Por unos demonios más (33 page)

Read Por unos demonios más Online

Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

BOOK: Por unos demonios más
5.02Mb size Format: txt, pdf, ePub

Bla, bla, bla

Aquello había adoptado el ritmo de la retórica vacía. Metí la llave en el contacto mientras me preguntaba si la SI sabía que tenía a un fanático religioso en plantilla.

—¿Invocáis demonios?

Tom se puso a la defensiva.

—Exploramos opciones que otros brujos son demasiado tímidos para probar. Y creemos que tú eres…

—Déjame adivinar. Me consideráis merecedora de unirme a vuestra causa y de estar al tanto de los secretos del sanctasanctórum que han sido transmitidos de maestro a alumno durante dos milenios.

Vale, quizá eso había sido un poco sarcástico, pero Jenks no se movía y estaba preocupada. Tom estaba intentando decir algo y yo encendí el coche. El motor cobró vida bajo mis pies. Era un sonido que me hacía sentir segura. Tenía calor, así que encendí el aire acondicionado, aunque la capota estaba abierta. La brisa que fluía por los conductos de ventilación se enfrió y disfruté del cosquilleo de los rizos contra mi cara.

Como ya había terminado de hablar con él, metí primera. Tom puso la mano sobre el coche. Se le pusieron los dedos blancos de la fuerza que hacía mientras sus palabras tropezaban las unas con las otras.

—Rachel Morgan, tú has hecho grandes cosas, has sobrevivido a varios ataques de demonios pero nadie te lo reconoce como te mereces. Con nosotros puedes tener el honor y el respeto que te has ganado.

Sus halagos no significaban nada, así que incliné un conducto de ventilación hasta que vi que a Jenks se le movía el pelo.

—Conseguí sobrevivir gracias a la suerte y a mis amigos. No debería ser respetada por eso. Deberían encarcelarme por idiotez poco común.

Eché la mano a la palanca de cambios e hice más fuerza.

—Cogiste mi círculo —dijo él.

—¡Porque entré en él mientras se estaba formando! ¡Fue una casualidad entre un millón! —La preocupación invadió sus ojos al ver que me marchaba y dudé—. Hazte un favor a ti mismo y a tu madre —dije—. Huye. Dile a tu jefe que te lancé un hechizo que te hace imposible continuar con tu gran trabajo. Olvídate de que los has conocido tanto a ellos como a mí y corre lo más rápido y lo más lejos que puedas, porque si juegas con demonios acabarán matándote o tomándote como familiar y, créeme, preferirás lo primero. ¡Y quita las manos de mi coche!

Tom apartó la mano, pero en sus ojos surgió una nueva determinación.

—No sobrevivirás estando sola —advirtió—. No seas tacaña. Comparte lo que has aprendido hasta ahora y comparte el peligro de invocarlos. Para controlar a un demonio es necesario un quorum de brujos.

—Entonces me alegro de que no vaya a intentarlo.

—Rachel Morgan…

Solté un ruido de desesperación y grité:

—¡No! Y deja de llamarme Rachel Morgan. Soy Rachel o señorita Morgan. Solo los demonios utilizan todos los malditos nombres por los que se conoce a una persona. Mi respuesta es no. Nada de cabos salvavidas, nada de llamar a mi mejor amigo. Esa es mi respuesta final. No trato con demonios. No quiero tratar con demonios. Vuelve y dile a tu arquitecto que me siento halagada por la oferta pero que trabajo sola.

Miró a Jenks, que estaba en mi regazo, y yo lo miré a él con el ceño fruncido.

—Jenks forma parte de mi familia —dije con tono amenazador—. Y si vuelves a hacerle daño a mi familia, tú y tu circulito de mierda vais a saber que hay cosas peores que un demonio cabreado.

—La SI no te ayudará —dijo retrocediendo cuando apreté el acelerador y lo amenacé con pasarle por encima—. Son una institución gestionada por vampiros y controlada por individuos egoístas, no por aquellos que buscan abrir su mente.

