Read Los ladrones del cordero mistico Online

Authors: Noah Charney

Tags: #Intriga, #Histórico, #Ensayo

Los ladrones del cordero mistico (35 page)

BOOK: Los ladrones del cordero mistico
3.4Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Un adelanto de los grandes planes de Hitler se conoció en junio de 1940, cuando Francia cayó en poder de los nazis. Éste, meticulosamente, orquestó su venganza, y ordenó a sus tropas que buscaran y encontraran el mismo vagón de tren en el que se había firmado el Tratado de Versalles en 1918. Mandó que derribaran el edificio que lo alojaba; el vagón fue enviado entonces a la misma porción de terreno de Compiègne, cerca de Versalles, donde había tenido lugar la firma del tratado. Hitler se sentó en la misma silla usada por el mariscal Foch, jefe de las tropas francesas durante la Primera Guerra Mundial, durante la firma del acuerdo. Sólo entonces, en el mismo vagón pero con el Führer ocupando el asiento del vencedor, los franceses fueron obligados a firmar un armisticio. Tras la ceremonia, el vagón fue enviado a Berlín, donde permaneció expuesto al público, para demostrar que el poderoso Hitler había corregido los ultrajes del Tratado de Versalles.

El ministro de Asuntos Exteriores del Reich declaró, el 21 de julio de 1940, que «salvaguardarían» las obras de arte de Francia que se encontraran en colecciones privadas y públicas. El ejército alemán, aparentemente, creía que la declaración de su gobierno en relación con la protección del arte era sincera, mientras que el propio Reich no tenía la menor intención de cumplir con su palabra. La verdad empezó a ponerse de manifiesto el 17 de septiembre de 1940, fecha en que Hitler anunció la formación de la Sonderstab Bildende Kunst (Personal de Operaciones Especiales para las Artes), cuya misión principal consistía en confiscar obras de las colecciones judías en Francia, y que estrenaron con la rica familia Rothschild. Dicha unidad fue la precursora de la Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg (Personal Operativo Rosenberg, o ERR), dirigida por Alfred Rosenberg.

La ERR inició su andadura el 5 de junio de 1940, cuando el
Reichsführer
Alfred Rosenberg propuso que todas las bibliotecas y archivos existentes en los países ocupados fueran registrados en busca de documentos que pudieran ser de valor para Alemania. Hitler dio su aprobación. La confiscación de esos documentos condujo a la de obras de arte en la medida en que las atribuciones de la ERR se ampliaron.

Alfred Rosenberg había nacido en Tallin, donde se alineó con los Blancos durante la Revolución rusa. Cuando los bolcheviques tomaron el poder, huyó a Múnich, donde llegó en 1918. Se afilió al nuevo Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores, que no tardaría en convertirse en el Partido Nazi. Editó el periódico del partido, trabó amistad con Hitler, e incluso aseguraba haber sido el coautor de
Mein Kampf
. En 1929 fundó la Liga Militante para la Cultura Alemana, y perdió contra Joachim von Ribbentrop la carrera cuya meta era la cartera del Ministerio de Asuntos Exteriores. Tras la invasión de la Unión Soviética durante la guerra, Rosenberg sería nombrado jefe del Ministerio de los Territorios Orientales Ocupados, y la dirección de la ERR recayó en otros.

En un primer momento Rosenberg contrató a historiadores del arte para que confeccionaran listas de monumentos importantes. A esos mismos profesionales se les encargaba, ahora, supervisar la confiscación de obras de arte y documentos, en ocasiones de manera abierta y desvergonzada, y otras veces con la excusa apenas fingida de la protección de las piezas de los desastres de la guerra.

La acumulación de obras de arte por parte de Hitler y Göring para su disfrute personal era de tal magnitud que incomodaba al propio Alfred Rosenberg. Cuando sus superiores deseaban hacerse con algunas de las piezas confiscadas, éstas desaparecían a todos los efectos. Rosenberg empezó a insistir a su personal que solicitaran recibos a los agentes de Hitler y Göring por cualquier obra confiscada que ellos, a su vez, requisaran de la Einsatzstab Rosenberg.

