El Terror (104 page)

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Authors: Dan Simmons

Tags: #Terror, #Histórico

BOOK: El Terror
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Entonces metería los nombres en el bolsillo del chaquetón del rey, preparándose para la solemne ceremonia que se avecinaba.

58

Goodsir

Cabo del sudoeste de la isla del Rey Guillermo

5 de octubre de 1848

Del diario personal del doctor Harry D. S. Goodsir

6, 7 o quizá 8 de octubre de 1848

He tomado ya mi Bebedizo Final. Pasarán unos Pocos Minutos antes de Notar Todo su Efecto. Hasta entonces, intentaré Poner al Día mi diario.

Estos Últimos Días he recordado los Detalles de cómo el joven Hodgson confió en mí y me Susurró en la tienda hace unas Semanas la Última Noche, antes de que el Señor Hickey le disparara.

El Teniente susurró:

—Me disculpo por Molestarle, Doctor, pero tengo que decirle a Alguien que lo Siento.

Yo repliqué, también entre susurros:

—No es usted un Papista, Teniente Hodgson. Y yo No soy su Confesor. Vayase a Dormir y déjeme Dormir a mí.

Hodgson Insistió:

—Me disculpo de nuevo, Doctor. Pero tengo que contarle a alguien lo mucho que Siento haber Traicionado al Capitán, que siempre fue Bueno Conmigo, y Permitir que el Señor Hickey le cogiese a usted Cautivo de este Modo. Lo Lamento sinceramente y lo Siento Muchísimo.

Yo me quedé Echado en Silencio, sin Decir nada, sin Darle nada al chico.

—Ya desde que mataron a John —insistió Hodgson—. Quiero decir, el Teniente Irving, mi Querido Amigo de la Escuela de Artillería, yo estaba Convencido de que el Ayudante de Calafatero Hickey cometió ese Crimen y me sentí Aterrorizado por Él.

—¿Y por qué Apostó usted a Favor del Señor Hickey, si pensaba que era un Monstruo? —susurré en la Oscuridad.

—Porque... tenía Miedo. Quería estar de Su Lado porque era Terrible —susurró Hodgson. Y entonces el chico se echó a Llorar.

Yo dije:

—Debería darle vergüenza.

Pero le pasé el Brazo en torno al Hombro y le di unas palmaditas en la Espalda mientras él Lloraba hasta que se quedó Dormido.

A la Mañana Siguiente, el Señor Hickey reunió a Todos e hizo que Magnus Manson obligase al Teniente Hodgson a arrodillarse ante El, mientras el Ayudante de Calafatero blandía su Pistola y Anunciaba que Él (El Señor Hickey) no Toleraría ningún Haragán, explicando de nuevo que los Buenos Hombres entre Nosotros comerían y vivirían, y los Haraganes Morirían.

Entonces apoyó el Arma de largo cañón en la base del cráneo de George Hodgson y le voló el Cerebro en la Grava.

Tengo que decir que el Muchacho fue Valiente al final. No mostró Temor en absoluto aquella mañana. Sus últimas palabras antes de la Descarga Explosiva de la Pistola fueron: «puedes irte al Infierno».

Sólo deseo que mi Final sea igual de Valeroso. Pero sé con Certeza que No lo Será.

Los Histrionismos del Señor Hickey no Acabaron con la Muerte del Teniente Hodgson, ni cuando Magnus Manson Desnudó el cuerpo del Muchacho y dejó su Cadáver Yacente ante la Asamblea.

Aquella Imagen me dolió en el Pecho. Hablando como Hombre de Medicina, el pobre Hodgson estaba más Delgado de lo que yo habría Pensado que fuese Posible en algún Ser Humano Recientemente Vivo. Sus Brazos eran simples Fundas de Piel a lo largo de los Huesos. Sus Costillas y Pelvis sobresalían hacia Afuera con tanta Fuerza a través de la Piel que amenazaban con Salirse. Y por Todas Partes la carne del Muchacho estaba Manchada con Hematomas.

Sin embargo, el Señor Hickey me Llamó y me tendió un Par de Cizallas, e insistió en que Empezase a Diseccionar al Teniente frente a los Hombres Reunidos.