Con el pulso a mil, dije:

—Por una vez estamos de acuerdo, pero no estaba hablando de la SI. Estaba hablando de mí.

Levanté el pie del embrague y me puse en marcha. Tenía tantas ganas de irme de allí como la última cita a ciegas de Ivy pero, por respeto a la muerte, tuve que contentarme con marcharme despacio y con cuidado. Miré a Jenks para asegurarme de que las sacudidas no lo habían movido y no se había partido un ala con el peso de su cuerpo.

No dejaba de mirar la estrecha carretera y a Jenks. Estaba nerviosa, no solo por él, sino también por la oferta de Tom. No era nada bueno que te ofreciesen un puesto en una organización independiente, sobre todo cuando les dices que se metan sus grandes ideales y su glorioso trabajo por donde les quepa.

Sentí un ligero tirón en mi chi y miré por el espejo retrovisor. Me quedé sin aliento y casi me salgo de la carretera cuando Tom me dio la espalda y desapareció.

Joder, ha saltado a una línea
. Preocupada, agarré más fuerte el volante, sin dejar de mirar continuamente la carretera y el lugar en el que Tom había desaparecido, como si hubiese sido un error. ¿Era tan bueno como para utilizar las líneas para viajar y solo era un miembro menor?

Maldita sea, ¿a quién acababa de insultar exactamente?

17.

Las ventanillas del coche de David estaban bajadas y la sensación de humedad fresca del final de la tarde moviéndome el pelo era muy agradable. El aroma complejo a hombre lobo se mezclaba con el olor de la orilla del río y miré a David recorriendo con la mirada su estrecho coche deportivo. Llevaba puesto el abrigo largo de cuero y un sombrero a juego y, aunque probablemente estaría más cómodo con el aire encendido, no había sugerido ponerlo. Jenks iba sentado en mi enorme pendiente de aro y los rápidos cambios de temperatura causaban estragos en su pequeño cuerpo. Era más fácil sudar un poco que escuchar a Jenks soltar pestes por tener frío. De todas formas estábamos casi en Piscary's.

Al llegar a casa de Spring Grove había encontrado un segundo mensaje en el contestador. La luz roja parpadeaba como una bomba de relojería. Lo primero que pensé fue que era Ivy, pero no era así. Era el nuevo ayudante de la señora Sarong. La propietaria de los Howlers también quería reunirse conmigo. Y al ver que la SI estaba intentando hacer pasar el asesinato de su ayudante por un suicidio, probablemente quería que yo averiguase quién lo había hecho. Me gustaba la idea de recibir tres cheques por un solo trabajo, así que cambié el lugar de reunión con Simón Ray a un lugar neutral y luego quedé con la señora Sarong a la misma hora. Al menos averiguaría si se estaban matando entre ellos.

David agarró con más fuerza el volante cuando giró a la derecha para entrar en el aparcamiento casi desierto de Piscary's. Era medio bar, medio taberna y tenía dos plantas. Estaba cerrado hasta las cinco, que era cuando abría para la hora de la comida en el inframundo y me pareció que sería el suelo neutral perfecto. Kisten había establecido nuevos horarios poco después de que hubiesen perdido su licencia pública mixta (LPM, para abreviar) y hubieran pasado a tener una clientela únicamente de vampiros. El bar estaría vacío a excepción de Kisten y algunos empleados que se preparaban para el día. Además, hacer esto en un lugar donde Kisten pudiese entrar si le necesitaba era un buen plan.

Nerviosa, comprobé que tenía en el bolso los hechizos y la pistola de bolas y un lote nuevo de pociones para dormir. David aparcó con suavidad en una plaza exterior, donde no tuviese que dar marcha atrás para salir. Sin decir nada, abrió el maletero y salió mientras yo me quedaba en el coche y ponía mi teléfono en modo vibración. Había sido un viaje muy silencioso; estaba claro que David estaba pensando en sus novias, en las vivas y en las muertas.

