Mi sonrisa se hizo más grande.
—Gracias, Glenn —dije, contenta por haber evitado la horrible escena sobre el foco—. Esta noche iré a clase. De verdad.
—Hazlo —dijo, y luego se giró para dirigirse a su equipo y llamó a un tío llamado Parker.
Me sentí mal mientras caminaba por la hierba entre las lápidas hacia el coche, avanzando con dificultad mientras seguía la estela veloz de Jenks. Iba dando pasos pequeños y mirando al suelo en busca de esas lápidas planas. Levanté el bolso y busqué las llaves del coche, que tenían diseño de cebra, pero al girar la esquina de la gran lápida tras la que estaba mi coche, me paré en seco.
Había alguien revolviendo en mi asiento de atrás.
—¡Eh! —dije en tono agresivo, y el hombre de los pantalones vaqueros levantó la vista del lugar del asiento de atrás sobre el que estaba inclinado, manoseando la salsa de Glenn. Era Tom. Me quedé con la boca abierta.
—¿Qué estás haciendo? —Me acerqué y me tambaleé al pisar una de esas lápidas que estaban al nivel del suelo.
Tom salió del coche y yo me detuve ante él, resoplando. Sus ojos azules contenían un poco de enfado y mucho desprecio. Para mirarlo tuve que ponerme de cara al sol y aquello me cabreó.
—Me han pedido que hable contigo —dijo, y yo me reí por lo bajo. ¿
Así que ahora quiere hablar
? Estaba de pie delante de mi coche y no parecía que fuese a moverse si no lo animaba un poco. Pero cuando vi a Jenks inconsciente sobre el salpicadero con sus alas de libélula expuestas al sol me decidí a darle ese empujoncito. Se me aceleró el pulso, alimentado por el miedo y por la ira.
—¿Qué le has hecho a Jenks?
El hombre se sobresaltó con la amenaza que transmitía mi voz. Dio un paso hacia atrás y casi se sale del camino.
—No quería que oyese nuestra conversación.
Se me hizo un nudo en el estómago por el miedo.
—¿Lo has dejado sin conocimiento? ¿Has dejado sin conocimiento a Jenks para librarte de él? —Di un paso hacia delante y Tom retrocedió—. ¡Hijo de mala puta!
Sí, había mezclado las frases, pero estaba realmente enfadada.
Con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa, Tom dio otro paso hacia atrás.
—Es una persona, ¿sabes? —dije, sintiendo de repente mucho calor en la cara—. Se habría marchado si se lo hubieses pedido. —Preocupada, me apoyé en el coche y puse a Jenks en mi mano antes de que se le quemasen las alas con el salpicadero, que estaba ardiendo. Su pequeño cuerpo estaba flácido y pesaba muy poco. Recordé cuando él cargó conmigo cuando estaba débil por la pérdida de sangre y me invadió el miedo. Pero luego entré en pánico al ver que estaba sangrando—. ¡¿Qué has hecho?! —exclamé—. ¡Está sangrando por las orejas!
El brujo de líneas luminosas estaba de pie ante mí, a un metro de distancia y con las manos a la espalda.
—Rachel Morgan, me gustaría preguntarte…
Se me tensó el cuerpo y sujeté a Jenks contra mí.
—¡¿Qué le has hecho a Jenks?! ¿Sabes lo peligroso que es para un pixie perder sangre?
—Señorita Morgan —interrumpió Tom—, esto es más importante que su compañero.
Me daba la impresión de que no me llegaba el aire.
—¡Es mi amigo! —exclamó—. ¡No es un trozo de carne!
Di un paso hacia adelante y Tom se retiró.
—No me toques —me advirtió.
Pero yo me puse delante de sus narices gritando:
—¡Me importan más los pellejos de las uñas de este pixie que toda tu apestosa vida, capullo santurrón! ¿Qué le has hecho?
—No te acerques —dijo alejándose todavía más pero con las manos por delante.
