez: «Él ha dicho que en esta ocasión no han traspasado esa línea roja por muy poco. Ahora tendrá que señalar en la sentencia dónde está el límite».

A la espera de que se acote dónde dar el último trazo de una viñeta para no terminar en el banquillo de los acusados, Montero se mostró «convencido» de que «la prensa satírica no va a quedarse impávida y tratará de buscar nuevas formas más sutiles y audaces de expresarse críticamente contra los poderes del Estado». «Tendremos que volver a aquellos tiempos del franquismo en los cuales
La Codorniz
abría diciendo: "Parte meteorológico de España: en el sur frío, en el norte reina un fresco general procedente de Galicia"»; tal es el ejemplo que puso el abogado, para quien «el debate es que el rey tiene un blindaje especial». «No sabemos si al rey le ha gustado o no la caricatura o si se siente ofendido. Simplemente porque a la fiscalía le parezca, en nombre del rey, que se siente ofendido, ya acusa a estos señores», criticó Montero, quien reiteró el carácter humorístico del fotomontaje.

En definitiva, que estuvieron muy bien los cuatro y nos señalaron el camino a seguir, porque, de verdad, todavía nos queda el humor, que es más disolvente que cualquier discurso o ley.

CUANDO EL REY APOSTÓ PÚBLICAMENTE POR PATXI LÓPEZ

A los buenos españoles, entendiendo por tal a los seguidores de aquella «España, Una, Grande y Libre», no les solía gustar que el rey le hiciera carantoñas políticas al
lehendakari
Ibarretxe. De hecho, más de una vez han protestado por lo que consideraban un exceso de atención hacia un presidente «separatista», que, sin embargo, tenía hacia el jefe del Estado todas las consideraciones. Va en el cargo. No ha habido acto en Euzkadi con el rey donde no haya estado el
lehendakari
, ni haya habido un
aurreskulari
levantando la pierna hasta el infinito al son del txistu y el tamboril.

Pero, al parecer, estos amores, y no lo sabíamos, no eran correspondidos. Se descubrió en un acto previo a la campaña electoral vasca de 2009, en un rápido viaje de la pareja real para inaugurar la biblioteca de la Universidad de Deusto, diseñada por el arquitecto Rafael Moneo. Biblioteca que pedimos se llamara «Leizaola» en recuerdo del segundo
lehendakari
que impidió la volaran en 1937, pero el actual rector Oraá nos negó la sugerencia con cajas destempladas. Al parecer, este jesuita proveniente de una familia de la derecha vascongada no desea que se recuerde lo que hizo por ellos un hombre de bien. El caso es que el rey, a pesar de lo que me dijo en su día de que estaba harto de visitar el País Vasco invitado o por los jesuitas o por el BBV, visitó Bilbao a finales de enero de 2009. Una semana después se iniciaba la campaña electoral vasca. Las cosas estaban al pil-pil y, en eso, el lunes 2 de febrero, en
El Correo
, la columnista Tonia Etxarri, beligerante antinacionalista, escribió lo siguiente: «A López, hoy por hoy, no le contradice nadie. Hasta el mismo rey no oculta su entusiasmo. En su reciente visita al País Vasco cuentan que don Juan Carlos, en un acto público, le espetó al candidato socialista, señalando al
lehendakari:
«Patxi, a ver cuando ganas a éstos, ¡que llevan casi treinta años en el Gobierno!». Y en otra conversación con el candidato del PP, Basagoiti, no pudo ser más explícito: «Vosotros lo que tenéis que hacer es apoyar a Patxi».

Ese lunes repicaron todos los teléfonos. Perplejidad. ¿Es éste el que nos arbitra y modera, la instancia neutra que vela por todos? ¿Y cómo dice estas cosas él, que lleva 34 años sin que lo haya elegido nadie?

