Los ladrones del cordero mistico (13 page)

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Authors: Noah Charney

Tags: #Intriga, #Histórico, #Ensayo

BOOK: Los ladrones del cordero mistico
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Conmovido ante la piedad y la fuerza del futuro san Amando, el terrateniente empezó a seguir al obispo por sus misiones a lo largo y ancho de Flandes. Amando bautizó a Allowin con el nombre de Bavón (Baaf en flamenco; Bavo, según transcripciones de otras lenguas). Se sabe relativamente poco de la vida de Bavón tras su bautismo. De hecho, la única historia que ha perdurado sobre él es la que cuenta que, en una ocasión, se encontró con un hombre al que, hacía mucho tiempo, había vendido como siervo. Bavón insistió en que aquel hombre lo condujera, encadenado, hasta el calabozo municipal, como gesto de penitencia y retribución. Después de acompañar a Amando en sus misiones, Bavón obtuvo permiso para vivir como eremita en el bosque, tras la abadía de San Pedro de Gante. Murió el 1 de octubre del año 653 y fue enterrado en la abadía que, a partir de entonces, llevaría su nombre.

Gante siguió creciendo, y alcanzó la suficiente importancia como para que Carlomagno le concediera una flota con la que defenderse de las incursiones vikingas, que remontaban sus ríos. El asentamiento había sido atacado y saqueado por éstos en dos ocasiones, la primera en el año 851 y la segunda en 879. Los vikingos no estaban preparados ni para los combates en campo abierto, ni para asediar ni superar fortificaciones, por lo que, tras el segundo de los devastadores ataques de éstos, en el año 879 Gante construyó su primera fortificación significativa, que era de madera.

La ciudad floreció en el siglo XII cuando se convirtió en un centro internacional del comercio de tejidos que importaba lana inglesa sin tratar y producía telas de gran calidad para su exportación. En 1178, el conde Felipe de Alsacia, gobernante de la zona, concedió a Gante privilegios comerciales con carácter oficial, y ordenó la construcción de la primera ciudadela de piedra, el formidable Castillo de los Condes, que se ha mantenido en pie hasta hoy. A principios del siglo XIII, la ciudad se había convertido en la segunda mayor de Europa, sólo superada por París, y contaba con una población de 65.000 personas.

El Gante del siglo XIII se regía por un poco habitual gobierno oligarca formado por un consejo de mercaderes patricios. El consejo se ocupaba de las cuestiones gubernamentales y judiciales de la ciudad, mantenía a cierta distancia a los reinantes condes de Flandes y defendía sus intereses mercantiles. El crecimiento de Gante como centro de comercio no se detuvo, y operaba con un asombroso grado de independencia respecto del feudalismo que dominaba las tierras agrícolas que la circundaban.

La división de poderes entre los mercaderes patricios de Gante y el conde de Flandes se desestabilizó con el inicio de la guerra de los Cien Años, en 1337. Aunque éste se alió con Francia, Gante quería seguir manteniendo sus provechosas relaciones con Inglaterra y sus importaciones de lana, que constituía la materia prima de la riqueza de Gante. La ciudad necesitaba a Inglaterra. El noble que mandaba sobre toda la región se había alineado con Francia. ¿Qué debía hacer Gante?

La situación militar de la ciudad no le permitía resistirse a su señor, el conde Luis de Male de Flandes (para quien el padre de Joos Vijd, Nikolaas, trabajó), por lo que dependía de la política y de los políticos. Los mercaderes patricios contaban con la ayuda del rico comerciante de telas y dirigente cívico Jacob van Artevelde, que intentó preservar la relación con Inglaterra a pesar de la guerra de los Cien Años. Van Artevelde unificó varias ciudades flamencas, entre ellas Brujas e Ypres, y apoyó al rey inglés Eduardo III, de manera abierta, desde 1340. Pero finalmente fue considerado sospechoso de conspirar para instalar al hijo de Eduardo como nuevo conde de Flandes, y fue asesinado por el pueblo en 1345. Su hijo, Felipe, prosiguió la labor de su padre, defendiendo administrativamente los intereses de Gante contra la alianza militar del conde de Flandes.

Con la muerte de Luis de Male, Flandes pasó a ser feudo de los duques de Borgoña. Fue bajo su gobierno, sobre todo bajo el del duque Felipe III (el Bueno), cuando el área fl oreció artísticamente. Y fue ése el período en que Jan van Eyck pintó
La Adoración del Cordero Místico
para la iglesia de San Juan, que había sido el templo de la abadía de San Bavón del siglo VII, y que posteriormente se convertiría en catedral de San Bavón.