No me entusiasmaba la idea de que viniese conmigo, pero tenía coche y yo me iba a reunir con dos alfas de las manadas más importantes de Cincy. Jenks decía que David tenía derecho a estar allí como mi alfa y yo confiaba en su opinión. Además, ya había trabajado antes con David. Aunque estuviese distraído, se le daba mejor reaccionar a la violencia de lo que podía indicar su aspecto despreocupado.

—¿Listo, Jenks? —susurré mientras David cerraba el maletero.

—En cuanto saques tu culo blanco como los lirios de este coche —dijo Jenks con sarcasmo.

Ignoré sus palabras, metí el teléfono en el bolso y salí. Recorrí visualmente el aparcamiento mientras disfrutaba el aire fresco del río que me movía algunos mechones de cabello. El barco de Kisten estaba en el embarcadero y me dirigí hacia la puerta principal caminando muy despacio. David me alcanzó y se puso a mi lado, mirándolo todo desde debajo de su sombrero marrón de cuero gastado.

—¿Qué había en el maletero? —pregunté, y abrí los ojos de par en par cuando abrió el abrigo y me dejó echarle un vistazo a su tremendo rifle.

—Conozco a esta gente —dijo, ahora con una expresión seria—. Les llevamos el seguro.

Vaaaale
, pensé, esperando no tener que sacar la pequeña pistola roja de bolas que llevaba en el bolso, porque si lo hacía se partirían el culo de risa. Hasta que cayese el primero de ellos, claro.

Había un Jaguar negro desconocido y un Hummer cerca de la puerta, y estaba claro que no pertenecían al personal. Alguien se nos había adelantado a pesar de mis esfuerzos por llegar la primera y ganar terreno. Me atrevería a decir que se trataba del señor Ray, ya que creía que la señora Sarong tendría un poco más de clase como para llevar a su gente por ahí en un Hummer amarillo, por muy guay que pareciese.

Me giré para mirar el coche deportivo de David y eché de menos la libertad que me confería meterme de un salto en mi descapotable rojo y marcharme. Entonces dejé escapar un suspiro.

—¿Qué pasa, Rache? —preguntó Jenks, que seguía sobre mi hombro y sorprendentemente callado.

—Tengo que mejorar mi imagen —murmuré mientras me subía la cintura de mis pantalones de cuero e intentaba seguirle el ritmo a los largos pasos de David. Cuando tenía una misión, siempre elegía el cuero; no quería dejarme un pedazo de piel si me caía y me deslizaba por la acera. Llevaba puesta una gorra de motorista a juego con el logotipo de Harley y mis botas de vampiresa que evitaban que hiciese ruido al caminar. Mi cazadora negra de cuero daba mucho calor y, aunque así estropeaba el modelito, me la quité para quedarme solo en blusa.

A David le habían pedido que se tomase unos días libres en el trabajo para que se aclarase las ideas y había optado por unos vaqueros con una camisa de algodón metida por dentro en lugar de su traje habitual. El abrigo, el sombrero gastado que le cubría aquellos ojos amenazantes y su pelo negro ondulado en una coleta le hacían parecerse a Van Helsing. Su estado de ánimo rozaba la depresión; las pocas arrugas que tenía eran profundas y tenía la frente marcada con líneas. Caminaba a paso lento y sus piernas abarcaban casi un paso y medio de los míos; parecía que iba volando. Estaba recién afeitado y relajó los ojos, que tenía entrecerrados, cuando del sol pasamos a la sombra fresca del toldo del restaurante.

Quizá tampoco tengo tan mal aspecto

Me dispuse a agarrar la manilla ignorando la ordenanza municipal que advertía que no tenía LPM. Todavía no había abierto, pero no pasaba nada. Había estado allí cientos de veces con Kisten. Todavía no me había molestado nadie.

La mano bronceada de David se posó sobre la mía y sobre la manilla.