Escándalo en Ajuria Enea, en Sabin Etxea y en todos los lugares sensatos del país. Espeso silencio en Madrid. El rey acababa de meter, una vez más, la pata hasta el corvejón. Pero era en Euzkadi. Si hubiera dicho «Oye, Mariano, a ver cuando le ganas a estos socialistas, que llevan cinco años gobernando mal y no saben cómo salir de la crisis», se hubiera armado la de Dios es Cristo. Pero ocurría en Euzkadi y, una vez más, un manto de silencio cubrió el despropósito de un rey patoso y borde que espero le hiciera caer del guindo al bueno del
lehendakari
.

Yo, como no podía ser menos, le dije públicamente las verdades del barquero, pero el silenciador oficial se hizo presente. Registré una pregunta al Gobierno. Más silencio. ¿Qué pintaba D. Juan Carlos de agente electoral de Patxi López? Si este hombre se entrometía así en la campaña vasca, ¿qué no habría hecho el 23-F? Pero la caravana multicolor se llevó la gansada.

Y no era cosa menor. Esos días se decía que el rey, de forma poco patriótica, tiene el corazón blanco (Real Madrid), pero nunca fue al Bernabeu durante la presidencia de Calderón, y eso que una vez dijo: «A ver cuando echáis al ... de Capello». Y lo echaron.

El caso es que las elecciones se celebraron el 1 de marzo y ganó ampliamente el PNV, con cinco parlamentarios más que el segundo partido, el de Patxi López, así como con ochenta mil votos de diferencia. Pero Ibarretxe, siguiendo el consejo del rey, fue desbancado. Eliminada la izquierda
abertzale
del Parlamento Vasco, se juntaron el agua (López-PSE) con el aceite (Basagoiti-PP) y lograron lo que no se había conseguido en treinta años: «desalojar» al PNV de Ajuria Enea siguiendo ese atajo. En Galicia acababa de ganar el PP, y en Madrid y en Valencia el odio entre el PSOE y el PP hacía fundir todos los plomos. Sin embargo, el trofeo de caza, el punto verde en el mapa, fue pintado de rojigualdo en una Comunidad mayoritariamente nacionalista.

Yo recordé, públicamente las palabras del rey en Deusto. Y las seguiré recordando, y ojalá nadie del PNV vuelva a las recepciones reales que, además de cóoo feria de vanidades, sólo sirven para la mayor gloria de un señor con doble cara. Para nada más. Lo que diga el rey es irrelevante, porque, además, ni siquiera es cosecha suya. La institución está ya muy apolillada, y para lo único que vale es para que los señores se enfunden su frac y las señoras estrenen modelo.

Si tenía alguna duda sobre la institución, aquel día se me disipó, porque el rey tiene el deber de «abstención política» que se deriva del estatuto constitucional que lo consagra como jefe del Estado con funciones de arbitraje y moderación. «Su persona es inviolable y no está sujeta a responsabilidad y, de acuerdo con ello, sus actos han de ser refrendados por el poder Ejecutivo.» En definitiva, la Constitución deja al rey fuera del debate político, y esto es aplicable a los miembros de su familia.

Por otra parte, en razón de la naturaleza hereditaria de la institución monárquica, los reyes no son elegidos ni pueden ser revocados de su condición de tales por el electorado. La consecuencia es que, si deciden participar en el debate electoral, se implican en el mismo desde una posición de privilegio, porque su posición no puede ser rebatida en términos institucionales.

En definitiva, que el «¿Por qué no te callas?» y el apoyar tan gamberramente al candidato Patxi López fueron dos de los logros de este buen señor en los últimos tiempos.

Sinceramente me apena que, pasadas tres décadas, asistamos en democracia a consagrar una repugnante equivalencia entre la legalidad republicana y la ilegalidad franquista, que nunca, por cierto, ha sido juzgada, como tampoco lo fue en serio el 23-F. La generosidad asimétrica de la Transición se está rompiendo porque todo este mundo franquista reciclado ni ha olvidado nada, ni ha aprendido nada, ni ha perdonado nada. Y sigue siendo verdad aquello de Calvo-Sotelo: «Antes una España roja, que rota». Por eso, al rey le gusta más Patxi López que Ibarretxe.