Sólo en Francia, entre 1940 y 1944, veintinueve cargamentos de obras de arte se trasladaron hasta Alemania en 137 camiones que contenían 4.174 arcones llenos de piezas. Y en un informe fechado el 3 de octubre de 1942, Alfred Rosenberg informaba a Hitler que, hasta la fecha, había supervisado la confiscación y el envío a Alemania de 40.000 toneladas de muebles de gran valor.

Es posible que el alcance total del saqueo nazi de obras de arte no se conozca nunca, pero de sus espectaculares dimensiones dejan constancia los inventarios de la Einsatzstab Rosenberg. En una fecha tan temprana como era el 20 de marzo de 1941, Rosenberg redactó un informe entusiasta e informal para el Führer describiendo el éxito de su saqueo en París, sobre todo las pertenencias de lo más granado de los marchantes de arte judíos.

Informo de la llegada del envío principal de posesiones judías sin propietario a la remota localidad de Neuschwanstein a bordo de un tren especial el sábado 15 de este mes [marzo de 1941]. El convoy, organizado por el
Reichsmarschall
Hermann Göring, estaba formado por 25 vagones exprés de equipajes llenos de pinturas, muebles, gobelinos [tapices], piezas de artesanía y ornamentos de la mejor factura. El envío constaba sobre todo de las secciones más importantes de las colecciones de los Rothschild, Seligmann, Bernheim-Jeune, Halphen, Kann, Weil-Picard, Wildenstein, David-Weill y Levy-Benzion.

Mi Equipo de Operaciones Especiales inició la actuación confiscatoria en París durante el mes de octubre de 1940 sobre la base de tu orden, mi Führer. Con la ayuda del Servicio de Seguridad y de la Policía Secreta de Campo todo el almacenamiento y los escondites de las posesiones de arte pertenecientes a los judíos fugitivos emigrantes pudieron ser localizados. Esas posesiones se concentraron después en ubicaciones proporcionadas por el Louvre de París [el Museo del Jeu de Paume]. Los historiadores del arte de mi equipo catalogaron científicamente la totalidad del material artístico y fotografiaron todas las obras de valor. Así, una vez concluida la labor, en breve estaré en disposición de enviarte un catálogo definitivo de todas las obras confiscadas con las fechas precisas de sus orígenes, así como con su correspondiente evaluación y descripción completas. Hasta la fecha, el inventario cuenta ya con más de 4.000 obras de arte individuales del más alto valor artístico [sólo de París].

Dos años después, en abril de 1943, el inventario había crecido hasta incorporar 9.455 obras de arte. El 16 de abril de ese mismo año Rosenberg envió a Hitler otra reveladora carta, que acompañaba de varios álbumes de fotografías de las obras robadas destinadas al Führermuseum de Linz.

Mein Führer
: en mi deseo de proporcionarte,
mein Führer
, algo de dicha por tu cumpleaños, me tomo la libertad de obsequiarte con un cartapacio que contiene fotografías de algunas de las pinturas más valiosas que mi Einsatzstab, en cumplimiento de tus órdenes, ha salvado de colecciones de arte judías sin dueño en los territorios ocupados occidentales. […] Te ruego, mi Führer, que me concedas la ocasión, durante mi próxima audiencia, de informarte verbalmente sobre el alcance y la dimensión de este acto de apropiación artística […] A medida que se vayan completando, iré enviándote más catálogos. Me tomaré la libertad, durante la audiencia solicitada, de entregarte, mi Führer, otros veinte álbumes de imágenes, con la esperanza de que esa breve dedicación a obras de arte hermosas que tan próximas están a tu corazón haga llegar un rayo de belleza y dicha a tu vida venerada.

Ése sería el primero de los muchos álbumes creados por la ERR. El informe oficial, conocido como Informe Rosenberg, aparecido el 14 de julio de 1944, se componía de 39 volúmenes mecanografiados que contenían 2.500 fotografías y que documentaban un total de 21.903 obras de arte producto de saqueo. Entre ellas se encontraban:

—5.281 pinturas, pasteles, acuarelas y dibujos.

—684 miniaturas, piezas de cristal, esmaltes, libros y manuscritos.

—583 piezas de esculturas, terracotas, medallones y placas.

—2.477 muebles de valor histórico y artístico.

—583 tapices, alfombras y bordados.

