Una monarquía protegida por la censura (20 page)

BOOK: Una monarquía protegida por la censura
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¿Y por qué le daban el premio? Por lo de siempre. Es decir, «en reconocimiento a su trayectoria y a su compromiso con la mejora de la sociedad». El jurado, compuesto por las Reales Academias, destacó «los más de treinta años de reinado de Juan Carlos I que constituyen el periodo más largo de paz, estabilidad, libertad, progreso y cohesión social de nuestra historia».

Menos mal que, nada más conocerse el veredicto del jurado, la Casa Real salió al paso anunciando que el rey donaría los 750.000 euros al Museo del Prado, al entender que «es el buque insignia de nuestro rico y variado patrimonio pictórico en el siglo XXI».

Ahora bien, ¿cuánto tributa este premio? ¿No había alguna institución benéfica especialmente querida por el rey para donar esta bonita cantidad? De hecho, un cliente de Mutua Madrileña se dio de baja a raíz de la noticia porque veía que a la Mutua, o le sobraba el dinero, o tenía que pagar algún favor; pero sobre todo lo hizo porque, si tanto dinero les sobraba, él consideraba que hubiera sido mejor haber donado esa cantidad a una fundación humanitaria de verdad ejemplar como la de Vicente Ferrer si se tratase de premiar conductas ejemplares y no precisamente la del rey.

Todo, como se ve, muy extraño y con una pésima estética, protegido por un estruendoso silencio y por el crujir de los espinazos de la Villa y Corte.

Capítulo X: El follón de
El Bribón

Me suelo reír de aquellos compañeros que me miran por encima del hombro y me adjetivan como
bloguero
. Algo así como si fuera «el follonero» de Buenafuente, un tipo raro y algo original al que le da por escribir y mantener un blog y que cambia de artículo de forma diaria, como se puede cambiar uno de calcetines.

«Mira, esto es la inmediatez, es no pensarlo mucho y actuar, es el
feedback
inmediato, pero además es el presente y es el futuro, y debería ser la obligación de todo político de informar y ser informado, de criticar y ser criticado, de opinar y, de vez en cuando montar un pollo, de acumular información y datos y de ser director de tu propio periódico», les argumento. «Yo vendo pescado fresco y cada día cuento una batalla u opino sobre algo que me ha podido llamar la atención», les digo. Pero no les convenzo. Me miran como a aquellos ovejeros del Oeste que no querían la llegada del tren, pero como sé que en poco tiempo van a estar haciendo lo mismo que yo, empiezo a verles con cierta conmiseración.

No hay más que leer a Manuel Castells, porque, si alguien ha estudiado las interioridades de la sociedad de la información, es este sociólogo que ha impartido clases durante 24 años en la Universidad de Berkeley. Una de sus investigaciones más recientes es el Proyecto Internet Cataluña, en el que durante seis años ha analizado, a partir de 15.000 entrevistas personales y 40.000 a través de la Red, los cambios que Internet introduce en la cultura y en la organización social.

Dice Castells que los poderes tienen miedo a Internet y que la primera pregunta que se hacen siempre los gobiernos es «¿cómo podemos controlar Internet? Y la respuesta es siempre la misma: no se puede. Puede haber vigilancia, pero no control».

Y otro dato que aporta Castells. Existe una brecha digital que la curará el tiempo. En España, entre los mayores de 55 años sólo el 9 por 100 son usuarios de Internet; pero entre los menores de 25 años, son el 90 por 100. «Cuanto más autónoma es una persona más utiliza Internet. Y frente a esto hay miedo a lo nuevo. De la vieja sociedad a la nueva, de los padres a sus hijos, de las personas que tienen el poder anclado en un mundo tecnológico, social y culturalmente antiguo, en relación de lo que se les viene encima, que no entienden ni controlan y que perciben como un peligro y en el fondo lo es. Porque Internet es un instrumento de libertad y de autonomía, cuando el poder siempre ha estado basado en el control de las personas, mediante la información y la comunicación. Pero esto se acaba, porque Internet no se puede controlar», dice Castells.

Todo esto lo intuía pero no supe de verdad en qué consistía hasta que un buen día escribí un comentario, a bote pronto, sobre el rey y su nuevo
Bribón
. Aquel comentario recogido por EFE, tres días después y rebotado por los programas de televisión de la tarde, adquirió categoría de noticia de primera página, se editorializó sobre él, originó una rueda de descalificaciones y fue como una especie de detonante o de piedra en un estanque quieto que colapsó, con dos mil entradas en tres días, mi ordenador en el verano del 2007; llegando a decir de algunos que la caricatura de
El Jueves
y la crítica de un senador propiciaron durante dos meses el levantamiento de la veda de treinta años de silencio sobre el rey y su familia. La historia es esta:

El viernes 20 de julio del 2007, hojeaba los periódicos del día. Estábamos en verano.
El País
tenía una sección de revista de esta estación lúdica. En su página 51, una gran fotografía del rey, con su gorra puesta, aparecía de lado a lado de la página, frente al timón de una embarcación deportiva. El título lo decía todo: «Otro Bribón para el Rey. Don Juan Carlos estrenó en Palma su nuevo velero patrocinado por la Caixa». La noticia no parecía una información cualquiera. Era una nota hagiográfica sobre las habilidades marineras del monarca redactada por Andreu Manresa que, sinceramente, me dejó perplejo.