Yo me negué.

El Señor Hickey, con Amabilidad en la voz, me lo pidió de Nuevo.

Yo me volví a negar.

Entonces el Señor Hickey ordenó al Señor Manson que cogiera las Cizallas de mis manos y que me Desnudase por completo como el Cadáver que teníamos a los Pies.

Una vez yo estaba Sin Ropa, el Señor Hickey fue andando arriba y abajo por delante de los hombres y Señaló hacia las Desnudas Partes de mi cuerpo. El Señor Manson estaba cerca, con las Cizallas en la mano.

—No hay Sitio para los Haraganes en nuestra Hermandad —dijo el Señor Hickey—. Y aunque necesitamos a este Cirujano (porque yo Quiero Cuidar de la salud de vosotros, mis Queridos Hombres, de cada Uno de vosotros), él debe ser Castigado cuando se niega a Servir al Bien Común. Dos veces se ha Negado esta Mañana. Le quitaremos Dos Apéndices no esenciales como Señal de Nuestra Desaprobación.

Y con eso, el Señor Hickey Procedió a pinchar Diferentes Partes de mi Anatomía con el Cañón de la Pistola: mis Dedos, mi Nariz, mi Pene, mis Testículos, mis Orejas.

Luego Levantó mi Mano.

—Un Cirujano necesita los Dedos, si tiene que sernos de alguna Utilidad —anunció Teatralmente, y se Rio—. Esos los guardaremos para el Final.

La Mayoría de los Hombres se Rieron.

—No necesitará la Picha ni los Huevos, sin embargo —dijo el Señor Hickey, pinchando las Partes Mencionadas con el Cañón de su Pistola, que estaba Muy Frío.

Los Hombres se echaron de nuevo a Reír. Supongo que había mucha Expectación.

—Pero hoy nos sentimos Misericordiosos —dijo el Señor Hickey. Entonces ordenó al Señor Manson que me cortara Dos dedos de los Pies.

—¿Cuáles, Cornelius? —preguntó el gigantesco Idiota.

—Elige tú, Magnus —dijo nuestro Maestro de Ceremonias.

Los Hombres Reunidos se rieron de Nuevo. Yo podía Notar su Decepción ante el hecho de que me Cortaran algo tan banal como unos simples Dedos de los Pies; sin embargo, puedo Decir también que disfrutaban viendo a Magnus Manson como Dueño de mi Destino Digital. No era Culpa suya. Los Marineros Corrientes que allí se encontraban no tenían Educación Formal Alguna y les Desagradaba cualquier persona que la tuviera.

El Señor Manson eligió Ambos Dedos Gordos.

La Audiencia se reía y aplaudía.

Aplicaron las Cizallas con rapidez y la Gran Fuerza del Señor Manson trabajó a mi Favor en el Procedimiento.

Hubo más Risas (y mucho Interés) cuando me trajeron el Maletín Médico y todo el mundo me miró mientras yo Ligaba las Arterias necesarias, Restañaba la Sangre lo Mejor que podía (mientras me sentía casi Desmayado) y aplicaba los Vendajes Preliminares a mis Heridas.

El Señor Manson recibió la orden de Llevarme a la Tienda de nuevo; sus Atenciones fueron tan Amables como las de una Madre a un Niño Enfermo.

Ese fue también el Día en que el Señor Hickey pensó en Sustraerme mis Botellas Medicinales más Efectivas. Pero antes de aquella Mañana, yo ya había Vertido la Mayor parte de la Morfina, Opio, Láudano, Polvo de Dover, Calomelanos de mercurio venenosos y Mandragora en una sola Botellita Opaca y de Aspecto Inocente marcada como Azúcar de Plomo y escondida en Otro Lugar de mi Botiquín Médico. Entonces usé agua para aumentar los Niveles Visibles de Morfina, Opio y Láudano hasta la Altura Previa.

La Ironía es que cada vez que Medico al Señor Manson para sus «Dolores de Barriga», está recibiendo más de Ocho Partes de agua por Dos Pequeñas partes de morfina. El Gigante no parece notar la Pérdida de Eficacia, cosa que me recuerda la Importancia de la Creencia en todo el proceso Médico.

