El Terror (108 page)

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Authors: Dan Simmons

Tags: #Terror, #Histórico

BOOK: El Terror
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Al cabo de dos minutos puede levantar los dos envoltorios de más de dos metros de largo con el pescado envuelto en piel de foca, cada uno de ellos congelado y sólido, como una estrecha y dura pieza de roble con una cabeza de pescado sobresaliendo por cada punta, y los coloca paralelos en el hielo.

Ahora, ella se pone un trocito de piel debajo de las rodillas y se arrodilla, y usando trozos de tendón y correas de piel, ata trozos cortos de astas de caribú y de marfil (el antiguo armazón de la tienda) conectando ambos envoltorios de pescado de más de dos metros de largo.

—Madre de Dios —jadea Francis Crozier. «Los pescados envueltos en piel de foca húmeda son los patines. Las astas son las piezas transversales»—. Estás construyendo un maldito trineo —susurra.

Su aliento deja colgando cristales en el aire de la noche, mientras su regocijo se convierte en pánico. «No hacía tanto frío el 17 de agosto o antes, ni se acercaba de lejos a este frío, aunque fuese en mitad de la noche.»

Crozier supone que a
Silenciosa
le ha costado media hora, o menos aún, hacer el trineo con patines de pescado y astas de caribú, pero se queda sentado en su pila de pieles durante una hora y media o más, porque calibrar el paso del tiempo es difícil sin su reloj de bolsillo, y sigue cayendo en un sueño ligero, aun estando sentado, mientras la mujer trabaja en los patines del trineo.

Primero saca algo que parece una mezcla de barro y musgo de una bolsa de lona que procede del
Terror.
Trayendo agua en latas Goldner desde la
polynya,
da forma a aquel barro-musgo y lo convierte en bolas del tamaño de un puño, y luego coloca la masa a lo largo de los patines, dando palmaditas y extendiéndola de forma regular con las manos desnudas. Crozier no tiene ni idea de por qué no se le quedan las manos congeladas a pesar de sus frecuentes interrupciones para meterse las manos bajo la parka, apretadas sobre el vientre desnudo.

Lady Silenciosa
alisa bien el barro congelado con el cuchillo, moldeándolo como un escultor moldearía una maqueta de arcilla. Entonces trae más agua de la
polynya
y la vierte encima de la capa de barro congelado, creando una envoltura de hielo. Finalmente, salpica puñados de agua en una tira de piel de oso y frota ese pellejo húmedo arriba y abajo por el barro congelado, a lo largo de cada patín, hasta que el recubrimiento de hielo queda completamente suave. A la luz de las estrellas, a Crozier le parece que los patines a lo largo del trineo invertido (sólo pescado y tiras de piel de foca dos horas antes) están recubiertos de cristal.

Silenciosa
vuelve el trineo, comprueba las correas y los nudos, apoya su peso en las astas de caribú, firmemente atadas, y en las pequeñas piezas de madera; después, ata las astas que quedan, dos largas y curvadas, que habían sido los soportes principales de la tienda, en la parte trasera del trineo, para formar un manillar rudimentario.

Entonces coloca varias capas de pieles de foca y de oso encima de las astas cruzadas y va a ayudar a Crozier a ponerse en pie; le ayuda a subirse al trineo.

El aparta el brazo de la mujer e intenta caminar solo.

No recuerda caer desmayado de cara en la nieve, pero cuando recobra la visión y el oído,
Silenciosa
le está subiendo al trineo, poniéndole las piernas rectas, apoyando su espalda firmemente contra una pila de pieles amontonadas y apoyadas en el manillar de astas, y colocando varias pieles gruesas encima de él.

Él ve que ella ha atado unas largas tiras de cuero en la parte delantera del trineo y ha tejido los finales formando una especie de arnés que pasa en torno a su cintura. Piensa en sus juegos con los cordeles y comprende lo que ella le ha estado diciendo: la tienda (forma oval acabada en pico) desmontada, ellos dos que se van (las figuritas que caminan por los trocitos de cordón deslizante, aunque Crozier, ciertamente, no va a andar aquella noche), hacia otra forma oval sin pico. (¿Otra tienda en forma de cúpula? ¿Una casa de nieve?)

Una vez todo empaquetado (las pieles extra y las bolsas de lona, las ollas envueltas en pieles, las lámparas de aceite de foca, todo colocado encima y alrededor de Crozier),
Silenciosa
se coloca el arnés y empieza a tirar de él por encima del hielo.

Los patines se deslizan con eficiencia de cristal, mucho más silenciosos y suaves que los trineos de los botes del
Terror
y del
Erebus.
Crozier se siente sorprendido al ver que todavía está caliente; dos horas o más sentado allí, quieto, encima de un témpano, no le han producido frío alguno, excepto en la punta de la nariz.