—¡Si no le quitas este hechizo te voy a pegar una patada en toda la cara! —grité sosteniendo a Jenks con cuidado en medio de mi mano, colocada a modo de taza, y dando otro paso amenazador. Se me puso el vello del brazo de punta cuando Tom invocó una línea y, antes de que pudiese hacer o decir fiada, me lancé hacia él, segura de que estaba creando un círculo. Los círculos no pueden atravesar a una persona cubierta con un aura, sino que se deslizan y se crean por delante o por detrás de él o ella. Tenía un cincuenta por ciento de posibilidades. O entraba en su círculo o bien me partía la nariz al intentar entrar, como le había ocurrido a Minias.
Sentí una sacudida y el sabor eléctrico del papel de estaño se me clavó en los dientes. Jadeando, me encorvé sobre Jenks. Me recorrió el poder glacial de Tom y, por un instante, el mundo se volvió negro. Mi chi se llenó con el suyo provocándome una sensación aterradora de estar haciendo algo mal. Se desbordó y el exceso se tejió en mi mente, enrollando y almacenando el poder de la línea. Di un tirón para intentar romper la conexión, que se partió produciendo un tañido tan agudo que tenía que ser audible. Abrí los ojos y me encontré a Tom mirándome fijamente. Estaba dentro de su círculo. Tampoco es que fuese tan grande.
El brujo entrecerró los ojos. Estaba moviendo los dedos y yo lancé mi puño hacia delante y le di en todo el estómago.
Buen golpe, Rachel
, pensé al verle perder el aliento mientras caía de culo sobre la hierba y se golpeaba la espalda contra la pared del círculo. Ahora probablemente me demandaría por agresión, Pero él me había amenazado primero con la magia de líneas luminosas.
—Puedes decirle a Denon que se vaya a la mierda —dije. Sentía que algo iba mal pero no podía pararme a pensar en ello—. ¡No conseguirá asustarme para que deje este caso! —Recordé que tenía la pistola de bolas en el bolso que, no sé cómo, seguía en mi hombro. Pero quedaría como una estúpida si le disparaba con balas de fogueo. Además, era difícil hacer cualquier cosa con Jenks en la mano.
—No es Denon —dijo el brujo jadeando con la cara roja mientras intentaba respirar.
Yo me eché hacia atrás. La fuerza de su círculo zumbaba sobre mi cabeza. ¿No estaba hablando en nombre de la SI? ¿
Qué coño está pasando
?
Tiré de mi camisa para cubrirme el estómago, recelosa de repente. Tom me miraba desde el suelo con la espalda apoyada en el círculo y su gesto de dolor me hizo retirarme un paso atrás para que pudiese ponerse de pie. Parecía conmocionado, agitado y molesto. El brujo se levantó y se sacudió la hierba de la ropa. Pero entonces su rostro se serenó y miró el arco de siempre jamás situado sobre su cabeza. Aquella sensación de que ocurría algo malo se intensificó y seguí su mirada hacia la horrible negrura.
Su círculo no había caído cuando lo empujé hacia él. Aquello no estaba bien.
—Lo has cogido —susurró Tom siguiendo con la mirada el ir y venir de los trozos dorados y afilados que brillaban en medio de la carbonilla de demonio—. ¡Has cogido mi círculo!
Mi mirada se dirigió de repente al arco de poder que había sobre nuestras cabezas, atemorizada por el descubrimiento. Lo que se reflejaba allí era mi aura, no la suya. ¿
He cogido su círculo
? Newt lo había hecho con el de Ceri, pero aquello había requerido cierto esfuerzo. Yo simplemente había entrado en este.
Eso fue todo
, pensé. Todavía se estaba formando y era vulnerable.
Asustado, retrocedió hasta que chocó con la franja de siempre jamás.