Desde aquel Día del Fallecimiento del Teniente Hodgson, yo me Negué otra vez hasta la Suma Total de Ocho Dedos de los Pies, Una Oreja y el Prepucio.

Esta Ultima Operación causó mucho Regocijo entre los Hombres Reunidos, a pesar de los Cadáveres recientes que tenían delante, de modo que uno habría Pensado que había llegado el Circo para Actuar ante ellos.

Sé por qué el Señor Hickey nunca ha hecho Honor a sus repetidas Amenazas de privarme de mi Miembro Masculino o los Testículos. El Ayudante de Calafatero ha visto las suficientes Heridas a Bordo para saber que la Hemorragia de esas heridas a menudo no se puede Detener, especialmente si el Cirujano es el que sangra y es Bastante Probable que esté inconsciente o en estado de Conmoción cuando hay que realizar la Operación de forma Necesaria, y el Señor Hickey no quiere que yo muera.

Caminar me resulta muy Difícil desde que me Quitaron los dedos Séptimo a Décimo de los pies. Nunca había Comprendido realmente lo Esenciales que son nuestros Dedos para el Equilibrio. Y el Dolor, por supuesto, a lo largo de todo el Mes pasado, no ha sido Insignificante.

Creo que Cometería el Pecado del Orgullo, para no mencionar el de la Mentira, si dijese Aquí que no había pensado en Beber mi botellita oculta de Morfina, Opio y Láudano (y otras materias médicas), todo mezclado en la botellita escondida en la que Pienso desde hace muchas Semanas como mi Bebedizo Final.

Pero nunca he sacado la Botellita de su escondite.

No, hasta este Momento.

Confieso que pensaba que el Efecto sería mucho más Rápido de lo que está Resultando.

Ya no me Siento los Pies (cosa que es una Bendición) y las Piernas se han Entumecido por encima de la Rótula. Pero a este Ritmo, pasarán otros Diez Minutos o Más antes de que la Poción alcance y Paralice mi Corazón y otros Órganos Vitales.

He dado otro trago al Bebedizo Final. Sospecho que he sido un Cobarde por no habérmelo Bebido todo de Una Sola Vez al principio.

Confieso aquí (por simples Motivos Científicos, por si alguien, algún día, descubre este Diario) que la Combinación no sólo es Muy Potente, sino también Bastante Embriagadora. Si hubiera alguna otra persona viva en esta oscura y tormentosa tarde, excepto el Señor Hickey y posiblemente el Señor Manson subidos en su Trono de Pinaza, verían que paso mis Últimos Momentos Moviendo la Cabeza y Sonriendo como un Borracho.

Pero no Recomiendo que nadie Repita este Experimento, salvo para los Propósitos medicinales más Serios.

Y esto me conduce a una verdadera Confesión.

Por Primera y Única Vez en mi Carrera y Vida Médica, no he Servido a un Paciente con toda mi Habilidad.

Hablo, por supuesto, del pobre Señor Magnus Manson.

Mi Diagnóstico Inicial de las Heridas gemelas de Pistola era una Mentira. Las Balas eran de pequeño calibre, sí, eso es Cierto, pero la Diminuta Pistola debía de llevar una Buena Carga de Pólvora, porque ambos Proyectiles, como resultaba Obvio desde mi primer Examen, habían penetrado a través de la piel, carne, capas musculares y pared estomacal del Idiota Gigante.

Desde mi primer Examen, yo sabía que las Balas estaban en el Vientre, Bazo, Hígado o algún otro Órgano Vital del Señor Manson, y que su Supervivencia Dependía de una Cirugía Exploratoria y de luego de la Extracción.

Y Mentí.

Si hay un Infierno, en el cual ya no Creo, porque esta Tierra y algunas de las Personas que están en ella son ya Infierno bastante para cualquier Universo, debería ser Arrojado a la Bolgia más Espantosa de los Círculos Inferiores.

No me Importa.

Debería decir aquí... ahora tengo el Pecho Frío y los Deds...

