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Authors: Anthony E. Zuiker,Duane Swierczynski

Tags: #Intriga, #Policíaco, #Thriller

No podrás esconderte (31 page)

BOOK: No podrás esconderte
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Hasta entonces, cada uno de los asesinatos (o intento de asesinato) había tenido una estrecha relación con las imágenes de las cartas.

¿Quién era la Torre? Los Maestro creían que alguien había construido algo poderoso sobre unos cimientos en ruinas… pero ¿quién?

La geografía del diseño de la carta también tenía que ser un factor significativo. Las Vegas, Fresno, la carta progresaba en dirección noroeste hacia…

Un momento.

Graysmith salió de la ducha y encontró a Dark concentrado en los documentos que tenía en su ordenador portátil.

—¿Qué buscas? —preguntó.

—Te lo diré si consigo encontrarlo.

Si los registros bancarios de los Maestro eran correctos, Dark sabía exactamente dónde darían el siguiente golpe.

IX

LA TORRE

Si deseas ver la lectura personal de la carta del tarot de Steve Dark, entra en www.level26.com e introduce la siguiente clave:
tower

Texto garabateado en el dorso de la copia del propietario de un recibo de Send It Packing, un servicio de entrega de correo a domicilio con sede en Nob Hill, San Francisco, California.
No encontrará esta nota hasta que todo haya terminado.
Puede llamarnos monstruos. Eso sería no entender lo que pasa.
El destino de este país ya ha sido escrito.
Nuestro camino conduce a la muerte y la destrucción.
NO PUEDE CAMBIAR SU DESTINO.
ACÉPTELO.
Capítulo 75

San Francisco, California

Dark alzó la vista hacia la torre Niantic, que se alzaba en el centro de San Francisco.

Se decía que había sólo dos estructuras capaces de resistir un seísmo: las pirámides y las secuoyas. Para construir la torre Niantic a comienzos de los años setenta habían tenido en cuenta ambas estructuras. Llamada así por el enorme barco ballenero enterrado cerca de sus cimientos, la torre era un desprecio a la madre naturaleza de cuarenta y ocho pisos de cuarzo molido construido sobre un terreno notablemente inestable. Contaba con unos cimientos de casi tres metros cuyo llenado llevó casi todo un día, y una base hecha con dieciséis mil metros cúbicos de cemento y suficientes barras de acero de refuerzo como para unir San Francisco con Santa Bárbara. La base de la torre Niantic era también increíblemente flexible, y esa característica, unida a su sistema de celosías, significaba que el edificio era capaz de soportar cualquier sacudida sísmica imaginable.

El edificio era asimismo la sede de Westmire Investments, la corporación paraguas de docenas de entidades financieras, incluida la entidad específica que había ejecutado la hipoteca de la casa de los Maestro.

La torre Niantic tenía que ser su objetivo.

Pero ¿cómo?

¿Qué clase de rayo celestial podrían haber preparado, sólo ellos dos, para derribar esa torre?

—Ahora eres el malo de la película —dijo Graysmith mientras miraba la pequeña pantalla de su móvil—. Casos especiales está que arde contigo. La gran caza del hombre y todo eso. Slab consiguió toda la historia.

—Genial —masculló Dark.

Se hallaban cerca de la ciudad, pero en medio del atasco de tráfico de la hora punta matutina. Dark tenía la sensación de que había un reloj gigante haciendo tictac en su cabeza, en una cuenta atrás hacia algo terrible. Pero en la esfera no había números. El final podía producirse en cualquier momento. O quizá ya había ocurrido.

—Es extraño —dijo Graysmith—. ¿Knack acostumbra a inventarse las historias a partir de hechos ficticios?

Dark se volvió hacia ella.

—¿A qué te refieres?

—Quiero decir, ese tipo sostiene que habló extensamente contigo y que confesaste haber cometido todos los asesinatos de las cartas del tarot. Que no te detendrás hasta que hayas tirado la última carta y que morirá mucha más gente.

—¿Qué?

—Todo esto es muy extraño. Es una especie de diatriba que te presenta como un ex agente del gobierno furioso que está tratando de ser más listo que tus antiguos jefes cometiendo estos asesinatos. La cuestión es que tu rostro aparece en todas partes. Ya no eres una persona de interés. Ahora eres el principal interés.

Dark pensó en lo que había pasado en Fresno. Knack se había acercado a él e intentado decirle algo. ¿El tío se había vuelto loco pensando que podía ganar una pasta rápida inventándose esa historia? Eso, sin duda, había afectado a Dark, pero habitualmente esas patrañas acababan por quedar en nada. Sólo había que preguntarles a Clifford Irving, Jayson Blair o Stephen Glass. Al igual que sucedía con los atracadores de bancos, a los periodistas que inventaban los hechos casi siempre los cogían. Con Knack no sería diferente.

