Una monarquía protegida por la censura (38 page)

BOOK: Una monarquía protegida por la censura
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LA REINA LA ARMA EN SU SETENTA ANIVERSARIO

En el entorno de la reina debe haber gentes significadas del Opus Dei. No se entiende de otra manera que Dña. Sofía cayese en una trampa para aficionados y se sometiera a un tercer grado, que acabó en un polémico libro, con la periodista-escritora Pilar Urbano, numeraria de esta orden fundada por Escrivá de Balaguer.

De hecho, en otra dimensión, a mí me ocurrió algo parecido. Poco después de llegar a Madrid quiso hacerme una entrevista para una revista de la que era principal redactora e, ingenuo de mí, acudí a su casa, donde vivía en comunidad, y aunque recuerdo pocas cosas de aquel encuentro, sí me acuerdo del interés de la Sra. Urbano en ofrecerme una copita. La rechacé porque no tomo alcohol, pero aquello ilustra bien sobre la buena señora, que buscaba que yo tuviera la lengua suelta. Y no sé lo que dije, pero sí recuerdo que el presidente del Congreso, Félix Pons, me reclamó por algo sobre lo que opiné o medio dije o puso en papel Pilar Urbano.

De ahí que no me extrañase la polémica que estalló con la reina, sobre todo cuando se supo que la conversación no había sido grabada y que la periodista, salvo preguntarle por el tema vasco y los nacionalismos, le inquirió preferentemente por asuntos relacionados con la moral, llevando el agua a su molino, tras las respuestas propias de una señora de setenta años muy conservadora.

El libro copó todos los informativos de ese día y, aunque los dos principales partidos españoles, el PSOE y el PP, cerraron pronto filas con Zarzuela, ciertos sectores, desde el colectivo gay a las mujeres maltratadas, criticaron con dureza las opiniones de la reina.

Por si a alguien le quedaba alguna duda sobre la autenticidad del contenido de dicho libro, Pilar Urbano confirmó punto por punto aquellas declaraciones en la presentación, y los ecos del bochinche llegaron pronto al otro lado del Atlántico, donde el rey participaba en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno Latinoamericanos. Al enterarse del asunto, parece que montó uno de sus mayores berrinches, y ordenó a su entorno que hiciera algo para acallar aquel debate, que en España comenzaba a tomar mucha fuerza. Y, como siempre pasa, lo logró con el apoyo de los medios y un críptico comunicado de la Casa Real redactado en San Salvador, en el que sin membrete oficial decía: «Se trata de afirmaciones inexactas realizadas en el ámbito privado». ¿Cómo pueden ser inexactas y conocerlas ellos si están en el ámbito de lo privado? Realismo mágico zarzuelero.

Con todo, una vez más lograron su cometido. El incendio se apagó en treinta segundos. A mí me preguntaron mi opinión: «Dña. Sofía tiene todo su derecho a opinar de lo que quiera. Es la esposa del rey, no estrictamente una reina, y puede decir lo que piensa sobre el aborto, el matrimonio homosexual o la eutanasia, pero ella debe saber que, si se mete en ese jardín de rosas, las rosas tienen espinas y, por lo tanto, no sólo ella tiene derecho a opinar sino todo el mundo tiene derecho al debate político que ella suscita». Curioso, sin embargo, fue el comentario del portavoz del PP en Telemadrid, en el que censuraba la pérdida de neutralidad de la Corona, aunque horas después, y sin que nadie en el partido se lo pidiera, aparentemente, echó marcha atrás y expresó su «respeto total y absoluto a la reina».

El diputado crítico Gabriel Elorriaga comentó que las palabras de Pons le habían parecido intolerables. La vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega resaltó el impecable desempeño de las funciones constitucionales de la reina, y Zapatero casi propuso su proceso de beatificación. La más gráfica fue la hermana del rey, doña Pilar, quien a preguntas de los periodistas sobre la polémica frunció el ceño y dijo: «Una chorrada, como todas las vuestras». Y ahí quedó todo.

El 2 de noviembre celebró doña Sofía su cumpleaños asistiendo a un concierto de Zubin Mehta con toda la familia. El director indio le ofreció ocho versiones del «Cumpleaños feliz». Después, en La Zarzuela, hubo una cena, aunque no la multitudinaria que a raíz de la quema de efigies se le había hecho a su esposo en El Pardo el 5 de enero de ese año 2008. A los dos días, frente al Congreso, asistió a la Fiesta de la Banderita que organiza cada año la Cruz Roja para recoger donativos, y la noticia fue ésa y destacar que la polémica por sus declaraciones en el libro no se había hecho notar. No sé qué hubiera ocurrido si ese libro lo hubiera hecho Javier Ortiz y éste le hubiera preguntado por la Ley de la Memoria Histórica, el papel de su hermano Constantino en el Golpe de los Coroneles en Grecia, el tema vasco o qué ocurrió de verdad durante el 23-F. Pero estas cosas no ocurren en esta democrática Monarquía parlamentaria, faro del mundo y modelo a imitar en el universo.