—Me dijeron que eras una bruja terrenal. Maldita sea, has cogido mi círculo. Nunca habría… —dijo tartamudeando, con las mejillas pálidas—. Quiero decir… Dios, debes de pensar que soy un idiota por intentar vencerte.
Asustada de lo rápido que había pasado de ser un gallito a estar asustado, dije:
—No te preocupes.
Tom lanzó un vistazo al interior de la burbuja.
—No pretendía hacerle daño a tu pixie —dijo observando a Jenks, que seguía agazapado en mi mano—. Está bien. Lo he aturdido con una alta frecuencia. Se despertará en una hora. No sabía que te importaba tanto.
Mi pulso seguía acelerado y no me gustaba lo rápido que había cambiado su actitud. Mentiría si no admitiese que, en cierto modo, era halagador. Por lo menos aquello había calmado mi ira. A ver, ¿cómo puedes estar enfadado con alguien que piensa que eres una bruja más fuerte que él?
—No pretendía coger tu círculo, ¿vale? —dije. Preocupada, toqué el círculo que no había invocado y sentí un escalofrío cuando se rompió y la energía que otra persona había invocado entró y salió de mí. Estaba demasiado distraída para destejer el exceso que tenía en la cabeza, así que lo dejé estar.
Tom se balanceó para mantener el equilibrio cuando el círculo cayó. Era evidente que se alegraba de estar fuera, pero todavía seguía pálido.
—¿Qué es lo que quieres? —dije mientras notaba el ligero peso de Jenks en la palma de la mano.
—Yo… —Dubitativo, respiró profundamente—. Tú tienes experiencia invocando demonios —dijo, y yo me encogí de vergüenza—. A mis superiores les gustaría hacerte una invitación.
Indignada, dejé caer el bolso del hombro. Cogí la tira con la mano y lo lancé al asiento de atrás. Había dicho que no estaba trabajando para Denon, pero yo tampoco quería trabajar para el Arcano. Entonces murmuré mientras cogía la manilla del coche:
—No trabajo para la SI de ninguna manera, así que olvídalo.
—Esto no es la SI… es un grupo privado.
Me resbalaron las manos de la manilla y me quedé de pie dándole la espalda, pensando. El sol pegaba muy fuerte y probablemente derretiría las velas de cumpleaños que llevaba en el bolso, y me giré para poner a Jenks a la sombra. Con la cadera ladeada, miré los zapatos de Tom, que parecían muy cómodos, sus vaqueros nuevos, su camisa de vestir metida por dentro y su cabello moviéndose con la ligera brisa que soplaba. Era joven, pero no inexperto. Poderoso, pero yo le había sorprendido. ¿Estaba trabajando en la división Arcano de la SI pero hablaba en nombre de otros? Aquello no sonaba nada bien.
—¿Esto tiene que ver con invocar demonios, verdad? —dije, y el asintió, demasiado joven para parecer sabio, pero intentándolo de todas formas. Yo me apoyé en el coche, impresionada por cómo la gente más brillante haría las cosas más estúpidas—. Independientemente de lo que hayas oído, yo no invoco demonios. Ellos se me aparecen sin más para tocarme las narices. No lanzo maldiciones demoníacas. —
Ya no
—. No tendrías suficiente dinero para que lo hiciese. Así que sea cual sea el problema que tengan tus amigos, que se vayan con el cuento a otra parte.
—No es ilegal invocar demonios —dijo Tom con agresividad.
—No, pero es una estupidez. —Volvía a agarrar la puerta e iba a abrirla cuando Tom se adelantó y puso su mano sobre la mía. Yo me aparté, molesta. Maldita sea, era un practicante de magia demoníaca.
—Rachel Morgan, espera. No les puedo decir que ni siquiera me has escuchado.
No iba a pegarle otra vez, pero una pelirroja chillando podía hacer que se marchase hasta la persona más insistente. Tomé aire y después dudé. Esto no tenía nada que ver con el foco, ¿verdad?