La semana anterior, el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo había secuestrado la revista
El Jueves
por injurias a la Corona. Al día siguiente, el juez iba a tomar declaración al dibujante y al guionista de
El Jueves
por la caricatura publicada en su portada.

«¿Será posible: —me dije—: ¿En qué reino de Kafka vivimos?». Y, en un brote de indignación, escribí lo que pudo ser el cuerpo del delito. Decía así:

Se ha organizado una buena a cuenta del dibujo de
El Jueves
. Y la verdad es que todo esto es de risa. La mitad de la mitad de lo que ocurre en Gran Bretaña y allí la Casa Real lo aguanta todo porque viven en un verdadero sistema democrático. No son intocables. Aquí sí. Aquí se ríen de nosotros a cuenta de los derechos históricos y resulta que el derecho histórico de una pandilla de vagos, eso es intocable. Por eso lo que más me ha gustado ha sido eso de que el Príncipe Felipe diga que ese es su único trabajo.

Y digo esto porque en Madrid, en el Madrid político y, sobre todo, en el Madrid del PSOE, no se les puede tocar ni con el pétalo de una rosa.

Mi última discrepancia con esta familia fue durante el discurso del rey en el 30 aniversario de las primeras elecciones democráticas en el Congreso y aguantando el video encargado por Marín, que era una página de la revista
HOLA
. Aquello parecía dar entender que lo importante había sido lo que había hecho el rey y no la gente con su voto, y, días antes, en la entrega de los Premios Carandell en el Senado donde no logré le pusieran de número 1 al presidente del Senado, que era el anfitrión y le pusieron de número 2. Yo argumenté que Felipe de Borbón no había sido elegido por nadie, que no era el Jefe del Estado, que no se hacía el acto en su Casa, pero no hubo forma ni manera de arreglar aquel acto de cortesanía. El pelotilleo con esta familia es enfermizo y de ahí esa obsesión, cubierta de silencio, de decir a todas horas que es la Institución más valorada.

Luego, de vez en cuando ocurre lo de
El Jueves
y el rey se queda desnudo, o se descubre que está cazando y no acude el primero a la Clínica cuando nace su nieta y cosas así. Por cierto, cuando nació Juan Carlos, su padre Juan de Borbón también estaba cazando cerca de Roma.

Ésta es, pues, una familia impresentable, rodeada de censura de prensa y con un nivel empalagoso hacia una institución caduca que clama el cielo.

Se me dice que es mejor eso a que el presidente sea Aznar, y les contesto que, si lo fuera Aznar, sería por el voto popular, y a este señor lo puso ahí Franco, un general asesino y golpista, y que al cabo de cinco años a Aznar se le mandaría a casa y a éstos, a lo sumo, sólo se les puede hacer una caricatura... ése es el verdadero escándalo de esta semana. No la caricatura, que está muy bien, sino que toda la familia con el presupuesto público veranee de gorra dos meses, Marichalar incluido.

Y, esta semana, con yate nuevo.

Sí, sí. No ha tenido el hecho la menor repercusión y sin embargo el Borbón ha estrenado otro
Bribón
. Lo acaba de hacer en una regata en Mallorca, sacando al mar su nuevo barco de regatas, un moderno diseño adecuado para competir en la clase TP-52, una categoría considerada la estrella de la vela. Acaba de ser construida en el astillero valenciano King Marine. Y no ha habido escándalo alguno.

El Bribón
fue botado el pasado mes de mayo y en junio, en el litoral de Alicante, ya demostró sus condiciones triunfadoras con su tripulación habitual. El barco es el decimocuarto velero que con el mismo nombre construye su armador, el empresario José Cusí, amigo del rey y compañero habitual de francachelas deportivas.

Bueno, para mí éste es el verdadero escándalo y no el dibujo, y, ante esto, el juez del Olmo no hace absolutamente nada. Dos meses de vacaciones, un Bribón nuevo, cacerías y ausencias, pero lo importante es un dibujito diciendo que están trabajando. España sigue siendo diferente. Pero si sigue así, la estancia de esta familia en La Zarzuela y en Marivent tiene fecha de caducidad. Que la gente empieza a despertar.

Y, en el fondo, todo por culpa de un PSOE cortesano y pelota. ¡Ya está bien!

Sinceramente no cuidé mucho la forma, y el escrito, hecho
post
, fue colgado en mi
blog
. Reconozco que era un texto descarnado escrito bajo los efectos de la bilirrubina alterada por lo impune de la noticia.