ACLAMACIÓN A TRAVES DE LA OPACIDAD INFORMATIVA

De pequeños nos enseñaban en el catecismo: «¿Qué es la fe? Creer en algo que no se ve ni se conoce». Pues bien, la actitud de la Casa Real tras las continuas meteduras de pata del monarca ha sido resucitar el catecismo y pedir actos de fe y, lo más fácil, matar al mensajero. ¿Que el monarca, para una vez que improvisa un discurso de cuatro palabras —«¿Por qué no te callas?»—, la arma? Pues que no hable. ¿Que el monarca opina sobre Jiménez Losantos? Pues que no se sepa lo que dice. ¿Que la reina se explaya a gusto sobre los homosexuales, el aborto y demás temas candentes? Pues que no abra la boca nunca más ante periodistas.

¿Y cómo se hace eso? Con opacidad informativa. Esta es la única manera para lograr que siga siendo «la institución más valorada», según las continuas y manipuladas encuestas del CIS. Que no se sepa lo que opina sobre nada y, como son fotogénicos, ¡qué majos son!, aunque se suban el sueldo en plena crisis, cosa que no ha hecho nadie en este país.

Pero la gente ya les va conociendo, y los jóvenes perciben de qué se trata; y como meterse con la prensa es algo de cuidado, no saben lo que han hecho. Porque como lo de esta gente es separarse del mundo de los mortales, llegará un momento en que se termine por calar el montaje.

El apagón informativo impuesto por la Casa Real a algunos actos oficiales presididos por el rey —el último, el celebrado el martes 6 de enero de 2009 con ocasión de la Pascua Militar, donde se impidió el acceso a los periodistas— soliviantó los ánimos de los medios de comunicación y de las principales asociaciones profesionales, que reclamaron que los actos a los que asiste el jefe del Estado deben ser «transparentes», con la única excepción de los que pertenecen al ámbito de su «estricta intimidad personal y familiar».

Lo ocurrido el día de Reyes fue la gota que colmó el vaso del malestar hacia la política informativa de La Zarzuela, porque es la tercera vez en menos de un año que la Casa Real veta el acceso de los periodistas a un acto oficial al que asiste el monarca.

Ese malestar contribuye a enrarecer las relaciones entre la Corona y los medios de comunicación, enturbiadas a lo largo de los últimos tiempos por episodios como la condena al semanario
El Jueves
, el juicio contra los autores de una viñeta humorística en
Deia
sobre la caza del oso Mitrofán o la controvertida biografía de la reina escrita por Pilar Urbano.

En esta ocasión se trataba de la tradicional recepción que don Juan Carlos ofrece en el Palacio Real al término de los discursos que el propio monarca y la ministra de Defensa, Carme Chacón, pronuncian con motivo de la Pascua Militar. Por primera vez desde que se celebra este acto, siempre el 6 de enero, los representantes de los medios fueron invitados a abandonar el edificio, sin mediar explicación alguna, al concluir las intervenciones del rey y la ministra.

Jamás se había impedido la presencia de periodistas en esa recepción, a la que asisten los miembros de la cúpula militar y representantes de los tres ejércitos y la Guardia Civil, además del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y los ministros de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y de Defensa. Durante la recepción se sirve un cóctel y los informadores tienen ocasión de conversar, en un tono distendido —eso sí, sin cámaras ni micrófonos— con los miembros de la Familia Real y del Gobierno. Hasta ahora.

La Casa Real no ofreció ninguna explicación oficial para justificar ese cerrojazo informativo, pero extraoficialmente sostuvo que esas recepciones tienen carácter privado y, por lo tanto, están reservadas a las personas que don Juan Carlos estime oportuno invitar. Sin embargo, hay una razón extraoficial de mayor peso: que los políticos suelen mostrarse excesivamente locuaces con los periodistas y aprovechan la presencia de los informadores para hacer declaraciones, lo que resta protagonismo al rey, que es el anfitrión del acto. ¡Qué gran delito!

La presidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), Magis Iglesias, rechazó el primero de los argumentos: «Todo individuo, y por supuesto el rey, tiene derecho a que se respete su intimidad. Pero cuando don Juan Carlos ejerce sus funciones de jefe del Estado en un acto oficial, no puede apelar a esa intimidad. Y la Pascua Militar no tiene carácter privado». Mucho menos, cuando lo pagan todos los ciudadanos.

En parecidos términos se expresó Agustín Yanel, secretario general del Sindicato de Periodistas de Madrid (SPM) y responsable de Comunicación de la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP): «Salvo en los actos estrictamente privados y familiares, el rey actúa siempre como jefe del Estado y máxima autoridad del país, y los medios de comunicación tienen la obligación de informar a los ciudadanos de lo que sucede en esos actos públicos».