—5.825 artículos de artesanía, entre ellos porcelanas, bronces, joyas y monedas.

—1.286 piezas de arte oriental.

—259 obras de arte antiguo.

El inventario no incluía las obras confiscadas por Hitler y Göring, que se habían llevado de la ERR.

Con cierta frecuencia, éstos buscaban hacerse con las mismas obras de arte. Aunque la ERR se había establecido siguiendo una directriz de Hitler, se trataba de una unidad dirigida extraoficialmente por Göring, que la usaba como herramienta personal. Oficialmente, Göring debía consultar al Führer, pero lo cierto es que demostró tener la mano muy larga, sobre todo en París, de donde se llevó lo mejor de las colecciones de arte objeto de saqueo antes de enviar el resto a Berlín. Las piezas confiscadas se mostraban primero a Göring, que decidía qué se quedaba él y qué enviaba a Hitler o se destinaba a su almacenamiento.

Según una orden emitida por Göring el 5 de noviembre de 1940, a la ERR se le concedía permiso para apoderarse de todas las obras de arte «sin dueño» —es decir, las que pertenecían a familias judías (dado que los judíos no eran considerados ciudadanos, sus posesiones se cedían al Estado)—. Göring examinaría personalmente las obras confiscadas. Con anterioridad a esa fecha, esas responsabilidades recaían en el comandante en jefe de Alemania en Francia, así como en la embajada alemana en París. Mediante esa nueva orden, Göring arrebataba una parcela de poder a las fuerzas armadas y se situaba como filtro entre el arte robado y Hitler. Tal vez en respuesta directa, trece días después Hitler emitió un dictado según el cual todas las obras confiscadas debían enviarse directamente a Alemania y quedar a su disposición. Ese tira y afloja entre Hitler y Göring sobre los mejores tesoros de los saqueos se prolongaría durante toda la guerra.

El informe de los Aliados sobre la ERR, redactado inmediatamente después de la guerra, el 15 de agosto de 1945, en uno de los mayores depósitos de arte robado, el castillo bávaro de Neuschwanstein, exponía que las importantes operaciones de la unidad eran controladas por Göring. Su control sobre los frutos de las misiones de la ERR entraba formalmente en contradicción con la orden emitida por Hitler el 18 de noviembre de 1940, y durante los dos años siguientes la unidad se convirtió en herramienta de aquél. Rosenberg, al tiempo que se sentía obligado a acatar las órdenes de Hitler, no era una figura política lo bastante fuerte como para oponerse a Göring. Éste, además, contaba con su control de la Luftwaffe, que podía suministrar a la ERR gran parte de los medios de seguridad y transporte que, a través de los canales burocráticos oficiales, resultaban más difíciles de obtener.

La movilidad y la astucia de Göring le proporcionaban ventaja sobre Hitler, que observaba, callaba y emitía comunicados mediante mensajeros desde Berlín. De hecho, Göring visitó, en París, el centro donde se almacenaban las colecciones de arte confiscadas, el Museo del Jeu de Paume, en veinte ocasiones entre 1940 y 1942, y en ninguna de ellas informó con más de cuarenta y ocho horas de antelación. Aquellas visitas no tenían, militarmente, el menor valor estratégico, y se producían única y exclusivamente para que él pudiera seleccionar piezas para su colección personal.

Hitler no mostraba sus cartas ni se ponía tan en evidencia respecto a su museo de Linz, ni a la apropiación de obras de arte de toda la Europa conquistada. En 1940, el alcance de los planes de Hitler en relación con dicha confiscación resultaba desconocido para muchos en el estamento militar. Incluso los altos mandos del ejército, como el conde Franz von Wolff-Metternich, delegado para la protección del arte del jefe de la administración militar en la Francia ocupada, no sabían del plan, ni de la falsa fachada que representaba la División para la Protección del Arte. Lo que sigue es el fragmento de una descripción escrita de Wolff-Metternich.