Las nubes son espesas por encima de ellos. No hay asomo de amanecer en el horizonte, en ninguna dirección. Crozier no tiene ni idea de adonde le llevará la mujer: ¿de vuelta a la isla del Rey Guillermo? ¿Al sur, a la península de Adelaida? ¿Hacia el río Back? ¿Más lejos aún en el hielo?

—Mis hombres —le dice. Se esfuerza por elevar la voz y hacerse oír por encima del susurro del viento, el silbido de la nieve y los gruñidos del espeso hielo que tienen debajo—. Tengo que volver con mis hombres. Me estarán buscando. Señorita..., señora...
Lady Silenciosa
, por favor. Por el amor de Dios, por favor, lléveme de vuelta al campamento de Rescate.

Silenciosa
no se vuelve. El no ve más que la parte trasera de su capucha y el borde de piel de oso que brilla bajo la débil luz de las estrellas. No tiene ni idea de cómo puede orientarse ella con esa oscuridad, y cómo una chica tan menuda puede tirar de su peso y el del trineo con tanta facilidad.

Se deslizan silenciosamente hacia la oscuridad, en el laberinto de hielo que tienen ante ellos.

62

Crozier

Jedna, en el fondo del mar, decide si enviar las focas a la superficie para ser cazadas por otros animales y por la gente real, pero, en un sentido real, es la foca misma quien se deja matar o no.

En otro sentido, no existe más que una sola foca.

Las focas son como la gente real en el sentido de que cada una tiene dos espíritus, un espíritu vital que muere con el cuerpo, y un espíritu permanente que se separa del cuerpo en el momento de la muerte. Esta alma de mayor duración, el
tarnic,
se esconde en la foca como una diminuta burbuja de aire y de sangre que un cazador puede encontrar en las tripas de la foca y que tiene la misma forma que la propia foca, pero mucho más pequeña.

Cuando muere una foca, su espíritu permanente se aleja y vuelve exactamente en la misma forma en una foca recién nacida que desciende de la foca que ha decidido dejarse matar y comer.

La gente real sabe que un cazador, a lo largo de toda su vida, irá capturando y matando a la misma foca o la misma morsa u oso o ave muchas veces.

Precisamente, lo mismo ocurre con el espíritu permanente de un miembro de la gente real cuando su espíritu vital muere con el cuerpo. El
inua
(el alma-espíritu permanente) viaja, con todos los recuerdos y habilidades intactos, tan sólo escondido, hasta un niño o una niña del linaje de la persona muerta. Ése es uno de los motivos por los cuales la gente real nunca riñe a sus hijos, por muy alborotadores o incluso impertinentes que se pongan. Además del alma de niño, en ese niño reside el
inua
de un adulto, de un padre, tío, abuelo, bisabuelo, madre, tía, abuela o bisabuela, con toda su sabiduría de cazador, matriarca o chamán, y no hay que reprenderle.

La foca no se rinde fácilmente ante cualquier cazador de la gente real. El cazador debe ganársela, no sólo a través de la astucia, del acecho y de la habilidad, sino también mediante la calidad del propio valor y el
inua
del cazador.

Esos
inua
o espíritus de la gente real, focas, morsas, osos, caribúes, aves, ballenas, existían como espíritus antes que la Tierra, y la Tierra es vieja.

Durante el primer período del universo, la Tierra era un disco flotante debajo de un cielo apoyado en cuatro columnas. Debajo de la Tierra había un lugar oscuro donde habitaban los espíritus, y donde siguen viviendo la mayoría, hasta el día de hoy. Esta Tierra temprana estaba debajo del agua la mayor parte del tiempo, sin seres humanos. No había gente real ni oros, hasta que dos hombres, Aakulujjuusi y Uumaaniirtuq, surgieron de unos montículos en la tierra. Esos dos se convirtieron en la primera gente real.

En aquella época no había estrellas, ni luna ni sol, y los dos hombres y sus descendientes tenían que vivir y cazar en la oscuridad total. Como no había chamanes que guiasen a la gente real en su conducta, los seres humanos tenían muy poco poder y sólo podían cazar a los animales más pequeños, liebres, perdices blancas, algún cuervo, y no sabían cómo vivir adecuadamente. Su único adorno era llevar un
aanguaa
de vez en cuando, un amuleto hecho con caparazones de erizos de mar.

Las mujeres se habían unido a los dos hombres de la Tierra en los primeros tiempos (venían de los glaciares, igual que los hombres habían venido de la Tierra), pero eran estériles, y pasaban todo el tiempo caminando por las costas, mirando hacia el mar o cavando en el suelo en busca de niños.

El segundo ciclo del universo apareció después de una larga y amarga lucha entre un zorro y un cuervo. Entonces aparecieron las estaciones, y luego la vida y la muerte mismas; poco después llegaron las estaciones, y empezó una nueva era en la cual el espíritu vital de los seres humanos moriría con los cuerpos y el
espíritu-inua
podría viajar a cualquier parte.