El miércoles 7 de enero, al día siguiente de la Pascua Militar, Iglesias remitió un escrito al jefe de la Casa Real, el poco diplomático Alberto Aza, en el que expresó su «protesta por la progresiva exclusión de los periodistas en actos organizados por la Casa Real».

En esa carta —enviada también al responsable de Comunicación de La Zarzuela, Juan González Cebrián—, la presidenta de la FAPE argumentaba que «el jefe del Estado no debe organizar sus actividades oficiales ignorando que ejerce su autoridad en una democracia, de la que forman parte los medios de comunicación como artífices imprescindibles de la transparencia y el derecho a la información consagrados por nuestra Constitución». Y concluía: «Como quiera que el control social que ejercen los medios de comunicación, a través de los periodistas, es la mejor garantía de calidad de una democracia, desde la FAPE instamos a la institución que usted dirige a reconsiderar la decisión que terminó con una sana tradición de años, por la que la Monarquía española abría sus puertas a los periodistas, que podían informar de cuanto acontecía en las recepciones oficiales de Su Majestad el Rey».

La misiva iba acompañada de un documento aprobado el mes de diciembre de 2008 por la FAPE en el que se fijan los criterios éticos y periodísticos que deberían regir los actos oficiales presididos por el rey. Entre ellos, que los profesionales de la información «han de tener la posibilidad de dar cumplida cuenta de lo que acontece en un acto de relevancia, como son las recepciones que ofrece el jefe del Estado a los representantes de las fuerzas políticas y sociales del país».

El documento también recomienda a los políticos asistentes que hagan sus declaraciones a los medios de comunicación «antes de la celebración de la recepción y en un espacio físico distinto». Y exhorta a los periodistas a respetar los llamados
off the record
, es decir, las opiniones y comentarios que se realizan con el compromiso de que ni serán divulgados ni se revelará la identidad de la fuente.

Un portavoz de La Zarzuela señaló a un medio de comunicación que el jefe de la Casa Real aun no había respondido a la carta remitida por la FAPE, pero que lo haría «en su momento». Y añadió que en la recepción ofrecida por el rey el 12 de octubre de
2008
con motivo del Día de la Fiesta Nacional, a la que también se impidió el acceso de los informadores, estuvieron presentes decenas de periodistas. Sin embargo, los representantes de los medios de comunicación que acudieron a esa recepción lo hicieron como unos invitados más de la Casa Real, no como trabajadores en el desempeño de su labor informativa.

En definitiva, que así empezaron en Nepal y terminaron con la Monarquía, al hacerse lejana, poco útil y odiosa. Que sigan así y verán lo que cuesta el alquiler de una casa en el centro de Madrid.

Lo malo es que han acabado creyéndose que eso de que son la «institución más valorada» tiene la gran trampa de que al rey se le trata como a un semidiós, protegido con una mordaza puesta a la prensa, que sólo conoce una situación parecida en Tailandia.

En definitiva, esto significa que estamos ante una decisión de censura informativa. Las meteduras de pata del monarca con relación a Jiménez Losantos, el libro sobre la reina, la admiración del rey por Zapatero y demás informaciones se han considerado perjudiciales para la imagen de una Monarquía que basa su éxito en que nadie sepa que, tras esa fachada oficial, el rey está superdesnudo. Nada nuevo.

NIÉGATE A PAGAR LAS VACACIONES DE
EL BRIBÓN

Tal podía ser el nombre de una de las plataformas que se podían crear en España pasadas ya las oportunidades de hacerlo con las bodas de las infantas y de Felipe, o los bautizos de Froilán y compañía.

La idea no es mala y ojalá se ponga en práctica, ya que en países considerados muy civilizados, más civilizados que la media, empiezan a estar hartos de que los llamados servidores del Estado se sirvan del Estado, es decir, del ciudadano, mucho más en tiempos de aguda crisis económica.

En Suecia, ante la polémica boda de la princesa heredera han sacado en Facebook la siguiente consigna: «Que se paguen su propia boda, como cualquier otro». Se estima que la boda más esperada por los medios sensacionalistas, prevista para el verano de 2010, tendrá un coste de unos 25 millones de coronas, esto es, unos 2,2 millones de euros. La posible financiación pública de esta cantidad ha sido la causante de este revuelo montado en la red, donde existen muchos grupos de protesta. Sin embargo, el grupo más numeroso de todos es el que se titula «Niégate a pagar la boda de Victoria», que en apenas cinco días ha pasado de 5.000 a casi 28.000 miembros.

Este enlace se enfrenta a demasiados obstáculos. Por un lado, está la disconformidad que el monarca Carlos Gustavo ha mostrado siempre hacia el pretendiente de su hija —al parecer, consideraba que Daniel Westling no es suficientemente bueno para Victoria—. A eso se le unen ahora los reproches de los suecos. «Creo que todas las personas valen lo mismo, también la realeza», declaró el creador de este grupo en el diario
Fredrik Nordqvist
.

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