—Las hembras alfa no abren puertas —dijo y, dándome cuenta de que iba a jugar a esto hasta el final, solté la manilla. Él abrió la puerta sin esfuerzo y la sujetó para que yo pasase. Entré y vi que el bar estaba tranquilo, las luces de la casa apagadas y todo gris y tranquilo. Me quité las gafas al entrar y las metí en el bolso.

—¡Señorita Morgan! —dijo una voz familiar en el momento justo en que mis pies cruzaron la puerta. Era Steve, la mano derecha de Kisten, que se ocupaba del bar cuando él no estaba, y sonreí cuando aquel hombre grande como un oso levantó un solo brazo sobre la barra y vino a darme su tradicional abrazo.

Jenks despegó soltando un aullido, pero yo cerré los ojos mientras le devolvía el abrazo a Steve y aspiraba su exquisito aroma a incienso y sus feromonas de vampiro hasta el fondo de mis pulmones. Dios, qué bien olía. Casi tanto como Kisten.

—Hola Steve —dije mientras sentía cosquillas en mi cicatriz de vampiro y ponía espacio entre ambos—. ¿Está muy cabreado Kisten porque le haya pedido prestado el bar durante unas horas?

El subdirector y gorila de Kisten me dio un apretón final y me soltó.

—Para nada —dijo con un brillo retorcido en los ojos. Estaban más dilatados de lo que deberían por la poca luz que había y su sonrisa dentada probablemente se debía al hecho de que sabía que yo disfrutaba aspirando su aroma—. Está deseando cobrarte el alquiler de la sala de atrás en especies.

—Apuesto a que sí —dije con aspereza—. Ah, este es David, mi alfa —dije, al recodar que estaba detrás de mí—. Y ya conoces a Jenks.

David se inclinó hacia delante extendiendo la mano y el dobladillo de su abrigo se enroscó al hacer ese gesto.

—Hue —dijo David con una expresión melancólica—. David Hue. Encantado de conocerlo.

La mirada de Steve pasó de él hacia mí y luego de nuevo a él. Había notado la tristeza de David.

—Es un placer conocerlo, señor Hue —dijo el vampiro con sinceridad—. Oí que Rachel había aceptado una manada. Es uno de los pocos hombres por los que se deja dominar.

—¡Oye! —exclamé dándole un golpe de repente en el hombro a Steve con el reverso de la mano. Pero Steve me la cogió y miré sus ojos de color negro brillante mientras me besaba las puntas de los dedos.

Olvidé lo que iba a gritarle cuando me rozó la piel con sus fríos dientes. Sentí un escalofrío y parpadeé. Él me miraba fijamente con la cabeza agachada.

—Deja de hacer eso —dije, y me aparté.

Steve me sonrió como si fuese su hermanita pequeña y David abandonó su estado de nerviosismo y me miró fijamente.

—El señor Ray ya está aquí —dijo el vampiro—. Está en la parte de atrás con seis hombres, la están esperando.

¿Seis
? ¿
Por qué habrá traído a tanta gente
?
No sabe que va a venir la señora Sarong
, ¿
no
?

—Gracias —dije mientras dejaba el abrigo sobre la barra cuando Steve se disponía a marcharse—. ¿Te importa si esperamos aquí hasta que llegue la señora Sarong?

—En absoluto. —Sacó un taburete de debajo de la barra y me lo dio—. ¿Qué queréis de beber tú y el señor Hue? —dijo mirando al hombre lobo melancólico—. Yo no se lo diré a la SI si vosotros tampoco lo hacéis.

David se apoyó en la barra. Sus ojos marrones lo recorrían todo y parecía un pistolero procedente de la llanura.

Other books

Change Of Season by Dillon, A.C.
The Book of Drugs by Mike Doughty
The Fairy Ring by Mary Losure
Golden Threads by Kay Hooper
Al Capone Does My Homework by Gennifer Choldenko
Speed Dating by Nancy Warren