Mientras tanto, la atención de Graysmith había vuelto a centrarse en la torre Niantic. Ella tenía acceso a una base de datos secreta que monitoreaba las medidas de seguridad de todos los principales puntos de interés de Estados Unidos. Poco después del 11-S, el incipiente Departamento de Seguridad Nacional celebró una reunión cumbre en la que participaron guionistas de Hollywood, autores de bestsellers, expertos en demoliciones, ex terroristas y criminales de carrera. Se les entregó una lista de los principales puntos de interés del país. La pregunta era muy simple: «¿Cómo los destruiría usted?».

Aparentemente, dos personas habían decidido destruir la torre Niantic. Graysmith examinó las posibilidades.

—¿Crees que piensan robar otro avión? —preguntó.

—Es posible —dijo Dark—. No un avión comercial, sino probablemente un jet privado, como el que utilizan en Westmire Investments. Pero hasta ahora no han repetido ninguno de sus métodos. Hemos tenido un ahorcamiento, un empujón desde una azotea, un estrangulamiento, un ataque con cuchillos, un accidente de avión, un falso suicidio…

—Pero han repetido las armas. Maestro le disparó a Donnelly. Kobiashi fue obligado a matarse.

—Es verdad —dijo Dark con la mirada perdida en la distancia.

—No pareces muy convencido —repuso Graysmith—. ¿Qué te dice tu instinto?

—Los Maestro intentarán algo diferente esta vez. Es su gran final, toda una institución a la que culpan de la ruina de su familia.

—O sea, que piensan destruir el edificio.

—Eso creo —dijo Dark—. ¿Puedes conseguir que lo evacúen? ¿Hacer que vengan equipos de emergencia?

Graysmith lo miró.

—¿Estás muy seguro de esto, Steve?

—Este es el lugar, Lisa. Lo sé.

—De acuerdo. Daré la alarma. No digo que vaya a ser fácil. En Casos especiales tenías que vértelas con la burocracia. Bueno, es bastante parecido en todas las agencias del gobierno.

—Hazlo.

Graysmith comenzó a marcar un número de teléfono y luego se detuvo.

—Espera. Si evacuamos el edificio, los Maestro se darán cuenta de lo que pasa. Podrían abortar el plan y organizar otra cosa.

—No —repuso Dark—. Este es su plato fuerte. El resto de los asesinatos no han sido más que una atracción secundaria. Este será su alegato definitivo. Sea lo que sea lo que hayan planeado, no creo que puedan trasladarlo a otra parte.

—Pero podrían ejecutar su acción antes de lo previsto.

Dark sabía que ella tenía razón.

Capítulo 76

Montgomery Street, San Francisco, California

Decenas de empleados con el sueño aún en los ojos entraban en la torre Niantic. Una nueva jornada laboral febril con contables, abogados, banqueros, agentes de seguros, proveedores de catering, conserjes, guardias de seguridad y mensajeros. Era lunes por la mañana, primero de mes. Todo el mundo tenía que archivar informes, enviar correos electrónicos, organizar conferencias telefónicas y hacer entregas.

Había la habitual actividad frenética para activar los envíos de FedEx, UPS y DHL que habían quedado pendientes durante el fin de semana. Regalos de las agencias de relaciones públicas. Comida para los desayunos de trabajo. También flores. Gestos románticos sorpresivos, felicitaciones, cumpleaños atrasados, deseos de éxito en los nuevos tratos. Libros, muestras, ropa, papeleo.

Sólo otra ajetreada mañana de lunes en la ciudad que se extendía junto a la bahía.

Mientras esperaba que la petición de Graysmith se abriera camino a través de los canales adecuados, Dark se instaló en el vestíbulo del enorme edificio con la cabeza a pleno rendimiento, observando las idas y venidas de los empleados. Gente con vestimenta profesional, mensajeros en bicicleta con ropa de elastano, repartidores con camisas marrones y pantalones cortos arrugados, todos entrando y saliendo por las puertas giratorias en un flujo permanente, en especial a esa hora.

La corriente de gente hizo que Dark viera a los Maestro bajo una luz distinta. Roger era un ex soldado que se había convertido en un obrero manual. Abdulia era profesora y lectora de cartas del tarot. Una vida de sudor y trabajo, una vida intelectual. Ninguno de los dos habría trabajado nunca en un edificio como la torre Niantic, a menos que Roger lo hubiera hecho como obrero de la construcción o empleado en tareas de reparación y mantenimiento. ¿Era eso lo que había pasado? ¿Roger se las había ingeniado para que lo contrataran en ese sitio?

No, la policía de Filadelfia había confirmado que Roger había estado trabajando en la construcción en la ciudad durante las últimas semanas. A menos que sobornara a alguien para que falseara sus hojas de presencia en el puesto de trabajo y, en realidad, hubiera pasado su tiempo allí, en San Francisco. Roger Maestro tenía dinero en metálico. Pero no puedes registrarte en un hotel pagando en metálico, no importa la cantidad que tengas. En los hoteles te piden tarjetas de crédito. Dark recordó que el crédito de los Maestro era igual a cero.

Dark recordó también el informe policial: de la casa de Green en Chapel Hill se habían llevado numerosos objetos. ¿Podrían haber robado también tarjetas de crédito? ¿Otras fuentes de provisión de fondos?