Is deDSo se están poniendo Fríos...

Cuando la tormenta nos actac hace un Mez di gres a Dio.

Me pareci en aquel Momeno que en Reldad íbams al Campntmto
Terrorrr
. Me Parció que El Señor Hickey había ganado. Estábamos (creía yo) a mens de Treinta kilmetrs de aqurll Campamneto y Progrssano 5 ó 6 kilómetrs al Día en casi Perfciion cuando llego la Primr de las Tormsntas casi Intmernlbaes.

Si hay un Dio... Yo... Gracs... quirido Dis.

Nieve. Oosucridad. Vientos terribls Día y Noce.

Hsta los hoHmbes que podin Andar no podíia Tirar. Los Arsnses se abndonarn. Las tiendas slron volndo. L a temperur cayó muchísmos dgrdos.

El Invernó golpaba emo el Marllto de Diso, y el Sorr Hickey no podi aheer nada sol poner losnas imprmeabls al lado de su tronopinaz y Matr a Mitad d los hombrs para Aliementr a la otr Mitd.

Alsunos homsbr corriron haciaa Is tormsntas y Muriron.

Alsuns hombrs se qeedaron y les disparon.

Algsn hombr se helarn y muriron.

Algus hombrs se comiron a los otros hombrs muriron tmben.

El ssñor Hickey y el snr Masnson se sentron alli en Su Bote al Vento, creo, pero no lo Se, ya que el srñor Msnson ya No Esst Vivo.

Yoi le msate.

Yo mat a los hmbrs que Deje en el Campmento Rscate.

Lo Siento.

Lo Siento.

Toda mi vid, mi herman yo deseara mi hermnoo stuviera aqu ahora, Thmoash sabe, toda mi via me ha gustodo Platón y los Dilosgos de Sócrats.

Como el grigo Sócrts poero no grego yo el vneno muy mereciod sube por mi trorso y Mta mis Membros y vuelve mis Dedols de cirjuano como palitoss tesos y

me alergro

escribí la nota ahora sujta a mi psecho antes asi

COMETE STOS RSTOS MORTALS DEL DOR HARRY D.S. GOODSIRFFIF SI QUIERS EL VNEENO DENTR SUS HEUSOSS Y CARN TE MATARARA A TI TMBEN

Los hmbsr coms c

Thomnas, si encutrn esto en mi y rt

lo sentó

hice 1 qu pude pro nunca se

sr mss herid NO PUED

Qu dio scuid LO HOMrbe

59

Hickey

Cabo al sudoeste de la isla del Rey Guillermo

18 de octubre de 1848

En algún momento de los últimos días o semanas, Cornelius Hickey se dio cuenta de que había dejado de ser un rey.

Ahora era un dios.

De hecho, lo sospechaba, no estaba seguro todavía, pero sospechaba muchísimo, estaba casi seguro de ello: Cornelius Hickey se había convertido en Dios.

Otros morían a su alrededor y, sin embargo, él vivía. Ya no notaba el frío. Ya no notaba el hambre, ni la sed, ni mucho menos la necesidad de saciar aquellos apetitos anteriores. Veía en la creciente oscuridad aunque las noches se iban haciendo más largas y tendían al absoluto, y ni la nieve que caía ni el viento aullante entorpecían sus sentidos.

Los simples hombres mortales habían requerido colocar una lona impermeable cayendo desde el bote y el trineo, cuando las tiendas se rompieron y el viento se las llevó, y se acurrucaron como ovejas con sus grupas lanudas vueltas hacia el viento hasta que murieron, pero Hickey estaba bastante cómodo en su trono, en la popa de la pinaza.

Cuando, después de más de tres semanas sin ser capaces de moverse debido a las ventiscas, a los huracanes y a las temperaturas que caían en picado, sus bestias de carga gemían y pedían comida, Hickey descendió entre ellos como un dios y les proporcionó sus panes y sus peces.

Mató a Strickland para alimentar a Seeley.

Mató a Dunn para alimentar a Brown.

Mató a Gibson para alimentar a Jerry.

Mató a Best para alimentar a Smith.

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