A principios de agosto de 1940 recibí información confidencial según la cual un secretario de legación, el Freiherr von Kuensberg, había llegado a París con el encargo de tomar posesión de documentos del Ministerio de Exteriores francés en la zona de guerra. Dijo que también le había sido encomendada la misión de confiscar unas obras de arte, en particular las que estuvieran en posesión de judíos y otros elementos hostiles a Alemania. Desde que había asumido mis deberes, era la primera vez que oía hablar de cualquier intento de apropiación indebida de obras de arte, ya fuera a través de órdenes oficiales reales o supuestas. También era la primera vez que llegaba a mis oídos algo que tuviera que ver con la confiscación de posesiones artísticas de judíos. […] Desde el principio me convencí de que las actividades de Kuensberg eran ilegales, y de que él era una especie de gorrón moderno, máxime porque, como se me aseguró, se disponía a llevar a cabo sus actividades sin el conocimiento de las autoridades para la protección de las obras de arte. Su llegada coincidió con una maniobra del embajador, que sin duda tenía por objetivo retirar las obras de arte movibles de Francia del cuidado de «Protección Artística» para que pasaran a poder de la embajada. En mi opinión no cabía duda de que si el cuidado de las obras de arte movibles dejaba de estar en manos de «Protección Artística» y, por tanto, del comandante en jefe del ejército, se abriría la puerta de par en par a depredaciones de toda clase, y la protección de las obras quedaría reducida a una farsa.

El conde Wolff-Metternich no estaba al corriente de la existencia de la Einsatzstab Rosenberg ni de su misión de robar obras de arte y trasladarlas a Berlín.

Él pertenecía al pequeño grupo de alemanes que saldrían del turbio remolino en que se convirtió el saqueo de obras de arte convertidos en héroes. Profesor de la Universidad de Bonn, apasionado de la arquitectura renacentista de Renania (al noroeste de Alemania), Wolff-Metternich era un historiador de la arquitectura reconocido y respetado internacionalmente, un aristócrata cuyas raíces familiares se hundían en la Prusia del emperador Federico Guillermo. Llegó a ser director del Kunstschutz, el programa de conservación cultural alemán que se había establecido durante la Primera Guerra Mundial como unidad militar de protección de obras de arte. El Kunstschutz volvió a establecerse en 1940 como rama del gobierno de ocupación en Bélgica y Francia. Colocar a la cabeza a Wolff-Metternich aportaba una pátina de legitimidad y buenas intenciones a la ocupación alemana.

Según Jacques Jaujard, Wolff-Metternich se enfrentó al embajador nazi en París, Otto Abetz, en 1941, después de que éste ordenara la confiscación de obras de las colecciones de quince importantes marchantes de arte de la ciudad, con la intención aparente de «salvaguardarlas». Wolff-Metternich era un firme defensor de lo estipulado en la Convención de La Haya sobre protección de las propiedades culturales durante las guerras. Y escribiría: «La protección de material cultural es obligación ineludible que vincula por igual a todas las naciones europeas en guerra. No imagino mejor manera de servir a mi propio país que responsabilizarme de la correcta observación de este principio». Si es cierto que otros realizaban declaraciones similares, Wolff-Metternich fue de los pocos cuyas acciones estuvieron a la altura de sus palabras. Se puso en contacto con el embajador, saltándose la jerarquía, y logró que el ejército alemán impidiera que la embajada se apoderara de otras obras de arte de ciudadanos franceses. Se trató de un triunfo breve, pero que demostraba que Wolff-Metternich era un hombre de honor que obstaculizaba los deseos de Hitler, aunque es cierto que su actuación tuvo lugar antes de que Hitler hubiera divulgado del todo el alcance de éstos. En los primeros años de la guerra, el Führer no declaró abiertamente cuáles eran sus planes, y sí se dedicó, en cambio, a enfrentar a sus divisiones especiales contra el ejército para poder robar lo que quería robar bajo el manto protector de las políticas honorables impuestas por el ejército, que en realidad no eran más que una capa superficial de barniz. Las acciones de Wolff-Metternich causaron una honda impresión en el impotente Jaujard, que posteriormente contaría a James Rorimer, teniente de Monumentos, que aquél «había puesto en peligro su cargo, y tal vez también su vida».

BOOK: Los ladrones del cordero mistico
3.4Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Hunted by Capri Montgomery
Private Party by Jami Alden
Johnny Long Legs by Matt Christopher
Masters at Arms by Kallypso Masters
Dangerous Games by Marie Ferrarella
On Thin Ice 1 by Victoria Villeneuve
The Host by The Host