Aquéllos no fueron tiempos felices para los habitantes de Gante, la ciudad más populosa, rica y poderosa de las tierras borgoñonas. Años de impuestos desorbitados cobrados por Borgoña llevaron al pueblo de Gante a la rebelión. El duque Felipe el Bueno congregó a 30.000 soldados y atacó a los rebeldes en la batalla de Gavere, el 23 de julio de 1453. Gante poseía un ejército equivalente en número de hombres. Poco después de iniciarse los combates se produjo una explosión fortuita en la batería de artillería de la ciudad, y la práctica totalidad de la artillería pesada de los rebeldes quedó destruida. El duque aplastó al pueblo de Gante, que sufrió 16.000 bajas. Los ciudadanos que sobrevivieron temían que el duque arrasara la ciudad como castigo. Cuando le preguntaron si lo haría, éste respondió: «Si lo hiciera, ¿quién me construiría otra igual?». La ciudad, irreemplazable, se salvó, pero Gante volvió a quedar bajo el control férreo del Imperio borgoñón.

Los duques de Borgoña mantuvieron el dominio sobre Gante hasta que la joven duquesa María, que no tenía hermanos varones, se casó con Maximiliano de Austria, miembro de la familia de los Habsburgo, el 18 de agosto de 1477. Flandes se convirtió así, sin derramamiento de sangre, en parte del Imperio de los Habsburgo. Pero estaba a punto de ser derramada mucha sangre en la guerra por su independencia, cuando el hijo más famoso de Gante no tardó en convertirse en su mayor enemigo.

En efecto, el futuro rey Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y destructor de Roma, nació en el Gante de los Habsburgo en el año 1500. La ciudad no obtuvo la menor clemencia del emperador, que envió tropas contra ella en 1539, cuando los dirigentes de la ciudad se negaron a pagar las elevadísimas tasas que Carlos necesitaba para financiar sus campañas militares en el extranjero. Sometió al pueblo de Gante y obligó a los nobles de la ciudad a demostrarle obediencia haciéndoles caminar frente a él descalzos y con sogas anudadas al cuello. La palabra flamenca que significa «nudo corredizo»,
strop
, fue posteriormente adoptada como sobrenombre para los habitantes de Gante, que pasaron a conocerse como
stroppendragers
, o «los que llevan sogas al cuello».

Tras la beligerancia de Carlos V, durante el reinado de su hijo Felipe II se produjo la mayor carnicería que conocería la historia de la ciudad. Como sucedió con gran parte de ciudades del norte de Europa durante la Reforma, la población de Gante se dividió en facciones religiosas enfrentadas de católicos contra protestantes. Entre las diversas sectas protestantes —entre ellas las de los anabaptistas y los menonitas, que rechazaban las conductas agresivas—, los calvinistas recurrían con frecuencia a la violencia y la iconoclasia.

En 1559, la iglesia de San Bavón —la advocación original, de San Juan, se había modificado en 1540— fue elevada a catedral. Gante se convirtió en sede de un obispado. El cambio se debió, en parte, al intento de fortalecer la presencia católica en la región, en unos momentos peligrosos, de conflicto religioso. Tan impresionado quedó Felipe II con
El retablo de Gante
que encargó ese mismo año una copia exacta de sus paneles centrales y de las alas para exponerlo en su corte de Madrid. La colección de Felipe ya incluía otra pintura de Van Eyck,
El retrato del matrimonio Arnolfini
, adquirido por la corte española tras la muerte de su propietaria, María de Hungría, en 1558. El artista que recibió el encargo de pintar las copias era un maestro flamenco llamado Michiel Coxcie, un imitador célebre por sus aptitudes en la copia de los grandes maestros de su tiempo, sobre todo de Rafael, lo que le valió el sobrenombre de «el Rafael flamenco». La reproducción de
La Adoración del Cordero Místico
de Coxcie nunca fue concebida para pasar por la original y, por tanto, no se trataba de una falsificación. Pero quinientos años después, un marchante de arte sin escrúpulos, radicado en Bruselas, que se beneficiaría en dos ocasiones de delitos relacionados con el retablo, vendería la copia de Coxcie como si se tratara del original robado.

La religión oficial de la ciudad de Gante alternaba entre el catolicismo y el calvinismo, dependiendo de quién ostentara el poder en ese momento. En el año 1566 se produjeron violentos disturbios protestantes durante un breve período de dominio de éstos, antes de que los católicos recobraran el control en 1567. A esa revuelta se la conocería como la Iconoclasia de Gante. Una de las quejas más persistentes de los calvinistas era la fascinación de los católicos por las imágenes. Los calvinistas consideraban que los católicos habían empezado a rezar a éstas, quebrantando así uno de los Diez Mandamientos, en vez de rezar «a través de» las imágenes para que sus oraciones fueran más vívidas.