Solté el aire y lo miré. Luego miré a Jenks; ya me empezaba a doler la mano de tenerla en aquella postura. Y luego volví a mirar a Tom.
—¿Eres el que está matando a los hombres lobo? —le pregunté directamente.
Tom abrió la boca, con sorpresa, con tanta sinceridad que tuve que creerme que era real.
—Pensábamos que eras tú —dijo él. No sabía qué era más inquietante: que pensasen que yo era capaz de asesinar o que pensasen que era capaz de asesinar y que quisieran que me uniese a ellos.
—¿Yo? —dije, cambiando mi peso a la otra pierna—. ¿Para qué? ¡Nunca he matado a nadie en toda mi vida!
Había dejado que un demonio se los llevase en mi lugar, pero no los había matado. Ah, excepto a Peter. Pero él quería morir
. Miré al horizonte con un sentimiento de culpa.
Las puntas de las orejas de Tom se pusieron rojas de la vergüenza.
—El círculo íntimo ha enviado una invitación —dijo, intentando volver a llamar mi atención—. Solicitan que te unas a ellos.
Apuesto a que sí
.
—Perdona —dije enfadada—. Quita la mano de mi coche.
Tom apartó la mano y yo abrí la puerta. Él retrocedió cuando yo entré y me acomodé en los asientos de cuero calientes por el sol. Aquello era genial. Sencillamente genial. Una organización alternativa de pirados quería reclutarme. Cerré la puerta mientras sostenía a Jenks en la palma de mi mano y saqué una caja de pañuelos de la guantera. La puse sobre mi regazo y, con mucho cuidado, lo tumbé en ella. Al verlo allí inmóvil me invadió el pánico. Si no estaba bien, Matalina se quedaría destrozada y yo estaría muy cabreada.
El poderoso practicante de magia negra de líneas luminosas con vaqueros y gafas de sol, que probablemente podría convertir mi sangre en fango, quería que entrase en su grupito. O lo que era aún peor, parecía ser un subordinado. Encolerizada, miré a Tom entornando los ojos a causa del sol y, concentrándome, utilicé mi visión extrasensorial para comprobar su aura. Estaba bordeada por un leve resplandor negro.
—Tu aura está sucia —dije mientras realizaba movimientos bruscos para ponerme el cinturón y dejaba de utilizar mi visión extrasensorial para no ver algo que no quería ver, ya que estaba en un cementerio.
Con la cara roja, dijo arriesgadamente:
—Mi puesto en la SI me prohíbe trabajar con demonios tanto como me gustaría. Pero estoy comprometido con la causa y estoy contribuyendo de otras maneras.
Dios mío
, ¿
se está disculpando por no tener el alma más manchada
?
Tom malinterpretó mi expresión y su frente suave se tensó de enfado.
—Puede que mi manto sea fino, pero sirve a un propósito. Puedo moverme sin que me vean donde aquellos más versados en las artes oscuras no pueden hacerlo —dijo mientras se acercaba—. Por eso te queremos a ti, Rachel Morgan. Tú confraternizas abiertamente con demonios. Tu manto es tan negro como el de cualquiera del círculo íntimo y aun así no tienes miedo de caminar con la cabeza bien alta y sin arrepentimiento. Ni siquiera te pueden tocar los de la SI.
Me estiré y metí el brazo entre los asientos para coger el bolso.
Claro. Y por eso me han quitado el carné
.
—¿Y por eso tu pequeño club cree que soy digna de ellos? —dije metiendo la mano para buscar las llaves. Toqué con los dedos la pistola de bolas y sopesé la idea de lanzarle unos cuantos encantamientos terrenales caducados solo para verlo irse corriendo.
—No es un club —dijo Tom, claramente insultado—. Es una tradición de brujos que se remonta a los inicios de los cruces de líneas de luz. Un linaje glorioso de secretismo y poder que va más allá de las fronteras de nuestra existencia.