Entonces los chamanes aprendieron algunos secretos del orden cósmico y pudieron ayudar a la gente real a aprender cómo vivir adecuadamente, creando unas normas que prohibían el incesto y casarse fuera de la familia o el crimen u otras conductas que van contra el orden de las cosas. Los chamanes también podían ver retrospectivamente, incluso en el tiempo en que Aakulujjuusi y Uumaaniirtuq salieron de la tierra, y explicar a los seres humanos los orígenes de los grandes espíritus del universo (los
inuat)
como el espíritu de la Luna, o Naarjuk, el espíritu de la Consciencia misma, o Sila, el espíritu del Aire, que también es la más vital de todas las fuerzas antiguas. Es Sila quien crea, impregna y da energía a todas las cosas, y quien expresa su ira a través de tormentas y ventiscas.

También en ese momento la gente real supo de Sedna, conocida en otros lugares fríos como Uinigumauituq o Nuliajuk. Los chamanes explicaban que todos los seres humanos (la gente real, los seres humanos nativos con la piel más roja que vivían mucho más al sur de la gente real, los espíritus del caribú
Ijirait,
e incluso la gente pálida que apareció mucho más tarde) habían nacido de Sedna-Uinigu-mauituq-Nuliajuk emparejada con un perro. Eso explica por qué los perros pueden tener nombres, y nombres del alma, e incluso comparten el
inua
de su amo.

El
inua
de la Luna, Aningat, cometió incesto, o bien abusó de su hermana, Siqniq, el
inua
del Sol. A la esposa de Aningat, Ulilarnaq, le gustaba destripar a sus víctimas, ya fuesen animales o gente real, y tanto le disgustaba que los chamanes se mezclasen en temas espirituales que los castigaba haciéndolos reír incontrolablemente. Desde ese día, los chamanes pueden verse atacados por una risa incontrolable y frecuentemente mueren de ella.

A la gente real le gusta saber cosas de esos tres espíritus más poderosos del cosmos: el espíritu del Aire, que todo lo invade; el espíritu del Mar, que controla a todos los animales que viven en el mar o dependen del mar; y el miembro final de su trinidad, el espíritu de la Luna; sin embargo, esos tres
inuat
originales son demasiado poderosos para prestar atención a la gente real (o a los seres humanos de cualquier tipo), ya que esos
inuat
supremos están muy por encima de los demás espíritus, y esos espíritus menores están por encima de los seres humanos, de modo que la gente real no adora a esa trinidad. Los chamanes raramente intentan contactar con esos espíritus tan poderosos, como Sedna, y se contentan con asegurarse de que la gente real no rompe los tabúes que podrían enfurecer al espíritu del Mar, el espíritu de la Luna o el espíritu del Aire.

Pero lentamente, a lo largo de muchas generaciones, los chamanes, conocidos como
angakkuit
entre la gente real, han ido conociendo más secretos del universo oculto y de los espíritus
inuat
más inferiores. A lo largo de muchos siglos, algunos de los chamanes han adquirido el don que Memo Moira llamaba «clarividencia» o «segunda visión». La gente real llama a esas habilidades
qaumaniq o angakkua,
dependiendo de cómo se manifiesten. Igual que los seres humanos amaestraron antes a sus espíritus-primos, los lobos, para que se convirtieran en perros que compartieran el
inua
de sus amos, del mismo modo actuaron los
angakkuit
con los dones de oír o enviar pensamientos, y aprendieron a amaestrar, a domesticar y a controlar a los espíritus inferiores que se les aparecían. Estos espíritus serviciales se llamaban
tuurngait,
y no sólo ayudaban a los chamanes a ver el mundo espiritual invisible y a retroceder a tiempos anteriores a los seres humanos, sino que también les permitían mirar dentro de las mentes de otros seres humanos para ver los fallos cometidos por la gente real cuando rompían las leyes del orden universal. Los espíritus serviciales
tuurngait
ayudaban a los chamanes a restablecer el orden y el equilibrio. Enseñaron a los
angakkuit
su lenguaje, el lenguaje de los espíritus pequeños, que se llama
irinaliutit,
de modo que los chamanes pudiesen dirigirse directamente a sus propios antepasados y a las fuerzas
inuat
más poderosas del universo.

Una vez los chamanes hubieron aprendido el lenguaje
irinaliutit
de los espíritus serviciales
tuurngait,
pudieron ayudar a los seres humanos a confesar sus malas acciones y sus faltas, a curar enfermedades y a restablecer el orden en la confusión de los asuntos humanos, y restaurar así el orden del propio mundo. Este sistema de normas y tabúes que se fue transmitiendo por medio de los chamanes era tan complejo e intrincado como el entramado de cordones que crean entre los dedos las mujeres de la gente real, hasta el día de hoy.

Los chamanes también actuaban como protectores.

Algunos espíritus malignos inferiores vagaban entre la gente real, persiguiéndolos y llevándoles el mal tiempo, pero los chamanes habían aprendido a crear y consagrar un cuchillo sagrado y matar a aquellos
tupilait.

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