DOS PELÍCULAS PARA TERGIVERSAR EL 23-F

Nadie supo a santo de qué, quince días antes del 28 aniversario del 23-F, Televisión Española y Antena 3 se dedicaron a emitir documentales de la época y dos películas a cuál más inverosímil. Casi treinta años después, al chaval que anda muy cercano hoy a la cuarentena, le siguieron contando la gran milonga del rey como «salvador de la democracia». Y de eso se trataba. Otra será la historia cuando alguien se atreva a contar la verdad sobre lo que pasó aquella infausta jornada.

Y es que el asunto interesa. TVE, con su
El día más difícil del rey
, protagonizado por Lluís Homar, logró una media de 6,5 millones de espectadores y un inusual 31 por 100 de cuota de pantalla con esta historia; lo que convirtió a este telefilm en el más visto en la historia de la televisión española desde que en 1992 estas cosas comenzaron a medirse con audímetros.

Yo, que en esos dos días vi la película completa, me pareció tediosa, infantil, con escenas y diálogos familiares surrealistas y cursis, y un inicio de la historia que era todo un poema: aquel día, cuando casi todo el mundo político seguía la investidura de Calvo-Sotelo en el Congreso, se ve al rey ir a jugar al paddel mientras en La Zarzuela unos obreros se enteran del golpe antes que el Jefe del Estado, ya que seguían la sesión por una radio puesta encima de una escalera en la que estaban subidos.

En la película que emitió Antena 3, uno de los militares resumía enfático lo que para él había supuesto aquella fecha: «Fracasó, pero creó tres mitos: el Rey, Suárez y el Guti».

En una entrega de un DVD del diario
Público
que había recibido el Premio Ondas al «Mejor Programa Especializado» en el año 2001, aparecía el general Armada en su casa de Galicia mostrando orgulloso sus palmeras y sus camelias. No vestía gorra militar de plato, sino una visera. Con una sonrisa en su boca, el que fuera condenado como máximo responsable del 23-F, comenzaba a hablar. Decía: «El 23 de febrero hice todo lo que pude. La prueba es que el resultado es buenísimo. Todo el mundo dice que la Monarquía se afianzó. Y como yo lo que buscaba era, primero, traerla y, luego, afianzarla, para mí todo el 23 de febrero es una satisfacción». A confesión de parte, relevo de pruebas. Más claro, agua.

A quien no le gustó cómo había quedado su padre esos días, fue al hijo del teniente coronel Antonio Tejero Molina, que escribió en el ABC una carta-artículo para defenderle ante el disgusto que le había producido el tratamiento mediático al golpista de la Guardia Civil. En ella hacía una alusión muy clara a los porqués de la actuación de su padre: «Realmente nos dolía España, mi padre y el momento en sí; aunque nos tranquilizaba la certeza, según nos habían dicho, de que el rey apoyaba y ordenaba tales hechos. Era un acto de servicio más, en un momento crítico por el cual atravesaba nuestra patria».

Este Ramón Tejero es sacerdote, y creo en lo que dice. No tiene por qué mentir a 28 años de aquello. Pero el silencio cubrió, una vez más, esta interesante carta pública. Me recordó noviembre del año 2007, cuando Jordi Pujol sacó a la luz su libro de memorias, en el que cuenta cómo el presidente Calvo-Sotelo le confesó las presiones recibidas para no juzgar a los golpistas del 23-F. Ahí queda eso.

Todo esto, pues, debería ser un auténtico reto para que un buen guionista y un valiente productor cuenten la verdad de lo que pasó aquella noche, aunque seguramente deberán rodar su película en el extranjero. Hoy por hoy, sólo se admiten bodrios como el comentado
El día más difícil del Rey
. Difícil sí, pero por su irresponsabilidad.

Other books

Tzili by Aharon Appelfeld
Crossings by Betty Lambert
A Big Sky Christmas by William W. Johnstone, J. A. Johnstone
A Paradise Built in Hell by Rebecca Solnit
To Catch a Groom by Rebecca Winters