Casi me había olvidado de él, cuando uno de los periodistas de la Agencia Efe que trabajan en las Cortes me llamó a Bilbao el miércoles 25, cinco días después. «Señor Anasagasti —me preguntó—, ¿se ratifica usted en todos los extremos de lo que ha escrito y colgado y me certifica que la columna sobre
El Bribón
es suya?» «Sí, claro que sí, pero si usted va a reproducirla, quite, por favor, lo de vagos, porque la intención no era describirles de esa manera sino criticar que se secuestre una revista y no se diga nada ante un regalo tan caro», le contesté. «No podemos. Nos interesa todo el escrito y sobre todo ese párrafo.»

Al colgar el teléfono supe inmediatamente la que se me venía encima. Iban a coger el rábano por las hojas y debía prepararme a soportar un tifón sin el chubasquero puesto.

A MALLORCA

Esa conversación se produjo el miércoles 25 de julio. El jueves 26, salía yo de Bilbao para Mallorca con mi mujer y los dos críos. Desde febrero tenía cerrada la presencia de mi hijo de 14 años, Iker, en un curso organizado por el Chelsea cerca de Palma de Mallorca, en el que se imparten cursos de inglés por la mañana y de fútbol en inglés por la tarde.

Otros años le habíamos enviado a Inglaterra, pero en lugar de reforzar el inglés, con todos los chavales que habían ido de habla hispana, había reforzado su agenda de amistades. Lo normal era, pues, un nuevo experimento para tratar de lograr que su pasión futbolística la pudiéramos canalizar también con el idioma del Chelsea.

Jamás hubiera pensado que al llegar al aeropuerto de Palma me esperarían las cámaras de Telecinco y varias radios ante la gran ola desatada en una Mallorca en la que eran noticias diarias las regatas del rey y los posados fotográficos de la Familia Real en el Club Náutico.

Lo primero que hice al llegar al hotel en Alcudia fue ponerme unas gafas negras que, junto a una gorra cerrada hasta los ojos, disimulaban algo un físico que no paraba de salir en los informativos y programas vespertinos del corazón. En uno de ellos, Jaime Peñafiel comentaba que no entendía cómo había escrito aquello, sabiendo como sabía él que el rey me tenía afecto, y escenificando la manera en que el rey me saludaba con cordialidad y cercanía.

AQUEL VERANO DEL 2007

Fue bonita aquella película
Verano del
42
, del año 71, con Jennifer O'Neill y un chaval en una isla. Describía con nostalgia los estertores de un tiempo que se iba para no volver jamás. Quizás haya ocurrido algo así como el verano de 2007 en Palma de Mallorca; tan buen verano como los treinta anteriores, pero que parece comenzar a dar sus últimos coletazos, sobre todo a la hora de la escenificación de un poder sin control. Ojalá.

Porque, cuando llegó a mediados de julio el rey y su familia a Palma de Mallorca, algo había cambiado. Tras las elecciones del 27 de mayo de ese año, ya no fue Jaume Matas, gran preboste del PP, quien fuera al aeropuerto a recibir al monarca. Tras cuatro años de oposición, volvía Francesc Antich con su variopinto Gobierno, donde había un
conseller
de Interior, Joan Lladó, militante de ERC, que acudió días después a la audiencia real de La Almudaina, posó en quinta fila para la foto oficial y estrechó la mano del rey bajo una avalancha de flashes. Eso sí, lo hizo con un pin de Francesc Macià en la solapa, primer presidente de la Generalitat catalana en 1931, y dio su explicación de por qué estaba allí: «Un republicano ha asistido a una audiencia real y eso es algo que forma parte de la democracia, no es una contradicción. Ahora toca olvidarse de la Familia Real y gobernar preocupándose de las necesidades de las familias reales».

Esto ocurrió en un acto que se repite al inicio de cada ciclo político y que en aquella ocasión llegaba envuelto en polémica ya que Lladó declaró en contra de la Monarquía, justo al inicio del verano; hecho que había encendido la primera mecha en el Govern que dirigía el PSOE de Francesc Antich.

Las juventudes de ERC emitieron un comunicado en el que exhortaban a la Familia Real a devolver el palacio de Marivent a los mallorquines, recomendaban al rey que abandonara Mallorca y pedían a las autoridades electas que no rindieran vasallaje a la Corona. Lladó no sólo no desautorizó aquellas declaraciones en su momento, sino que se mostró de acuerdo con su contenido e incluso llegó a plantear la posibilidad de dar un uso alternativo a Marivent.

Y como el periodista Jesús Mariñas había dicho que el palacio de Marivent había sido una donación personal de un pintor, Juan de Sadirakis, al rey, dos primos salieron diciendo que de eso nada, porque aquella donación la hizo la viuda en 1965 a la Diputación Provincial, lo que ahora es el Consell de Mallorca, y que esa donación estaba condicionada a que en el palacio se creara un museo abierto al público.

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