Junto con esa percepción de un «culto a imágenes talladas», a los calvinistas les indignaban especialmente las tendencias mercantilistas de la Iglesia, así como la gran riqueza y el nivel de corrupción del clero. La compra de «indulgencias» —el pago a la Iglesia a cambio de la promesa de que, una vez muertos, quienes abonaran ciertas cantidades llegarían antes al Cielo— era una floreciente industria medieval. Los propios pontífices, alternativamente, se lamentaban y se beneficiaban de aquella fuente inagotable de ingresos. A los calvinistas les parecía repugnante que la gente pudiera comprar su entrada en el Cielo mediante donaciones y mecenazgos. Ellos sólo llevaban ropa negra, y prohibían cantar, bailar o comprar alcohol los domingos. Condenaban el dinero gastado en manifestaciones de decadencia católica, sobre todo en forma de obras de arte doradas y en iglesias con exceso de ornamentación. La iconoclasia o destrucción de imágenes tenía una fuerza simbólica para los protagonistas de los disturbios, los protestantes, que destruyeron o dañaron gravemente miles de obras de arte durante la Reforma. En ese contexto, la extraordinaria y resplandeciente
Adoración del Cordero Místico
resultaba un blanco irresistible.

Para los calvinistas, un retablo como aquél ejemplificaba a la perfección lo que de malo había en el catolicismo. Para ellos
El Cordero
alentaba dos tipos de pecado: el rezo a un ídolo y el pago terrenal a cambio de indulgencias. Al pagar por una obra de arte religioso tan sobresaliente para su iglesia local, Joos Vijd había sobornado, básicamente, a la institución para entrar en el Reino de los Cielos.

El retablo debía ser destruido.

La Adoración del Cordero Místico
representaba un objetivo tan claro para la turba destructora de los calvinistas que los católicos montaron guardia armada en el interior de la catedral con el propósito primordial de protegerlo. El 19 de abril de 1566, los calvinistas llevaron la destrucción a las inmediaciones del templo. Intentaron franquear sus puertas, cerradas a cal y canto. Los guardias católicos del interior eran muchos menos que los asaltantes. Al parecer, habrían oído el estruendo en el exterior, los crujidos de la madera y los golpes de las piedras caídas, mientras aguardaban sin aliento, en la nave, a que los revoltosos irrumpieran en la catedral y quemaran la obra. Pero no lo lograron. Por lo visto no contaban con ningún ariete, y acabaron por desistir. Dos días después, los calvinistas regresaron. Usando un tronco de árbol como ariete, consiguieron abrir las puertas de la catedral. Mientras crujían, se astillaban y cedían por su centro, bajo el peso del tronco, el primero de los asaltantes penetró en el templo. Era de noche y portaban antorchas, que rasgaron la penumbra serena de la nave, inmensa y cuajada de arcadas y nervaduras, como un esqueleto de ballena. Corrieron hacia la capilla Vijd, listos para arrastrar el retablo hasta la plaza pública para que todos pudieran contemplar la pira en la que prenderían fuego a aquella fuente de inspiración de herejías.

Pero cuando llegaron a la capilla, el retablo había desaparecido.

En el fragor de la noche de revuelta, los calvinistas no tuvieron tiempo para detenerse a pensar; tal vez creyeron que uno de los suyos había llegado antes y se había llevado la pintura. O quizá se les ocurrió que su desaparición era un acto de Dios para conservarla. Es posible que no pensaran nada. Habían demolido otras obras escultóricas del interior de la catedral, pero nunca encontraron
El Cordero
. ¿Dónde estaba?

Tras el primer intento de asalto de los participantes en la revuelta, los guardias católicos, conscientes de que siendo tan pocos no lograrían proteger el retablo, idearon otro plan. Desmontaron sus doce piezas y las ocultaron en lo alto de una de las torres del templo. Cada noche varios hombres se apostaban a lo largo de la escalera de caracol estrecha que ascendía por ella, un elemento arquitectónico fácil de defender, pues por ella sólo pasaba una persona. Además, cerraron con llave la puerta en la planta inferior. Mientras los asaltantes saqueaban la nave central, los custodios de
El Cordero
permanecían, sin ser vistos, en la oscuridad de la escalera de caracol. Los calvinistas carecían de medios para buscar el retablo. Al no encontrarlo donde esperaban, se rindieron y siguieron con su labor de destrucción. No podían imaginar que el retablo se encontraba a escasos metros de ellos, en una torre, sobre sus cabezas.

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