Llamó a Graysmith.

—Necesito que me hagas un favor rápido.

—En este momento me estoy comportando del modo más servil que puedes imaginar con un destacado miembro del mundo de la inteligencia de Estados Unidos. ¿Te importa si te llamo más tarde?

—Se trata de algo muy sencillo. Necesito una comprobación de las cuentas de Martin Green. Específicamente si alguien ha estado utilizando las tarjetas de crédito de un muerto en los últimos diez días. Y, si fuese así, para qué.

Las familias no siempre acostumbraban a solucionar ese tipo de cuestiones inmediatamente después de un asesinato. Y, que él supiera, en materia de familia, Green no tenía mucha. Los Maestro seguramente conocían ese detalle. Green podría haber sido su declaración de intenciones, pero también podría haber hecho las veces de un cheque en blanco.

Mientras Dark esperaba que Graysmith lo llamara, no dejaba de vigilar el vestíbulo de la torre Niantic. Era un hombre en busca y captura gracias a la historia de Knack, que esa mañana habían recogido las agencias de noticias de televisión y cable de todo el mundo. En realidad, era una locura que estuviera allí, expuesto al ojo público. Cualquiera podía reconocerlo en cualquier momento, a pesar de la gorra de béisbol que había comprado a un vendedor callejero.

Pero no podía marcharse de allí. No cuando era el único que sabía lo que Roger y Abdulia Maestro pensaban hacer.

Estarían cerca de la acción y querrían contemplar personalmente cómo se derrumbaba la torre. Incluso era probable que en ese momento estuvieran ultimando los detalles en algún lugar dentro del edificio. Dark tendría que entrar y comenzar a buscar artefactos explosivos…, algo. Esa idea, por supuesto, también era disparatada. Incluso un equipo de cincuenta hombres de seguridad podían registrar las instalaciones y no encontrar un solo artefacto o paquete sospechosos…

El móvil de Dark comenzó a sonar.

—Aparentemente Martin Green utilizó su tarjeta de crédito American Express Black en un lugar de Nob Hill donde puedes hacer tú mismo los envíos por correo. Es un tanto extraño para un tío que vive en Chapel Hill, Carolina del Norte. En la zona del gran San Francisco hay un montón de lugares similares.

—Mierda.

«Un paquete», pensó Dark.

«O paquetes».

—Pero ¿qué…? ¿Acaso esconderá una bomba dentro de una caja?

Dark examinó nuevamente el amplio vestíbulo. No había un único repartidor. Había un verdadero ejército de ellos entrando y saliendo todo el tiempo, llevando cajas, bolsas, cestas, recipientes y sobres de correo exprés…

—Si yo estuviera haciendo esto —dijo Dark—, no colocaría sólo una bomba, sino que enviaría varios artefactos explosivos. Y antes habría estudiado la disposición del edificio para saber exactamente adonde enviarlos, como si se tratara de un derribo controlado.

—Mierda —dijo Graysmith.

—Yo incluso me excedería en la capacidad de destrucción —continuó Dark—, de tal modo que, si un porcentaje de los paquetes no llega a destino, entonces dispondría aún de explosivos suficientes como para destruir esta torre.

—Y nadie examina los paquetes con rayos X. Joder, ni siquiera examinamos el noventa y nueve por ciento de los contenedores que llegan a los puertos norteamericanos.

Dark observó a toda la gente que agitaba sus credenciales al pasar por los molinetes de seguridad. Docenas de personas que entraban y casi nadie que salía. Lunes por la mañana. Todo el mundo acudía a sus puestos de trabajo colocados con el café de Starbucks, pensando en la larga semana que tenían por delante.

—Tienes que traer a un equipo al edificio ahora mismo, Lisa.

—Eso es lo que intento. No tienes ni idea de la que se ha montado cuando le he dicho a mi supervisor lo que estaba pasando. El mundo de la inteligencia no es muy diferente del Departamento de Justicia. Lento, suspicaz, estúpido.

—Entonces comenzaré la búsqueda yo mismo.

—Si haces eso podrías obligar a que Roger detonara las bombas antes de lo previsto.

—No puede estar vigilando todo el edificio.

Toda aquella gente, todos aquellos pisos.

—Escucha, Lisa, ¿puedes enviarme credenciales que me permitan entrar en el edificio? —preguntó Dark.

—¿Qué piensas hacer?

—Todo lo que pueda.

—No me gusta cómo suena eso.

—Al menos podrás recurrir a la negación plausible —replicó Dark—. Puedes culpar de todo al ex agente pirado del FBI.

Graysmith no contestó. Dark se levantó y comenzó a atravesar el vestíbulo abriéndose paso entre la multitud. Unos pocos lo miraron con cierta curiosidad. ¿Acaso era porque no parecía pertenecer a ninguna de las tribus profesionales que pululaban por ese lugar? ¿O porque reconocían su rostro después de haberlo visto en las noticias de la CNN?

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